29 de diciembre de 2009

Violetas en plena calle

Siempre he admirado la enorme vitalidad de esta planta y sus preciosas y pequeñas flores moradas, así como sus hojas en forma de corazón. En la fotografía, tomada ayer 28 de Diciembre de 2009, podemos ver una planta de "Viola odorata" (nombre ciéntífico de la violeta) que aprovecha una pequeña grieta en la acera de la calle Plazuela para subsistir y hasta florecer.

En Wikipedia se la describe de la siguiente manera:

La violeta es una pequeña planta herbácea que alcanza unos 10-15 cm de altura, sin tallo, con una raíz perenne y carnosa. Se propaga por medio de estolones. Las hojas son radicales, poseen un largo peciolo alterno y un limbo acorazonado o reniforme. Las flores son grandes , de 2 cm de largo) y llamativas y presentan un largo pedúnculo cuadrangular. Sus flores son olorosas con una aroma dulce, solitarias, de color violeta oscuro, irregulares y con cinco pétalos, dos de los cuales son erectos. El fruto es una cápsula con tres valvas que contienen numerosas semillas.

Se la encuentra en bordes de bosques o en clareos; también se la llama "huésped no invitado" en campos sombreados y en jardines. Las flores aparecen muy temprano anticipando la primavera y finaliza un mes antes del verano.

Se ha usado en medicina pata tratar afecciones respiratorias (resfriado, gripe, bronquitis, faringitis, asma, etc) y también afecciones del aparato digestivo (gastritis, úlcera gastroduodenal, etc)

27 de diciembre de 2009

Peralejos de Arriba

Es un pequeño pueblo situado a unos 10 km al este de Vitigudino, nueve de los cuales corresponden a la carretera que conduce a la capital de la provincia, de la que dista unos 59 km. Visité Peralejos de Arriba a mediados de los años 80, cuando estaba trabajando sobre mi árbol genealógico. Uno de mis antepasados directos (nacida a finales del siglo XVII) era original de dicha población. Se llamaba Ana Hernández Corredera. La genealogía hasta mi persona es como sigue:

Juan Calderero (Bogajo,1677) casado con Ana Hernández (Peralejos de Arriba)
Francisco Calderero Hernández (Alameda de Gardón, 1714)
Martín Calderero Moreno (Fuenlabrada, 1740)
Antonio Calderero Manzano (Bogajo, 1774)
Isidoro Calderero García (Villavieja, 1803)
Faustino Calderero Merchán (Villavieja, 1832)
Abel Calderero Moro (Villavieja, 1858)
I. Manuel Calderero Sánchez (Villavieja, 1898)
Victor M. Calderero Merchán (Villavieja, 1925)
Manuel S. Calderero Sánchez (Villavieja, 1951)

Se da además la curiosa circunstancia de que mi "abuela octava" (Ana) falleció en Alameda de Gardón el día uno de Noviembre de 1749. Justamente, 202 años después nací yo. En su testamento indicaba que se le dijesen una serie de misas por su alma en la Ermita de Nuestra señora de los Villares de Peralejos de Arriba, hoy en ruinas. Y ese fue uno de los motivos por los que me desplacé a esta pequeña localidad salmantina, armado con mi primera cámara fotográfica (analógica, ¡claro!, ya que aún no habían aparecido las modernas digitales). Las dos primeras corresponden a la Ermita de Nuestra Señora de los Villares, situada al noroeste del pueblo, a unos 500 ó 600 metros. En la tercera, podemos observar la Iglesia parroquial dedicada a San Julián. Lamentablemente, el hermoso olmo, que entonces había justo al lado del templo, ha desaparecido, suponemos que probablemente a consecuencia de la nefasta grafiosis.







A continuación, podemos ver algunas imágenes recientes de la localidad cuya población en la actualidad no llega al centenar de personas.

Pasarela de piedra sobre un arroyo, típica de la comarca.

Plazoleta en la que se han situado diversos elementos antiguos, pilas, poyo, potro, ...

Iglesia parroquial dedicada a S. Julián

Creación del partido judicial de Vitigudino

Los partidos judiciales son unidades territoriales para la administración de justicia, y están integradas por uno o varios municipios limítrofes y pertenecientes a una misma provincia. De entre los municipios que componen los partidos judiciales, uno de ellos, normalmente el más grande o en el que mayor número de asuntos litigiosos se producen, se denomina cabeza de partido judicial. En dicha cabeza se encuentra la sede de uno o varios juzgados de primera instancia e instrucción. Al frente del resto de municipios del partido judicial se encuentran los juzgados de paz.

La primera división de España en partidos judiciales data de 1834, concretamente de un Real Decreto de 21 de Abril de dicho año y que transcribimos a continuación:

Convencido mi Real ánimo de la urgencia de plantear cuanto antes sea posible la división de los Partidos judiciales por los grandes beneficios que han de resultar á los pueblos de la mas pronta administración de justicia; y considerando que la necesidad de esta medida se hace mas imperiosa y perentoria, porque ella ha de presentar la base adoptada en mi Estatuto Real para las elecciones de los Procuradores del Reino en las próximas Cortes generales; después de haber oído el dictamen del Consejo de Gobierno y del de Ministros: he venido en mandar, en nombre de mi muy cara y amada Hija Doña Isabel II.

Articulo 1.° Las provincias en que se halla dividido el territorio de la Península é Islas adyacentes por mi decreto de 30 de Noviembre próximo pasado, quedan subdivididas en Partidos judiciales del modo y forma que se expresa á continuación de este decreto.

Art. 2.° Esta división se entiende aprobada sin perjuicio de las alteraciones que la experiencia acredite ser necesarias para su mayor perfección.

Árt. 3.° Los Alcaldes ordinarios de todos los pueblos cesarán desde luego en el ejercicio del poder judicial, que hasta el presente hubieren desempeñado, y remitirán los procesos y expedientes de Justicia que pendieren en sus juzgados, á los Jueces letrados de las cabezas de partido para su continuación y fallo con arreglo á las leyes; exceptuándose únicamente el caso en que no tenga el partido Juez nombrado, pues entonces los Alcaldes ordinarios conocerán de los negocios contenciosos hasta que tome posesión el Juez letrado que Yo nombrare para aquel partido.

Art. 4.° Todos los Corregidores y Alcaldes mayores situados en pueblos que por la nueva división no son cabeza de partido, continuarán por ahora administrando justicia en los pueblos donde residen, y en sus términos, sin que puedan extender fuera de ellos su jurisdicción.

Art. 5.° Los Corregidores y Alcaldes mayores de los pueblos erigidos en cabeza de partido, y los demás de que habla el artículo anterior, seguirán por ahora y hasta nueva resolución desempeñando todos los cargos y atribuciones que en el dia les están cometidos.

Art. 6.° Me reservo fijar las atribuciones propias y exclusivas de los Jueces de partido; sus relaciones con las otras Autoridades; su rango, prerogativas y distinciones; y sus clases, sueldos y responsabilidad, para dar á esta Magistratura la estabilidad y decoro que exige el desempeño de sus importantes funciones. Tendréislo entendido, y dispondréis lo necesario á su cumplimiento. = Está rubricado de la Real mano. = En Aranjuez á 21 de Abril de 1854.=A Don Nicolás María Garelly.


En dicho decreto se enumeraban los partidos judiciales de cada provincia asi como los pueblos que a partir de dicha fecha formarían parte de los mismos. En la provincia de Salamanca se crean ocho partidos judiciales: Alba de Tormes, Béjar, Ciudad Rodrigo, Ledesma, Peñaranda de Bracamonte, Salamanca, Sequeros y Vitigudino. Este último comprendía 62 pueblos con un total de 7.342 vecinos y una población de 29.985 personas, según podemos observar en la siguiente tabla:


A continuación trascribimos la lista -tal y como apareció publicada- de los pueblos y lugares que quedaron incluidos en el partido judicial de Vitigudino. Es la siguiente:
Ahigal
Aldeadávila de la Ribera y el despoblado de Robledillo de Santo Domingo
Bañobarez y los despoblados de Arevalillo, Arévalo, Centenares, Granja de Camaces, Medinilla y Regajal
Barceo
Barceyno
Barreras
Barrueco-Pardo
Bermellar
Bogajo, y los despoblados de Campilduero, Martingalgo y Zancado
Cabeza del Caballo
Carrasco
Cerezal de Peñahorcada
Cerralbo
Ciperez, el despoblado de Huelmo y la alquería de Castillejo de Evan
Corporario
Cubo de Don Sancho ó de Buenamadre, el despoblado de San Cristóbal de los Mochuelos, la alquería de Rollanejo, y las aldeas de San Cristobalejo y Villoría de Buenamadre
Encinasola de los Comendadores
Escuernavacas
Fregeneda
Fuenteliante
Fuentes de Masueco
Gomeciego
Guadramiro
Hinojosa de Duero
Jema
Ituero de Ciperez y la alquería de Ituerino
Lumbrales
Majujes
Masueco
Mieza
Milano
Moralita
Moronta
Olmedo de Ciudad-Rodrigo, y los despoblados de Hernandinos, Fuente-labrada y ítuero de Camaces
Pedroálvaro
Peña
Peralejos de abajo
Peralejos de arriba
Picones
Pozos de Hinojo
Redonda
Robledo-hermoso
Saldeana
Sanchon de la Ribera
San Felices de los Gallegos
Saucelle
Sobradillo
Traguntía
Uces
Valde-rodrigo
Valsalabroso
Vidola
Vilvestre
Villar de Ciervos
Villares de Yeltes
Villargordo
Villarmuerto
Villasbuenas
Villavieja y el despoblado de Santidad
Vitigudino
Yecla
Zarza de Pumareda



26 de diciembre de 2009

Los granitos de Castilla y León


Lo que sigue a continuación es una parte del artículo titulado "La piedra natural en Castilla y León" de José Ignacio García de los Ríos Cobo, Geólogo de SIEMCALSA (Valladolid) y publicado en la revista ROC MAQUINA del mes de marzo de 2005.

