7 de septiembre de 2008

Pregón de Fiestas 2008


Pregón de Fiestas
23 de Agosto de 2008
LUCÍA GARZÓN CUADRADO

Hay cosas que a pesar del tiempo permanecen inalterables en mi pueblo: los paseos por la dehesa, la venida de familiares y amigos en agosto, la canción de los quintos en Nochevieja, la afición de los villaviejenses por toros y folklore, el hornazo de la Pascua, la emocionante bajada de la Virgen de Caballeros la víspera de la feria.
Muchas cosas han cambiado también: hubo cambios en mi infancia, como el que supuso la apertura de la biblioteca allá por los años 66 ó 67. Otro de mis primeros recuerdos es algo que fue un acontecimiento para un gran número de personas del pueblo, la concentración parcelaria. En el Ayuntamiento se expusieron planos y mapas que nosotros, en los recreos del instituto, tratábamos de descifrar. Después se canalizó el agua, se asfaltaron las calles. Se han construido muchas casas y arreglado otras. Ahora tenemos piscina, un centro de salud, polideportivo, hogar del jubilado, hay papeleras y señales de tráfico en las calles, actos benéficos, elecciones democráticas.... y un larguísimo etcétera.
Mucho ha cambiado nuestra vida: los veranos no transcurren al sol de la era, en invierno apenas pasamos frío, vamos a comprar al supermercado, la matanza la tenemos congelada en grandes arcones, le damos al grifo y sale el agua, caliente o fría a gusto del consumidor, aunque en lo del agua hemos de andar con cuidado si queremos seguir disfrutándola.
Y, por supuesto, hemos cambiado nosotros: sabemos de derechos y deberes, expresamos libremente nuestras opiniones, viajamos, nos vamos del pueblo a estudiar o a trabajar, nos gusta volver ahora más que nunca porque en el pueblo la vida puede ser tan cómoda como en cualquier ciudad y aún más agradable; las mujeres pueden ir solas a los bares sin que nadie se extrañe, juegan a las cartas, al bingo, hacen excursiones. Dónde queda aquel cantar de Juan Ignacio que decía:

“Las mocitas ya fuman y beben
y con pantalones vestirse prefieren
y de mujeres ya no tienen na.
Ni son masculinas,
ni son femeninas,
ni guapas, ni finas,
ni nada, de na”.

Afortunadamente eso ya ha quedado superado. En Villavieja hace unos pocos años tuvimos una mujer alcalde, tuvimos y tenemos concejalas, médicas, farmacéuticas, enfermeras, veterinarias..... pregoneras.

Me pregunto si estos cambios, aunque muchos, que a lo largo de mi vida se han ido produciendo en el pueblo, han sido suficientes. Desde hace unos años el mundo se mueve a gran velocidad; en la aldea global en la que irremediablemente vivimos, se nos brindan multitud de oportunidades y hay que estar preparados para aprovecharlas y no perder el tren. Debemos saber sacar el máximo fruto del presente y desde luego estar listos para encarar el futuro.

Algo que de momento ha variado poco es el fenómeno de la emigración a otras ciudades o países. En el pasado lejano y en el más cercano, en el mío, fuimos muchos los que un día nos marchamos de Villavieja, por diferentes motivos: económicos, personales, profesionales, familiares. Unas veces con alegría, otras con tristeza, nos establecimos por toda la geografía nacional, también la europea, en menor medida la americana, y allá donde fuimos tuvimos que adaptarnos al lugar, aprender otras costumbres, otros modos de vida, otras formas de relacionarnos con los demás e incluso en muchas ocasiones nos vimos en la necesidad de aprender otra lengua: francés, alemán, italiano, catalán, gallego..... Ahora los jóvenes se siguen marchando, desgraciadamente Villavieja no tiene universidad (aunque todo se andará) y desgraciadamente carece de empleos suficientes para todos.
Pero cuando llega agosto la mayoría de nosotros acude al reclamo, a la querencia, al cobijo de la familia, al abrigo de los amigos, al paseo del atardecer, al cielo de infinitas estrellas, a los vinitos de los domingos, a la tertulia de las terrazas o del fresco y, como broche de oro, a las ferias, y en ellas estamos y este es el motivo que me tiene ante ustedes.

