7 de septiembre de 2006

Pregón de Fiestas 2006

AURELIA MARTÍN GONZÁLEZ
SALVADOR RODRÍGUEZ SANTANA
19 de Agosto de 2006

Buenas noches.
Señor alcalde, señoras y señores de la Corporación Municipal; vecinos y vecinas de Villavieja y amigos visitantes.

Cuando el señor Alcalde nos invitó a pregonar las fiestas en honor a la Virgen de Caballeros, aceptamos por colaborar con el Ayuntamiento, y sobre todo, por estar con vosotros una vez más en este salón donde en tantas ocasiones y por diversos motivos hemos compartido alegrías.

Nuestro deseo es que también esta noche, al recordar momentos compartidos, seamos capaces de hacer aflorar en vuestra alma sentimientos de apacibilidad y alegría que os predispongan a vivir con armonía las fiestas que llegan.

Nos preguntamos, ¿y qué decimos en el pregón? Porque hacer una actividad formal y casi literaria dentro de un ambiente festivo, no es fácil.

Y más aún habiendo escuchado a algunos de los pregoneros de años anteriores que, como hijos del pueblo que eran, lo hicieron desde sus más gratos recuerdos de la infancia. Cosa que nosotros no podíamos hacer, pues, como bien sabéis, no hemos pasado aquí, ni nuestra infancia ni nuestra juventud.

Sin embargo, sabiendo que pregonar significa “vocear en público las alabanzas de algo”, nos dimos cuenta que podíamos ser pregoneros, pues a pesar de estar jubilados nos sobra fuerza para vocear todo lo que sentimos o lo que amamos.


Elegimos libremente venir a vivir aquí. Nunca recibimos un desaire; desde el primer día nos acogisteis con agrado, nos admitisteis entre vuestros amigos y nos tratasteis como tales en cada momento.

Nos hicisteis partícipes de vuestros desvelos e inquietudes, de vuestros afanes e intereses, de vuestros pesares e ilusiones. Nos enseñasteis tradiciones y folclore; aprendimos con vosotros el himno a Villavieja, bailamos la Clara y entonamos juntos coplas y cantares tradicionales.

Nunca estuvimos de paso. Desde el primer momento quisimos formar pueblo con vosotros y así lo hicimos. Colaboramos, participamos y hemos contribuido a hacer un poquito más grande culturalmente a este vuestro pueblo que ha pasado a ser el nuestro.

Villavieja es nuestro pueblo y para nuestros nietos, es el pueblo de sus padres y de sus abuelos.

Algunos de nuestros familiares descansan ya entre los muros de su cementerio.

Hoy aquí, frente a vosotros, pero entre vosotros, sentimos una inmensa alegría y la emoción de saber que mañana el afecto y la amistad que nos una será aún mayor.

Durante los veintiséis años de convivencia hemos tenido desencuentros de pensamiento y de acción con algunos de vosotros; sin embargo, no es hoy el momento de recordarlos, sí es hoy el mejor momento para recordar y hablar de todo lo bueno que hemos encontrado en este lugar y de aquello que junto con vosotros hemos vivido.

Aprendimos a querer a Castilla desde la ausencia y la lejanía, cuando a los veintitrés años tuvimos que emigrar como muchos otros buscando el trabajo que nuestra tierra nos negaba.

Vivimos muy a gusto durante trece años en el País Vasco; por fecunda, nunca olvidaremos aquella etapa de nuestra vida allí; allí maduramos, asumimos una postura ante la vida a la que hemos permanecido fieles y sin embargo, en nuestro corazón siempre permaneció encendida la llama que alimentaba la esperanza del regreso.

Quien como nosotros estuvo lejos de ella, sabe que la tierra, que es decir las gentes, el paisaje, su frío y su calor, las escasas lluvias y las noches estrelladas, sus árboles y sus ríos, determinan porque mientras crecemos va modelando nuestro espíritu.

En el País Vasco tuvimos una compañera gallega, excelente maestra y fumadora de farias que comentaba frecuentemente que en cuanto pudiese volvería a Galicia desde donde la administración educativa la había mandado.

Con mi trabajo –añadía- estoy contribuyendo al enriquecimiento socioeconómico y cultural de una región mucho más desarrollada que la mía. Los niños de nuestros pueblos gallegos, empobrecidos y despoblados por la emigración, nos necesitan más que nunca tanto a mí como a otros muchos maestros gallegos que están fuera de Galicia.