5. Granitos

Bajo este nombre se incluyen los granitos y otras rocas intrusivas, de origen ígneo, constituidas fundamentalmente por cristales de cuarzo, feldespatos y micas en distintas proporciones, que contribuyen a su clasificación y que le confieren una textura granuda. Suelen ser muy homogéneos, de gran dureza y resistencia a las alteraciones. Se utilizan como piedras de cantería o como tableros serrados de grandes bloques.

Se han empleado en la construcción y talla desde muy antiguo, como atestiguan los castros célticos de la zona noroccidental o los verracos y toros abulenses.

En nuestra Comunidad son de procedencia antigua (340-275 millones de años) y están ampliamente representados (aproximadamente un 30% de los afloramientos graníticos de todo el país). Esta abundancia no se corresponde con la escasez de variedades definidas comercialmente, ni con la presencia de canteras activas. En la actualidad se explotan sólo las variedades muy semejantes entre sí, que veremos seguidamente, aunque gracias a continuas investigaciones se podrá ampliar esta relación.

El Gris Avila se extrae, en forma de grandes bloques, en una cantera ubicada en Martínez (Avila). Es un granito biotítico (±moscovita), de grano fino-medio, equigranular, bastante homogéneo, de color gris claro, que se corta muy recto (gracias a su orientación sub-vertical y a una cierta microfracturación mineral horizontal).

El Azul Noche es un monzogranito biotítico, de grano grueso, porfídico, de color gris oscuro ligeramente azulado. Su origen es una cantera en Junciana (Ávila), de donde se cortan bloques de gran tamaño, con una gran producción. El Gris Villa se obtiene, en grandes bloques, en Villacastín (Segovia). Se trata de una granodiorita de grano medio, de color gris, prácticamente equigranular.


El Silvestre Dorado y el Gris Duero se obtienen en una cantera de Fornillos de Fermoselle (Zamora). Se trata de grandes bloques de un leucogranito de dos micas de grano fino y tonos crema-gris muy pálido. El similar Silvestre Sayago o Gris Duero, de grano algo más grueso, se extrae junto a Pasahegos (Zamora). El Negro Celta, procedente de una cantera cerca de Fresno de Sayago (Zamora), es una granodiorita-monzo-granito biotítico, de grano medio-grueso y tono gris medio con abundantes megacristales blanquecinos. La producción, de grandes bloques, en este momento no es continua. El Rojo Sayago se extrae de una cantera en Piñuel (Zamora). Es una episienita de grano grueso, porfídico, de tono rojo.

El Gris Mezquita se extrae de forma ocasional en grandes bloques en San Ciprián (Zamora). Es un granito de dos micas, de grano medio y color gris claro, con algún cristal de feldespato blanco de tamaño ligeramente superior al resto. En los alrededores de Vitigudino, Salamanca, se explota el Gris/Amarillo Atiber, un granito de dos micas de grano medio, equigranular, del que se obtienen bloques de mediano tamaño y que es empleado para la elaboración de placas de cierto grosor y otras piezas de construcción y ornamentación. Recientemente se ha abierto una cantera en Navalperal de Pinares (Ávila) de donde se extraen los granitos Rubio,

Gris y Blanco Retse, destinados principalmente para urbanización y espacios públicos. Se trata de un pórfido, un monzogranito de grano grueso y un leu-cogranito de grano fino. Asimismo, es de destacar la existencia de varios municipios con gran tradición en cantería y labra manual, como Cardeñosa, en Avila y Los Santos en Salamanca. En varias localidades de Avila (El Hoyo de Pinares. San Juan de la Nava y Narrillos del Rebollar), en La Lastrilla (Segovia), en Villavieja de Yeltes (Salamanca) y en Villamor de Cadozos (Zamora) se extraen pequeñas cantidades de forma esporádica. En Sorihuela (Salamanca) se van a abrir canteras próximamente.

En todas estas localidades se benefician, en varias canteras, granitos biotíticos grises, de grano medio más o menos porfídico, como el Gris Los Santos y el Gris Cardeñosa y, en esta localidad, además, el denominado Rubio (granito de dos micas, de grano medio y fino, equigranular, de tonos beige-amarillentos y casi blanco a cierta profundidad). Se emplean en la confección de adoquines, losas, dinteles, columnas, bordillos y demás piezas para la construcción y ornamentación y amueblamiento urbano. El Azul Villa de El Losar (Ávila) y el Gris Espinar (Segovia) en este momento no se están explotando y el Gris Segovia de La Lastrilla (Segovia) se extrae en pequeña cantidad, de forma muy esporádica. Una variedad intermedia entre un granito y una arenisca silicificada es el llamado Caleño o Piedra Sangrante de La Colilla (Avila), utilizado en los monumentos de la capital y que actualmente sólo se emplea en su restauración.

21 de diciembre de 2009

Huellas del bombardeo en la Catedral de Ciudad Rodrigo


Desde hace unos meses, y siguiendo las sucesivas etapas de rehabilitación programadas a lo largo de estos últimos alños, se están destapando los agujeros y huecos dejados por las bombas francesas en la fachada de la catedral de Ciudad Rodrigo que mira hacia la plaza de Herrasti. Los destrozos, que se habían cubierto poco después de finalizada la guerra, fueron producidos en su inmensa mayoría por los disparos de artillería francesa durante el asedio de 1810, cuyo bicentenario se celebrará el próximo año 2010.

27 de noviembre de 2009

MANUFACTURAS EN VILLAVIEJA

Datos extraídos del libro titulado "MEMORIAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS SOBRE LOS FRUTOS, COMERCIO, FÁBRICAS Y MINAS DE ESPAÑA, CON INCLUSIÓN DE LOS REALES DECRETOS,ORDENES, CÉDULAS, ARANCELES Y ORDENANZAS EXPEDIDAS PARA SU GOBIERNO Y FOMENTO", Tomo XXXV, que enumera las "producciones, minas, ríos, comercio, manufacturas de lana, seda, curtidos, sombreros, loza, lino , cañamo, y otras de la Provincia de Salamanca. Situación, extensión, historia, gobierno, población y minas de oro de la de Extremadura" , escrito por D. EUGENIO LARRUGA en el año 1795.

En el tema de la fabricación de tejidos, aparece relacionada Villavieja de la siguiente manera:
Manufacturas de la Puebla, Villavieja y Serradilla.

En Puebla de Yeltes se texen algunas ropas vastas de lana en tres telares, y sirven para las necesidades caseras.

En Villavieja se fabrican paños, costales y alforjas: de lo primero unas ochocientas varas, de lo segundo ciento , y de lo tercero cien pares; y sus telares son quatro.

Las manufacturas del partido de Ciudad-Rodrigo son de lana vasta y churra , y los texidos de ella se reducen á mantas dobles y sencillas, sayal, paño de fachas, xerga doble y sencilla, y costales : los telares serán en número de doscientos, poco mas ó ménos, y en cada fábrica uno ó dos, con advertencia, que el de las mantas necesita un téxedor , dos cardadores, tres hilanderas para tramar , y un muchacho para hacer canillas: el de sayal ocupa la misma gente; el de paño de fachas dos personas para texer, una para hacer canillas, dos cardadores , y quatro hilanderas para trama. El de xerga un texedor, uno para hacer canillas, un cardador, y dos hilanderas: y la fábrica de costales, como algunas de las ya relacionadas, tambien únicamente constan de un solo maestro texedor, sin oficial, aprendiz, ni otro sugeto, en inteligencia de que todo el hilado de dichos urdimbres se executa fuera de los pueblos de las fábricas por lo regular.

