30 de mayo de 2009

Magarza

Mariquita...

sobre una flor de cardo.

Mosca

Vilanos

Pequeño saltamontes...

resguardado en una flor de amapola.

Espigas de cereales

Recogiendo polen...

en una flor de cardo.

Escaramujo (Rosa canina)

Escaramujo (Rosa canina)

Amapola

VILLAVIEJA A COMIENZOS DEL SIGLO XIX

Entre 1826 y 1829, publica D. Sebastián Miñano y Bedoya su “Diccionario Geográfico y Estadístico de España y Portugal” en once tomos en el que se recoge que Villavieja tiene en esa época (1828)unos 280 vecinos y 999 habitantes. Si tomamos este dato como bueno y le aplicamos los índices de crecimiento vegetativo (nacimientos menos defunciones) que podemos sacar de los libros parroquiales de esa época podríamos establecer que la población de Villavieja a comienzos del siglo XIX debía de estar muy cerca de los 900 habitantes. Los primeros años de dicho siglo fueron durísimos para la mayor parte de la población española y por tanto también para la villaviejense. Una serie de malas cosechas produjeron durante los años 1803-1805 unas subidas espectaculares de los precios de los cereales y un hambre espantosa, lo que finalmente se tradujo en un gran aumento de la mortalidad como podemos ver en los siguientes gráficos elaborados a partir de los libros parroquiales que se conservan en el Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo.



De acuerdo con ellos, la población de Villavieja experimentó en los primeros años del siglo XIX un bajón espectacular, que probablemente la situó a finales de 1810 en unos 700 habitantes más o menos.
A comienzos de siglo, Villavieja sigue siendo una villa de Señorío, perteneciente al Marqués de Cardeñosa y Conde de Luque, títulos que por aquel entonces correspondían a Cristóbal Rafael Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas que es, por tanto, quien, anualmente, procede al nombramiento de todos los cargos municipales (alcaldes ordinarios, regidores, depositario, alcaldes de la Santa Hermandad, mayordomos de la diferentes cofradías, ….. A continuación tenemos la lista de los cargos nombrados para los años 1809 y 1810.



Es, por consiguiente a estas personas a quienes les va a corresponder la ingrata tarea de lidiar en primera instancia con las tropas francesas que llegarán a Villavieja en el mes de Marzo de 1809.

En cuanto a producción económica, podemos asegurar sin temor a equivocarnos mucho que a comienzos del siglo XIX no sería muy distinta de la que nos proporcionan unas contestaciones a un cuestionario del rey Carlos III de 1769 y que pretendían preparar la repoblación de la zona. Estas averiguaciones constituyen lo que hoy conocemos con el nombre de “Libro del Bastón” (1770) en el que se recogen una serie de datos para todos los pueblos de la zona de Ciudad Rodrigo. Según lo expresado en dicho libro, Villavieja tiene una extensión de 5535 fanegas (sin contar las correspondientes a Santidad, que son otras 1161) que se dedican a “45 para hortaliza y lino, 1547 para trigo, 2407 para centeno, 78 para cebada, 709 de pastos limpios, 418 con monte y 330 de inútil” Estos terrenos “producen en cada un año, regulado por un quinquenio, 45 arrobas de lino; 2250 fanegas de trigo, 4015 de centeno y 130 de cebada”. Como se puede deducir la relación entre lo sembrado y recogido es bastante baja. Es algo común en todo el corregimiento y que se recoge también en las contestaciones de la siguiente manera: “las cosechas que se estiman buenas en él, apenas medianas [las] juzgan labradores e inteligentes de otros Territorios del Reyno”. No así en cuanto a los pastos y ganados: “sus pastos muchos y buenos, crían, y mantienen abundancia de todos ganados mayores y menores”. Tiene Villavieja en esa época, “474 cabezas de vacuno, 3535 de lanar, 1060 cabrío, 750 de cerda, 78 caballar, 10 mular, 117 jumentos, [y] 106 colmenas”.

