7 de septiembre de 2006

Pregón de Fiestas 2006

AURELIA MARTÍN GONZÁLEZ
SALVADOR RODRÍGUEZ SANTANA
19 de Agosto de 2006

Buenas noches.
Señor alcalde, señoras y señores de la Corporación Municipal; vecinos y vecinas de Villavieja y amigos visitantes.

Cuando el señor Alcalde nos invitó a pregonar las fiestas en honor a la Virgen de Caballeros, aceptamos por colaborar con el Ayuntamiento, y sobre todo, por estar con vosotros una vez más en este salón donde en tantas ocasiones y por diversos motivos hemos compartido alegrías.

Nuestro deseo es que también esta noche, al recordar momentos compartidos, seamos capaces de hacer aflorar en vuestra alma sentimientos de apacibilidad y alegría que os predispongan a vivir con armonía las fiestas que llegan.

Nos preguntamos, ¿y qué decimos en el pregón? Porque hacer una actividad formal y casi literaria dentro de un ambiente festivo, no es fácil.

Y más aún habiendo escuchado a algunos de los pregoneros de años anteriores que, como hijos del pueblo que eran, lo hicieron desde sus más gratos recuerdos de la infancia. Cosa que nosotros no podíamos hacer, pues, como bien sabéis, no hemos pasado aquí, ni nuestra infancia ni nuestra juventud.

Sin embargo, sabiendo que pregonar significa “vocear en público las alabanzas de algo”, nos dimos cuenta que podíamos ser pregoneros, pues a pesar de estar jubilados nos sobra fuerza para vocear todo lo que sentimos o lo que amamos.


Elegimos libremente venir a vivir aquí. Nunca recibimos un desaire; desde el primer día nos acogisteis con agrado, nos admitisteis entre vuestros amigos y nos tratasteis como tales en cada momento.

Nos hicisteis partícipes de vuestros desvelos e inquietudes, de vuestros afanes e intereses, de vuestros pesares e ilusiones. Nos enseñasteis tradiciones y folclore; aprendimos con vosotros el himno a Villavieja, bailamos la Clara y entonamos juntos coplas y cantares tradicionales.

Nunca estuvimos de paso. Desde el primer momento quisimos formar pueblo con vosotros y así lo hicimos. Colaboramos, participamos y hemos contribuido a hacer un poquito más grande culturalmente a este vuestro pueblo que ha pasado a ser el nuestro.

Villavieja es nuestro pueblo y para nuestros nietos, es el pueblo de sus padres y de sus abuelos.

Algunos de nuestros familiares descansan ya entre los muros de su cementerio.

Hoy aquí, frente a vosotros, pero entre vosotros, sentimos una inmensa alegría y la emoción de saber que mañana el afecto y la amistad que nos una será aún mayor.

Durante los veintiséis años de convivencia hemos tenido desencuentros de pensamiento y de acción con algunos de vosotros; sin embargo, no es hoy el momento de recordarlos, sí es hoy el mejor momento para recordar y hablar de todo lo bueno que hemos encontrado en este lugar y de aquello que junto con vosotros hemos vivido.

Aprendimos a querer a Castilla desde la ausencia y la lejanía, cuando a los veintitrés años tuvimos que emigrar como muchos otros buscando el trabajo que nuestra tierra nos negaba.

Vivimos muy a gusto durante trece años en el País Vasco; por fecunda, nunca olvidaremos aquella etapa de nuestra vida allí; allí maduramos, asumimos una postura ante la vida a la que hemos permanecido fieles y sin embargo, en nuestro corazón siempre permaneció encendida la llama que alimentaba la esperanza del regreso.

Quien como nosotros estuvo lejos de ella, sabe que la tierra, que es decir las gentes, el paisaje, su frío y su calor, las escasas lluvias y las noches estrelladas, sus árboles y sus ríos, determinan porque mientras crecemos va modelando nuestro espíritu.

En el País Vasco tuvimos una compañera gallega, excelente maestra y fumadora de farias que comentaba frecuentemente que en cuanto pudiese volvería a Galicia desde donde la administración educativa la había mandado.

Con mi trabajo –añadía- estoy contribuyendo al enriquecimiento socioeconómico y cultural de una región mucho más desarrollada que la mía. Los niños de nuestros pueblos gallegos, empobrecidos y despoblados por la emigración, nos necesitan más que nunca tanto a mí como a otros muchos maestros gallegos que están fuera de Galicia.

Y esta reflexión de la compañera gallega la hicimos nuestra.

Al mismo tiempo, ya con cuatro hijos, los recuerdos nítidos de una infancia y adolescencia felices vividas en Lumbrales y Arcediano, nos empujaban a regresar a un pueblo castellano donde nuestros hijos tuviesen la oportunidad de vivir una infancia y juventud tan felices como la de sus padres.



Pretendíamos que fuese el juego en cada uno de los rincones del pueblo, el motor que dinamizase el proceso de su desarrollo educativo y social, es decir, queríamos que nuestros hijos se educasen con y entre las gentes de un pueblo castellano.

Durante algunos años la idea del regreso inmediato no estaba en nuestros planes pero tampoco surgió espontáneamente, fue el resultado de un lento proceso iniciado por las causas anteriores y acelerado por la situación sociopolítica y educativa surgida en el País Vasco con la instauración de la democracia en España.

Hasta entonces habíamos desarrollado nuestra labor educativa en un ambiente de concordia, pero a partir del momento en el que se prioriza la normalización de la lengua vasca, es decir, aprender el euskera y enseñar en euskera, los claustros se politizaron y nosotros que siempre hemos defendido la más absoluta independencia entre escuela y política decidimos no seguir allí.

Y fue en el año 1979 el año en el que dimos el paso y solicitamos el traslado.

Cuando supimos que había sido Villavieja de Yeltes el destino concedido entre los varios solicitados, vinimos ilusionados a conocer el pueblo un día primaveral, radiante y sereno de la Semana Santa de 1980.

Nos extraviamos; desde Vitigudino fuimos al Cubo y desde allí a La Fuente de San Esteban. A la salida de Boada, preguntamos a varios jubilados qué carretera debíamos coger. Uno de ellos, con cierto aire socarrón, nos dijo: “Para ir a Villavieja lo mismo da por una carretera que por la otra; unos van por esta y otros por aquella.”

A nosotros, entre las dos opciones, nos gusto la de la izquierda, la carretera de Retortillo. Posteriormente, hemos recordado el hecho con frecuencia.

Los últimos kilómetros del largo recorrido entre Bilbao y Villavieja nos sirvieron para contrastar con agrado la quietud y el silencio de un campo casi bucólico con el ruido y la velocidad del lugar de donde veníamos.

El campo estaba encendido por el amarillo ardiente de mil flores y blanco, como nevado, por las escobas.

Desde “El Sierro” avistamos por primera vez el pueblo. Fue emocionante, fue como entrever el futuro; allí íbamos a vivir el resto de nuestros días.

Al llegar al pueblo preguntamos y nos dirigimos directamente al colegio, para nosotros el lugar más importante, pues sería el lugar de nuestro trabajo.


Acababa el recreo y mientras nosotros saludábamos a los futuros compañeros, nuestros hijos –de nueve, diez y once años- corrían tras las lagartijas que había en la valla de la escuela y saltaban de peña en peña en el lugar donde hoy tenemos nuestra casa.

Y fueron ellos quienes nos dijeron: “Si cuando nos vengamos vamos a hacernos una casa, nos gustaría que fuese aquí”.

Y así fue, pues todos quedamos encantados del colegio, de sus patios y de los alrededores.

Comimos en la Fonda unos deliciosos fréjoles verdes y unos filetes de ternera que Mari nos preparó.

Bajamos al río y paseamos por la dehesa. Y aunque nunca lo habíamos dejado de ser, la luz, el aroma del campo y el saber de su goce continuado nos hicieron sentir otra vez hijos de esta tierra bellísima aunque poco pródiga.

Y en aquel momento recordamos los versos que el poeta sevillano Antonio Machado dedicó a los encinares castellanos:
¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas;
humildad y fortaleza!

¿Qué tienes tú, negra encina
campesina,
con tus ramas sin color
en el campo sin verdor;
con tu tronco ceniciento
sin esbeltez ni altiveza,
con tu vigor sin tormento,
y tu humildad que es firmeza?

En tu copa ancha y redonda
nada brilla,
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.

Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece su talante.

Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.

El campo mismo se hizo
árbol en ti, parda encina.
Ya bajo el sol que calcina,
ya contra el hielo invernizo,
el bochorno y la borrasca,
el agosto y el enero,
los copos de la nevasca,
los hilos del aguacero,
siempre firme, siempre igual,
impasible, casta y buena
¡oh tú, robusta y serena,
eterna encina rural!


Regresamos felices a Munguía, pueblo vasco en el que vivíamos. Elegimos bien y habíamos tenido suerte en la adjudicación. Villavieja era el pueblo de nuestros sueños.

Sus gentes, entonces no os conocíamos, resultaron ser lo que suponíamos, castellanos serios, apegados a su tierra y a sus costumbres.

Tardamos un tiempo en descubrir que Villavieja era un pueblo singular debido a una realidad histórica diferente. Según los expertos parece ser que mientras que Bogajo fue un pueblo que perteneció a la Orden de los Templarios y Villares fue dominio de un señor feudal, Villavieja fue un pueblo de artesanos libres, curtidores y canteros, y campesinos. Quizás de esta peculiaridad historico-social provenga su progresismo.

Y si a don Quijote el goce de verse armado caballero le reventaba por las cinchas del caballo, nuestro entusiasmo rezumaba por todos los poros de nuestros cuerpos, tanto fue así que contagiamos a una pareja amiga, Justo y Maite, a quienes muchos recordaréis, y decidieron venirse en cuanto hubiese una plaza vacante como así ocurrió al año siguiente.

Llegamos con la Democracia recién estrenada. En aquel momentos, todos los españoles, de manera más o menos activa, voluntariamente o a remolque, estábamos asumiendo el cambio de tono que ejemplarmente nuestros políticos fueron capaces de conseguir y hacer cristalizar en forma de constitución. Nos referimos a aquel periodo de tiempo comprendido entre 1975 y 1978, conocido posteriormente con el apelativo de la “transición democrática”.

Nosotros entendemos que la transición, en cuanto acción y resultado de pasar de un estado o modo de ser a otro distinto, siguió en la década de los ochenta y aún en nuestros días.

En ese momento histórico llegamos a la escuela de Villavieja. Nuestra concepción de la educación chocó con la postura conservadora de algunos padres y profesores y se originaron conflictos que, unos y otros, supimos superar.

Hoy, recordando con la serenidad que produce el paso del tiempo, ninguno de aquellos encuentros dialécticos nos parecen triviales, sin importancia. Sin duda fue un periodo enriquecedor y edificante, empezamos a dialogar y por ello a escuchar otras ideas y a acercar posturas. Lo mínimo que se le puede pedir a un educador.

Desde aquí un afectuoso recuerdo para tres de nuestros compañeros que desgraciadamente no pudieron disfrutar de su jubilación. Gabriel Moro hijo del pueblo, con el que compartimos sólo un curso en la escuela; Guillermo Montero Santos, director del centro cuando llegamos y Pilar Prieto Cambón, ambos buenos compañeros con quienes trabajamos varios años.

Y, cómo no, un cariñosísimo saludo para Mª Francisca, la entonces abuela del claustro, con la que mantuvimos fuertes discusiones pedagógicas, pero a la que valoramos y apreciamos de corazón.


Ahora no vamos a recordar con nostalgia los que hicimos o vivimos junto a vosotros tiempo atrás. Eso sería tanto como decir que estamos tristes por aquello que hicimos hace veinte años. Pero tampoco vamos a evocarlos como hechos singulares e irrepetibles. Esto sería petulancia o altivez.

Lo que unos y otros hicimos en aquel momento fue lo que nos pareció más adecuado; es posible que hoy, aquello, no fuese conveniente; cada momento histórico tiene unos intereses que nos conducen a realizar hechos distintos, ni peores ni mejores, diferentes y acordes con la realidad sociopolítica y económica del momento. Rememoramos algunos hechos que aunque lejanos siguen siéndonos gratos.


Recordad aquellas semanas culturales organizadas por el Ayuntamiento. Semanas en las que las charlas, las conferencias y otras actividades culturales, nos sacaban del letargo invernal y nos daban motivo para poder reunirnos, y posteriormente acercarnos a los bares y dialogar y discutir sobre el contenido de ellas, los sucesos del pueblo y los acontecimientos del momento.

¿Y cómo olvidar las magníficas fiestas de fin de curso, organizadas por el colegio y el grupo de padres correspondientes, cada año? Se perdieron pero afortunadamente se va recuperando aquella costumbre.