También aparece Villavieja en lo que se refiere a los curtidos:

En 1777 había quatro fabricantes en Ciudad Rodrigo, que trabajaban suela, baquetas, cordobanes y badanas. Hay hoy dos fábricas de curtidos. La una tiene ocho noques, é igual número de pelambres : y la otra seis de ambas cosas. Se trabajan como trescientas suelas: seiscientas ocho baquetas: quatrocientos cordobanes ; y quince mil badanas. Esta fábrica fué superior antes, pero ha ido decayendo de tal suerte, que está reducida á casi nada, con respecto á lo que fué. Lo peor es, que la, cajidad .de, las pieles por sí excelentes pierde de su estimacion intríncesa, por ser curtido malo. Los fabricantes se excusan con que los zapateros los hacen sacar los curtidos antes de tiempo, y los zapateros con la necesidad de exercer su oficio para no perecer con la escasez de materiales, y no tener medios para no procurarselos de otra parte. Con el sobrante de las rentas encabezadas en los años atras, pudo la ciudad haber auxiliado á estos infelices, ayudando por medio de un buen surtido al dueño de las tenerías, á trabajar con arte. Los pudientes acaudalados prefieren la conservacion de su dinero encerrado. Si alguno, se dedica á traer alguna suela, es de Portugal, ó Inglesa. Si se perfeccionase este género, bien igualaría ó excedería en bondad á la extrangera, segun el dictamen de un habil zapatero Portugues, que se establecíó en esta ciudad,
En Villavieja hay otra tenería compuesta de unos veinte y quatro fabricantes, que suele trabajar al año mil suelas: dos mil baquetas: mil quatrocientos, cordobanes y catorce mil seiscientas badanas.
Otra fábrica tiene Ledesma, que rinde por lo general al año seiscientas suelas, dos mil ochocientas baquetas, ciento cincuenta cordobanes, y dos mil badanas.

27 de octubre de 2009

Barreras según Miñano

DICCIONARIO GEOGRÁFICO ESTADÍSTICO DE ESPAÑA Y PORTUGAL dedicado al Rey Nuestro Señor por el doctor Don Sebastián de Miñano, Individuo de la Real Academia de la Historia, y de la Sociedad de Geografía de París. Tomo II. 1826

BARRERAS, Lugar Ordinario de España, provincia, obispado y partido de Salamanca, priorato de san Marcos de León, condado de Ledesma, Roda de Garci-Rey. Alcalde Pedáneo, 17 vecinos, 73 habitantes, 1 parroquia. Situado en una hondonada llana rodeada de peñas á su inmediación; corre al Oeste una rivera inconstante que, como otras mnchas, toma el nombre de los pueblos por donde respectiva y sucesivamente pasa. En su término y en los de los pueblos inmediatos, paticulármente en los de Villasbuenas y Vitigudino, se encuentran excelentes cristales de roca, comparables por su hermosura y diafanidad á los mas bellos topacios, de que pudiera sacar gran partido la industria española, así como le sacan los extrangeros de otras piedras mucho menos semejantes á las preciosas. Dista 13 leguas de la capital, 7 leguas al SurOeste de Ledesma, y está al Sur Oeste de Vitigudino, al Oeste de Villasbuenas, al NorEste de Saucelle, al Norte de Picones, y al Sur de Valde-Rodrigo. Para sus productos véase el artículo Ledesma. Contribución: 484 rs (reales) y 33 mrs (maravedíes). Derec. enag. 167 rs. 3r. mrs.

Barruecopardo según Miñano

Según el DICCIONARIO GEOGRÁFICO ESTADÍSTICO DE ESPAÑA Y PORTUGAL dedicado al Rey Nuestro Señor por el doctor Don Sebastián de Miñano, Individuo de la Real Academia de la Historia, y de la Sociedad de Geografía de París, Tomo II, publicado en el año 1826:

BARRUECO PARDO, Villa Ordinaria de España, provincia de Salamanca, priorato de San Marcos de León, partido y obispado de Ciudad Rodrigo. Alcalde Ordinario. 160 vecinos, 65o habitantes, 1 parroquia, 1 ermita, 1 pósito. Pertenece al condado de Ledesma (Véase). Está en terreno montuoso confinante con los pueblos del Milano, Villasbuenas, Saldeana y Saucelle. En esta villa reside el vicario de la Orden de San Juan, á cuya jurisdicción espiritual están sujetos algunos curas de varios pueblos. Dista 9 leguas de la capital, 32 de Valladolid y 50 de Madrid. Contribución: 8.872 rs (reales) 22 mrs (maravedíes).

Bermellar según Miñano

Según el DICCIONARIO GEOGRÁFICO ESTADÍSTICO DE ESPAÑA Y PORTUGAL dedicado al Rey Nuestro Señor por el doctor Don Sebastián de Miñano, Individuo de la Real Academia de la Historia, y de la Sociedad de Geografía de París, en su Tomo II, editado y publicado en Madrid en el año 1826, Bermellar limita con Villavieja.


BERMELLAR, Villa de Abolengo de España, provincia de Salamanca, obispado de Ciudad-Rodrigo, exenta de la jurisdicción de partidos. Alcalde Ordinario. 136 vecinos, 438 habitantes. 1 parroquia, 1 pósito, 2 castillos arruinados. Situada entre los rios Camaces y Yeltes, á 3 leg. de Portugal, 14 de Salamanca , y 8 al Norte de Ciudad-Rodrigo; confina con los pueblos de Bogajo, Cerralbo, Olmedo, Bañobarez y Villavieja (V. Lumbrales). Produce trigo y centeno. Contribución: 2026 rs (reales) y 22 mrs (maravedíes).

26 de octubre de 2009

Santidad según un Diccionario Geográfico Universal de 1833

Trascribimos a continuación lo que el DICCIONARIO GEOGRÁFICO UNIVERSAL, DEDICADO A LA REINA NUESTRA SEÑORA (Q.D.G.) REDACTADO DE LOS MAS RECIENTES Y ACREDITADOS DICCIORARIOS DE EUROPA , PARTICULARMENTE ESPAÑOLES , FRANCESES, INGLESES Y ALEMANES, POR UNA SOCIEDAD DE LITERATOS, publicado en Barcelona en el año 1833, dice en su Tomo VIII acerca de Santidad:

SANTIDAD , despoblado realengo de España, provincia y a 11 leguas de Salamanca, partido, obispado y á 5 de Ciudad-Rodrigo, Campo de Camaces. Situado á orillas del rio Yeltes. Produce granos, bellota y pastos. Tiene grandes montes y vestigios de haber sido una grande población, pues aun se conservan dos torres.

Resulta curioso que hable de dos torres que en la actualidad ya no existen y no diga nada del primitivo arco de la ermita de Nuestra Señora de los Caballeros que aún se conserva.

26 de agosto de 2009

Pregón de Fiestas 2009


PREGÓN DE FIESTAS
AGOSTO DE 2009
JOSÉ LUÍS BARAHONA GARZÓN


Villaviejenses, allegados y acogidos, amigos, familia, autoridades, charros: Muy buenas noches a todos. Para estar aquí aseguro que no he tenido que hacer algo extraordinario o brillante, ni siquiera meritorio. Me he limitado a aceptar el ofrecimiento de la Corporación Municipal de nuestro querido pueblo. Consentí y asumí el compromiso. Tanta generosidad en la oferta me hace sentir emocionado por el honor recibido.