Y esta reflexión de la compañera gallega la hicimos nuestra.

Al mismo tiempo, ya con cuatro hijos, los recuerdos nítidos de una infancia y adolescencia felices vividas en Lumbrales y Arcediano, nos empujaban a regresar a un pueblo castellano donde nuestros hijos tuviesen la oportunidad de vivir una infancia y juventud tan felices como la de sus padres.



Pretendíamos que fuese el juego en cada uno de los rincones del pueblo, el motor que dinamizase el proceso de su desarrollo educativo y social, es decir, queríamos que nuestros hijos se educasen con y entre las gentes de un pueblo castellano.

Durante algunos años la idea del regreso inmediato no estaba en nuestros planes pero tampoco surgió espontáneamente, fue el resultado de un lento proceso iniciado por las causas anteriores y acelerado por la situación sociopolítica y educativa surgida en el País Vasco con la instauración de la democracia en España.

Hasta entonces habíamos desarrollado nuestra labor educativa en un ambiente de concordia, pero a partir del momento en el que se prioriza la normalización de la lengua vasca, es decir, aprender el euskera y enseñar en euskera, los claustros se politizaron y nosotros que siempre hemos defendido la más absoluta independencia entre escuela y política decidimos no seguir allí.

Y fue en el año 1979 el año en el que dimos el paso y solicitamos el traslado.

Cuando supimos que había sido Villavieja de Yeltes el destino concedido entre los varios solicitados, vinimos ilusionados a conocer el pueblo un día primaveral, radiante y sereno de la Semana Santa de 1980.

Nos extraviamos; desde Vitigudino fuimos al Cubo y desde allí a La Fuente de San Esteban. A la salida de Boada, preguntamos a varios jubilados qué carretera debíamos coger. Uno de ellos, con cierto aire socarrón, nos dijo: “Para ir a Villavieja lo mismo da por una carretera que por la otra; unos van por esta y otros por aquella.”

A nosotros, entre las dos opciones, nos gusto la de la izquierda, la carretera de Retortillo. Posteriormente, hemos recordado el hecho con frecuencia.

Los últimos kilómetros del largo recorrido entre Bilbao y Villavieja nos sirvieron para contrastar con agrado la quietud y el silencio de un campo casi bucólico con el ruido y la velocidad del lugar de donde veníamos.

El campo estaba encendido por el amarillo ardiente de mil flores y blanco, como nevado, por las escobas.

Desde “El Sierro” avistamos por primera vez el pueblo. Fue emocionante, fue como entrever el futuro; allí íbamos a vivir el resto de nuestros días.

Al llegar al pueblo preguntamos y nos dirigimos directamente al colegio, para nosotros el lugar más importante, pues sería el lugar de nuestro trabajo.


Acababa el recreo y mientras nosotros saludábamos a los futuros compañeros, nuestros hijos –de nueve, diez y once años- corrían tras las lagartijas que había en la valla de la escuela y saltaban de peña en peña en el lugar donde hoy tenemos nuestra casa.

Y fueron ellos quienes nos dijeron: “Si cuando nos vengamos vamos a hacernos una casa, nos gustaría que fuese aquí”.

Y así fue, pues todos quedamos encantados del colegio, de sus patios y de los alrededores.

Comimos en la Fonda unos deliciosos fréjoles verdes y unos filetes de ternera que Mari nos preparó.

Bajamos al río y paseamos por la dehesa. Y aunque nunca lo habíamos dejado de ser, la luz, el aroma del campo y el saber de su goce continuado nos hicieron sentir otra vez hijos de esta tierra bellísima aunque poco pródiga.

Y en aquel momento recordamos los versos que el poeta sevillano Antonio Machado dedicó a los encinares castellanos:
¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas;
humildad y fortaleza!

¿Qué tienes tú, negra encina
campesina,
con tus ramas sin color
en el campo sin verdor;
con tu tronco ceniciento
sin esbeltez ni altiveza,
con tu vigor sin tormento,
y tu humildad que es firmeza?

En tu copa ancha y redonda
nada brilla,
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.

Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece su talante.

Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.