O las excursiones que desde el colegio organizábamos y a las que se podían sumar cualquier persona aunque no tuviese hijos en él, pues siempre hemos tenido presente que la escuela forma parte del pueblo y que el pueblo forma parte de la escuela. En el primer viaje visitamos nuestra Comunidad. Solo nos acompañaron tres padres. Sin embargo al curso siguiente fuimos al Coto de Doñana, Sevilla y Cádiz, ya nos acompañaron la totalidad de los padres. Este viaje lo recordarán especialmente Amalia y Beli. Posteriormente viajamos por toda la geógrafía española, Galicia, Cataluña, Valencia, las Islas Baleares y las Canarias, Ceuta, Tánger...



Una de las celebraciones que acogíamos con entusiasmo era la fiesta del uno de mayo, el día del trabajo. La festejábamos con júbilo.

Bajábamos en manifestación hasta el monolito de la entrada de la dehesa. Familias, grupos de amigos, jóvenes y niños escuchábamos con atención los mítines que daban los representantes de los distintos sindicatos y expresábamos la alegría de trabajar en un país, por fin democrático. Al finalizar dábamos buena cuenta de hornazos, tortillas, chochos y sangría.

Pero, poco a poco fuimos dejando morir esta fiesta, y hoy ya no se conmemora a nivel de pueblo.

Gracias al espíritu de solidaridad y de colaboración, que reinaba en el pueblo de Villavieja se realizaron obras que lo modernizaron y aumentaron nuestra calidad de vida.

Un claro ejemplo es la piscina, en cuya construcción participaron no solo varones, lo hicieron también adolescentes de ambos sexos y algunas mujeres, algo insólito en aquel tiempo.

¿Y cómo no hablar del Club Cultural ”El Encinar”?
Un club que creamos con Manolo Castro y Pepita, Santos y Conso, Desi y Paco, Juan y Mari, José y Paqui, Santiago y Mere, Justo. Desinteresadamente entregábamos nuestro tiempo libre a la formación y entretenimiento de niños y adolescentes. Posteriormente fueron uniéndose, como colaboradores otras personas. Una de ellas fue el apreciado Carlos Barahona que desgraciadamente nos dejo en plena juventud.

Ubicado en el viejo edificio que había , aquí, en este mismo lugar,
acogía a todos los que quisieran participar en las actividades programadas. Entre otras muchas, recordamos que se enseñaba a jugar al ajedrez y a las damas; se trabajaba la mimbre, el barro y la madera; pintura y decoración de escayola, elaboración de marionetas con las que posteriormente se hico teatro de marionetas;

Hubo un taller de iniciación en el oficio de la cantería y los niños que se apuntaron a esta disciplina, elaboraron, bajo la tutela de los canteros Juan Agustín y su difunto hermano Fernando Mateos, Santos Mateos y Martín Carballares , el mural del nadador que adorna la piscina.

Se dieron cursos de delineación y de apicultura y algunos fines de semana poníamos una película para los niños con una máquina de Super-8 que nos concedió el ministerio de Cultura.

Recordamos con especial cariño el periódico que estuvimos editando durante un tiempo “El Encinar de Nampalancar”. Abierto a todo el mundo, hubo hijos del pueblo que mandaban puntualmente su artículo para cada número, otros contribuían de vez en cuando y nadie se negó a ser entrevistado o a emitir su opinión cuando se le solicitó. El Periódico fue muy bien aceptado porque era fresco, escrito para la gente de Villavieja por gente de Villavieja.
Hubo numerosas suscripciones de villaviejenses residentes en el extranjero. Sabemos que en muchas casas se conservan todos los números.
En la elaboración del periódico, además de las personas del club responsables de ello, colaboraron Juanfrán, Gero Madruga y José Manuel Merchán.

Aún se ven por las carreteras de nuestra comarca a algunos ciclistas que se iniciaron en este deporte en el club bajo la dirección de Justo.

Una de las actividades que mejor recordaréis, fue la creación del grupo de bailes charros. Jóvenes, adolescentes y niños llevaron nuestros bailes a gran número de lugares de la provincia y fuera de ella.

Las tardes-noches del verano, la cita de los ensayos era el frontón. Allí, con Marí José Calderero y Pepa Mateos como monitoras, Juan Ignacio Sánchez y Mariano Estévez como tamborileros, los bailadores y bailadoras perfeccionaban su estilo y los que no sabían bailar y querían aprender, podían hacerlo.
Estrella Moro, la difunta Angelines Acosta y Amador Sevillano fueron colaboradores asiduos en esta actividad.

Esta actividad, despertó en madres y abuelas, el deseo de hacer para sus respectivos hijos o hijas, nietos o nietas, trajes charros y, ahora, el día de la Virgen, se lucen junto a los más antiguos, y no desmerecen nada.

Con parte del dinero obtenido por el grupo de baile compramos tiendas de campaña y material deportivo y se hizo una acampada en la sierra. Muchos padres os acercasteis a la Alberca a visitar a vuestros hijos. Aquellas tiendas fueron utilizadas posteriormente hasta su deterioro por los jóvenes que las solicitaban.

Y por último, para terminar con algunos de los muchos recuerdos, hablar del entusiasmo que poníamos en la organización de El Día del Niño en las ferias.
Un grupo de personas, la mayor parte jóvenes, nos responsabilizábamos de dicha tarea y era gratificante ver cómo los niños participaban en los concursos de pintura, en las carreras de bicicletas, en las competiciones de natación y en otras actividades.
Los niños sabían que al final de la jornada no sólo tendrían premio los ganadores, lo tendrían todos.

Hemos reservado el mejor rincón de este pregón para los niños y los adolescentes a los que por vocación y profesión hemos dedicado la vida.

Nadie como vosotros, niños y jóvenes, maneja la esperanza.
Nadie como vosotros, fabrica ilusiones

Pero tened siempre presente lo que día tras día os hemos repetido:
“Las esperanzas y las ilusiones sólo se cumplen cuando vuelan en alas del estudio y del trabajo”.

Hoy día tenéis los medios educativos necesarios para garantizaros el acceso a las Universidades o a los Ciclos Formativos. Aprovechadlos porque el futuro es de los más preparados.

Practicad el juego y el deporte, pues educación y juego son ingredientes básicos para el desarrollo infantil; la práctica de un deporte en jóvenes y adolescentes será una salvaguarda contra el alcohol, el tabaco y otras drogas. No os dejéis engatusar por cantos de sirena que os van a privar de vuestra libertad y de la inmensa alegría de ser jóvenes.

¿Y qué deciros, a vosotros los padres, que no os hayamos dicho a lo largo de nuestra vida profesional?

Deciros, no os vamos a decir nada nuevo, sino recordaros que la familia -en cualquiera de sus modalidades- es el primer agente socializador y educativo; ella, la familia, debe crear en los niños hábitos, actitudes y valores que serán los pilares donde se sustente el posterior aprendizaje escolar.

En general, sin la preocupación familiar necesaria el progreso educativo de los niños no será el deseado.
En educación, la forma más bella de autoridad es el ejemplo.

Tampoco debéis olvidar, el derecho constitucional que tienen vuestros hijos a recibir una educación de calidad; y es obligación vuestra, en caso de que así no sea, el exigirla a los organismos competentes.

Tanto a vosotros niños y jóvenes como a vosotros padres daros las gracias porque con vuestra actitud habéis hecho sentirnos profesionalmente muy satisfechos.

Mientras se van apagando nuestras voces y vamos recogiendo nuestros papeles:

Saludamos a todos nuestros vecinos con ellos mantenemos desde nuestra llegada una excelente relación.

Damos las gracias a la Corporación Municipal por habernos brindado la oportunidad de ser los pregoneros de este año.

Os damos las gracias a todos vosotros, por habernos escuchado con la atención que lo habéis hecho.

Así mismo, damos las gracias a todas los que con su trabajo y sacrificio, harán posible que disfrutemos de estas nuestras fiestas, en un ambiente de paz y de tranquilidad.

Sirva este pregón como homenaje a los que ya nos dejaron para siempre.

Y sirva este pregón para lanzar al aire nuestro deseo más profundo de que llegue la paz al País Vasco, tierra que nos acogió entre sus gentes durante 13 años.

Abrid vuestros corazones a la alegría y celebrad y disfrutad con la familia y con los amigos de los actos religiosos, de los encierros, toros , verbenas y demás atracciones de estos días de Ferias y Fiestas.

Buenas noches.

1 de marzo de 2006

Pregón de Fiestas 2005

ÁNGEL MONTERO CALZADA
20 de Agosto de 2005

Sr. Alcalde y demás miembros de la corporación municipal.
Queridos amigos: muy buenas noches.

Aprovechando, precisamente, que estoy entre amigos, os voy a hacer dos confesiones: una primera de tipo jocoso; cuando se me cursó la invitación del Ayuntamiento para ser el pregonero de las fiestas, inmediatamente me vino a la memoria, y pensé hacer lo mismo que aquellos de la historia que me contó varias veces nuestro querido amigo Nazario cuando se anunció en el pueblo de Pozos que unos de Villavieja iban a representar una obra de teatro; llegado el día, presentes los vecinos en el local a donde habían acudido, como era costumbre, cada uno con su silla, aparece en el improvisado escenario el narrador que dice: Que salga Juan. Y sale Juan. Y también Sebastián. Y sale Sebastián, quien dice: ya estoy salido. Y el narrador apostilla: Señoras y señores, la función ha concluido. (Ni que decir tiene que tuvieron que salir huyendo en sus bicicletas si no querían ser linchados en el acto). Seguro que habría pasado al libro Guinness como el pregón más corto, cumpliendo así uno de los requisitos que Tierno Galván exigía de los pregones al decir que debían ser como las minifaldas, cortos y que enseñen mucho.

Segunda confesión, y esta sí va en serio: por mi profesión, he tenido que intervenir, como es lógico, infinidad de veces en público, ya sea formando parte de Tribunales como Juez o como Fiscal, incluso como Abogado en la Jurisdicción Ordinaria; en varias rondas de negociación con los Estados Unidos tanto en Madrid como en Washington; en infinidad de conferencias que he tenido que impartir en múltiples cursos. Pues bien, creo que esta es la misión más agradable, pero al mismo tiempo más compleja que me han encomendado, pues relatar emociones ligadas a las raíces individuales no deja de ser labor complicada, máxime en momentos como el actual, cuando todos rastreamos referencias a las que aferrarnos, ya que el hombre sólo se completa cuando reencuentra y reconoce su memoria, y porque a hablar con el corazón, no se aprende en los libros. Pero en fin, trataré de lidiar este toro lo mejor posible, advirtiendo de antemano que no soy un gran orador ni un poeta, pero sí un hijo de esta noble Villa que lleva a su pueblo en lo más profundo del corazón.

Siempre he estado convencido de que una de las principales virtudes que pueden adornar al ser humano, es el ser agradecido: “de bien nacido, es ser agradecido” reza el sabio dicho popular. Y en este capítulo de agradecimientos me vais a permitir que mi primer recuerdo sea para mis padres, uno de ellos ya no está con nosotros, pero seguro que me estará escuchando; gracias Felipe Ferreira como te llamaban en tu pueblo, gracias madre; para mis hermanos, y, cómo no, para mi mujer y mis cuatro hijos que cada día me soportan y dan más sentido a mi vida. Y en esta vida las cosas no funcionan solas, por tanto es evidente que Villavieja sigue en marcha gracias a la labor, generalmente desinteresada, y muchas veces incomprendida, criticada, y hasta vilipendiada, de aquellas personas que, ya sea desde las instituciones como el Ayuntamiento, el Patronato de la Residencia de Mayores o desde grupos de actividades diversas como el Coro Parroquial, bailes típicos, trabajos manuales, el mantenimiento de una página Web, -por cierto Manolo, no tires la toalla, te necesitamos-, la puesta en funcionamiento de la televisión local, el proyecto de creación de un museo, donaciones, la aportación altruista de su trabajo para la realización de obras públicas, que, de no haber sido de aquella forma, quizás nunca se hubieran llevado a cabo, etc., han dado y dan lo mejor de sí mismos en favor de su pueblo a cambio, demasiadas veces, de disgustos y sinsabores. Estas personas se podrán equivocar, y quién no, pero estoy seguro de que siempre intentan hacer las cosas lo mejor posible. Vaya mi reconocimiento y gratitud para todos ellos. Como muchos sabéis, yo nací, me crié y vivo en la calle Peligrosa; qué seranos –los define el Diccionario de la Real Academia como “tertulias nocturnas que se tienen en los pueblos”- tan fantásticos en el cruce con la calle Fuente Abajo donde casi todas las noches del verano había sesiones gratuitas de humor, aderezadas con el “quesito de Bermellar” y “el cordero de la cabeza ladeá” que siempre ofrecían el Sr. Sergio y Felipe Ferreira, pero que nunca llegamos a probar. Pues bien, entre todos los vecinos a los que recuerdo con verdadero afecto, destacan en mi vida personal y familiar, la señora Felipa, el señor Amador, Carmen, y Pablo que en paz descanse; Carmen, muchísimas gracias por todo. No puedo menos de mencionar también, aunque sea muy brevemente a Don Tomás Rodríguez; él me enseñó el que después sería mi camino profesional; a mí me tocaba recorrerlo y llegar a la meta, cosa que conseguí gracias a la ayuda de la Virgen de Caballeros y a la de la Peña de Francia; y a Don José Puente; Pepe muchas gracias por tus consejos. Gracias al Sr. Alcalde y demás miembros de la Corporación Municipal por haberme dado esta oportunidad de charlar un rato en público con vosotros; ello me ha permitido, mientras redactaba estas líneas, rememorar cosas que ya tenía casi olvidadas y volver con mi mente a lugares y situaciones en los que tanto disfruté. Y, finalmente, gracias Villavieja el pueblo que con sus gentes, su Iglesia, calles, plazas, escuelas, “el paso”, ermita, prados, eras, tenerías, río, toros, peñas, etc. forjó mi personalidad.