Señoras y Señores Concejales, Señor Alcalde: Inmensamente agradecido. Con la cortesía y el respeto debidos, con la proximidad que me alienta pido licencia para el tuteo. Os lanzaré a voleo mis recuerdos con afecto, cariño y admiración. En memoria y a la memoria de los que nos dejaron, seres queridos que fallecieron, para ellos que son nuestras raíces y el alma de nuestro pueblo: UN RECUERDO. Otra sensación bien distinta me produce el dar la bienvenida, con el alborozo que merecen, a los nacidos que tendrán su primera ocasión de respirar el ambiente de las Fiestas. A sus familias enhorabuena.
El paso del tiempo me sitúa en el curso medio del río. He dejado atrás las fuentes cristalinas, los montes frondosos, los valles frescos y fecundos, la mies gozada…; lo cosechado, lo vivido. Seguiré descendiendo, a poder ser, reposado y, si Dios quiere, disfrutando. La nostalgia y la ilusión me ayudaran a vivir con intensidad cada momento: como esposo, padre, hijo, hermano, yerno, cuñado, tío, sobrino, primo, compañero de fatigas y amigo. La lista queda abierta a la esperanza.
Es posible que nacer en Hernandinos, cerca de la ribera del Camaces a poquita distancia de su nacimiento en las Lagunillas, en la casa “chica” de las que decían de Malaco el 30 de Junio de 1951, haya tenido transcendencia en mi vida.
Mis padres, Rosario y Ángel, tuvieron allí su primera residencia, al lado de la de mis abuelos maternos Elvira y Gabriel. Allí nacieron dos de mis hermanos, chico y chica, el cuarto en Santidad dieciséis años después. La densidad de población era alta, en aquellas casas vivíamos unas treinta personas; cuatro familias. La más numerosa, además de querida muy cercana, con once hijos.
Estábamos en contacto constante con los vecinos de los alrededores. Según la temporada y las faenas lo requerían nos acompañaban jornaleros, esquiladores, vaqueros, pastores, segadores y el herrero del Pito o el de Villavieja. Regularmente nos visitaban comerciantes, aceiteros, vinateros, componedores, estañadores, pelliqueros, tratantes…
También nos hacían compañía muchachos de otras fincas que iban allí “a escuela”, según el número de asistentes la dábamos en un cernidero o en una panera. En el marco de la puerta de acceso íbamos dejando marca de nuestra altura con fecha y nombre. Aquello era muy serio, con revisión de deberes, profesorado autóctono, titulado y aceptado por aclamación popular.
Todo era un juego, en muchas ocasiones con riesgo añadido, pues imitábamos tareas que veíamos realizar a los mayores. Eran nuestros talleres de formación práctica y destreza. La “destralita” o “la navajita” eran muy recurridas para prepararnos “jincachas”, zancos, chirumbas… Saltar con pértiga la ribera crecida, cuidar del ganado, hacer hondas y tirar con ellas, montar en caballerías, coger manzanilla y bellotas. Sí estábamos entretenidos. Según ibas creciendo ponías algo de tu parte para hacer de las tareas que te asignaban un entretenimiento más.
También la naturaleza nos obsequiaba con espectáculos muy completos, como las tormentas que contemplábamos desde el portalillo de la casa grande de mis abuelos. Las vividas a campo abierto eran tremendas: casi al unísono el relámpago, el trallazo metálico y hueco del trueno, un olor azufrado a quemado y el chasquido de la astilla desprendida del roble de arriba abajo.
Las peleas entre animales con bramidos y berridos, choque de cuernos y topetazos. En la noche los sonidos alcanzaban una dimensión especial. Ya fueran mugidos, aullidos, maullidos, el sonido del viento, el graznido de una lechuza o el sonar de una dulzaina, me envolvían en un sobrecogimiento mezcla de belleza e inmensidad, por otra parte cotidiano y natural.
Conservo la imagen de mujeres maduras, madres jóvenes y mozas de la vecindad que después de pasar aquellos montones de ropa por el programa adecuado de ablandar, enjabonar, frotar y restregar sobre el lavadero o mano contra mano con salero, solear, aclarar, y torcer, volvían a casa rematando la conversación mantenida y con la altivez que les daba: la tajuela en un brazo, el caldero colgando del otro y el “barreñón” sobre la cabeza, protegida por la rodilla o el mandil doblado.
Recuerdo la sementera, con las parejas de ganado y su rumiar repetitivo, el olor a tierra removida y a hierba seca o paja humedecidas. A la brigada de una pared, al tronco de un roble, de un alcornoque o de una encina. En medio el perol ó la fuente con comida. Alrededor, con sus chaquetas y albarcas, almas de labradores, aromas, sabores, sensaciones de las rudas jeras para labrarse una vida.
En la siega la sequía, el olor de la mies en sazón, el penetrante y amargo de la magarza, el sudor la sed y el sol. Los “zarajuelles” y las “argañas”. La acarrea, el bálago, la trilla, el polvo, el tamo y el esperado grano. Siempre salía menos que paja. Con el tiempo fui cogiéndole el gustillo al día que iban los herreros a aguzar rejas y herrar a los animales, por las conversaciones, sobre todo las de los mozos de las distintas fincas, que contaban alguna aventura referente a fiestas en las que ilusionaba pensar. Merecía la pena darle al fuelle y entre el golpeo rítmico de los martillos captar algo de información.
Al refrescar estas cosas revivo la importancia que tenía para mí ver reflejado en el semblante, en los gestos o en el tono de voz de los más cercanos, la conformidad o satisfacción por los resultados obtenidos de cosechas, de la venta de ganado o del tiempo favorable. No me hacía ninguna gracia captar el disgusto, la desazón o algo negativo.
Voy dejando Hernandinos, las haldas de mi abuela, su bondad, sus mimos y las delicias de su cocina. Caminaré hacia las casas del cuarto de El Pito, donde vivían mis abuelos paternos Manuela y Manuel. El abuelo falleció siendo yo muy pequeño. Siempre he sentido el fastidio de no recordarlo con nitidez. La abuela transmitía amparo y dulzura; valoraba y daba importancia a lo que hacías. La visitábamos con frecuencia. Al llevar mi padre y sus hermanos el trabajo en común andábamos a caballo entre las fincas arrendadas y esta. Allí vivimos un par de años.
Después nos trasladamos a Santidad. Esto supuso un cambio importante por la cercanía con el pueblo. Si todo iba bien el primer contacto con Villavieja, “los de las dehesas”, lo teníamos el día del bautismo. Desde ese día me trajeron con frecuencia y venía a temporadas “a escuela” incluso a la de párvulos. Estar con mi tía era vivir en mi casa. La calle de La Luz es mi primera referencia de Villavieja de Yeltes. Mis tíos, mi primo, los familiares, los vecinos y amigos de mi familia y mis primeros amigos en el pueblo; con ellos comencé a relacionarme, a participar en juegos. Siempre me ha unido una relación particular con aquella vecindad. Cuento tres comercios, panadería, cine, carpintería, y aquel grifo tan concurrido y bonito. Cerca la churrería, una barbería y una fragua. Había vida, actividad y muchos niños. El kiosco estaba a un paso.
Las calles de nuestro pueblo, las plazas, los grifos, las fuentes, los caños, los soportales, el juego, las “tenás”, los “rinches “y los “casetos”. Entre estas piedras estaba el gua, aquí el neto.
Percibía importancia en la vía, los trenes, la estación. Recibimientos y despedidas, abrazos y lágrimas, maletas y cestas de maleta; inmigrantes y emigrantes, estudiantes, militares, mineros. Trabajo, transporte, comercio, comunicación y progreso. Mis padres me enviaron, con un primo mío de Lumbrales, a la Escuela Apostólica de San Agustín, en Palencia, donde pasé cinco años de formación, estudios y convivencia continuada con compañeros. Era el más joven de mi curso. Salvo en los momentos en los que echo en falta algo de mala uva, valoro profunda y positivamente la formación y el trato humano y respetuoso que generosamente recibí de los PP. Agustinos.
Mención aparte merecen los ocho meses de noviciado que viví en el Monasterio de Santa María de la Vid. Nunca había pensado en continuar mi vida como religioso, pero durante este corto periodo de tiempo me lo planteé y sopesé con seriedad. Salí de aquel precioso convento en la primavera de 1968, renunciando a la vida religiosa apenas comenzada, ilusionado con otra manera de afrontar o vivir la vida.
Desde nuestro traslado a Santidad todo se me antoja distinto. He dejado la niñez la infancia se había ido. Los recuerdos, las vivencias, las relaciones, los estudios, el trabajo y los anhelos ya eran otros. Toda la vida habíamos acudido a las fiestas más significativas del pueblo. Era frecuente después de un día de trabajo, prepararme, coger la bici y venir a pasar un rato con los amigos para parlar y echar un trago. Había pasado seis años en el colegio. Tuve mi periodo de adaptación, retomé o comencé nuevas relaciones. Etapa plena en trato, en conocimiento de unos y otros, en aceptación de diferencias y encontrar mi espacio.
Una mirada, una sonrisa. Cruce de palabras y un comienzo de algo. ¿Recordáis el “trámite” de sacar a bailar? La petición: elección, tensión, timidez y ¿bailas? después ¿sigues? ¿Te quedas? De juego nada. ¡Era un sin vivir!
Al ver a las niñas jugando a las tabas suponía que tenían o podían desarrollar un don especial o un sexto sentido. Aquella habilidad de mirar para un lado y ver otros, de lanzar algo hacia arriba y cambiar colocando la taba allí abajo. Estaba claro que cuando nosotros íbamos, vosotras ya estabais de vuelta. Quizás, cogíais o cogíamos algún atajo.
Villavieja suponía relaciones personales, relaciones de grupo, convivencia, diversidad, aceptación, contraste de opiniones, todo ello adobado de desenfado y embutido en fiesta. Que ribera tan bonita acompaña al río Yeltes; eran agradables los días de río y de merienda: conversaciones íntimas, picardías, bromas, insinuaciones, confianzas, gustos, preferencias y pasiones. Despertó mi afición a la caza, ojalá no coja el sueño. Espero seguir teniendo lances de ensueño y compañeros entrañables.
Por entonces Filo y yo comenzamos nuestra relación. No fue por afición, que fue por devoción.
Por fin vinimos a vivir, ya definitivamente, a nuestro querido pueblo. Primero al Barrio del Rodeo, con una vecindad entrañable. Todo va de maravilla y dolorosa fatalidad: Pilar y Antonio perdidos. Un recuerdo a su amistad. Un abrazo a sus hijos.
Coincidiendo con la concentración los quintos del 72 celebramos nuestra fiesta. Pronto habrá, como dice la canción, que volver: “a concentrar a las chavalas que sepan besar”. Nos trasladamos al Barrio de El Santo. Ya a nuestra propia casa: Que mi agradecimiento a los vecinos, por vuestro apoyo a mis padres y por el calor recibido, no se quede corto.
Tengo recuerdos muy gratos de mi breve estancia en San Sebastián y de aquel grupo de Villaviejenses que nos juntábamos los fines de semana. No nos queda otro remedio que recordar, con el cariño y el afecto que lo hacemos habitualmente, a los que faltan. Fue mi primera experiencia en el mundo laboral: trabajo, juerga y trabajo.
Mi entrada en el Banco de Santander me lleva a San Lorenzo de El Escorial, conocí a familias de Villavieja que vivían allí o en El Valle de los caídos, en El Escorial y en Galapagar. Ese año 1974 me quede sin las ansiadas Ferias y Fiestas.
El 23 de agosto de 1976, hoy se cumplen 33 años, Filo y yo nos casamos. Con sus padres Aurelia y Antonio, con su hermano, con su abuelo y con sus tíos además de sus familiares y amigos, enriquecí mi patrimonio en lo humano: afecto, familiaridad y generoso buen trato. Para mi suegro un recuerdo especial, me hubiera gustado verlo ahí sentado. Quizás no se perdió unas Ferias en su vida.
Tengo la impresión de que el tiempo pasó muy deprisa. Fijamos nuestra residencia en Villaviciosa de Odón, pueblo tranquilo con gente agradable y acogedora en el que mantenemos relaciones de vecindad y de amistad. Aún se paladea el sabor del pueblo que era cuando llegamos, donde encontramos algunos familiares y familias de Villavieja. Después han recalado más. También han cuajado matrimonios entre naturales de aquí y de allá. Allí tuvimos y criamos a nuestros hijos José Luis y Antonio.
De estos treinta y tres años intensos e importantes, como en la vida de cualquier persona, me resulta difícil trasladaros algo. Son muchas cosas que las veo dentro de una burbuja de dedicación a la familia y al trabajo. No he puesto interés en fijarme otras metas y hemos acertado en regalarnos dosis de Villavieja, de respirar pueblo, de pasar ratos con vosotros y de acercarnos aquí con cualquier pretexto. Nos alegra como han captado nuestros hijos las esencias de esta tierra y han tenido la fortuna de disfrutar de sus bisabuelos, abuelos y tíos. Este es su pueblo. Han vivido desde la infancia el ambiente de las fiestas con el pueblo y con sus amigos.
Cuando sopla el viento propiciado por las fiestas, por el ambiente desenfadado, comunicativo, de empatía y simpatía, cargado de la indudable hospitalidad que nos caracteriza, van quedando al descubierto nuestros valores.
Esta experiencia de aflorar sentimientos a borbotones nos une en lo humano, nos diferencia como individuos y nos define dando importancia a nuestra personalidad dentro del grupo. El festejar nos lleva a relacionarnos con el pueblo, con los amigos y con la familia. Si lo hacemos con cierto equilibrio es fácil que nos proporcione satisfacción personal y solidaridad. Los que estáis aquí “de quieto” sois los que sustentáis el pueblo y sorteáis las dificultades del día a día según vuestro entender y criterio. Los que vamos y venimos, o mas cerca o mas lejos, cada uno como podemos cultivamos nuestro huerto.
Me reconforta ver durante todo el año las actividades que desarrolláis: celebraciones, conmemoraciones, viajes, canciones, teatro, reuniones, disfraces, concursos de cocina, la petanca, la calva, asociaciones, peñas, el boletín de noticias y la disposición y armonía para disfrutar de las relaciones. Estamos viviendo días de ambiente festivo, de juegos, de competiciones, de saludos, de abrazos, de discrepancias y de complicidad. De echar en falta, o de captar, un aliento, un gesto o un ademán.
Queda mucho que compartir: conversaciones, risas, bailes, cantares, prisas, emociones, caricias, requiebros, juegos, vivencias e ilusiones. Cuanto que agradecer por dependencia, dedicación, desvelos y devaneo.
Hago mención a los que me precedieron en este ritual y a los que día a día desempeñaron con profesionalidad, con dignidad y con trompeta la tarea de “anunciar”, de “hacer saber.” Lo que me amarra a mi pueblo es el tirón de lo humano. Sin renunciar al cariño familiar y al afecto más o menos cercano, me llena de satisfacción recordar relaciones de amistad que permanecen en el tiempo y muestran su autenticidad con el soplo suave del reencuentro.
Permitidme un gesto con mis amigos, con los que mantenemos una relación más estrecha y más continuada. Equilibrada en el trato, en el respeto y en la confianza. Es agradable compartir, en grupo o en panda: mesa, mantel y barra, con frecuencia. Sin nuestras mujeres también seríamos amigos. Con vosotras, tenemos amigas, compañeras y también a vuestros amigos. Sí, mucho más nos habéis arrimado: ternura, delicadeza, cariño, realismo, entrega y esfuerzo. Por agradaros, pusimos en manos de Nuestra Patrona, para que os la hiciera llegar, la Caballerosidad.
¿Qué nos queda para darnos u obsequiarnos? Pues tres cosas: amistad, amistad y amistad, que florece en los que formáis la base y el núcleo del grupo, los que estando aquí nos convocáis, nos recibís y acompañáis. Deseo que sintáis una satisfacción profunda por lo que dais con generosidad.
Virgen de los Caballeros: Quiero decirle ¡PERLA ¡ a cada una de las mujeres que tiene que ver con nuestro lugar. Ellas con su belleza humana y espiritual en oda de alabanza: ¡DIVINA! Te cantaran.
Está próximo a llegar ese momento cumbre del ritual, la convocatoria en la Plaza y terminar la ceremonia de la bajada de la Virgen cantando, pasando del “Villavieja de mi amor” al “Perla Divina de Villavieja”. Luego a expandirse, a festejar y a disfrutar.
“Una vez al año es licito hacer locuras”; escribió San Agustín, del que tomo el pensamiento de vida en comunidad: “En las cosas necesarias la unidad; en las dudosas la libertad; y en todas la caridad”.
AQUÍ TENEMOS LAS FERIAS Y FIESTAS DE VILLAVIEJA DE YELTES DEL AÑO 2009 EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DE LOS CABALLEROS.