Y ya toca entrar en materia. ¿De qué podría yo hablarles, que les resultara interesante (eso espero), en lo que yo pudiera desenvolverme, que esté relacionado con mi vida pasada y presente? Por gusto y supongo que principalmente por motivos profesionales, me ha interesado siempre el habla de nuestro pueblo; las influencias que ha recibido en el pasado y las que recibe actualmente, los términos y expresiones que la caracterizan, los cuales quizá el tiempo se esté encargando de borrar, cómo es su situación lingüística presente y qué puede depararle el futuro. ¡EUREKA! dije, encontré el tema.
Os pondré algunos ejemplos de nuestra variante lingüística particular:
- Recuerdo que cuando éramos pequeños jugábamos a ver quién sabía más palabrejas del estilo de: alpéndare, aparpul, alperatiesto, atacantos, apelutre, alabanco, .... ninguna de ellas aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua.
-Muchas veces oí decir que panto, pulido, argumento y ente eran palabras muy de Villavieja.
-Siempre oí llamar a los paños de cocina rodillas.
-Y en la escuela, lo que en otros lugares era el afila o el sacapuntas, aquí era la aguzadera.
Aquí tienen un pequeño muestrario de que hay algo especial, algo que nos individualiza.
Por ser una de esas personas que vive fuera, me gustaría mostrarles también la influencia que podemos tener los que vamos y volvemos en la conformación lingüística de nuestro pueblo, me gustaría demostrarles que nuestra habla trasciende y que con nosotros, con aquellos que el día 31 o el 1 salimos pitando a nuestros lugares de residencia, nos llevamos ese rico caudal de palabras, modismos y expresiones que nos caracteriza como un pueblo que habla un castellano viejo pero que por su situación, en el oeste peninsular, perteneciente al reino de León y vecino de Portugal, estuvo sujeto a influencias de otras lenguas a las que más tarde me referiré.

Todos reconocemos el valor de la palabra, el más preciado instrumento que nos permite comunicarnos. Todos reconocemos el valor de la lengua como una de las creaciones más importantes del ser humano. Nadie como pensadores y escritores han defendido el valor de la palabra. Unos en el plano de lo divino como San Juan en el evangelio:

“Al principio ya existía la Palabra.
Todo fue hecho por ella
y sin ella no se hizo nada
de cuanto llegó a existir.
En ella estaba la vida
y la vida era la luz de los hombres”

Otros desde un punto de vista más humano como Aristóteles en esta frase: “Y es que la naturaleza no hace nada en vano, y entre los animales, el hombre es el único que posee la palabra”.

Más recientemente la escritora Ana M. Matute decía: "La palabra es el arma de los humanos para aproximarse unos a otros”.

El escritor mexicano Octavio Paz nos ofrece este magnífico texto: “La palabra es nuestra morada, en ella nacimos y en ella moriremos. Ella nos reúne y nos da conciencia de lo que somos y de nuestra historia. Acorta las distancias que nos separan y atenúa las diferencias que nos oponen. Nos junta pero no nos aísla, sus muros son transparentes y a través de esas paredes diáfanas vemos al mundo y conocemos a los hombres que hablan en otras lenguas. A veces logramos entendernos con ellos y así nos enriquecemos espiritualmente”.

También nuestro refranero defiende el poder de las palabras, aunque advierte que hay que usarlas con prudencia:

- Hablando se entiende la gente.
- Hablando se saben las cosas, callando se ignoran.

La palabra permite a los hombres comunicarse, establecer lazos de amistad, sentirse parte del lugar. La lengua nos identifica, nos individualiza al mismo tiempo que nos une. Reconocemos a los que vienen de Francia, del País vasco, de Extremadura, de Alemania, de Madrid. Por ejemplo a mí aquí me dicen con frecuencia:

- “Qué manera de cantar. Cómo se nota que estás en Galicia”.

Pero es que en La Coruña me dicen:

-“¿De dónde eres? Tú no eres gallega. Hablas raro”.

Esto no es más que un ejemplo de lo que supongo que nos pasa a todos los que no vivimos en el pueblo. Nuestra habla, nuestro acento, es uno de los primeros signos por los que nos detectan que aquí somos forasteros y allí somos de fuera.