También se dan en dichas averiguaciones los precios que tenían en el corregimiento de Ciudad Rodrigo, bastantes productos relacionados con las actividades agrarias así como con la caza y pesca. Son los siguientes:
fanega de trigo: 30 reales (1 fanega = 55,5 litros)
fanega de centeno: 20 reales
fanega de cebada: 14 reales
fanega de garbanzos: 50 reales
fanega de garrobas: 16 reales
fanega de linaza: 40 reales
cántaro de vino: de 7 a 7,5 reales (1 cántaro = 16,133 litros)
cántaro de aceite: de 54 a 58 reales
tasa de bellota: de 60 a 70 reales (La tasa de bellota era la cantidad de ésta que podía comer en la temporada de ceba un cerdo grande)
arroba (11,5 kg) de lana merina: de 34 a 40 reales
arroba de lana churra o basta: de 22 a 24 reales
una gallina: de 3 a 4 reales
una perdiz, 2 reales
una codorniz, 24 maravedíes (1real=34 maravedíes)
una liebre:, de 2,5 a 3 reales
un conejo, 40 maravedíes
libra de truchas, tencas y anguilas: 2,5 a 3 reales (1 libra=16 onzas= 460 gramos)
libra de barbos y bogas: de 20 a 28 maravedíes
arroba de miel, 50 reales
celemín de nueces: 2 reales (1 celemín= 4,6 litros)
cuartillo de leche, 8 maravedíes (1 cuartillo=0,504 litros)
libra de queso de cabras y ovejas: de 1 a 1,5 reales


En los últimos años del siglo XVIII estos precios habían experimentado una buena subida (más de un 50%) pues, por ejemplo, la fanega de trigo en 1800 costaba en Villavieja 50 reales. La explicación para esta importantísima subida habría que buscarla con toda probabilidad en algún año de mala cosecha, como sucedió luego en el periodo 1803-1805 y que dio lugar a la espectacular hambruna que ocasionó una altísima tasa de mortalidad de la que ya hemos hablado anteriormente. No obstante, en 1808, la fanega de trigo había vuelto a recobrar más o menos los precios de 1770 o incluso más bajos, 1 fanega de trigo se vendía en 1808 a 25 reales. En el gráfico anterior podemos ver la evolución de los precios de las fanegas de trigo y centeno en Villavieja durante el periodo 1806-1815 en el que se desarrolló la Guerra de la Independencia (1808-1814). Como se puede ver hubo un aumento espectacular en los precios durante los años 1811 y 1812. Algo similar a lo experimentado en la mayor parte del territorio español. El resultado una terrible hambruna. Y es que esa es la característica principal de los primeros años del siglo XIX en cuyo periodo se desarrolla la guerra contra los franceses. Dice Emilio de Diego García (1), historiador español y especialista en la Guerra de la Independencia Española que “el hambre es la gran catástrofe de la guerra de 1808 a 1814. Un hambre atroz que produce la mayor parte de las bajas y que determina, incluso, la capacidad operativa de todas las fuerzas en presencia. Un hambre que afecta a la población civil española por supuesto, que tiene que sufrir las sensaciones del ejército regular español, de la guerrilla, de los ingleses y de todo el que pasa y, que por tanto, se especializa en ocultar lo poco que tiene y en resistirse. Pero que cuando se resiste y el soldado que pasa por allí o el guerrillero que tiene que aprovisionarse allí y no lo encuentra y está necesitado, recurrirá a un grado de violencia extraordinario y la respuesta será un grado de violencia también del otro lado. Una espiral que hará que la Guerra de la Independencia sea el conflicto más cruel que se había conocido hasta entonces. Pero no sólo pasa hambre la población civil, pasan hambre los soldados españoles que andan descalzos, mal vestidos, y con hambre toda la guerra. Pero los soldados franceses, también. Esos que vemos con uniformes tan brillantes en las películas, pasan un hambre atroz”


Grabado correspondiente a la serie “Los Desastres de la Guerra” de Goya. El autor representa la hambruna padecida por la población de Madrid desde septiembre de 1811 y una de sus consecuencias: el latirismo, una enfermedad producida por consumir un exceso de “almorta”. La planta, de nombre científico Lathyrus sativus, es capaz de resistir unas condiciones climáticas muy adversas y tiene un aspecto parecido al garbanzo, pero de contorno mas cuadrado.. Su nombre común en castellano es almorta, alverjón, diente de muerto (por su forma), guija, muela, … En Castilla La Mancha con su harina se elaboran las típicas “gachas”.


(1) “España, el infierno de Napoleón. La Guerra de la Independencia”. El Correo Digital. http://servicios.elcorreodigital.com/aula-de-cultura/2008/emilio-de-diego/01.htm.