SU COMIENZO HE PREGONADO. Muchas gracias a todos. ¡VIVA VILLAVIEJA DE YELTES! En Villavieja de Yeltes, a 23 de Agosto del 2009. José Luis Barahona Garzón

24 de junio de 2009

SEGUIMOS MÁS O MENOS COMO HACE... ¡120 AÑOS!

El texto que vamos a reproducir a continuación fue publicado hace más de 120 años. Formó parte de un editorial que en primera plana insertó "El Avanzado", una publicación semanal impresa en Vitigudino. Lo hizo el día 7 de febrero de 1889. Se quejaban ya en aquellos tiempos de las malas comunicaciones de la comarca. ¡Seguimos igual que entonces! Lean y juzguen:

EL COLMO DE LA DESESPERACIÓN,
La situación del partido de Vitigudino no puede ser más angustiosa: su ruina no hay que esperarla, está ya encima. Diferentes son las causas de tan lamentable situación y a iniciarlas vamos en este artículo, procurando abrir con él un extenso campo donde los amantes de este país puedan examinarlas con más minuciosidad.

Ya lo hemos dicho hace algún tiempo. Esta desdichada tierra solo sabe que se halla a últimos del siglo XIX, por las contribuciones exorbitantes con que ayuda a levantar las cargas del Estado y si a no dudarlo Castilla es la tierra más sufrida que tiene España, pues que paga y calla, dentro de Castilla, este pequeño rincón es lo más abandonado que puede existir. Hora es ya nos quejemos, porque ni eso hace quien debiera.

Muchas son las calamidades que nos aquejan y solo así se explica la dificultad de tocarlas todas, porque juntas se nos agolpan a la mente y quieren brotar, sin orden alguno, pero procuremos ordenarlas de algún modo.

CAMINOS VECINALES.
Una de las necesidades que más se dejan sentir hoy, es la falta de vías de comunicación, que nos pongan en relación directa con la mayor parte de los pueblos de España dice nuestro colaborador que con el pseudónimo de Un charro, ha escrito el artículo “Ferrocarriles y carreteras” y nosotros asintiendo en la misma idea habremos de añadir, que no solo necesitamos vías de comunicación para relacionarnos con España, sino también para relacionar unos con otros pueblos del distrito. ¿Acaso podemos ir a alguna parte si prescindimos de la carretera que va a Vega de Terrón? ¿Acaso puede llamarse camino el que va de Vitigudino a Villavieja en cuanto los ríos crecen algo? ¿Que camino nos conduce al tan decantado ferrocarril de Salamanca a la Frontera Portuguesa? ¿Que vía de comunicación existe entre Vitigudino y Aldeadávila de la Ribera? ¿Para qué sirve el magnífico puente de las Uces, mientras el trozo de las Puntillinas no se haga transitable? ¿Por qué se halla detenida la construcción del puente de Vega Redonda? El camino de Saueelle a Hinojosa y Fregeneda no puede ser ni más escabroso ni más abandonado. Lo mismo decimos del camino de las Cinco piedras, que bien pudiera llamarse de las cincuenta mil, porque todo él está lleno de aquellas ¿Cabe abandono más lamentable? Mientras el puente de la Granja no se construya, que dicen está en proyecto, muchos pueblos para ir a nuestra Audiencia de lo criminal de Ciudad-Rodrigo, tienen que rodear tres ó cuatro leguas, para por expuestos sitios y malos pasos después de 15 o 18 leguas, llegar a donde hoy nos administran justicia. ¿Habrá todavía, quien crea que pedimos sin razón?
Pues todas estas veredas, que no otro nombre merecen, las han recorrido nuestros Diputados, cuando han necesitado nuestros sufragios, y ninguno ha dejado de prometer grandes reformas, mas éstas no han llegado. No es de admirar tanto abandono, si se tiene en cuenta que en la capital de España hay exceso de distracciones y con estas se olvidan pronto nuestras necesidades. Baste de caminos, que en el tiempo en que nos hallamos, ni en pollino puede uno salir a la calle.