No creo que el ser de fuera aquí y allí produzca ningún desarraigo, yo, e imagino que la mayoría de los que están en mi situación, saben muy bien dónde están sus raíces.

"La única patria de un hombre es su infancia”, dijo el poeta checo Rainer Maria Rilke.

Y otro escritor, Max Aub, decía que “Uno es de donde hace el bachillerato”.

De manera que en mi caso, ambas cosas coinciden en Villavieja. Nuestras raíces están en el pueblo en el que nacemos, donde aprendemos a hablar y a dar nuestros primeros pasos. Donde aprendemos a leer y a escribir y donde iniciamos el camino de la vida. Donde como decía antes volvemos (casi todos), porque la tierra tira, porque nos gusta reencontrarnos con familia, amigos, con nuestros recuerdos, porque en lo más íntimo de nosotros mismos, reconocemos, sin ningún género de dudas, el lugar adonde pertenecemos.
Más bien hemos de considerar que este fenómeno de emigración y retorno anual, redunda en riqueza para nuestro pueblo. Se construyen casas nuevas, se llenan de gente, al igual que las tiendas, los bares, lo cual supone una riqueza material que es muy importante y que buena falta nos hace.
Pero no voy a detenerme en este tipo de riqueza, sino en la cultural y más concretamente en la lingüística. En este trasiego, uno de nuestros bienes más preciados, la lengua, viaja con nosotros y por eso como antes os decía se nos identifica rápidamente.

En Coruña, con frecuencia me preguntan el significado de palabras o expresiones que yo suelto casi sin percatarme de ello, por ejemplo cuando digo que las sábanas están lientas, que alguien es muy desdolido, que estoy engarañada o que me he añusgado. Algunas ya empiezan a ser familiares entre mis amigos y les encantan porque son verdaderamente muy expresivas.
En las últimas Navidades les propuse a mis compañeros incluir en el repertorio de villancicos uno de mi pueblo, Los charafallos. Primero tuve que empezar por explicarles el significado de tal palabra que luego ellos utilizaban con toda naturalidad, mientras yo sonreía encantada y orgullosa al mismo tiempo.

En cierta ocasión una profesora de gallego me pidió que leyera en voz alta un texto en el que abundaban las “elles”, al tiempo que me grababa. Quería mostrarles a sus alumnos el sonido de la “ll” que ella era incapaz de pronunciar.
Hoy día prácticamente toda España es yeísta, es decir la pronunciación de la letra “ll” está siendo sustituida por la“y”. Ya en la Facultad mi profesor de dialectología Llorente Maldonado, ilustre salmantino, preocupado por el futuro de la “ll” nos preguntaba en clase cuántos pronunciábamos la tal letra y no crean que éramos tantos los que levantábamos la mano. Los de pueblo y pocos más. Por eso nosotros que tenemos la suerte de vivir en zona donde sí se pronuncia, hemos de intentar preservar este sonido para que no se pierda y yo animo a los jóvenes y niños a que se esfuercen en aprender de sus mayores, que practiquen como hacíamos nosotros de pequeños con “pollo, gallina, gallo” y “la lluvia en Sevilla es una maravilla”y no se dejen contagiar por los yeístas, ni quieran ser unos finolis como se les llamaba antes a los que decían “poyo, gayina, gayo”. Si lo exótico y lo original hoy es pronunciarla.

Es evidente que yo y cualquiera que esté en mi situación, también aprende palabras del lugar en el que vive y las incorpora a su vocabulario, quizás porque su habla carece de esa palabra que necesita. Es lo que ocurre por ejemplo, si vives en Galicia, con las palabras colo que es, más o menos, nuestra halda o reseso que se dice cuando el pan está aproximadamente blando o correoso. Si vives en el País Vasco pronto aprendes a decir Choco y chiquitos. Chigre si estás en Asturias. Ciao que dicen los italianos y que nosotros tenemos ya perfectamente incorporado.