LA DIVISIÓN LAPISSE

Tras los sucesos del 2 de Mayo de 1808 en Madrid contra las tropas francesas se va produciendo un levantamiento generalizado en todo el territorio español contra el ejército de Napoleón que había penetrado en España como “aliado”. El 19 de julio de 1808 tiene lugar en Bailén la sorprendente, por inesperada, victoria de un ejército español al mando del general Castaños sobre las tropas francesas del general Dupont. La noticia de la derrota francesa se extendió por toda la península y obligó al rey José, hermano de Napoleón, a abandonar Madrid. En consecuencia, los ejércitos franceses se repliegan hacia el Norte. La derrota pone en duda, además, la aparente invencibilidad de los franceses. Por todo ello, Napoleón tiene que acudir a la península con un nuevo y numeroso ejército de veteranos (la Grande Armée) para tratar de enderezar el rumbo que habían tomado los acontecimientos. Al mismo tiempo un ejército inglés al mando del general Moore penetra en España desde Portugal para oponérsele y lo hace precisamente por nuestra provincia. La superioridad francesa resulta apabullante. Los diferentes ejércitos españoles son derrotados en Espinosa de los Monteros, Tudela, Gamonal y Somosierra. Napoleón entra en Madrid el 4 de Diciembre y acto seguido se revuelve contra Moore, que se ve obligado a replegarse hasta la Coruña.


El comienzo de toda la actividad francesa en la provincia de Salamanca tiene su origen en las directrices plasmadas por Napoleón en una serie de cartas dirigidas a su jefe de Estado Mayor, mariscal Louis Alexandre Berthier y a su hermano José Napoleón, rey de España. El emperador francés que había regresado ya desde Astorga a Benavente camino de Francia, le indica el día 4 de Enero a Alexandre que le haga saber al general Lapisse “que debe permanecer en Benavente, donde formará un cuerpo de observación; que debe acantonar sus tropas en Benavente y sus alrededores para reposar y restablecer el orden y la disciplina. Formará también un almacén de harina para 100.000 raciones de pan debiendo tener siempre 20.000 raciones de pan hechas…. Tendrá bajo sus órdenes a la brigada de dragones del general d’Avenay que está en Toro y la del general Maupetit que está en Zamora. Esas brigadas están encargadas de desarmar esas provincias, de someter las ciudades y de hacer publicar mis proclamas”. (1)

La Gaceta del Gobierno del 10 de Abril de 1809, editada por la Junta Central establecida en Sevilla, informaba a los españoles acerca de la estructura de los ejércitos franceses indicando que era bastante similar a la de las antiguas legiones romanas. Desde Febrero de 1808, lo que ellos llamaban un Cuerpo de Ejército, a las órdenes de un Mariscal, se componía de dos divisiones de infantería, y una división de caballería, además de su correspondiente artillería, ingenieros, etc. Cada división de infantería estaba mandada por un General de división y constaba de dos brigadas; estando cada una de éstas al mando de un General de brigada. Cada brigada se componía de dos regimientos; cada regimiento, de tres batallones; cada batallón, de seis compañías (antes de 1808 eran nueve) ; y cada compañía, de poco más de cien hombres.
Las tropas al mando del General Pierre Belon Lapisse estarían formadas, por tanto, por unos siete mil quinientos soldados de Infantería, a los que habría que añadirles unos ochocientos jinetes de la brigada de Caballería del General Maupetit. En la figura podemos ver la estructura (brigadas y regimientos) de la mencionada División.


Además de las provincias de Zamora y Toro, Lapisse se encargará también de la misma tarea en la de Salamanca. El día 11 de Enero en otra carta enviada por Napoleón a su hermano José desde Valladolid le indica que “así que el general Lapisse haya finalizado en Zamora, le haré marchar sobre Salamanca que aún está ‘en revuelta’ y donde hay 3 ó 4.000 hombres”.(2)
Son, por tanto, estas tropas las que pasarán por nuestros pueblos, requisando armas y víveres, publicando las proclamas de Napoleón –en particular la del 7 de Diciembre- imponiendo contribuciones y saqueando.

LOS FRANCESES ENTRAN EN SALAMANCA

Lapisse comienza a efectuar diligentemente la misión que se le ha encomendado en la mencionada carta del 4 de Enero de 1809 y así, en los días siguientes avanza hacia Zamora. Napoleón se lo relata a su hermano José de la siguiente manera: “Mi hermano, Zamora no ha querido someterse. Ha sido necesario entrar a la fuerza. El general Darricau ha llegado allí el día 10 con cuatro batallones. La ha batido en brecha y la ha tomado al asalto. Ha habido diez soldados muertos.” (3)

Poco después Lapisse, manda parte de sus tropas hacia Salamanca. Tiene ésta en aquella época unos 15.000 habitantes, estando la población constituida en su mayor parte por académicos (profesores, estudiantes) y religiosos. En la puerta de Zamora y en sus inmediaciones viven los labradores. En la ribera del Tormes se asientan los curtidores. Salamanca no está preparada para efectuar ninguna defensa militar. No posee guarnición fija, ya que desde antiguo los responsables de la Universidad han logrado imponer el criterio de que soldados y estudiantes juntos constituían una mezcla no muy recomendable. Debido a ello, es Ciudad Rodrigo la capital de la provincia y por tanto el lugar donde residen las más altas autoridades militares, así como las tropas a su mando. Por otro lado, en el último semestre del año anterior (1808), Salamanca alistó y envió a diferentes lugares a cerca de cinco mil hombres. No hay por tanto fuerzas para efectuar una defensa medianamente eficaz.