21 de junio de 2009

PREMIOS CONCEDIDOS A CIUDAD RODRIGO...

DECRETO DE 30 DE JUNIO DE 1811.

Premios concedidos a Ciudad Rodrigo por su heróica resistencia a las armas francesas.

Las cortes generales y extraordinarias, habiendo examinado la gloriosa resistencia que la plaza de Ciudad Rodrigo opuso a las fuerzas francesas, sin admitir capitulacion hasta el punto crítico de ser asaltada por mas de treinta mil hombres, decretan:

Primero, que á los defensores de Ciudad Rodrigo se les declara beneméritos de la patria:

Segundo, que á las viudas y huérfanas de los que hubieren perecido obrando activamente en su defensa, el gobierno los atenderá cuando lo permitan los apuros de la nacion:

Tercero, que el haberse hallado. dentro de la plaza, y empleado en su defensa durante el sitio, sea un mérito para ser preferido en las pretensiones en igualdad de circunstancias :

Cuarto, que los edificios públicos de aquella plaza sean reedificados á costa del estado cuando se concluya la guerra y lo permitan las circunstancias :

Quinto, que se erija en su plaza principal, cuando lo permitan las circunstancias, un monumento para memoria de esta gloriosa defensa, en el cual se grabarán los nombres de su bizarro Gobernador D. Andres Perez Herrasti, y de los demas militares y habitantes que se hayan distinguido de un modo singular:

Sexto, que el mérito militar de dicho Gobernador D. Andres Perez Herrasti, el del Coronel D. Julian Sanchez, el del Capitan D. Ramon Castellanos, el del Sargento Manuel Martin, y el del Tambor Zoylo Palomer sean premiados como mérito de los que gradua de distinguidos la ordenanza ; y lo mismo el de aquellos militares que por informes posteriores resulte haberse distinguido en iguales términos.

Lo tendrá entendido el consejo de regencia, y dispondrá lo conveniente á su cumplimiento, haciéndolo imprimir, publicar y circular.

Dado en Cadiz á 30 de junio de 1811.
Jaime Creus, Presidente.
Ramon Utgés, Diputado Secretario.
Antonio Oliveros, Diputado Secretario.

Al consejo de regencia.

20 de junio de 2009

MEMORIAS DE UN SETENTÓN

Transcribimos a contnuación el capítulo VII dedicado a Salamanca y los Arapiles de las "Memorias de un Setentón, natural y vecino de Madrid" escritas por Ramón Mesonero Romanos (El Curioso Parlante), cuyo padre era salmantino.


Capítulo VII
1813

Salamanca y los Arapiles


- I -

Cansado de ir, como quien dice, a la zaga de la Historia en los capítulos anteriores, porque así lo requería la magnitud de los acontecimientos durante los seis años de la guerra de la Independencia, permitido me sea (si no lo ha por enojo el benévolo lector) reposar algún tanto de aquella narración histórico-anecdótica, para trazar en la presente un episodio que, aunque puramente personal y de índole doméstica o privada, tiene relación con aquella época, como que se refiere al viaje que en compañía de mis padres y hermanos hice al teatro de uno de los sucesos más trascendentales de la guerra, con el cual ligaban a mi familia circunstancias especiales. -Con esto aprovecharé la ocasión de volver por el momento a mi propósito primitivo, que no fue ni pudo ser otro que el de reflejar en estos apuntes el colorido característico de aquella sociedad, su manera de ser, como ahora se dice, sus costumbres, sus deseos y modestas satisfacciones.

Aunque nacido en Madrid, y con fija residencia en esta villa, a cuyo desinteresado servicio he procurado consagrar mi escasa inteligencia y sincera voluntad; aunque en el curso de mi dilatada vida he tenido ocasión de conocer y apreciar las respectivas excelencias de todas o casi todas las principales ciudades de España, y muchas del extranjero, todavía queda un lugar señalado en mi corazón, un recuerdo indeleble en mi memoria, consagrados a la insigne ciudad que baña el Tormes, y que por sus afamadas escuelas mereció ser conocida con el epíteto de Atenas española, y por sus grandiosos monumentos artísticos, con el no menos preciado de Roma la chica.

Y no podía menos de ser así, por las circunstancias especiales que me rodearon desde la cuna respecto a esta celebérrima ciudad. -Oriundo de ella por mi padre don Matías Mesonero Herrera -según fue dicho ya en la Introducción a estas «Memorias»-, puede decirse que existía en mi sangre el germen de este filial cariño, que se fue desarrollando a la vista de todos los objetos, de todas las personas que rodearon mi infancia, de todas las gratas impresiones que mi buen padre, entusiasta salmantino, cuidaba de excitar en mi corazón.

Desde los primeros arrullos que escuché de sus labios cuando me dormía en sus brazos, a los sencillos y animados ecos de las canciones de la tierra -«Torito de la Puente - déjame pasar - que tengo mis amores - en el arrabal»; o la popular de las Habas verdes -«Ayer me dijiste que hoy - hoy me dices que mañana», etc.-, hasta los cuentos, refranes a idiotismos locales con que amenizaba sus narraciones; desde los sabrosos frutos de aquella feraz comarca, que abundaban en nuestra mesa, hasta el traje de charro con que gustaba adornar las infantiles personas de sus hijos de uno y otro sexo; desde los muebles, estampas y demás objetos que adornaban la casa, hasta la secular escribanía, obra de uno de los famosos artífices salamanquinos, y marcada con el Toro y la Puente, armas de la ciudad -que es la misma que conservo y que he usado toda mi vida-, todo conspiraba a crearnos en la imaginación una segunda naturaleza, un verdadero entusiasmo salmantino.

Además de este cariño, muy propio de un hijo bien nacido hacia su pueblo natal, reunía también mi padre otras circunstancias que lo ligaban más y más a su país. Formando el núcleo de los importantes negocios puestos a su cuidado, representaba en la corte los de aquella ciudad y provincia; era apoderado general de los Ayuntamientos, Cabildo eclesiástico, Universidad y Sexmeros de la tierra, y en general de todas las corporaciones, títulos y personas de cuenta en ella; y tanto, que cuando en ocasiones acertaban a ponerse en pugna los intereses respectivos, tenía que optar por una de las partes para representarla en su defensa.

Consecuencia de todo esto y de la natural franqueza del carácter castellano, era que su casa viniese a ser para los salmantinos una sucursal de la propia, y que se viese constantemente frecuentada por las personas más autorizadas de aquella sociedad, por los insignes doctores del gremio Universitario, por las dignidades del cabildo y clero regular, por los opulentos ganaderos y labradores, verdaderos dueños señoriales de aquel territorio, por los humildes charros de la tierra, a quienes se complacía en recibir indistintamente y sentar a su mesa con igual franqueza, sirviéndoles en sus negocios con la más sincera voluntad.

Sobre todo esto (que acaso a nadie puede interesar más que a mí) habré de pasar rápidamente en obsequio del bondadoso lector, para contraerme al objeto que en este instante mueve mi pluma, que no es otro que el de ofrecer un cuadro sencillo de alguno de los accidentes característicos de aquella sociedad, valiéndome para ello de la coincidencia, al terminar la guerra, con la primera visita que en compañía de mi familia hice a la región salamanquina.


- II -

En el mes de Agosto de 1813, apenas evacuada por los franceses la capital del reino a consecuencia de la gloriosa jornada de los Arapiles, mi buen padre, que con suma impaciencia había permanecido incomunicado durante cinco años con su país, aunque sabedor por el rumor público de la desdichada parte que en los desastres de la guerra había alcanzado; que se complacía en referirnos los pormenores de aquella importante jornada, mostrándonos en el mapa con el dedo los pueblos de Arapiles y sus colindantes, las Torres (donde radicaban sus bienes), Calvarrasa, Babilafuente y demás que fueron campo glorioso de aquella sangrienta batalla; que suspiraba y gemía, no por sus frutos perdidos, no por sus tierras, incultas o abandonadas, sino por los desmanes causados a su país natal a consecuencia de los frecuentes encuentros de los ejércitos franceses con los aliados anglo-hispano-portugués, no pudo resistir por más tiempo a su deseo de visitarle y convencerse por su misma vista de tanta calamidad y desventura.