El campo mismo se hizo
árbol en ti, parda encina.
Ya bajo el sol que calcina,
ya contra el hielo invernizo,
el bochorno y la borrasca,
el agosto y el enero,
los copos de la nevasca,
los hilos del aguacero,
siempre firme, siempre igual,
impasible, casta y buena
¡oh tú, robusta y serena,
eterna encina rural!


Regresamos felices a Munguía, pueblo vasco en el que vivíamos. Elegimos bien y habíamos tenido suerte en la adjudicación. Villavieja era el pueblo de nuestros sueños.

Sus gentes, entonces no os conocíamos, resultaron ser lo que suponíamos, castellanos serios, apegados a su tierra y a sus costumbres.

Tardamos un tiempo en descubrir que Villavieja era un pueblo singular debido a una realidad histórica diferente. Según los expertos parece ser que mientras que Bogajo fue un pueblo que perteneció a la Orden de los Templarios y Villares fue dominio de un señor feudal, Villavieja fue un pueblo de artesanos libres, curtidores y canteros, y campesinos. Quizás de esta peculiaridad historico-social provenga su progresismo.

Y si a don Quijote el goce de verse armado caballero le reventaba por las cinchas del caballo, nuestro entusiasmo rezumaba por todos los poros de nuestros cuerpos, tanto fue así que contagiamos a una pareja amiga, Justo y Maite, a quienes muchos recordaréis, y decidieron venirse en cuanto hubiese una plaza vacante como así ocurrió al año siguiente.

Llegamos con la Democracia recién estrenada. En aquel momentos, todos los españoles, de manera más o menos activa, voluntariamente o a remolque, estábamos asumiendo el cambio de tono que ejemplarmente nuestros políticos fueron capaces de conseguir y hacer cristalizar en forma de constitución. Nos referimos a aquel periodo de tiempo comprendido entre 1975 y 1978, conocido posteriormente con el apelativo de la “transición democrática”.

Nosotros entendemos que la transición, en cuanto acción y resultado de pasar de un estado o modo de ser a otro distinto, siguió en la década de los ochenta y aún en nuestros días.

En ese momento histórico llegamos a la escuela de Villavieja. Nuestra concepción de la educación chocó con la postura conservadora de algunos padres y profesores y se originaron conflictos que, unos y otros, supimos superar.

Hoy, recordando con la serenidad que produce el paso del tiempo, ninguno de aquellos encuentros dialécticos nos parecen triviales, sin importancia. Sin duda fue un periodo enriquecedor y edificante, empezamos a dialogar y por ello a escuchar otras ideas y a acercar posturas. Lo mínimo que se le puede pedir a un educador.

Desde aquí un afectuoso recuerdo para tres de nuestros compañeros que desgraciadamente no pudieron disfrutar de su jubilación. Gabriel Moro hijo del pueblo, con el que compartimos sólo un curso en la escuela; Guillermo Montero Santos, director del centro cuando llegamos y Pilar Prieto Cambón, ambos buenos compañeros con quienes trabajamos varios años.

Y, cómo no, un cariñosísimo saludo para Mª Francisca, la entonces abuela del claustro, con la que mantuvimos fuertes discusiones pedagógicas, pero a la que valoramos y apreciamos de corazón.


Ahora no vamos a recordar con nostalgia los que hicimos o vivimos junto a vosotros tiempo atrás. Eso sería tanto como decir que estamos tristes por aquello que hicimos hace veinte años. Pero tampoco vamos a evocarlos como hechos singulares e irrepetibles. Esto sería petulancia o altivez.

Lo que unos y otros hicimos en aquel momento fue lo que nos pareció más adecuado; es posible que hoy, aquello, no fuese conveniente; cada momento histórico tiene unos intereses que nos conducen a realizar hechos distintos, ni peores ni mejores, diferentes y acordes con la realidad sociopolítica y económica del momento. Rememoramos algunos hechos que aunque lejanos siguen siéndonos gratos.


Recordad aquellas semanas culturales organizadas por el Ayuntamiento. Semanas en las que las charlas, las conferencias y otras actividades culturales, nos sacaban del letargo invernal y nos daban motivo para poder reunirnos, y posteriormente acercarnos a los bares y dialogar y discutir sobre el contenido de ellas, los sucesos del pueblo y los acontecimientos del momento.

¿Y cómo olvidar las magníficas fiestas de fin de curso, organizadas por el colegio y el grupo de padres correspondientes, cada año? Se perdieron pero afortunadamente se va recuperando aquella costumbre.