Pero lo más sorprendente es las muchas veces que yo he tenido que decir en Galicia, cuando hablamos de las diferencias y semejanzas entre las dos lenguas, tema bastante recurrente dada mi profesión, lo muy parecidas que son ambas, los muchos puntos en común que tienen. Pero cuidado, yo siempre preciso que no me refiero al castellano estándar, al castellano oficial, sino al castellano de mi pueblo, al habla local que yo utilizo cuando estoy en él, o que sé que se utiliza, o en muchos casos que se utilizaba, pues gran parte de estos rasgos por suerte o desgracia, ustedes juzgarán, han desaparecido hoy en día, o los utilizamos imitándonos a nosotros mismos, conscientes de que es algo que pertenece a un pasado que de vez en cuando rescatamos.

Sin embargo la realidad no es solo esta. Lo que es broma, error o vergüenza, puede convertirse en orgullo, tema de conversación, motivo de estudio, fuente de conocimiento de nuestros orígenes.
Fíjense en que nosotros realmente hablamos un castellano muy contaminado. Salamanca estaba dentro de los dominios del astur-leonés, la lengua de origen latino que se hablaba en la época medieval en Asturias, León, Salamanca y parte de Cáceres y que fue absorbida por el castellano hasta casi su completa desaparición. Lógicamente aún perduran rasgos de esa lengua, rasgos que actualmente consideramos vulgarismos y que en realidad no son más que restos del primitivo astur-leonés. Véanlos en estas frases:

De rapaces el agua del río nos llegaba al ombrigo. Juegábamos o enriedábamos a la jincacha. Si nos pegaban jimplábamos. Cuando teníamos sede bebíamos agua. Cambiábamos los cromos diciendo monótonamente: tamién, tamién. A misa íbamos con el jato de los domingos y después nos gustaba lamber un caramelo.

Los ajos colgaban en hermosas riestras. Se hacían ñudos en las cuerdas del mondongo. A veces el pan estaba yeldo. Los hombres a caballo usaban zajones. En verano se echaba el millo al ganado y no el mijo, y se recogían las mazarocas o mazorcas.

Rapaz, ombrigo, jincacha, jimplar, sede, jato, lamber, riestra, ñudo, yeldo, zajón, millo .... son palabras pertenecientes al astur-leonés.

Si creemos que el diminutivo –in es solo propio de Asturias, estamos equivocados. Ahí tenemos nosotros restos de ese sufijo en palabras como: resbalina, repatina, cancín y tamborín.
Hacíamos tónicos los adjetivos posesivos, de manera que decíamos y aún decimos, mí padre y no mi padre que sería lo normativo y si nos retrotraemos un poco diríamos el mi padre pues siempre usábamos los posesivos con artículo. Buena muestra de ello la tenemos en ese bonito cantar de Salamanca la blanca:
El romero, florido está
en el tu manteo.
El perejil, florido está
en el tu mandil.

Y en este otro popular cantar:

... Y cuando llegaron allí estaba ya
con caballerías el su montaraz.


En el libro de Dialectología española de Alonso Zamora Vicente se dice que locajo y locajáa, que significan cencerro y cencerrada respectivamente, son términos conservados en Villavieja del primitivo dialecto astur-leonés. Lo mismo que sielso, que en Lumbrales es sienso, y cuyo significado creo que es culo y perdonen ustedes.
Y el astur-leonés que tenía como vecino por el lado oeste al gallego, presentaba con esta lengua abundantes rasgos comunes, muchos de los cuales, sobre todo de vocabulario, se conservan en nuestra habla.
Me gustaría mostrarles algunas de esas concomitancias con el gallego para que vieran como la lengua nos une y nos ayuda a relacionarnos, aunque es verdad que también a veces es motivo de discusión entre los pueblos, pero ese es otro tema que hoy no toca.
Así me he encontrado con que nuestra expresión de no doy hecho (algo), que es incorrecta en perfecto castellano, lo correcto sería no soy capaz de hacer cualquier cosa (como los oficios, la comida o el pregón), es sin embargo normativa en gallego.

En gallego son palabras de uso actual: rapaz, saia, loza, mozo/a, pinga, que nosotros conocemos, pero que normalmente han sido sustituidas por otras como muchacho, falda, platos, chico/a, gota.
Hace unos años aquí se usaba el verbo fritar, que en gallego es fritir. Los muchachos se ponían el su abrigo o cogían la su cartera para ir a la escuela, en gallego conservan el posesivo con artículo. En carnaval nos poníamos antruejos, en gallego el carnaval se llama antroido. Todavía hay quien dice fuistes y llevastes como dicen muchos gallegos cuando hablan castellano.
Estas palabras que son arcaicas y rurales, nosotros precisamente las conocemos por eso, porque la lengua de los pueblos conserva un vocabulario arcaico que debe preservarse como un rico tesoro y en ningún caso despreciar.