Arrostrando los terribles obstáculos que a la sazón ofrecían los caminos destruidos, los pueblos, las ventas y caseríos incendiados, el ataque probable de las bandas de salteadores que había dejado la guerra en pos de sí, y los escasos o inverosímiles medios de comunicación que por entonces eran posibles, ajustó una galera (no recuerdo cuál de las dos que hacían el ordinario servicio entre Madrid y Salamanca, a cargo de los respectivos capataces Picota y Faco Brocas), y al rayar el alba de una mañanita de Agosto, previa la saludable y muy prudente preparación con los auxilios espirituales, y probablemente la de arreglar también sus negocios temporales, embanastó en el ya dicho vehículo a toda la familia, compuesta del matrimonio y cinco hijos, todos de tierna edad -yo, que era el segundo, contaba a la sazón diez años- y emprendimos con la ayuda de Dios una marcha heroica, que ofrecía a la sazón más peligro que el que hoy suelen arrostrar los osados exploradores de las regiones polares.

Difícil, cuando no imposible, será detallar por menor los diversos accidentes de tan arriesgado viaje, en las condiciones que quedan indicadas; y además de empresa larga y enojosa, acaso sería inútil, porque, por mucho que me lo recuerde mi infantil memoria, no he de alcanzar probablemente a diseñarlos con toda exactitud, como ni tampoco conseguiré persuadir al lector de hoy de lo que era un viaje por tierras españolas en el año de gracia de 1813, esto es, 64 años ha y a raíz de la famosa guerra de la Independencia.

Limitareme, por lo tanto, a decir que en las 33 leguas que separan a Madrid de Salamanca -y que hoy se salvan en diez horas, por ferro-carril-, empleó nuestra galera cinco días mortales, a razón de cinco o seis leguas en cada uno, y andando desde antes de amanecer hasta bien cerrada la noche. -La primera de estas la pasamos en la venta de la Trinidad, o más bien en su portalón, porque la absoluta ausencia de puertas y ventanas, incendiadas por unas y otras tropas, de camas y de muebles de ninguna clase, nos obligó a permanecer a bordo de la galera y consumir en ella las provisiones de boca que llevábamos de Madrid, y que buscar en la venta fuera pedir cotufas en el golfo. -Pasamos al siguiente día el famoso puerto de Guadarrama, divisorio de ambas Castillas, a pie enjuto (por estar a la sazón limpio de nieves) y escoltando la galera para librar de toda fatiga a las escuálidas mulas, que a las cinco o seis horas dieron en los pesebres de la desmantelada fonda de San Rafael.
Blasco Sancho, Villanueva de Gómez, Muñoz Sancho y Peñaranda de Bracamonte fueron las regaladas etapas en los días subsiguientes; y mi padre, que era gran andarín y no podía sufrir el traqueteo de la galera, no bien salimos al amanecer el último día de Peñaranda de Bracamonte, nos empeñó a emprender a pie y por vía de paseo la marcha a la ciudad, de la que aún distábamos siete leguas mortales, y luego que hubimos llegado a Ventosa y Huerta, pueblos más cercanos, todo se le volvía enristrar el catalejo para ver si alcanzaba a descubrir alguna de las torres que él tenía impresas en la imaginación; pero a medida que íbamos acercándonos se iba también anublando su semblante, y lanzaba suspiros y exclamaciones, porque echaba de menos muchas de ellas, que habían desaparecido en los horrores de la guerra.

Llegamos al fin a Salamanca, sanos y salvos (casi sin ejemplar), en la tarde de la jornada quinta, y luego que aquella noche, fue su primer cuidado a la mañana siguiente marchar con toda la familia a recorrer los barrios extremos, señaladamente los que dan al río Tormes y que ofrecían un inmenso montón de ruinas, una absoluta y espantosa soledad.

A su vista, mi buen padre, bañado en lágrimas el rostro y con la voz ahogada por la más profunda pena, nos hacía engolfar por aquellas sombrías encrucijadas, encaramarnos a aquellas peligrosas ruinas, indicándonos la situación y los restos de los monumentales edificios que representaban. -«Aquí, nos decía (sin saber él mismo que parodiaba a Rioja en su célebre composición A las ruinas de Itálica), era el magnífico monasterio de San Vicente; aquí el de San Cayetano; allá los de San Agustín, la Merced, la Penitencia y San Francisco; estos fueron los espléndidos colegios mayores de Cuenca, Oviedo, Trilingüe y Militar del Rey. -Aquí estaba el Hospicio, la casa Galera, y por aquí cruzaban las calles Larga, de los Ángeles, de Santa Ana, de la Esgrima, de la Sierpe, y otras que habían desaparecido del todo. -Tanta desolación hacía estremecer al buen patricio, y su llanto y sus gemidos nos obligaban a nosotros a gemir y a llorar también.

La verdad es que esta antiquísima, y monumental ciudad había sucumbido casi en su mitad, como si un inmenso terremoto, semejante al de Lisboa a mediados del pasado siglo, la hubiese querido borrar del mapa. El sitio puesto por los ingleses antes de la batalla de los Arapiles; la toma de los monasterios fortificados de San Vicente y de San Cayetano, y el incendio del polvorín y la feroz revancha tomada por los franceses la noche de San Eugenio, 15 de Noviembre, a su vuelta a la ciudad, fueron sucesos ocasionales de tanta ruina, y que no se borrarán jamás de la memoria de los salmantinos.

Angustiados nuestros corazones con tan tétrico espectáculo, y no pudiendo mi padre soportarle por muchos días, saconos al fin de la ciudad para los pueblos inmediatos de las Torres y Pelabrabo, donde, según dije antes, tenía sus propiedades, más bien que con el propósito de visitarlas, con el deseo de recorrer aquellos campos gloriosos, en que se verificó, el 22 de Julio del año anterior, la tremenda lucha entre los ejércitos aliados y el del invasor, que dio por resultado el señalado triunfo de los primeros.

Pisamos, pues, aquellas célebres, aunque modestas heredades, hallándolas casi yermas, si bien sembradas de huesos y esqueletos de hombres y caballos, de balería de todos calibres, y de infinitos restos del equipo militar. Era un inmenso cementerio al descubierto, que se extendía por algunas leguas a la redonda, y que ofrecía un horroroso espectáculo, capaz de poner miedo en el ánimo más esforzado. - Pero los muchachos lo apreciábamos de otro modo, convirtiéndolo todo en provecho de nuestros juegos y escarceos. Mis hermanitos y yo, unidos con los chicos de los renteros de mi padre, y con la mejor voluntad y patriótica algazara, reuníamos aquellos horribles restos, apilándolos en formas caprichosas y pegándoles fuego con los rastrojos, porque todos aquellos huesos, a nuestro entender, «eran de los pícaros franceses», y porque, según nos aseguraban los labriegos, aquellas cenizas eran muy convenientes para el abono de las tierras; otras veces, dedicándonos al acopio de proyectiles, les colocábamos en sendas pilas, como suelen verse en los parques y maestranzas, y recogiendo entre ellos aquellos más pequeños que podíamos llevar en los bolsillos, tornábamos a la aldea muy satisfechos de nuestra jornada y ostentando nuestro surtido de municiones. Otro día, conducidos por mi padre, nos dirigíamos a las dos célebres colinas, el Arapil grande y el de las Fuentes, teatro principal de aquella sangrienta jornada, y cuya nombradía alcanza a los tiempos heroicos de nuestra historia, según el Romancero:

«Bernardo estaba en el Carpio
Y el moro en el Arapil;
Como el Tormes va por medio,
No se pueden combatir».

Visitábamos después la humilde aldea que lleva este nombre, y en ella la casa de Francisco N., apellidado el Cojo de Arapiles, porque una bala de cañón le llevó una pierna cuando, según él decía, estaba dirigiendo al Lord en sus exploraciones por aquellos campos. Mostrábanos la ventana desde la cual asomado el mismo Wellingthon asestaba su anteojo en diferentes direcciones, y por más señas, nos enseñaba uno que decía ser el mismo, y que, por cierto, era demasiado vulgar y poco digno de haber sido usado por tan ilustre general.

De vuelta a casa la alegre comparsa de muchachos, comentábamos a nuestro modo los detalles de la batalla o la parodiábamos en las eras del pueblo, entonando al mismo tiempo la canción especial de que queda hecho mérito en el capítulo anterior: «Wellingthon en Arapiles - a Marmón y sus secuaces», etc., o bien tomándolo por otro tono y estribillo, prorrumpíamos en la otra cantilena local dedicada a D. Julián Sánchez el célebre guerrillero y héroe legendario de aquella comarca, y que decía de esta manera:

«Cuando D. Julián Sánchez
Monta a caballo,
Se dicen los franceses,
"Ya viene el diablo".
»Ea, ea, ea,
Ea, ea, eh,
Era un lancerito
Que me viene a ver,

Él me quiere mucho,
Yo le quiero a él.
»Un lancero me lleva
Puesta en su lanza,
¿Si querrá que yo vaya
Con él a Francia?
»Ea, ea, ea,
Ea, ea, eh, etc.».