O las excursiones que desde el colegio organizábamos y a las que se podían sumar cualquier persona aunque no tuviese hijos en él, pues siempre hemos tenido presente que la escuela forma parte del pueblo y que el pueblo forma parte de la escuela. En el primer viaje visitamos nuestra Comunidad. Solo nos acompañaron tres padres. Sin embargo al curso siguiente fuimos al Coto de Doñana, Sevilla y Cádiz, ya nos acompañaron la totalidad de los padres. Este viaje lo recordarán especialmente Amalia y Beli. Posteriormente viajamos por toda la geógrafía española, Galicia, Cataluña, Valencia, las Islas Baleares y las Canarias, Ceuta, Tánger...



Una de las celebraciones que acogíamos con entusiasmo era la fiesta del uno de mayo, el día del trabajo. La festejábamos con júbilo.

Bajábamos en manifestación hasta el monolito de la entrada de la dehesa. Familias, grupos de amigos, jóvenes y niños escuchábamos con atención los mítines que daban los representantes de los distintos sindicatos y expresábamos la alegría de trabajar en un país, por fin democrático. Al finalizar dábamos buena cuenta de hornazos, tortillas, chochos y sangría.

Pero, poco a poco fuimos dejando morir esta fiesta, y hoy ya no se conmemora a nivel de pueblo.

Gracias al espíritu de solidaridad y de colaboración, que reinaba en el pueblo de Villavieja se realizaron obras que lo modernizaron y aumentaron nuestra calidad de vida.

Un claro ejemplo es la piscina, en cuya construcción participaron no solo varones, lo hicieron también adolescentes de ambos sexos y algunas mujeres, algo insólito en aquel tiempo.

¿Y cómo no hablar del Club Cultural ”El Encinar”?
Un club que creamos con Manolo Castro y Pepita, Santos y Conso, Desi y Paco, Juan y Mari, José y Paqui, Santiago y Mere, Justo. Desinteresadamente entregábamos nuestro tiempo libre a la formación y entretenimiento de niños y adolescentes. Posteriormente fueron uniéndose, como colaboradores otras personas. Una de ellas fue el apreciado Carlos Barahona que desgraciadamente nos dejo en plena juventud.

Ubicado en el viejo edificio que había , aquí, en este mismo lugar,
acogía a todos los que quisieran participar en las actividades programadas. Entre otras muchas, recordamos que se enseñaba a jugar al ajedrez y a las damas; se trabajaba la mimbre, el barro y la madera; pintura y decoración de escayola, elaboración de marionetas con las que posteriormente se hico teatro de marionetas;

Hubo un taller de iniciación en el oficio de la cantería y los niños que se apuntaron a esta disciplina, elaboraron, bajo la tutela de los canteros Juan Agustín y su difunto hermano Fernando Mateos, Santos Mateos y Martín Carballares , el mural del nadador que adorna la piscina.

Se dieron cursos de delineación y de apicultura y algunos fines de semana poníamos una película para los niños con una máquina de Super-8 que nos concedió el ministerio de Cultura.

Recordamos con especial cariño el periódico que estuvimos editando durante un tiempo “El Encinar de Nampalancar”. Abierto a todo el mundo, hubo hijos del pueblo que mandaban puntualmente su artículo para cada número, otros contribuían de vez en cuando y nadie se negó a ser entrevistado o a emitir su opinión cuando se le solicitó. El Periódico fue muy bien aceptado porque era fresco, escrito para la gente de Villavieja por gente de Villavieja.
Hubo numerosas suscripciones de villaviejenses residentes en el extranjero. Sabemos que en muchas casas se conservan todos los números.
En la elaboración del periódico, además de las personas del club responsables de ello, colaboraron Juanfrán, Gero Madruga y José Manuel Merchán.

Aún se ven por las carreteras de nuestra comarca a algunos ciclistas que se iniciaron en este deporte en el club bajo la dirección de Justo.

Una de las actividades que mejor recordaréis, fue la creación del grupo de bailes charros. Jóvenes, adolescentes y niños llevaron nuestros bailes a gran número de lugares de la provincia y fuera de ella.