Les decía a mis quintos el día que celebramos los 25 años: debemos juramentarnos para que no haya un solo quinto que, necesitando ayuda, no se la prestemos. Me atrevo a pediros, porque sé que estoy hablando con mis paisanos que son gente de bien, que no haya un solo villaviejense, donde quiera que se encuentre que, necesitando ayuda, no se la prestemos, porque si al comienzo decía que una de las principales virtudes que pueden adornar al ser humano es el ser agradecido, otra de ellas, es la solidaridad.

Y hablando de solidaridad, en mi retina han quedado grabados para siempre los incendios que, con relativa frecuencia, se producían en nuestro pueblo, muchas veces ocasionados por aquellos trenes de carbón y también de gasóleo; y de ellos, sobre todo me impresionó cómo se ponía el pueblo en marcha para auxiliar en su extinción, fuese de quien fuese la finca en la que se había originado, fuera su dueño pobre o rico, estuviera cerca o lejos, cada uno colaborando dentro de sus posibilidades; unos trasportando al personal, otras llevando agua; unos en primera línea del fuego, otros con el destral cortando ramas de los árboles con que atacarlo. Es en esas ocasiones cuando se manifiesta la forma de ser de un pueblo, y al mismo tiempo son vivencias y aprendizajes inolvidables, que contribuyen a sentar las bases de la personalidad y a la larga son mucho más importantes que unos puntos de partida meramente librescos o académicos.

Aunque puedo decir que a lo largo de mi vida nunca escurrí el bulto cuando algún paisano requirió mi ayuda, e hice siempre lo que estaba en mis manos para poder satisfacerle, y muchos de vosotros sabéis de qué estoy hablando, tengo la sensación de que Villavieja me ha dado a mí más de lo que yo le he dado, y, por ello, me siento deudor. Qué alegría cuando la secretaria me anunciaba: le llama una persona que pregunta por Ángel Ferreira y yo le he dicho que aquí no hay ningún Ángel Ferreira, pero como quiera que me insiste, le he dicho que aquí está Don Ángel Montero y me ha contestado pues ese es, me pase con él ¿le paso? Mi contestación: “páseme inmediatamente y para lo sucesivo sepa que cuando alguien llame preguntando por Ángel Ferreira, tiene que tratarse sin duda de una persona de mi pueblo, Villavieja de Yeltes, cuya llamada tiene prioridad”. Es cierto que incluso ha habido alguno, verdad Fernando Martín que en paz descanses, que se permitió el lujo de, en alguna ocasión en que la secretaria le comentó que en ese momento no me encontraba en el despacho, éste le respondió: pues dígale que como no esté en el despacho la próxima vez que le llame, le voy a quitar la productividad; os podéis imaginar qué cara se le quedaba a la secretaria, pero los de Villavieja somos así: espontáneos, desenfadados, alegres, picantes, incisivos, responsables, solidarios.

Cuántas veces habréis oído decir, igual que yo, que los salmantinos en general, y los de Villavieja en particular, estamos por todas partes, que parecemos una mafia porque nos buscamos y nos apoyamos; bendito sea si lo que se está queriendo decir es que somos solidarios; es para sentirnos orgullosos de ello.

Uno de los rasgos de nuestro pueblo, que no podemos perder, es un sentir de hermandad en gran medida derivado de una estructura social en la que cobran relevancia los lazos familiares, más o menos lejanos, más o menos difusos, sutilmente extendidos hacia quien, siendo foráneo, rinde periódica visita. También en la que biografías a veces muy duras –el desgarro de la emigración- traslucen, por encima de otros aspectos, coronación de retos personales y afán de mejora, sin resquicio para la mirada airada o el fácil reproche hacia el pasado, lo que no deja de ser actitud propia de gentes nobles y fuertes.

Aquí estamos acostumbrados a relatos sobre trabajos y avatares en países lejanos, por suerte culminados casi siempre con el éxito, aunque a veces con el infortunio, pero todos auténticos cantares de gesta, protagonizados por personas que jamás presumen de nada, que nunca saldrán en los libros de historia con su nombre y apellidos, pero que son, sin alardes y silenciosamente, el alma de la intrahistoria de un país.

Cuántos recuerdos se agolpan en este momento en mi memoria, como las bromas que nos gastaban en la tenería Honorio, Jesús, José Luis, José Manuel, Remi y Cesáreo cuando nos mandaban a casa de la señora Cándida porque decían que necesitaba niños para ayudarle a enderezar una partida de bizcochos que le habían salido torcidos, o que le lleváramos unas rebanadas de pan para untarlas de miel, miel que no era otra cosa que la grasa que empleaban en el curtido de las pieles; los canineros recogiendo por las calles los excrementos de los perros; la vida en las tenerías, en las zapaterías, en las carpinterías, en las canteras, en los bares; los hornazos y los dulces por pascua en la dehesa; los lagartos; los jueves merenderos. Representaciones teatrales cuyo escenario era el suelo, eso sí, previamente barrido el círculo sobre el que iban a tener lugar, y señalizado con unas piedras alrededor, dentro del cual solo podían permanecer los actores.

El cambio trascendental que se producía en el momento en que abandonábamos la escuela de párvulos de la plazuela, para pasar a las escuelas del juego de pelota; eso significaba que ya nos estábamos haciendo mayores, pero tenía el inconveniente de que estaban más lejos y en invierno hacía mucho frío que combatíamos con aquellas originales estufas consistentes en latas de sardinas o de atún de kilo llenas de cisco, a las que se le ponía un asa de alambre y en la tapa unos palos de madera para poner los pies encima y así evitar quemar los zapatos, cosa que no siempre se conseguía, pues era frecuente el olor a goma quemada.

Recuerdo imborrable de las matanzas, otro ejemplo de solidaridad; cómo se ayudan unos a otros, cómo se comparten la comida y la bebida, el gozo y el dolor, el trabajo y la diversión. ¡Y las hogueras! Cómo las preparábamos con antelación y, generalmente, con algún que otro disgusto ya que era frecuente que empleáramos para ello las “pellás” que ardían con gran facilidad y originaban un fuego especialmente provocador, pero claro, la huella que dejaban por donde se iban arrastrando era casi imborrable en aquellas calles de tierra, lo que hacía que el dueño del prado de donde las cogíamos, lo tuviera fácil para llegar hasta el lugar y descubrir al o los culpables. (Como la palabra “pellá” no figura en el diccionario de la Real Academia, y, por tanto, habrá personas que no sepan de qué se trata, hay que decir que aquí se conoce como tal a las zarzas que, una vez cortadas, se colocan encima de las paredes de los prados o tapando portillos y así evitar que entre ganado de fuera o salga el que está dentro). Solía ocurrir que, además de quitar la zarza, tirábamos piedras de la pared, con lo que el perjuicio era doble, de ahí a veces la lógica reacción airada de sus propietarios.

Cuántos juegos, que algunos de los que me han precedido en esta tribuna en años anteriores han enumerado con detalle, y que, sin haber norma escrita que lo regulara, tenían, cada uno de ellos, una época del año concreta para su práctica que se respetaba escrupulosamente. No teníamos ordenadores ni videoconsolas para entretenernos, ni los necesitábamos; lo que nos faltaba, generalmente, era tiempo para seguir jugando.

Los nidos: qué facilidad tenían algunos para encontrarlos, y cuántas veces se utilizaban como moneda de cambio; si me das tal cosa o me haces tal favor, te enseño un nido: ni que decir tiene que no valía lo mismo un nido de “pardal” que uno, por ejemplo, de tórtola. Seguramente de haber existido el Seprona, las Sociedades protectoras de animales, etc., nos habrían perseguido y sancionado, pero lo cierto es que entonces el campo estaba lleno de animales.

Qué inviernos tan fríos y qué veranos tan calurosos; cuántas veces patinábamos en las charcas y el río se cubría de hielo de orilla a orilla; ¡y los sabañones! Todavía sentimos los picos característicos en el cartílago cuando nos tocamos las orejas.

Y entre todos los recuerdos, aún resuenan en mi cabeza aquellas palabras que solían decirnos nuestros padres cuando salíamos de casa para estudiar, hacer el servicio militar, trabajar, etc. “que nadie tenga que decir nada de ti”, palabras que, transcurridos los años, he asociado a aquella máxima que recoge Richard Bach en su libro Ilusiones: “vive de manera tal que nunca te avergüences si se divulga por todo el mundo lo que haces o dices…aunque lo que se divulgue no sea cierto”

Seguro que en la vida de todos nosotros existen hitos, es decir, hechos importantes que constituyen un punto de referencia en nuestras historias personales o colectivas, como pueden ser la primera comunión, el primer amor, el primer trabajo, el primer título académico, el matrimonio, el nacimiento de los hijos, etc. Pues bien, creo poder afirmar sin miedo a equivocarme, que uno de esos hitos tanto a nivel individual como colectivo, ha sido la “entrada en quinta” y, como corolario, las fiestas de quintos; -de hecho, una prueba evidente de lo que afirmo, es la proliferación en los últimos años, de las celebraciones, cada vez más frecuentes, de los aniversarios que recuerdan dicho evento. Son hechos que han dejado en nuestras retinas y en nuestros oídos un recuerdo imborrable, gracias también, de justicia es reconocerlo, a la colaboración inestimable y desinteresada de nuestro querido Juan Ignacio.

Y en este sentido, no puedo menos de decir que el año 1949 fue un año muy importante; si habláramos de vinos, podríamos decir que la de aquel año fue una cosecha “excelente”, porque nacieron los “Quintos del siete y el cero”. Cómo cantábamos aquellos días de Diciembre de 1969, unos mejor que otros, como es lógico:

Vivan los quintos del setenta

Vivan los quintos de gran fortuna

Vivan los quintos que harán la mili

Si no es en Marte será en la Luna

Los que no suban se quedarán

Bajo las nubes en El Ferral

Y qué bien sigue sonando ahora 35 años después ¿sabéis porqué? Porque nos trasporta a un momento trascendental y feliz de nuestras vidas. Por cierto Maria Rita, a ver cuando preparamos la próxima.

¡Cuántas peñas proliferaron en los años 80! Si hemos de ser justos, hay que decir que entre todas destacaba una: “Los Colegas” ¿verdad que sí Jarito?; vaya trajes elegantes con los bordados que hizo Carloti en las camisas; no obstante, hablando de peñas es forzoso citar, porque lo cortés no quita lo valiente, a la, probablemente, más antigua en activo: “El chiringuito” con su canción:

“Chiringuito, Chiringuito, gritan por todos los lados,

si por algo los conocen, es su afición al Perlado”.

Cuántos cántaros habrán caído

¡Y qué decir de las juergas que se preparaban en ferias! ¿Recordáis Justi y Paco Mateos el año del coche Ford de Campal y la calesa de Juanito “Teclo”? Existen fotos muy elocuentes de tales acontecimientos a pesar de que entonces no existían las máquinas fotográficas digitales.

Kosovo, otro hito importante en mi vida; quién me iba a decir a mí que allí iba a coincidir con un paisano; Ángel Luis Holgado Velasco: ¿recuerdas aquel día del mes de Febrero de 2001 cuando fui a visitarte al destacamento italiano de Dakovika, donde tú estabas destinado, y encima de un bidón en la calle, dimos buena cuenta del embutido que habías llevado desde Villavieja?; qué ilusión nos hacían aquellos correos electrónicos que recibíamos de algunos de vosotros como Manolo, María José, Ana, y sobre todo, aquel poste con direcciones de poblaciones que colocamos a la salida del destacamento de Istok donde yo me encontraba, y en el que, en lo más alto, la primera de ellas rezaba así: Villavieja de Yeltes, Salamanca, 2.900 Kilómetros; esa era la distancia que nos separaba de nuestro pueblo; qué lejos estábamos, pero al mismo tiempo qué orgullosos nos sentíamos de él.



En fin, vayamos a la cuestión que nos ocupa, Nuestras Fiestas, pues, aún siendo pretexto de encuentro, también integran una llamada a que la generosidad, la hospitalidad y el espíritu comunitario continúen alentando a nuestra gente, resida donde resida, sea cual fuere su condición o circunstancia. Que este acontecimiento ayude a limar asperezas, a que toda lid entre nosotros, de cualquier naturaleza, quede, como mucho, en confrontación entre adversarios, nunca entre enemigos.