Habiendo citado a este ilustre partidario, cuya bravura le conquistó la estimación del general inglés, permitiéndolo cooperar con su división, no sólo a la batalla de los Arapiles, sino a las de Vitoria, San Marcial, y hasta penetrar en Francia, trascribiré aquí un párrafo de una carta que D. José Somoza, excelente escritor y poeta, amigo y condiscípulo de Meléndez y de Quintana, me dirigió desde Piedrahita, su residencia ordinaria, en contestación a ciertas preguntas que le hacía sobre este famoso caudillo; decía, pues, así:

«Tienen fama las charras de Castilla, no sólo de buenas mozas, sino de enamoradas y sensibles en sus sombrías soledades. En virtud de este concepto, y por exageración, cuentan (y será cuento estudiantino) que en tiempo de la guerra de la Independencia, cuando los lanceros de D. Julián Sánchez, todos mozos del país, defendían la provincia contra los franceses, refería, lamentándose, una madre al fraile de cuaresma los devaneos de una hija con los dichosos lanceros, para que reprendiese a la muchacha. Pero el fraile exclamaba a cada paso: ¡Cuánto me alegro yo de eso! -Tantas veces exclamó, que le preguntó la madre por qué razón se alegraba, a lo que contestó el fraile: "Porque no sabía yo que tenía tanta gente D. Julián"».


Para terminar con este personaje, celebérrimo en aquella comarca (y cuya suerte posterior nunca pude saber), diré que cinco años después, en 1818, hallándome de nuevo en Salamanca, en una expedición hecha en compañía de otros jóvenes a la villa de Tamames, teatro de una de las más señaladas proezas del D. Julián, tuve ocasión de conocerle personalmente, presidiendo una corrida de toros dada en su obsequio en la plaza de dicha villa: por cierto, que en ella se dio el singular espectáculo de que no habiendo quien concluyese con el último toro, como quiera que fuese entrada ya la noche, el guerrillero presidente dispuso acudir a su acostumbrado expediente de fusilar al enemigo, a cuyo efecto y de su orden salieron de todos los ángulos de la plaza multitud de tiros que acabaron en breve con la fiera, no sin algún susto (aunque con mayor contentamiento) de los espectadores, que hallaban muy natural la adopción de este remedio casero, y muy propio para terminar la función taurina.



- III -

Y ya que el giro de mi discurso me ha conducido, sin saber cómo, desde 1813 a 1818, aludiendo a mi nueva estancia en Salamanca en esta última fecha, no quiero despedirme de aquella ilustre ciudad y tierra, sin consignar alguna de las impresiones que en la citada época, y ya en edad más propia, produjeron en mi ánimo y conserva cariñosamente mi memoria las singulares dotes que realzan a aquella interesante localidad.

Necesariamente ha de dominar en mis recuerdos el de su celebérrima Universidad, que, aunque grandemente decaída de su antiguo esplendor, todavía en 1818 ofrecía una fisonomía característica y animada. En sus antiguas aulas parece aspirarse aún el acento y la doctrina de un Luis de León, de un Francisco Sánchez, el Brocense; de un Melchor Cano, de un Diego de Deza y de cien ilustres varones, gloria de los siglos XVI y XVII; todavía hasta fines del pasado descollaban en la enseñanza D. Diego de Torres, Fr. Diego González, Forner, Meléndez Valdés y otros, que, con el coronel Cadalso, el insigne Jovellanos, Cienfuegos, Quintana y Sánchez Barbero, presidieron al renacimiento del buen gusto y de las letras españolas, formando la que con justo título fue apellidada Escuela Salmantina. -Mi imaginación juvenil y mi asombrosa memoria se complacían en recordar bajo aquellas sombrías bóvedas las magníficas composiciones de aquellos ilustres vates, maestros del buen decir y de la poesía castellana; deleitábame en recitar en alta voz la Noche serena, de Fr. Luis de León; El Murciélago alevoso, de Fr. Diego González; las punzantes letrillas y sarcásticos epigramas de Iglesias, y, sobre todo, las incomparables églogas y romances de mi autor favorito, el dulcísimo Meléndez Valdés, el cantor de La Vida del campo y de La Flor Zurguén.


La espléndida pléyade de aquellos ilustres profesores de la Universidad Salmantina era todavía, en 1818, representada por los sabios doctores D. Toribio Núñez, don Miguel Martel, D. Martín Hinojosa, D. Tomás González, D. José Mintegui, D. Juan Justo García, D. Diego González Alonso, y otros que no recuerdo ahora; pero casi todos ellos se hallaban a la sazón separados de las cátedras, a consecuencia de la injusta causa que les suscitó, en 1815, el fanático ministro de Fernando VII, Lozano de Torres, a pretexto de sus ideas políticas y de cierto plan de estudios que habían presentado a las Cortes del año anterior; causa y persecución que me eran muy conocidas por haber sido testigo de las gestiones de mi padre en defensa de dichos doctores, que le tenían confiados sus poderes.

Recorriendo luego los magníficos monumentos que aún quedan, y que, a pesar de la sensible pérdida de tantos otros, todavía conservan a la ciudad de Salamanca su carácter excepcional, admiraba la bellísima Catedral; la elegante fábrica del templo y convento de la Compañía, que pudiera muy bien disputarla aquel título; el artístico Santo Domingo (San Esteban), que tuvo la gloria de albergar a CRISTÓBAL COLÓN, bajo la protección de fray Diego de Deza -y en el cual discutió y aun convenció a los doctores allí reunidos de la verdad de sus inmortales proyectos-; la magnífica iglesia de las Agustinas y el palacio contiguo de Monterey; los espléndidos colegios mayores, Viejo y del Arzobispo, y otros grandiosos edificios de la mayor importancia: las casas de Las Conchas, la de La Salina, La Torre del Clavero, etc., realzadas por interesantes hechos históricos y románticas leyendas; El Puente romano y la inmensa y monumental Plaza Mayor, que es sin disputa la primera de España, y a quien pudiera hacerse la misma pregunta que madame Stael dirigía a la capital de Rusia: «San Petersburgo, ¿qué haces aquí?».

En ella presencié, durante la animada feria de Setiembre de aquel año, las famosas corridas de toros, las más concurridas y aparatosas que he presenciado en España, aunque entren en corro las de Madrid, Sevilla y Valencia; por cierto que en una de ellas quedó gravemente herido, el célebre primer espada, que, si no me engaña la memoria, se llamaba Curro Guillén, y en ella había quedado muerto algunos años antes un hijo del insigne matador Pedro Romero. -Estas catástrofes, muy probables en aquella plaza por su desmedida extensión, la altura y corpulencia de los toros de Peñaranda de Bracamonte, y la presencia de un pueblo numeroso e inteligente, que excitaba imprudentemente el ardor de los lidiadores, hacían a estos retraerse de concurrir a ella y aun poner ciertas condiciones, de lo que era buen testigo mi padre, que solía ser el encargado por el Ayuntamiento de contratar las cuadrillas en Madrid. Hoy, más cuerdamente, no su celebra tal función en la plaza Mayor, y sí en un circo más proporcionado, construido al efecto.

El carácter, en fin, alegre, franco y decidor de los salamanquinos, salpimentado con ciertos dejos epigramáticos y aun sarcásticos, y los favores y distinción que (sin duda en obsequio de mi buen padre) me prodigaron todas las clases de la sociedad en mi tierna juventud, me hicieron, repito, conservar de ellos una memoria halagüeña y contraer amistades que sólo la muerte ha podido borrar. -Con ellos, con mis jóvenes camaradas, pude conocer también y apreciar las costumbres de la tierra, asistir a fiestas y romerías y a los peligrosos herraderos, en que lucían su destreza y hasta su temeridad; con ellos recorrí también aquellos fértiles campos, aquellas opulentas granjas y caseríos, en que sus dueños y arrendatarios los Lasos de Rodas Viejas, los Sánchez de Terrones y los Venturas de Gallegos de Huebra, con su campesina magnificencia, sus animados festines, sus pintorescas bodas, su natural ingenio, y hasta su cultura y distinción, traían a mi memoria las bucólicas descripciones de Rojas en el García del Castañar, que acababa de oír en Madrid de los labios del incomparable actor Isidoro Mayquez.

Sin duda alguna que el trascurso de sesenta años y la diversa índole de nuestra sociedad actual habrán alterado aquellas costumbres, entonces verdaderamente patriarcales; pero, a pesar de tantas y tantas vicisitudes, todavía habrá al menos que rendir el debido homenaje a un pueblo cuya sensatez, ilustración y cultura ha sabido resistir a las terribles pruebas de tres guerras civiles, sin tomar parte en ninguna de ellas, sin haber regado sus campiñas con la sangre de sus hijos, ni añadido una página sola a nuestra lúgubre historia contemporánea.