Las tardes-noches del verano, la cita de los ensayos era el frontón. Allí, con Marí José Calderero y Pepa Mateos como monitoras, Juan Ignacio Sánchez y Mariano Estévez como tamborileros, los bailadores y bailadoras perfeccionaban su estilo y los que no sabían bailar y querían aprender, podían hacerlo.
Estrella Moro, la difunta Angelines Acosta y Amador Sevillano fueron colaboradores asiduos en esta actividad.

Esta actividad, despertó en madres y abuelas, el deseo de hacer para sus respectivos hijos o hijas, nietos o nietas, trajes charros y, ahora, el día de la Virgen, se lucen junto a los más antiguos, y no desmerecen nada.

Con parte del dinero obtenido por el grupo de baile compramos tiendas de campaña y material deportivo y se hizo una acampada en la sierra. Muchos padres os acercasteis a la Alberca a visitar a vuestros hijos. Aquellas tiendas fueron utilizadas posteriormente hasta su deterioro por los jóvenes que las solicitaban.

Y por último, para terminar con algunos de los muchos recuerdos, hablar del entusiasmo que poníamos en la organización de El Día del Niño en las ferias.
Un grupo de personas, la mayor parte jóvenes, nos responsabilizábamos de dicha tarea y era gratificante ver cómo los niños participaban en los concursos de pintura, en las carreras de bicicletas, en las competiciones de natación y en otras actividades.
Los niños sabían que al final de la jornada no sólo tendrían premio los ganadores, lo tendrían todos.

Hemos reservado el mejor rincón de este pregón para los niños y los adolescentes a los que por vocación y profesión hemos dedicado la vida.

Nadie como vosotros, niños y jóvenes, maneja la esperanza.
Nadie como vosotros, fabrica ilusiones

Pero tened siempre presente lo que día tras día os hemos repetido:
“Las esperanzas y las ilusiones sólo se cumplen cuando vuelan en alas del estudio y del trabajo”.

Hoy día tenéis los medios educativos necesarios para garantizaros el acceso a las Universidades o a los Ciclos Formativos. Aprovechadlos porque el futuro es de los más preparados.

Practicad el juego y el deporte, pues educación y juego son ingredientes básicos para el desarrollo infantil; la práctica de un deporte en jóvenes y adolescentes será una salvaguarda contra el alcohol, el tabaco y otras drogas. No os dejéis engatusar por cantos de sirena que os van a privar de vuestra libertad y de la inmensa alegría de ser jóvenes.

¿Y qué deciros, a vosotros los padres, que no os hayamos dicho a lo largo de nuestra vida profesional?

Deciros, no os vamos a decir nada nuevo, sino recordaros que la familia -en cualquiera de sus modalidades- es el primer agente socializador y educativo; ella, la familia, debe crear en los niños hábitos, actitudes y valores que serán los pilares donde se sustente el posterior aprendizaje escolar.

En general, sin la preocupación familiar necesaria el progreso educativo de los niños no será el deseado.
En educación, la forma más bella de autoridad es el ejemplo.

Tampoco debéis olvidar, el derecho constitucional que tienen vuestros hijos a recibir una educación de calidad; y es obligación vuestra, en caso de que así no sea, el exigirla a los organismos competentes.

Tanto a vosotros niños y jóvenes como a vosotros padres daros las gracias porque con vuestra actitud habéis hecho sentirnos profesionalmente muy satisfechos.

Mientras se van apagando nuestras voces y vamos recogiendo nuestros papeles:

Saludamos a todos nuestros vecinos con ellos mantenemos desde nuestra llegada una excelente relación.

Damos las gracias a la Corporación Municipal por habernos brindado la oportunidad de ser los pregoneros de este año.

Os damos las gracias a todos vosotros, por habernos escuchado con la atención que lo habéis hecho.

Así mismo, damos las gracias a todas los que con su trabajo y sacrificio, harán posible que disfrutemos de estas nuestras fiestas, en un ambiente de paz y de tranquilidad.

Sirva este pregón como homenaje a los que ya nos dejaron para siempre.

Y sirva este pregón para lanzar al aire nuestro deseo más profundo de que llegue la paz al País Vasco, tierra que nos acogió entre sus gentes durante 13 años.

Abrid vuestros corazones a la alegría y celebrad y disfrutad con la familia y con los amigos de los actos religiosos, de los encierros, toros , verbenas y demás atracciones de estos días de Ferias y Fiestas.

Buenas noches.