Podría poner muchos más ejemplos pero no quiero cansarles, solo mencionaré alguna otra palabra que me llama especialmente la atención como: berza, regato, pardal, pega, que son tanto allí como aquí palabras de uso corriente.

Pero ampliemos nuestro pequeño análisis del habla local y su relación con otras lenguas. Vamos a fijarnos en Villavieja en agosto, cuando, como decía al principio, volvemos a nuestro pueblo desde lugares muy diferentes. Esto es un verdadero mosaico de lenguas, todo lo modesto que quieran pero en el que hay para todos los gustos.
En la frutería una mujer (venida de Francia) pide carrotas. En la piscina un niño (que vive en el País Vasco) llama insistentemente a su aitá para que mire como nada. Un hombre que se ha jubilado en Francia va al banco a cobrar la retreta. Con frecuencia se oye ehque esto, ehque lo otro (quien lo dice es uno de los muchos villaviejenses que viven en Madrid). Tenemos un guaje (por su origen asturiano, claro), tuvimos un alemán (me refiero a Jorge Köhler), cuya presencia causó al principio una extrañeza como quizá ningún extranjero la haya causado y cuya inmersión lingüística en el español fue total. Y otro que vive en Alemania, nos saluda todos los veranos con un ¡Hallo! Nuestra relación con la lengua portuguesa, a pesar de la vecindad, no es intensa, pero tuvimos durante muchos años a Antonio que nos hablaba sin empacho en su idioma. Un año un melocotonero nuestro dio ocho melocotones que a su juicio eran óptimos (desgraciadamente y sin saber por qué, tal melocotonero no volvió a dar melocotones, ni óptimos, ni pésimos), pero nosotros hemos incorporado este adjetivo, culto en español, a nuestra lengua cotidiana. Ahora me pregunto si sería también del portugués la expresión “ese quiere terra” que decía la abuela Isidora. Y no olvidemos al gran paladín del portugués en este pueblo, al que paradójicamente, llamamos el Alemán, su boa noite se escucha a diario en el Volga.
No hace mucho tiempo se marchó de aquí una familia de origen búlgaro, a la que en Villavieja, siguiendo la tradición, llamábamos "los búlgaros": Lubo, Milena y su hija Karina, aprendieron español y bastante rápidamente. No sé si alguien de aquí aprendió alguna palabra de búlgaro, pero lo que sí es seguro es que ellos no olvidarán tan fácilmente su contacto con el español y con Villavieja. Claro, tan ajena nos era su lengua que a Rumen por ejemplo, mi madre lo llamaba Rubén y tuvo que enseñarle su carné de identidad para demostrarle que él no era Rubén sino Rumen.
Además el pueblo se convierte en verano en una escuela de aprendizaje natural, el que mejor funciona, pues hijos o nietos de emigrantes en el extranjero, vienen un verano sin conocer apenas el español y cuando quieren darse cuenta se han hecho con esta lengua. Y lo que posiblemente hubieran hecho de mala gana, estudiar en la escuela la lengua de un país extraño, lo hacen voluntaria y rápidamente en cuanto vienen aquí y se sumergen en la actividad del pueblo. La vida da muchas vueltas y es posible que algún día necesiten utilizar esos conocimientos adquiridos sin ningún esfuerzo.

En fin, que el castellano, nuestra lengua, es lo que nos es común, sea la variante que sea. Y es el castellano, el español, una lengua universal, vigorosa, potente. Está de moda en todo el mundo y no se crean que exagero. El Instituto Cervantes, el organismo que trabaja para la propagación del español, se extiende de año en año. Gracias a él son muchos los jóvenes que al terminar sus estudios de Filología pueden trabajar en otros países enseñando español.