El 11 de Enero se rumorea ya en la capital charra que los franceses están de camino. El pánico se apodera de muchas personas principales, que abandonan la ciudad dirigiéndose hacia sitios más seguros, como Ciudad Rodrigo y el norte de Extremadura. Los primeros en irse fueron los miembros de la Junta, teóricamente la máxima autoridad militar local. Le siguen también algunos religiosos, a quienes el ejército invasor les tiene especial inquina, ya que les considera los principales responsables y sostenedores del levantamiento popular.

El día 16 de Enero, a primeras horas de la mañana, llega a la puerta de Zamora una avanzadilla de la caballería francesa. Se trata de un pequeño destacamento (algunos historiadores hablan de 18 jinetes mientras que otros dan la cifra de 28) . Se les hace saber que la ciudad no opondrá resistencia. Después de anunciar que por la tarde o al día siguiente llegaría el grueso de las tropas, fijaron en la puerta la famosa proclama del 7 de Diciembre firmada por Napoleón dirigida a los españoles y se alejaron. Parece ser que poco después, dos (o tres) oficiales ingleses arrancaron o intentaron arrancar la proclama y pretendieron convencer a los salmantinos de que se defendiese la ciudad. Pero éstos no estaban por la labor. Salamanca se dispuso a recibir a los franceses en paz y sin violencia.

Mapa de Salamanca de 1858 con los nombres de algunas de sus puertas, que nos ofrece una idea bastante aproximada de cómo era la ciudad amurallada en 1809. La estrella indica la posición del Palacio de Garcigrande (actual sede de Caja Duero) que fue elegido como residencia por el general Maupetit.
Modificado de una imagen original. Wikimedia Commons

Según dice Villar y Macías, en su Historia de Salamanca, el día 17 de Enero a las dos de la tarde llegaron 500 jinetes al mando del general Maupetit. Al día siguiente lo hicieron mil quinientos hombres de Infantería que traen consigo además un cañón y dos obuses.

Y con la llegada de los franceses, comienzan los problemas para los salmantinos. Como ciudad ocupada Salamanca tuvo que pagar su correspondiente tributo. Trascribimos a continuación parte de una carta que un informante envía desde Alba de Tormes a la Junta de Ciudad Rodrigo (4). La misiva está fechada el 20 de Enero, es decir tres días después de la llegada de las tropas francesas a la ciudad. Dice así:

Sr. Gobernador y Junta de Ciudad Rodrigo
Supone la de esta villa que ustedes se hallan mejor informados de la entrada de las tropas francesas en Zamora y Salamanca. De aquella no hemos tenido noticias positivas por no haber regresado una diligencia que despachamos hace ocho días. De ésta sabemos que son 1.600 de mala Infantería y 400 de Caballería muy mal montada, todos de varios Cuerpos y mal tratados con dos cañones y un obús y un cañón de a cuatro que tienen a la puerta de Zamora muy malos. Que han sacado con violencia las camas de las casas y tiran en la calle los colchones menos buenos. Que los oficiales se portan con insolencia en los alojamientos, … y todo lo escudriñan como para saquearlos. Que les han dado la plata que tenía allí depositada el ejército de Castilla; pretenden una hora de saqueo; y han pedido por la ciudad cantidades a las Comunidades al parecer para darlos tres millones por [evitar] el saqueo. Que el vecindario está como pasmado, murmura de la Junta y no obstante haber entregado una porción asombrosa de armas se teme un levantamiento. Que se insinúa la conquista de esa Plaza [Ciudad Rodrigo]; pero no se cree sino que van a Segovia… Que piden 1.600 pantalones, otros tantos ponchos, botines y zapatos y ya han sacado el paño de las tiendas. Que hoy hay función en la Catedral de Proclamación y Jura [del rey José]. Que han vuelto las monjas, que no habían salido de la ciudad, a sus conventos …”