No olvidemos nunca las raíces, si bien, como nos han transmitido nuestros mayores, con su palabra o con su ejemplo, éstas nunca han de ser germen de desunión, insolidaridad o cerrazón, sino, por el contrario, fundamento de una visión del mundo abierta a los demás, recordatorio de donde venimos, pero también acicate para afrontar los retos del futuro, pues como decía Neruda, “no es hacia abajo ni hacia atrás la vida”.

Permitidme que ya casi al final de mi intervención, mande un cariñoso saludo, a través de su Alcalde aquí presente, para ese querido y hermano pueblo de Villares de Yeltes en donde tengo ancladas también mis raíces, y sobre todo porque considero que estas son un poco también sus fiestas, como las suyas las hemos considerado siempre un poco nuestras.

Creo que este pregón, al menos para mí, quedaría incompleto, si no hiciera una referencia a nuestra querida patrona la Virgen de Caballeros; en definitiva las fiestas que con él se pretenden anunciar, se celebran en su honor. Qué estampa tan maravillosa esa que veremos otra vez la noche del día 27, y que por muchos años que llevamos viéndola, no nos cansamos de ella; la imagen de la Virgen entrando en la plaza y recibida con una cerrada ovación por personas creyentes y no creyentes que vemos en ella a la madre cuya protección pretendemos recibir, pues como reza la canción, “desde que nací la Virgen de Caballeros está velando por mí”. Pues que ella nos ayude a pasar unas fiestas, como decís los jóvenes “mazo divertidas”, lo que no es incompatible con la educación y el respeto a los demás, porque tened presente que el derecho de uno termina donde comienza el derecho del otro.

Y sin más, esperando no haberos aburrido demasiado, pidiendo disculpas por las imprecisiones y omisiones que pueda haber cometido, dándoos muy sinceramente las gracias por vuestra presencia y vuestra atención, y puesto que Sebastián ya está salido, señoras y señores este pregón ha concluido.

¡VIVAN LAS FIESTAS DE VILLAVIEJA!
¡VIVA VILLAVIEJA!

Ángel Montero
Agosto de 2005

28 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas 2004

JUAN ABARCA CAMPAL
21 de Agosto de 2004

Sr. Alcalde, Sres. Concejales, Sres Sacerdotes, Sres y Sras, Jóvenes, Queridos paisanos. En primer lugar debo profunda gratitud al consistorio municipal por la deferencia que habéis tenido con nosotros al llamarnos para lo que voy a decir hoy.

Mi querido pueblo de Villavieja. Es para mi un gran gozo pronunciar el pregón de estas fiestas del año 2004 y ante todo un gran honor que se hayan acordado de nosotros, porque si un hombre es de donde es su infancia, nuestra infancia esta ligada a Villavieja en los momentos mas deliciosos del ocio colegial, en las Vacaciones, cuando nuestros padres venían con ansia a buscar sus raices, en las Nochebuenas, las matanzas y en los cálidos veranos.

Aquí hemos disfrutado de los juguetes mas preciosos que puede tener un niño, pues, ¿hay alguno mejor que un trillo guiado por unos dóciles animales, inundado del sol de la mañana que se estrella contra la dorada parva?, ¿o arrastrarse cogido a él, en un azul atardecer, preludio de una noche con tantas estrellas en el cielo como no he conseguido ver en ninguna otra parte?

Recordamos los bogayos para jugar, las moras, la “candonga”, el “ya vienen, ya vienen” por la entanilla los toritos del encierro y sobre todo la Sta. Virgen de Caballeros y los días aun mas especiales, cuando en un carro se echaban unas mantas y las viandas para pasar un precioso día de campo en la “Pernalona”.

Aquí también, circunstancialmente, aprendimos el sufrimiento, cuando un carro enorme se me cayó encima de la pierna, rompiéndomela por la cadera, periodo de reflexión para un niño que entraba en la adolescencia y que quizás influyó en nuestra vocación médica. Recordamos los veranos con las piernas llenas de cicatrices y de heridas, de no bajar de la bicicleta (era una gozada tener tantas en casa pues no en vano el tío Santos, que era un artistazo, las reparaba). La seriedad de D. Ramón, párroco de este pueblo durante tantos años, que vivía cerca de nuestra casa y nos aconsejaba prudencia desde su seriedad, y del que posteriormente seríamos muy amigos a pesar de la edad que nos separaba.

Recordamos también con nostalgia a nuestros primos y en especial a Andresito, hijo de Andrés Merchán, que con su boina jugaba a ser mayor pero que solo era un niño que desde pequeño ayudaba a su padre en las labores del campo.

Sabemos que nuestra familia era conocida como los “Zamoranos” y es probable que descendieran de Zamora y aquí vinieron a parar por matrimonio o para buscar mejor la vida y nos sentimos por ello muy orgullosos, que nuestra familia faenaba su industria de tejas y ladrillos, en las horas de calor y en el frescor de la tarde –tarea pesada y paciente- que solo suavizaban el amor y el humor, y que el abuelo solo con mirar a uno de sus siete hijos era comprendido y escuchado, lo mismo que cuando eran unos niños y el cabeza de familia partía el pan como si fuera un rito.

Conocemos la avanzada mente de nuestros abuelos de la que nuestros padres aprendieron el respeto que luego nos transmitirían y con el que hemos caminado por la vida para llegar a hacer nuestra misión. Ese respeto al que hoy no se le concede la importancia que tiene y que de su ausencia conoceremos sus consecuencias.

También sabemos el avance, la apertura y generosidad de nuestros antepasados, que les llevaron a adquirir una fina en Babilafuente con un tejar y que estaba a 120 km de Villavieja para que uno de sus hijos pudiera curarse de una enfermedad renal que padecía, bebiendo del agua del manantial de ese pueblo que era buena para esas dolencias y de esta forma se extendió esta familia por la tierras de San Morales y Huerta, cerca de Salamanca.

Recordamos como niños los paseos por las tenerías, industria que fue de este pueblo, y si una infancia está también hecha de amor y de aromas, guarda nuestra memoria el fuerte olor del curtido y de sus productos y el misterio que nos producía las puertas desde las que se entraba a la oscuridad.

Si como decía O. Wilde, al hombre haga lo que haga, se le recordará por una anécdota, fueron estas circunstancias como otras que recuerdo con ternura y cariño, como eran las noches al fresco rodeados de nuestros padres, familiares y ancianos con la mirada atenta sobre nosotros, porque aun sin haber estudiado sabían, que cada niño llevaba dentro un tesoro al que cubrían con su dulzura, dando su amor desinteresado en los hermosos días de feria, como hoy en el que éramos tan felices con una trompeta y unos cascabeles.

Señoras, señores, amamos a este pueblo, que es el de nuestros antepasados, porque ellos nos enseñaron a amarlo hasta el punto de formar siempre parte de él. Amamos a este pueblo que nos dio su alegría y su luz, sus juegos y su amistad.

Amamos a este pueblo porque, como hemos dicho, forma parte de nuestra infancia y parte importante del hombre que somos hoy. Porque cuando escuchamos su nombre recordamos lo que mas queremos, lo que mas hemos querido y el orden y la laboriosidad de sus gentes.

Amamos a este pueblo de Villavieja con sus calles, sus casas, su dehesa, su río. Tenemos presente su hermoso lema “Laboriositas et justicia”, Trabajo y Justicia, al que hacen honor sus habitantes, considerando cuantos sueños salieron de aquí y van dejando una estela de hombres de bien, en el lugar en el que la vida les situó.

Amamos a este pueblo, al fin, porque él nos amó y lo haremos durante toda la vida, porque aquí yacen todos los que nos amaron en un lugar tan pequeño y bonito que parece un pañuelo de flores y de colores, y en especial yace la persona, que junto con mi padre más influyó en mi, mi madre, la que aun después de muchos años de habernos dejado, sigo sus enseñanzas. Modelo de generosidad con mi padre, muchos años enfermo, con nosotros, sus hijos, Manolo y María, sus nietos y con sus sobrinos, en especial Paz, Manoli y Pauli, en los cuales dejó una huella indeleble, como también la dejó en mi esposa, que a través de ella y siendo de Asturias se hizo también castellana. Mujer de horizonte infinito tenía una mentalidad tan avanzada que siempre estaba al día hasta en el ritmo de baile mas moderno. Ella me decía “hay que ver lo que es la vida, hijo, nosotros hacíamos las tejas y los ladrillos para que tú construyeras y pusieras en funcionamiento hospitales”

El último recuerdo que tenemos de ella es en un balcón de esta plaza invitada por sus amigas, a las cuales les doy las gracias por como la acogían, recibiendo a la Virgen con esa alegría y gravedad que era muy propia de ella.

También conocimos por ella a otras personas que dejaron una impronta en la historia del pueblo y cuyos nombres prefiero omitir para no olvidar alguno. Todos los cuales, con mis tios Teresa, Victor, Zacarías, Manolo, Juan y Paz, festejarán que uno de los suyos dé el pregón de estas fiestas.

Y termino, hoy son las ferias, os invitamos a disfrutarlas con alegría para que sean siempre un hermoso recuerdo y queremos que este pregón lo escuchen todos los que de una u otra forma están con nosotros, a nuestro lado, para los que es este homenaje de amor desde siempre y para siempre.

27 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas 2003

HIPÓLITO VELASCO MERCHÁN
23 de Agosto de 2003

SR ALCALDE, SRA. CONCEJALA, SRES. CONCEJALES, SACERDOTES, SEÑORAS, SEÑORES, JÓVENES, QUERIDAS PAISANAS, QUERIDOS PAISANOS

Cuando, a finales de junio, llegó a mi poder la invitación oficial de la Corporación para participar en las Fiestas Patronales de este año, en calidad de Pregonero, se cruzó en mi interior el sentimiento de gratitud, bien perfilado, con una emoción vibrante efecto de las vivencias de un pasado gozosamente vivido.

Sentimiento de gratitud a Vd., Sr. Alcalde, a Vds. Sra. y Sres. Concejales, por su deferencia conmigo. En reciprocidad manifiesto explícita y públicamente el deseo de que la dedicación de servicio, que iniciáis, sea creativa. Que acertéis en el gobierno que debéis ejercer. El servicio libre y honrado a la comunidad política es trabajo de señora, de caballero, dignifica a quien ejerce esta cualificada misión. El servicio público a la comunidad política es tan preciso y forzoso como indispensable el oxígeno a nuestra existencia biológica. Procede, por tanto, agradecer vuestra disponibilidad, y, en consecuencia, colaborar con generosidad por el bien de Villavieja, que es bien de todos los que la amamos.

La vibrante emoción nace por la ocasión que me brindáis de actualizar vivencias de una etapa que configuró inicialmente y determinó funcionalmente mi personalidad.


CARIÑO AL TERRUÑO

Al confiarme la singular ceremonia, escribís: es “obvio tu cariño al terruño”. Estáis en lo cierto, Sr. Alcalde. Dices verdad, José Manuel. Mi reconocimiento a esta entrañable Villa es expreso e inequívoco; mi gratitud gozosa.

La atmósfera de protección que constituía el cuidado de nuestros padres iba dando paso a relaciones nuevas que permitían estrenar experiencias. Nacía la década de los cuarenta. Tenía entonces 5 años. El espacio físico de Villavieja, su paisaje abierto, sobrio y recio encandilaba mis ojos. La relación que iniciábamos los de igual edad fascinaba mi ánimo. Más tarde comprendí que fueron años de especial dolor y gravedad. Pero nuestros ojos de niño, ilimitadamente receptivos, fabricaban mundos imaginarios, llenos de vida y ensueño, compatibles con las privaciones que imponían los tiempos.

Caminábamos, corríamos, jugábamos a “guardias y ladrones”, inspeccionábamos, rastreábamos desde el pueblo a Valgrande, “Al Cortadero”, a Pedro Alvaro, La Pernalona, La Mesa, “Al Monte Arriba”, “Al Pisón”, La Estación, “Al Lodero”, La Brezosa, “Al Bogajuelo”… El campo nos era familiar, le profesábamos cariño y gratitud; no así a los pájaros, anfibios, lagartos y demás reptiles, conejos, animales todos contra los que descargábamos nuestra insensata agresividad; por lo que, más de una vez, padecimos severos castigos físicos de padres y maestros. El espacio resultaba ilimitado. La limitación procedía de la obediencia a padres y educadores que, para evitar el peligro, nos prohibían acercarnos al río y a los prados donde pastaba el ganado bravo, tan frecuente entonces por estos aledaños. A pesar del inminente riesgo de sufrir el castigo de padres y maestros, si se enteraban de nuestras andanzas, vencía la atracción seductora de llegar a las proximidades del bravo y noble ganado, cuyas imágenes de reposado pastar o de agitado y avispado correr, provocado en la propia manada por la lucha de poder y dominio, constituía un espectáculo bello y emocionante.