Cito de nuevo a Octavio Paz: “El castellano contiene a todas las obras que se han escrito en nuestro idioma, desde las canciones de gesta y los romances, a las novelas y poemas contemporáneos; también a las que mañana escribirán unos autores que aún no nacen. Muchas naciones hablan el idioma castellano y lo identifican como su lengua maternal; sin embargo, ninguno de esos pueblos tiene derechos de exclusividad, y menos aún de propiedad. La lengua es de todos y es de nadie. El idioma vive en perpetuo cambio y movimiento; esos cambios aseguran su continuidad, y ese movimiento, su permanencia”.

Pero, cuidado, salir al extranjero necesita además de otros conocimientos lingüísticos. Esos jóvenes que van a trabajar fuera, como antes ya lo hicieron padres o abuelos, no pueden conformarse con hablar solo español, por muy importante que este sea. No conseguirán triunfar, obtener puestos relevantes, sentirse integrados, si no dominan la lengua que hoy día domina en todos los ámbitos profesionales: el inglés. Lo queramos o no, es la lengua más importante del presente y del futuro. Los españoles tenemos fama de hablar inglés muy mal o de no hablarlo. Hay que romper clichés y hay que tomar medidas para que esa opinión, que a mi parecer tiene algo de cierta, cambie.
Nunca fue tan fácil estudiar inglés como ahora: hay cursos en la televisión para todas las edades y niveles, Internet es una vía atractiva e inevitable para entrar en contacto con esa lengua, desde la escuela cada día hay más facilidades para hacer intercambios de estudiantes o participar en proyectos europeos como el “Comenius”, intercambio de experiencias entre diferentes países como el que recientemente ha realizado nuestro colegio con Polonia, Alemania, Inglaterra y Noruega. A través de Ayuntamientos, Diputación o Junta existe la posibilidad de ir a campamentos y campos de trabajo, los universitarios mediante las becas “Erasmus” o “Sócrates” pueden seguir sus estudios en otras universidades extranjeras o nacionales.
Tenemos que animar a nuestros jóvenes a salir, viajar, conocer mundo, contactar con otras culturas, otras gentes, hay todo un mundo por descubrir.

Señoras y señores, hemos de añadir un nuevo elemento de indudable riqueza para Villavieja, a saber, nuestra pequeña historia lingüística. Digo pequeña o humilde pero también muy importante para este pueblo, un pueblo orgulloso:
- de su alma charra: donde mejor se baila la jota, donde los trajes son los mejores, donde se viste a la manera más pura
- de su piedra: nuestras canteras han hecho posible la belleza y altivez de muchas de las casas del pueblo, han pavimentado plazas y aceras y se han erigido en monumentos
- orgulloso de otra cantera que hoy día se encuentra algo agotada, la de los curas. Durante muchos años la misa del día 28 ha sido celebrada por todo un rosario de sacerdotes hijos del pueblo.
- de su gastronomía: los hornazos, los productos matanceros, chochos, repelaos y obleas de los convites
- de sus ganaderías de toros bravos
- orgulloso de sus canciones que hablan de nuestra intrahistoria, de sucesos, anécdotas, rencillas... muchas de ellas de un único autor. En estos días salen a relucir: Las tientas de D. Rogelio, Nochevieja en Villavieja, Soy tejero, soy tejero, Viva la cooperativa, por descontado nuestro himno “Villavieja de mi amor” y un largo etcétera
- de sus encinares, iglesia, juego pelota, estudiantes, constructores.....
- orgulloso de sus fiestas, del encierro a caballo, de las peñas, de la hospitalidad de sus habitantes, y sobre todo de ese magnífico acto que es la bajada de la Virgen, el baile del cordón y todo el pueblo cantando con una sola voz nuestro himno, Villavieja de mi amor, que nos pone la piel de gallina.

Muchas cosas se habrán quedado en el tintero, pero creo que el tiempo ya es cumplido y aún me falta lo más importante. Pregón quiere decir anunciar, difundir, notificar la buena nueva de fiestas y alegría, en este caso, las ferias de agosto de la villa de Villavieja de Yeltes. Pues bien, allá va:


POR LA GRACIA QUE NUESTRO ALCALDE ME HA OTORGADO, DECLARO OFICIALMENTE INAUGURADAS LAS FIERAS Y FIESTAS DE AGOSTO DE 2008.

¡VIVA VILLAVIEJA!
En Villavieja, agosto de 2008