Los ya iniciados nos introducían en juegos de lo más variados. Practicábamos juegos perennes y juegos de temporada. Comunes para vosotras y nosotros unos y rigurosamente diferenciados otros. Para vosotras: La Comba o El Salto de Cuerda acompañado de románticas y dulces melodías; a veces, acelerando la cuerda a velocidad vertiginosa la seguíais librando y burlando bajo los pies para envidia nuestra, incapaces de imitar vuestra hazaña. Para nosotros el fútbol, practicado sin balón. Corríamos tras de cualquier cosa redonda, ya fuera un envoltorio de trapos, de virutas, de pelota de goma, que se desinflaba con extremada facilidad, o tras una insignificante pelota de crepé, saltarina e incontrolable. El balón, hasta el año 1945, aparecía esporádicamente como propiedad de algún niño singularmente privilegiado. Bastaba la presencia del preciado y para nosotros entonces inexistente esférico, para que a su poseedor le aparecieran, como hongos, “amigos improvisados”.

La Plaza se convertía en un espectáculo impresionante, lleno de vida, de alegría, de griterío. Nos entregábamos más de 250 niñas y niños a los juegos más diversos y singulares, cuando esperábamos la hora de la catequesis o del rezo del rosario. Unas y otros jugábamos a Las Barreras, iniciando el juego con el ingenuo dialogo: “Guau va; guau venga; ¿hay perrito?; sí, por el lao que te dé la gana y te convenga”. Y a correr en torno a las barreras, cumpliendo rigurosamente, como en todo juego, las reglas establecidas. Nosotros jugábamos a Las Cuatro Esquinas, a La Una Anda la Mula, o Al Castillo, a La Ingorra, a Los Cuatro Barriles, Al Juego del Ratón, a los Santos, a La Peonza, …., Vosotras “Al Diabolo”, decíais, a Las Tabas, “Al Corro”, “Al Escarranchete”…. Podíamos recurrir a más de treinta. Es de admirar la capacidad creativa para inventar y establecer las reglas de unos juegos y entretenimientos de coste económico cero; así lo imponía aquella década de rigurosas privaciones, cuya escasez no mató la alegría de vivir, ni impidió nuestro crecimiento en fase tan frágil de desarrollo personal, pues los juegos cumplieron una función pedagógica admirable y de extraordinaria fecundidad. Todo juego auténtico conlleva gozo, experiencia psíquica y espiritual necesarias y saludables. El campo de posibilidades de acción e interacción con sentido, propio del juego del que habla la Estética de la Creatividad, exige atención, requiere rapidez, ofrece la ocasión de ejercitar la lealtad a las normas establecidas, compatible con el objetivo de victoria. Toda una escuela de formación que aquellas generaciones vivimos, y, entregados, saboreamos con entusiasmo. Al introducirnos los mayores, establecíamos vínculos e íbamos constituyendo, mediante el encuentro en los juegos, comunidad, objetivo esencial para el hombre.


ENSEÑANZA, CULTURA, DIVERSIÓN

La enseñanza ha sido en Villavieja objetivo prioritario. Se respetaba, admiraba y colaboraba con maestras y maestros en su labor educativa. De los párvulos y del colegio de monjas, que había entonces, pasábamos, a los 7 años, a Las Escuelas de arriba, donde se impartían cuatro grados o niveles, con estricta separación de niñas y niños. Existía un colegio privado para chicas. Hasta los 14 años asistíamos a la Escuela en horario diurno; en la adolescencia y ya jóvenes a clases nocturnas. Algunos padres nos enviaban a clases particulares, a “dar paso”, decíamos; en la generación siguiente se extendió la costumbre. El Párroco impartía también clases nocturnas, además de celebrar círculos de estudio por separado para jóvenes, hombres, las jóvenes y las señoras. Años después pude verificar el nivel de preparación alcanzado. Los conocimientos adquiridos en Villavieja me permitieron cursar el Bachillerato Superior en dos años de estudio.

La admiración por la cultura era manifiesta. En Las Escuelas se fomentaba la lectura para la que disponíamos de una modesta biblioteca. En fiestas solemnes se invitaba a oradores sagrados cultos y brillantes: Dominicos, capuchinos, jesuitas, de otras comunidades religiosas, canónigos magistrales y a cultos y brillantes oradores sagrados, hijos del pueblo. Algunos de nuestros padres y abuelos recitaban emocionados fragmentos de obras de teatro clásicas que ellos mismos habían representado; costumbre quebrada tras la grave y lamentable experiencia vivida en la década anterior. No obstante, seguía viva la afición al teatro, manifestación cultural de primera calidad. Nos visitaban actores y actrices de renombre: La gran compañía de Luque Salguero, de cuyo director, inteligente y sublime actor, oí alabar la sensibilidad de Villavieja para el teatro; con nosotros estuvieron y actuaron en dos largas temporada. Entre otras actuó también en Villavieja, varias temporadas, la compañía Medrano, y era nuestra delicia el circo. Las habilidades de arte dramático se conservaron en el reducto de la declamación, que practicabais las niñas, especialmente en el mes de mayo. Recitabais primorosas poesías. No sé por qué aquella sociedad jamás contó con nosotros, los varones…. Tal vez porque nos tuvieran por desmemoriados o por tímidos o por incapaces de expresar un arte tan hermoso y profundamente humano. (Es verdad que, en la década de los cincuenta, cuando algunas de las hoy aquí presente organizasteis una obra de teatro, se contó, tímidamente, con un varón: Juanito Vázquez. Aire nuevo remozaba la cultura). En la década de los cuarenta se hacía cada vez más presente el cine, entonces mudo; las ocurrencias del comentarista, en casos perogrullescas, nos provocaban la carcajada. La película, “El Cura de la Aldea”, se rodó en Villavieja y en Madrid. A Madrid llevaron a nuestros paisanos, que contaban sus experiencias con emoción de adolescentes. De niños intervinimos en la película, “El Camino del Amor”. Villavieja compaginaba su habitual actividad con el sentimiento gratificante de poner en escena secuencias de arte y de cultura.

Villavieja cantaba, bailaba, se divertía. Pueblo charro contaba con repertorio propio: Cantos y baile depurado y de estilistas galaneos, plantes, huidas y encuentros. Joaquina y Luis Pirolo eran intérpretes excelsos del baile charro. Su arte nos deleitaba. Con sus triunfos por España en los concursos de Coros y Danzas y con el Primer Premio Nacional, logrado en Estados Unidos, lo dieron a conocer. Villavieja receptiva ampliaba su repertorio. Los empresarios del entretenimiento y del servicio a la diversión adquirían la producción musical del momento. Emilio Pirolo, asesorado por una juventud sensible e intuitiva estaba a la última en sus adquisiciones. Villavieja cantaba y bailaba también a ritmo de lo nuevo.

En armonía con la sensibilidad de aquel tiempo, se nos sorprendía en Ferias con prestigiosas orquestas. Resultaba pintoresco en éstas fiestas la exhibición de peleles, títeres o muñecos, espantajos obra de ocurrentes como Carmen Arias o Celia de Crisanto, y que, fuera de la plaza, atraían, encendían y enfurecían a los bravos para contento y emoción de los espectadores. El Sr. Higinio nos honraba y divertía con su danza de “Rodear o bailar la bandera”. Concentrado y ágil a niños admiraba y a todos alegraba; qué gran don es el de darse y llevar alegría a los demás. Quizá el dramatismo que embargaba entonces muchos corazones pidiera como contrapunto la alegría de vivir, pues todo el año estaba salpicado de fiestas, entrañables unas; alguna conmovedora y grave; grandes y bellas otras; más las de Santiños de gorra: San Sebastián, San Antón, San Crispín, San Tirso…. Excepto en las de Semana Santa no faltaba la alegría, al igual que en las matanzas, la recogida del muelo, las bodas, a cuyo baile acudía la juventud. En carnavales el cariñosamente llamado “Tío Tanilla”, con su juego de la “Vaca Prima”, nos divertía y a la vez cual si de verdad fuera nos encogía a los niños el corazón. Otros siguieron la tradición que recogió Nazario. Muchos contribuían a incrementar la alegría: El Dr. Bruno, Antonio Mateos, con su hermano Manuel por paciente y con su equipo quirúrgico, formado por sus otros hermanos Salvador y Ángel; todos ellos con su gracia grave y a la vez zumbona y ocurrente provocaban la risa. El pudor de la época os privaba a vosotras de lo que para nosotros era excelente: Los cantos, la alegría, los guisos para relamerse, en la Taberna de la señora Casimira, admirable cocinera, servicial, cariñosa, siempre disponible. A tantos conocidos, hijos e hijas de Villavieja, que contribuyeron a educarnos y a los que sin complejos, ni falsos respetos humanos, a pesar de sus íntimos sufrimientos, supieron darse y poner sus dones al servicio de los demás y hacernos una vida más feliz, mi sincero y emocionado homenaje. En los momentos álgidos de diversión de los varones, no faltaba la danza de “A Ovira”. El Sr. Mateo, el curtidor, como en trance, serio, las manos sobre la solapa de su chaqueta, extasiado, entonaba el canto e iniciaba la danza: “A Ovira, vamos a Ovira…”. Le seguíamos con iguales movimientos, con quiebros, entendimiento, engaños…. El efecto era relajante, nos unía el gozo de vivir, de estar juntos, de participar, de entendernos, aunque, desde fuera, pudiera parecer que la danza carecía de sentido. Los mozos cantaban, rondaban a las mozas e interrumpían por sorpresa sus dulces sueños con más dulce despertar. Los Quintos, entonces sin la compañía de sus Quintas, relevaban a los inmediatamente mayores, con la celebración de San Silvestre, para cumplir con su primera obligación pública y consuetudinaria: Cuidar, animar y dar esplendor a la alegría, durante el año natural. Gallitos, seguros de haber estrenado mayoría de edad, cantaban, cantábamos reiterativos la canción creada para el acontecimiento por nuestro trovador e inolvidable Juan Ignacio.


OFICIOS Y ECONOMÍA

Timbre de gloria es el trabajo. Para todos debe ser inexcusable. Así se entiende en Villavieja. Unos pocos dejabais la Escuela a los 12 años, para estudiar fuera. Los demás, casi la totalidad, a los 14, sin remisión, las circunstancias y/o nuestros padres nos imponían el futuro profesional. Fenecen los cuarenta. Nace la década de los cincuenta. Las labores del campo, la ganadería, la artesanía, la industria o el comercio constituían el casi único marco ocupacional. Vosotras al hogar, digno y sacrificado destino, en casos la confección, si bien no se subestimaba vuestra colaboración en otros oficios, que realizabais con eficiencia ejemplar.

Un día sigue a otro día. La luz empuja a la noche. Vence segura las sombras, el pueblo rebulle. Renace joven la actividad. Se impone diligente, constante, hacendosa. Los panaderos amasan la harina que elabora el molinero. Cuecen el pan candeal, entonces supremo manjar. El martillo del herrero a golpe y fuego aguza sobre el yunque la reja del labrador rezagado, que no cumplió con el inexcusable deber en la anochecida tarde del día anterior o aguza pistolos, cuñas, picos, punteros, cinceles, bujardas, herramientas del cantero capaz de convertir el granito en “coto” o en obra de arte. A unos el ritmo del martillo sobre el yunque avisa del día naciente. El trasiego del ganado a otros. A todos lo confirman las campanas, que invitan al culto divino. Entre los madrugadores se sentía rebullir a los curtidores con sus “chancas” sonoras, buscando, en función de “canineros”, si el perro, en la noche guardián, ha expulsado generoso el sólido despojo, tan preciado para el curtido de pieles. Recorre las calles el Sr. Sebastián Tatán que pregona carnes, pescados, artículos de comercio y una lista de avisos a la comunidad, entre chascarrillos y estruendosas e inocentes ocurrencias.

Villavieja trabaja. En la recolección los agricultores apenas descansan. Los herreros calzan con hierro los rotátiles pies de los bueyes, los cascos de burros y mulos que, sin cesar, acarrean, trillan o mueven cangilones de noria. Otros oficios amplían su horario. Trabajan de “sol a sombra”, pues entrada la noche, siguen en faena. Los Tejares fabrican deprisa. Sus medios de producción sólo permiten la actividad de mayo a octubre. Un reducido número de profesionales, algunas jóvenes y los estudiantes, lejos de las aulas, disfrutan del relajante paseo de las tardes de verano. Los enamorados, a pesar de la febril actividad, hallan espacio para disfrutar del encuentro entre amada y amado, pues el amor no tolera compuertas.

En Villavieja, labradora, ganadera, comerciante, de artesanos consumados, de artesanos-artistas, de reconocidos artistas, resurge la economía. Fuera, la obra de canteros, constructores y albañiles empieza a ser dignamente compensada. La Estación de Ferrocarril, polígono industrial con Fábrica de harinas, Fábrica de trillos, Almacén de maderas, Almacén de minerales, Panera del Estado, Muelle con almacén y Embarcadero del ganado, es testigo de la presencia de numerosos viajeros, de dinámicos labradores, ganaderos, tratantes, curtidores, zapateros, canteros, constructores, productores de teja y ladrillo, carpinteros, pintores, herreros, mecánicos, electricistas, fontaneros, carboneros, conductores, carreros, transportistas, dulceros, regentes de la fonda y las posadas y demás profesionales. Recuerdo la ayuda que, generosa y mutuamente, nos prestábamos, en la recepción y embarque de mercancías. Con frecuencia ganaderos, mayorales y vaqueros dirigían Sierro abajo el ganado de lidia, arropado por los cabestros. La escultura, en carne viva esculpida, a la entrada del Embarcadero, efecto de inteligencia y habilidad era hermosa. Quienes teníamos la oportunidad de percibirla, si bien fugazmente, suspendíamos la actividad.

El mercado de ganado de los días 29 y 30 de agosto se convertía en escuela pública de negocios. Se practicaba el difícil arte de la negociación, haciendo compatible la lealtad y el respeto a los derechos del otro con el beneficio propio. Se cumplía la palabra dada, sellada con el apretón de manos y con la celebración del alboroque. Muchos acudían, cada semana, a los mercados de Ciudad Rodrigo, Vitigudino, Salamanca; algunos a otros mercados de España; un domingo al mes, a Lumbrales. Me divertía a los 15 años, ya de regreso en el tren, ver discutir a los mayores bajo los efectos del chispeante vino de Lumbrales. A sus conversaciones encendidas no faltaban chispazos de sabiduría.

Laboriosa, abierta, receptiva, Villavieja nos capacitó para otros mercados de trabajo. Fuera, sus hijos e hijas, y los hijos de estos ocupan puestos cualificados. Destacan en la enseñanza, la economía, el comercio, el derecho, en la defensa de legítimos derechos del trabajador, en la medicina, en la ciencia, la técnica, en El Ejercito, en el servicio a La Iglesia, en la cultura, en el arte. Los que aquí permanecéis tenéis acreditada vuestra laboriosidad. Con medios modestos habéis elevado la calidad de vida y que, gracias a vosotros, hoy todos disfrutamos: Mejoras en el abastecimiento de agua, pavimentación de calles, Piscina pública, Centro Multifuncional, magníficas Instalaciones deportivas, Hogar de los Pensionistas,…., Residencia de los mayores, sano orgullo de los que de aquí somos. Nos congratulamos y agradecemos a la Corporación anterior, a la actual y al profesor Manuel Calderero que nos hagáis partícipes, mediante Internet, de los acontecimientos que vivís.


ENCUENTRO Y FIESTA

En el encuentro hallamos la felicidad. Encuentro con las personas y con todo lo que es valioso. No basta la proximidad o vecindad física. El encuentro impone exigencias. Entre otras, ha de darse la generosidad, la apertura de espíritu, el respeto, la veracidad. En la adolescencia y primera juventud me di cuenta que Villavieja padecía serios y graves defectos. Defectos que tenían su origen en el hecho de no cumplirse por todos las exigencias de generosidad, apertura de espíritu, respeto, veracidad. No bastan las buenas intenciones. Si se cumplen estas exigencias, se logrará la armonía, la paz, la alegría; de lo contrario habrá desazón, desgarro, ruptura.

Villavieja ofrecía posibilidades efectivas para el encuentro, que consiste en relación activo receptiva: Generosidad de dar y gratitud de recibir, recíprocamente cumplidas. El 27 de marzo de 1957, al partir de Villavieja, nuestra maestra y entrañable Villavieja había llenado las alforjas de mi experiencia con un rico legado, que, agradecido, yo asumía: Hábito de trabajo y de redoblado empeño de realizarlo cada vez mejor; humilde y cuidadoso cultivo de la veracidad; sentimiento de libertad, hoy explícito en una de nuestras señas de identidad: La “Puerta a la libertad”; sentido de justicia; sincera y humilde religiosidad. En 1957 eran semillas vigorosas, consolidadas más tarde, en los cinco pilares que han enmarcado y sostenido mi proyecto de vida: Laboriosidad, voluntad de verdad, ansias de libertad, afán de justicia, humilde y sólida fe. He aquí la razón de la gratitud inmensa que profeso a Villavieja.

La fiesta es luz, alegría, gozo, júbilo, frutos del encuentro. La fiesta que celebramos es fruto del encuentro entre la semilla, la tierra, los vientos, el frío, la lluvia, el sol, el trabajo del hombre y el poder absoluto. Villavieja recolecta los frutos y celebra el encuentro generoso de la semilla, la tierra, los cielos, el trabajo de sus hombres y Dios. El conocimiento por fe nos enseña que la Virgen es Madre de Dios y Madre nuestra, pertenece al ámbito de la divinidad y al nuestro.

Confiados podemos decir: Virgen de Caballeros, Madre amable, Abogada fiel, por Dios elegida, por la Trinidad amada: Bajo tu Manto, Señora, seguros, nos acogemos; en los dolores y angustias a tu amparo de Madre acudimos; en las alegrías Te celebramos. Convocados en tu honor, hoy reunidos forasteros y lugareños con júbilo clamamos:

¡VIVA LA FIESTA!……
¡VIVA VILLAVIEJA!….

26 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas 2002

FRANCISCO HERNÁNDEZ RABAZAS
26 de Agosto de 2002

Hace poco más de un año, en Sevilla, donde vivo, me encontré con Juan José Puente, vecino mío y paisano nuestro, el hijo de Dª Inés, y al preguntarle si vendría a Ferias me dijo que seguramente, porque el Pregonero era Manolo (el del Estanco) y a mí me dio como un pellizco porque algo que siempre veía como lejano, el Pregón de las fiestas, esta vez lo hacía alguno de mi edad. Y creo que sentí hasta algo de envidia cariñosa.

Lejos estaba yo de pensar que poco tiempo después fuera yo quien se viera en tal situación. Me sorprendió la propuesta del Alcalde y he de decir que me gustó. Tal vez por un poco de vanidad que siempre tenemos a mano. Y me vi complacido por la idea de hacer algo en mi pueblo.

Al mismo tiempo me entró también cierto reparo porque ¿qué iba yo a decir? ¿Era yo la persona adecuada para ello? Agradezco muy sinceramente a Fernando, nuestro Alcalde, su invitación, y a todos las muestras de cariño y afecto que hemos recibido en estos días.

Este momento me va a permitir también agradecer públicamente a quienes me han hecho como soy y me han enseñado a ser un hombre de bien, que es mi familia, que son, sobre todos, mis padres, Julio y Teodora.

En fin, lo único que me queda por añadir es que he recogido mis recuerdos y mis emociones, adobándolos con cariño y así os los entrego:

Como la de tantas personas en el pueblo, mi vida, la de mi familia, es de ida y vuelta. Un tiempo aquí, luego fuera, y siempre volviendo. La tierra a la que tanto queremos no es rica, no da para todos y por eso hay que salir fuera, a ganarlo, a tratar de sacar adelante a los tuyos. Y así lo hicieron mis padres. Aunque nuestra salida no fue muy lejos. Nos fuimos a la raya de Portugal, a los Saltos como se decía entonces, y allí, en el de Saucelle tuvimos nuestra casa muchos años.

Volvíamos al pueblo por Ferias, en Navidad, por la Pascua, para juntarnos con los demás, los que se quedaron y los que volvían igual que nosotros, pero desde mucho más lejos.

Como una espiral que no para de crecer, la vida nos fue llevando más y más lejos, poco a poco. Primero a estudiar a Salamanca, ¡qué buen sitio! Y más tarde a Sevilla. Allí he formado mi propia familia y desde allí nos acercamos de vez en cuando con la emoción del recuerdo de los que nos esperan y el recuerdo de los que se han ido.

Y volviendo, uno se enreda en los hilos de la memoria y se juntan cosas de la infancia más lejana con otras casi de ayer mismo.

A veces cuando voy a visitar a alguno de mis parientes, casi no reconozco las calles. Son las mismas, pero no. Aquí y allá parches nuevos les han cambiado la cara, pero también allí y acá quedan algunas señas de siempre. La peña donde jugaba de chico (pero muy chico) con Mari Jose la de María y Alejandro, y con Miguel, y con Juan Antonio, ó con Manolo el de Víctor. Mi barrio del Mocril sigue como una foto fija en mi cabeza, y como una de esas películas de cine de barrio antiguo, con sus cortes y sus rayas, con mal sonido, lo sigo viendo como era entonces al tiempo que camino. Y a los actores los vuelvo a ver tal y como eran; escucho sus voces perfectamente registradas y hasta los olores se meten de nuevo en mi cabeza.

Recuerdo las Escuelas de la Plazuela, con mi primera maestra Dª Maria Francisca, y recuerdo el camino hasta casa, con la bolsa de la pizarra y los pizarrines ¿cuántos perdería? Y recuerdo sobre todo el escaparate de la Droguería con un paquete de achicoria El Gallo y el dibujo de la marca, un gallo de colores que me atraía como un imán, hasta el punto que en una ocasión, mi madre, extrañada por lo que tardaba en volver de la escuela me vino a buscar y me encontró acurrucado en la esquina, dormido mirando al gallo.

Lo de ir a las escuelas de "pa allá" arriba ya fue algo serio. Aquello sí que era ir a la escuela, y allí sí que había maestros de verdad. ¡Qué respeto!, ¡Qué miedo algunos! Allí había que ganarse el puesto en la fila cada día y la pregunta en casa no admitía dudas: ¿quién está delante de ti? o, ¿tú cuál eres de la clase? Menudo drama si un día al leer te echaban para atrás. Antes de que llegaras a casa ya lo sabía tu madre. Las madres siempre se enteran enseguida de lo que no conviene. Y a ver cómo te escapabas. Y mentías, y te pillaban y te daban algún tortazo y cuando volvías a tu sitio más adelante corrías a decirlo enseguida y así hasta que pasabas al otro grado. Porque las Escuelas de arriba eran graduadas.

Y allí había un sitio grande para el recreo y había riñas. Igual que en la clase cada uno tenía su sitio y a diario se disputaba y los más chicos lo pasábamos mal. De siempre los más grandes y los más brutos mandaban. Pero yo tenía un primo grande que me defendía, mi primo Arturo, el de Jacinta y Nazario, y claro, ya era otra cosa.

A las escuelas de "pa allá" arriba había que llevar un vaso para la leche en polvo por las mañanas, y ponerse en cola en los recreos. Los de cristal no valían porque sólo duraban un día. Los que más se usaban eran los de porcelana pero enseguida les salían piteras por los golpes. Mi madre, como todas, nos hacía una bolsa de tela para llevarlo con unos cordones y se podía hacer girar, menudo juguete. Por la tarde había que llevar una rebanada de pan y te daban una loncha de queso de unas latas grandes, un queso que no sabía como el queso, pero te lo daban. Más tarde aprendí lo de la ayuda americana y las campañas para que los niños de entonces tomásemos leche suficiente todos los días. Cómo pasa el tiempo y cómo se nos olvida lo que fuimos hace nada.

Apenas había empezado el Segundo Grado cuando nos fuimos para el Salto, aquello era otro mundo. Allí no había animales ni labor. Aunque sólo vivimos en Villavieja los primeros ocho años de mi vida, tengo tan claros los recuerdos de entonces como si siempre hubiera estado aquí. Al recordarlos para este momento he vuelto a aquellos días. Algunas veces he contado a mis hijos cómo era nuestra vida entonces, y se les hace difícil imaginarlo. Yo guardo para mí como un tesoro precioso esos años que ellos sólo conocen por mi relato.

Vivíamos enfrente de la casa de mis tíos Honorino y Anastasia. Las puertas enfrentadas eran un pasillo para nosotros que íbamos de una casa a la otra sin parar. Ellos tenían labor, y animales, vacas, burros,... y cuando llegaba el verano y se había segado había que trillar en las eras. Y esto sí que es un lujo para mí recordarlo. Como todo lo que recuerdo de entonces la trilla era un momento espectacular, un tiovivo natural, que tú manejabas. Sobre todo si trillabas con burros, ó mejor con mulos, y podías correr porque si te ponían con los bueyes era una lata, lentos lentos y a tirones. Y los montones de paja, a subir y bajar, y tirarse una y mil veces. Recuerdo ser objeto permanente de las bromas de los mayores, pero era igual, yo estaba feliz y siempre por medio. Estorbando supongo. Y cuando cargaban el grano me preparaban un costal pequeño para que lo subiese al sobrao.

Entonces había casas con luz de día y las que no. Nosotros no teníamos luz de día. Venía al atardecer, cuando el señor Agapito le daba al interruptor, me figuro, y luego ya de noche, daban el cambio, y nos quedábamos con una luz amarillenta, con una fase sola por la escasez que había entonces. Cuando ya teníamos luz de día mi padre trajo una radio, de las de voltímetro, y por las tardes mi madre encendía la radio junto a la puerta y se sentaban en corro las mujeres a coser y a escuchar las novelas. Y por la noche daban el Parte (que eran las noticias) y los discos dedicados en Radio Andorra y Matilde, Perico y Periquín.

De todo esto y muchas más cosas me he ido acordando. Y las he ido anotando en un cuaderno. Pero no quiero que este pregón sean sólo mis recuerdos. Pregonamos las Ferias y Fiestas de 2002. El momento mágico del año en el que todos volvemos la mirada hacia Villavieja. Desde cualquier punto en el que nos encontremos.

Al igual que en cada familia las fechas importantes, cumpleaños, bodas, celebraciones,... reúnen a todos en la casa común, las Ferias son el momento importante del año para los que esperan encontrarse de nuevo. Para renovar la ilusión de la vuelta a quienes desde lejos vemos las Ferias como la llamada interior de los nuestros. De los que están allí esperando, de los que se fueron y cuyo recuerdo nos emociona porque los sentimos presentes.

Es el momento en el que los que aquí permanecen todo el año van saludándose día a día con frases que son de temporada: ¿qué? ¿Ya han venido los franceses?, Ó los de San Sebastián ó Suiza, ó de donde sea. Una especie de Parte de novedades que va animando el ambiente y dando brillo a los ojos gastados de los mayores que ven cómo se acercan los suyos.

Qué de emociones al calor de la fiesta, cuántas íntimas satisfacciones con los pequeños ó grandes cambios que se van conociendo según llegan. Qué raros nos vienen estos nietos tan largos y desgarbados, con lo chiquitos que somos en la familia. Y vaya pintas que me traen con los pendientes y los tatuajes, y las muchachas con la barriga al aire. Pero ¡qué guapas están!, ¡Qué majas!. ¡Vaya mozos que tienes!, le vocea un vecino al pasar y la abuela se esponja: ya ves, unos para arriba y otros para abajo,... Y casi siempre es necesario insistir, ¿y de cuál son esos?, ¿Y el hijo?, ¿No viene este año?, y así cada día de Agosto se va tejiendo el traje de fiesta para los últimos días del mes.

Poco a poco las calles se llenan de coches, todos con matrículas de fuera. Se ve a todas horas pasar gente, de uno a otro lado. Los bares se convierten en punto de reunión informal y en el pasar de uno a otro se suceden los saludos espontáneos, las voces recias que confirman nuestra presencia: ¿ya habéis venido? Aunque te estén viendo es preciso confirmarlo, como si no hacerlo fuera no estar de verdad. ¿Os quedáis a las ferias? Lo primero es asegurarse de que durante unos días vamos a quedarnos aquí, luego ya te preguntan por la familia, por el trabajo, en fin, por los kilos que te sobran ó te faltan, por los pelos que no tienes y si ese mozo que te saca la cabeza y mira despistado es tuyo. El cuerpo se va encajando poco a poco en los huecos de siempre, como en un traje viejo, y hasta la voz te cambia y empiezas a coger el tonillo del pueblo. Y das voces en respuesta a los cariñosos pescozones que recibes y a los espaldarazos de bienvenida que te sacuden a cada poco. Empiezas a orientarte entre caras conocidas, y poco a poco les vas poniendo nombres, los asocias a otras ferias a otros encuentros y te ves caminando con alguno hacia las escuelas, ó en un baile con alguna, y los cantares que salen espontáneos de cualquier sitio te dejan definitivamente metido en fiestas.

También puede ocurrir que te coge por en medio una quinta que celebra no sé qué año, y te ves bailando en la calle al son de una charanga y bebiendo lo que no debes y por un momento eres otra vez el quinto, el joven que volvía en los veranos y te dejas arrastrar calle abajo ó calle arriba, hasta otro bar, hasta otro corro,... estás en Ferias.

Aunque los tiempos y las costumbres han ido variando y dando forma a las fiestas, y tenemos actividades, actuaciones y festejos repartidos en muchas fechas, el comienzo de las Ferias sigue siendo la bajada de la Virgen. El sonido de campanas que la acompaña nos alerta del momento que viene. Un encuentro con nuestras raíces más hondas, y que al margen de creencias, y también con ellas, constituyen una marca y una seña de identidad. Oír la gaita y el tamboril, ver tejer y destejer el cordón con el paso menudo de las mozas vestidas de charras, y al son monótono de las castañuelas, nos produce un escalofrío por todo el cuerpo. Los cantos religiosos, los tradicionales, Villavieja de mi amor,... elevan el sentimiento de pertenencia a un grupo único. Todos, en ese momento nos vemos atados por lazos entrañables.

Y al día siguiente el encierro. Porque si hay algo que nos hace saltar de golpe (sin olvidar a los cabezudos) es la campana del encierro. Su dan, dan, dan,... insistente y provocador va calando en nuestro ánimo y nos mete prisa. Nos lleva en nerviosos paseos arriba y abajo con la gorra puesta y con la vara ó la porra en la mano.

Saludamos sin parar a los que no hemos visto antes y se nos arruga un poco la barriga al pensar un momento dónde nos vamos a poner. Porque lo de correr ya no es posible. Y casi sin fijarte te vas quedando contra una barrera, en tertulia con alguno mientras la campana sigue con su dan, dan, acelerado, desatando falsas carreras. Y casi sin mirar haces un tanteo con la mano cogida a la varola, y siempre hay alguien que te pisa y argumenta su derecho a mirar también. ¡No se preocupe señora que hay sitio para todos! ¡A ver si me van a tirar cuando vengan los toros!

De repente las carreras van en serio, se abre un vacío que anuncia al toro que no se ve, por la curva. El acelerón en el pecho es tan fuerte que casi ni respiras, ahora ya lo ves, viene al hilo de la pared de enfrente, se vuelve porque lo han llamado y se para mirando hacia donde tú estás. Con un pie en el suelo, amagando el salto, te envalentonas y lo llamas como los demás, y cuando se arranca saltas sin mirar, empujando, levantando cuanto puedes los pies del suelo, y aplastándote de mala manera contra los palos. Ya va camino de las barreras de la Iglesia al juego de dentro y fuera, que perece mentira cómo se aguantan algunos. Y allí está el "Fondaco" con su cámara, grabando en equilibrio, porque el novillo se ha vuelto al grifo y se repite el juego del laberinto entre las piedras de los bancos y la cruz. Finalmente entra en la Plaza y se produce la primera pausa. Aún están los nervios a flor de piel y se siente el bufido del animal bajo las piernas, al pasar.

El dan, dan de la campana repite el programa y de nuevo carreras, otro novillo, este tiene buena pinta para la corrida, allá va, sin apenas verlo ya está dentro. Y así hasta el final.

No importa lo que pase luego en la corrida, lo bueno es el encierro. Ver el tropel de la manada empujado por el galope de los caballos, ó ver cómo de uno en uno se abren camino hacia la plaza. Sentir la descarga de adrenalina que produce ver al toro corriendo hacia donde tú estás, y esperar el momento de saltar, de amagar bravucón una vez que ya ha pasado ó gritarle si se para enfrente.

Todas estas cosas, y muchas más, ocurren cuando vienen las Ferias. Me ocurren a mí que desde la distancia idealizo e imagino a mi pueblo porque lo veo poco. Pero esto es así porque Villavieja tiene VIDA, con mayúsculas. Si, como dice el Sr. Alcalde, hay hogaño pájaros nuevos en los nidos de antaño, hemos de confiar en que las nidadas sean buenas, tanto al menos como las que han hecho posible la Villavieja que disfrutamos.

Me emociona y llena de orgullo el carácter solidario de mi pueblo. El afán colectivo de hacer cosas para todos y de aportar cada uno un poco para juntarlo y hacer mucho. Emociona ver tantas y tan variadas Peñas, hasta de niños chicos, semilla de Grupo, de unión, de manos unidas que seguirán durante años tejiendo una red de compañeros que no te van a dejar nunca.

Las fiestas son esto sobre todo. El enorme esfuerzo de todos, de algunos más, de los de siempre, de los que se lo toman como cosa propia y no descansan hasta que todo está en su sitio, pero siempre con el apoyo de todo el pueblo, del afán por que todo salga bien, sea divertido y agradable.

Y eso es un valor añadido de Villavieja. En Villavieja las Ferias son diferentes. Son acogedoras, generosas, uno se siente a gusto aquí. Y ocurre porque así es la gente de Villavieja, así sois vosotros, así somos la gente de nuestro pueblo. Porque cuando nacemos, nos hacemos dueños de una pequeña parte de nuestro pueblo. Nuestro pueblo, que está hecho de muchas pequeñas partes de todos sus hijos y que no sería igual si faltara alguna por pequeña que sea.

¡VIVA VILLAVIEJA! y ¡VIVA LA GENTE DE VILLAVIEJA!
Amén y felices fiestas.

15 de febrero de 2006

Pregon de Fiestas 2000


PREGÓN DE FIESTAS
24 de Agosto de 2.000)
Juan Agustín Madruga Blanco

PREÁMBULO
PREGÓN FIESTAS VILLAVIEJA DE YELTES AÑO 2000

Antes de comenzar este pregón, permitidme unas breves palabras.

Desconozco si lo que hoy voy a contaros aquí es un pregón y si ha existido algún pregón que necesitase preámbulo, pero lo escrito, como pregón nos tiene que valer, y el preámbulo, las circunstancias personales vividas días pasados me han obligado a hacerlo.

Mirad, la muerte de mi madre me ha hecho plantear seriamente el estar o no en este acto, pero después de varias conversaciones, en algunos casos emocionadas y después de muchos quebraderos de cabeza, he llegado a la conclusión de que debería de estar aquí y aquí estoy.

Pero estoy no como homenaje a mi madre y por añadiduría como homenaje a mi padre, mis padres no necesitan homenajes, sólo necesitan VIDA y esta por desgracia es lo único que no podemos darles.

Estoy aquí porque si en algún momento de este pregón reivindico esperanza y futuro para este pueblo, esto solo se consigue si cada uno de nosotros, en este caso yo, somos capaces de vencer las dificultades, pequeñas o grandes, que la vida nos va poniendo a cada uno y porque si algo especialmente aprendí de mi madre, y de esto tenía mucha experiencia, es que lo importante es que, pase lo que pase a tu alrededor, hay que tirar para adelante, hay que seguir viviendo.



PREGÓN FIESTAS VILLAVIEJA YELTES - AÑO 2.000

DESDE MIS SENTIMIENTOS

Queridos paisanos:

Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua que Sentimiento es "Acción o efecto de experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas"

Pues bien, en estas fechas, marcadas por cada uno en el calendario, para el reencuentro con el pueblo y con los amigos y sobre todo para la fiesta, la juerga y la alegría, son también fechas en las que afloran una mezcla de sentimientos y emociones provocados por cosas, personas y sensaciones que viven y son de nuestro pueblo Villavieja de Yeltes.

Sentimientos en muchos casos confusos y que posiblemente se manifiestan de forma muy diferente en cada uno de nosotros, sobre todo influenciados por los acontecimientos recientes que a cada uno nos haya tocado vivir, pero sentimientos al fin y al cabo que permiten recorrer todo una vida y la relación que existe entre esta, cada uno de nosotros y nuestro pueblo.

En mi caso, sentimientos nunca experimentados aquí, de mi niñez en Villavieja sólo tengo recuerdos, sino sentimientos que se manifiestan desde la lejanía, desde mi lugar de residencia, sentimientos por tanto diferentes a los que experimentan los que viven aquí, pero al fin y al cabo mis sentimientos.

1.- Sentimiento de Tristeza:

Tristeza mezclada con ignorancia y extrañeza como la de un niño totalmente inmaduro que sin apenas entender nada y con once años tiene que abandonar su casa, su familia, su entorno y sus gentes buscando algo que los mayores resumían en .... "hijo si quieres ser algo de mayor"..., y nos enviaban a Ciudad Rodrigo, Zamora, Salamanca, e incluso más lejos........cuando erróneamente la mayoría de los niños no queremos, perdón, no quieren ni deben desear ser algo de mayores, sino que solamente quieren ser niños.

Tristeza de los padres, y esto lógicamente sólo se descubre cuando uno es padre, que buscando un futuro mejor para sus hijos se desprenden de los más importante que para una familia existe, que es el contacto diario con sus hijos, verlos crecer, escuchar sus quejas y sus emociones y ver como van sintiendo en cada momento.

Tristeza confundida con ilusión como la que muchos de vosotros experimentasteis cuando "buscando mejor vida" abandonasteis este pueblo y os marchasteis a otras tierras mientras vuestro corazón y vuestra cabeza estaban pidiendo lo contrario o si no ¿quién de vosotros si hubiese podido quedarse en Villavieja, no lo hubiese hecho?.

Tristeza entrelazada con intranquilidad de todos aquellos que las circunstancias, familiares o personales, os obligaron a quedaros sin saber que sería de vosotros ante la incertidumbre de un futuro nada claro. Pero tristeza mezclada con el agradecimiento de parte de todos los que marchamos porque vuestra inmovilidad ha permitido que este pueblo siga existiendo.

Todos los que marchamos fuera y hemos vuelto podemos haber ayudado y contribuido a que este pueblo crezca pero que a ninguno de nosotros nos quede la menor duda si algo puede crecer es porque existe y Villavieja sólo ha podido existir por todos aquellos que os quedasteis (Vaya desde aquí mi agradecimiento)

Tristeza unida al recuerdo de todos los seres queridos que se han ido quedando en el camino. Para aquellos que de una o más generaciones somos descendientes de Villavieja, toda pérdida de un familiar o amigo está unida inevitablemente con este pueblo, y en serio no sólo se me arruga el corazón sino que se me encoge todo cuando miro a un lado y a otro y empieza a haber huecos y se empiezan a notar ausencias, alguna de ellas muy dolorosas.

Pero en cualquiera de los casos tristeza de todo aquel, y esto nos ha pasado a todos, que las circunstancias le han obligado en un momento de su vida a hacer lo contrario de lo que hubiera deseado.


2. - Sentimiento de nostalgia

Nostalgia no confundida con tristeza.

Si somos capaces de hacer un pequeño esfuerzo mental y sentir esta nostalgia como añoranza aunque sea mezclada con algo de melancolía, experimentareis, como yo, una de las sensaciones más agradables que este pueblo nos puede hacer experimentar porque aunque esta nostalgia se pueda confundir igualmente con pena, no es más cierto que se añora aquello que se tiene, aunque sea en la lejanía, se siente nostalgia de aquello que se quiere y se tiene. Aquello que no se tiende sólo se puede recordar.

La misma nostalgia que experimentaba aquel chaval que desde mi lugar de estudios, Ciudad Rodrigo, me hacia sentir la llegada del "fardel" todos los martes.

Aquel fardel que contenía una parte de la riqueza y exquisiteces culinarias del pueblo, que olía a ropa limpia pero que sobre todo desprendía aromas de Villavieja.

Nostalgia mezclada con libertad como la que muchos de vosotros, al marchar al extranjero encontrasteis en otros países. Reconozco que ha debido de ser muy duro y difícil abandonar no sólo tu pueblo sino tu país donde además de perder el contacto con los seres queridos os encontrasteis con la mayor dificultad que para todo ser humano existe que es la dificultad para expresarse la imposibilidad de haceros entender sin embargo, al menos encontrasteis la libertad suficiente y necesaria para poder soportar esa lejanía.

Pero nostalgia también de todos los que os quedasteis con la intranquilidad de desconocer vuestro futuro si es que este existía, ahora hemos visto que sí, y que al contrario de lo que sentíamos los demás sentías añoranza y nostalgia por los que marchamos.

Nostalgia mezclada con el recuerdo de estos lugares, como la que se siente cuando nos encontramos con otros paisanos allí donde vivimos. Os puedo asegurar que, en mi relación con Villavieja, hay pocas sensaciones más agradables que esos momentos.

Pero siempre, os repito, nostalgia como sentimiento agradable, nostalgia que muchas veces nos hace idealizar hechos y lugares de este pueblo y en definitiva nostalgia no como sentimiento de pena o de melancolía sino como añoranza y deseo de reencontrarnos de nuevo aquí.

3. - Sentimiento de Alegría

Y una vez en Villavieja, sentimiento de alegría.

Sentimiento que, quizás por los momentos personales que actualmente estoy viviendo, ha sido el más difícil de plasmar en un papel.

Sería capaz de estar hablando horas y horas de las manifestaciones de alegría que me sugiere Villavieja, porque la alegría está en todos y cada uno de sus rincones.

Ya es alegre el simple hecho de acercarse aquí, quién no se ha sentido alegre y más y más contento a medida que se acerca a Villavieja, alegría más intensa cuanto más lejos resides, quién no ha sentido alegría cuando se acerca por el Barrero, por el Sierro, por la trincheras.....

Alegría en la gente.

Hay un dicho popular que dice ... "quién de lejos lo parece de cerca lo es.." pues bien yo no conozco a nadie en este pueblo que desde lejos se vea que puede estar enfadado con el mundo que tenga cara de "cabreo" y esto es porque salvo raras excepciones que no vale la pena mencionar aquí la gente es alegre por naturaleza.

Alegría en sus lugares

Mirar, cuando se hace una encuesta sobre los gustos de la gente, sobre los lugares preferidos por unos y por otros para pasar unos días de vacaciones o incluso sólo unos días de descanso, siempre se plantea una dualidad o mar o montaña.

Pues yo digo no, ni mar ni montaña, ni agua ni nieve, yo prefiero la tierra llana y seca de Castilla, yo digo tierras de Villavieja.

Habrá lugares más vistosos, de mayor colorido, que estén en más alto o que estén más en valle pero si unimos los aspectos pictóricos a los asuntos emocionales, ¿alguno de vosotros conoce algún lugar más hermoso, de un aspecto y circunstancia tal que sea capaz de infundir más alegría que estos lugares?, claro que no, porque no existe.

Alegría en sus fiestas

Claro que todas las fiestas son alegres, pero es que las de aquí son especiales.

Ninguna fiesta mejor entre todos los alrededores que las de Agosto, ninguna fiesta más alegre más divertida ni de más ambiente que la que dentro de pocos días celebramos.

Pero además, ninguna fiesta en el mundo más entrañable que Nochevieja en Villavieja , como dice la canción.

Ah!! Por si no tengo otro momento mejor sirva este pregón como también momento de manifestación de alegría reivindicativa y pido al Ayuntamiento que una fiesta como esa, fiesta del pueblo aunque sufragada por los padres de los quintos, pase a ser fiesta grande de Villavieja , que ya lo es, pero soportada por el pueblo.

Alegría en sus canciones

Si una canción es quizás una de las manifestaciones externas más claras de la alegría de los pueblos, no existe lugar en el mundo donde, por lo menos hasta ahora, de cada hecho ya sea transcendente, curioso, insignificante o incluso satírico no se haya contado al mundo mediante una canción.

No es el momento de recordar todas las canciones que hablan o dicen de Villavieja pero si tenéis curiosidad haced un poco de memoria e intentar recordar que hecho no se ha cantado en este pueblo, si hasta los que estamos por ahí comentamos:"...... si se enteran de esto en mi pueblo me sacan cantares....."


4.- Sentimientos de rabia y de impotencia

Rabia por el abandono al que todos los pueblos de Castilla, en general, y nuestro pueblo en particular, se ha visto sometido.

Nadie, ni antes en épocas más complicadas y difíciles para casi todos, ni ahora en unos momentos de mayor libertad, se ha preocupado de aportar algo que realmente permita a estos lugares vivir y crecer con posibilidades reales de futuro, si acaso nos conceden alguna subvención que "tapa agujeros" pero que al final remedian poco.

Y no nos engañemos, en el aspecto de abandono de estos pueblos, las situaciones son las mismas, sino ¿alguno de vosotros me sabe indicar la diferencia que existe en el hecho de que hace algunos años no fructificara la creación de una cooperativa de curtido que hubiera generado futuro, riqueza y prosperidad a la ausencia en estos momentos, por ejemplo, de una asociación o cooperativa de agricultores o la falta de un taller de cantería?.

Y nadie me podrá indicar diferencias sustanciales y de fondo porque en ambos casos, y repito en épocas aparentemente tan diferentes, las causas son las mismas, nadie, con poder, permitirá que iniciativas del pueblo llano prosperen porque perdería el control sobre ellas y esto no se lo pueden permitir.

Y las consecuencias también son las mismas, se acabó, salvo para algunos nostálgicos la industria del curtido, se acabó, y creo que definitivamente la cantería, (¿Qué fue de aquellos famosos canteros de Villavieja? De los que todos alguna vez hemos presumido.) y se acabará, si nosotros no lo remediamos, la agricultura.

Por favor que nadie se confunda todos estos hechos se repiten porque los centros de poder no han variado y que nadie venga a decirnos que las gentes de Castilla somos conformistas, poco emprendedores y escasamente reivindicativos, lo que ocurre es que nadie nos han permitido ser otra cosa.

Rabia futurista porque se me ocurre que cualquier día, en aras de una ecología y una protección medioambiental mal entendida, y a este pueblo que alguna vez se manifestó contra los cementerios nucleares de la Arribes será bastante fácil convencernos, nos venderán la energía ecologista, la energía alternativa, la energía limpia y que preserva el Medioambiente, y ofrecerá al Ayuntamiento dinero y hipotéticas mejoras y un futuro próspero y sin preocupaciones de presupuesto a cambio de instalar aerogeneradores, esos molinos que vemos por todos los montes de España y que nada tienen que ver con Don Quijote.

Molinos que colocarán, se me ocurre, en el Sierro o en la Brezosa y repito de nuevo, no nos engañemos si la gestión de estas instalaciones no depende del propio Ayuntamiento, como así sería deseable, sino de las Grandes Compañías Eléctricas, estaremos en la misma situación de siempre, dependeremos de los mismos, aquellos que primero impidieron que continuara el negocio del curtido o que más tarde han permitido que la cantería desaparezca y que impedirán que prospere la agricultura...

Rabia mezclada con impotencia de ver que, en definitiva, siempre son los mismos quienes deciden por nosotros y de que estos lugares vamos sobreviviendo de situaciones coyunturales, antes una actividad minera que algunos les interesaba, y que cerró cuando a ellos le interesó, después el negocio de la construcción, y mañana que..... y rabia porque , a pesar de mi profesión, si las situaciones de fondo no cambian, prefiero que en el Sierro o en la Brezosa haya encinas en lugar de molinos de viento.

5.- Sentimiento de Esperanza.

A pesar de la cruda realidad indicada anteriormente, sobre todo y siempre, Villavieja inspira esperanza sobre todo esperanza y futuro.

Porque a pesar de las enormes dificultades y la multitud de trabas que entre unos y otros nos han ido poniendo este pueblo continuará porque existe futuro para este pueblo y porque aunque individualmente no experimentemos nada, todos y cada uno de nosotros y siempre dentro de nuestras posibilidades estamos haciendo cosas unas veces más sencillas y otras más complejas para que Villavieja avance.

Ilusión y esperanza y no sólo porque a estos pueblos sólo nos quede el deseo de que las circunstancias cambien y no tanto la esperanza en que aquellos que tienen capacidad y poder de decisión decidan cambiar el rumbo de estos lugares, porque cuando lo hagan será para su propio provecho, sino por que tenemos que tener el convencimiento de que las cosas cambiarán porque todos los que estamos aquí queremos y podemos cambiarlas.

Porque tengo la seguridad de que si se cotizan las construcciones de granito, si en otros lugares la industria de la piedra, natural o artificial es próspera, y si nosotros tenemos la materia prima como son las peñas de la dehesa, algún día a alguien se le ocurrirá la idea, si la iniciativa parte de la Administración Pública mejor, que si aquí hemos tenido los mejores canteros del país porqué no podemos tener una actividad de la piedra envidiable.

Porque, quizás, también a otros animados e impulsados por los primeros se les ocurra que ¿porqué no poder de nuevo en pié las tenerías? Y volver a vivir y sentir aquel olor raro, extraño que desprendía la industria del curtido y así poder pregonar con orgullo que en nuestro pueblo tenemos una calle donde existen tenerías y no una calle que recuerda que en Villavieja una vez existieron tenerías.

O, quizás mejor, todos los que en Villavieja viven de la agricultura tengan la ocurrencia de que asociándose o formando cooperativas se pueden conseguir infinidad de mejoras.

La misma esperanza e ilusión que nos hace vivir y levantarnos cada día con el deseo de que hoy sea mejor que ayer.

Si nuestro pueblo, ha sido capaz de sobrevivir y vencer la dificultad que para un lugar como éste supone no estar en medio de nada, de no ser paso para nada, hay que venir a Villavieja porque nada pasa por Villavieja, seguro que será capaz de seguir viviendo.

Como veis he repetido machaconamente la palabra esperanza, pero es que no es posible entender este pueblo sino es así, porque me niego a creer que la gente mayor y no tan mayor construye aquí su casa, y mirar que hay casas nuevas en este pueblo, para terminar y pasar aquí los últimos años de su vida, la gente viene y vive aquí por que este pueblo le proporciona algo que no puede ser otra cosa que ilusión y esperanza de un futuro mejor.

Ya para terminar quisiera transmitir mi agradecimiento al Pueblo de Villavieja que a través de la petición del alcalde, me habéis permitido expresar lo que siento.

Sentimientos que me han acompañado y me acompañarán a lo largo de mi vida y que se han manifestado y los he experimentado de muy diferentes formas, bien porque las circunstancias coyunturales así lo han provocado, bien porque con edad diferente, lógicamente se siente diferente pero sobre todo porque Villavieja está viva y hace que los mismos sentimientos se manifiesten de forma diferente cada vez.

Estas breves palabras escritas en aeropuertos, aviones, trenes y estaciones de ferrocarril y que posiblemente tengan enormes defectos lingüísticos y que en algunos casos puedan incluso confundir los sentimientos con sensaciones y estados de ánimo, y que como podéis imaginar, en los pocos días que llevo de vacaciones, las he repasado muchas veces han supuesto, para mi, una enorme alegría al comprobar que todo lo que aquí he escrito y contado no son sólo palabras entrelazadas con más o menos sentido sino que son la realidad de este lugar, pues Villavieja más que sus historia, más que sus gentes y más que sus esfuerzos y trabajos por sobrevivir, VILLAVIEJA ES AQUELLO QUE VILLAVIEJA NOS HACE SENTIR, PORQUE VILLAVIEJA ES SENTIMIENTO.

-Muchas gracias y felices fiestas.