Los robos por parte de los soldados franceses fueron bastante frecuentes. Dice Villar y Macías, citando a Zahonero que “robaron tanto en tantas partes que en la plaza de la Verdura vendían muebles y alhajas de casas y templos, que compraba esta turba de merodeadores y cantineros que sigue a los grandes ejércitos…”. Para que nos hagamos una idea del pillaje o saqueo a la que solían someter a las poblaciones ocupadas, ponemos a continuación un inventario de las alhajas que llevaban dos soldados alemanes de caballería que desertaron del ejército francés cuando patrullaban por nuestra comarca, cuando fueron entregados a la Junta de Ciudad Rodrigo el 5 de Marzo de 1809 (5):
….
Una caja de piedra, embutida en plata
Un par de hebillas pequeñas de plata
Dos rosarios engarzados en plata con medallas y cruces de lo mismo
Un galápago y pendientes de oro, uno de los pendientes se halla descompuesto.
Otro pequeño con hilo de los mismo.
Otros pendientes de oro con granos de aljófar
Tres botones de oro afiligranados
Un cubierto de plata
Cinco pañuelos de varios colores
Una mantilla blanca
Varias alhajitas de plata dentro de una cartera
Una cucharita de cáliz con su purificador
……
Los franceses se asientan pues en Salamanca y sus alrededores, efectuando frecuentes salidas hacia los pueblos cercanos en los que realizan las tareas encomendadas por Napoleón: requisa de armas, caballos y víveres, recaudación de la contribución especial impuesta a cada municipio, publicación de proclamas, y si llegaba el caso, el correspondiente saqueo.

(1) Correspondencia de Napoleón I, Tomo XVIII, pág. 176 Nº 14653 A Alexandre, príncipe de Neuchatel, Mayor General, en Benavente
(2) Correspondencia de Napoleón I. Tomo XVIII, pág. 198. Nº 14684. A José Napoleón, rey de España, en El Pardo
(3) Correspondencia de Napoleón I. Tomo XVIII, pág. 199. Nº 14685. A José Napoleón, rey de España, en El Pardo
(4) Archivo Histórico Nacional, Estado, Legajo 65 G, nº254
(5) Archivo Histórico Nacional, Estado, Legajo 65 G, nº 245

LAS TROPAS ESPAÑOLAS Y ALIADAS EN LA COMARCA

CIUDAD RODRIGO

En nuestra provincia, son las autoridades militares de Ciudad Rodrigo las que están organizando la defensa de la ciudad y de la zona sur de la provincia. Según un informe (1) elaborado a primeros de Marzo de 1809 por don Miguel Ramón Modet, Alcalde del Crimen de la Real Chancillería de Valladolid y Comisionado de la Junta Suprema ante la de Ciudad Rodrigo para reanimar el espíritu público y activar los alistamientos, la requisición de caballos y el cumplimiento de las demás Reales Órdenes, Ciudad Rodrigo tenía “tres mil quinientos hombres de todas armas, entre ellos cincuenta caballos y trescientos artilleros…“. En dicho informe se “dice que el alistamiento había producido en los 85 pueblos de aquel partido 1812 hombres… La ciudad ha tenido siempre milicias urbanas en número de 600 plazas. Su vecindario es de 1.400 vecinos inclusos los arrabales, huerta y lugares de la socampana. … La muralla se halla coronada de 50 cañones, tres morteros y dos obuses” . Con los hombres alistados se han formado los tres Batallones de Voluntarios de Ciudad Rodrigo, encuadrados en los cuales se deben encontrar muchos jóvenes villaviejenses ya que el reglamento publicado por la Junta Central y por el cual debían regirse los alistamientos preveía que en éstos se incluyesen en primer lugar los voluntarios y después todos los varones solteros de edades comprendidas entre 16 y 40 años. Se excluían de la lista, los cortos de talla, los hijos únicos de viuda, los de padres sexagenarios o impedidos, … Teniendo en cuenta que el número de vecinos de todo el corregimiento de Ciudad Rodrigo que proporciona el libro del Bastón y el número de éstos que correspondían a Villavieja, una simple regla de tres nos indica que de los 1812 hombres alistados, alrededor de unos cuarenta o cincuenta deberían ser de Villavieja.


DON JULIÁN SÁNCHEZ, EL CHARRO

Entre las tropas acantonadas en Ciudad Rodrigo, se encuentra un soldado veterano, Julián Sánchez García que desde los primeros momentos (Agosto de 1808) se presentó “voluntario con armas, caballo y uniforme”(2) Había nacido Julián en 1774 en el pueblo de Muñoz y era como decimos soldado veterano que había luchado ya contra los franceses en la Guerra del Rosellón (1793-1795) encuadrado en el Regimiento de Infantería Mallorca, habiendo estado prisionero durante año y medio. Se había licenciado en 1801. Teniendo en cuenta su experiencia militar, cinco días después de alistarse fue nombrado cabo primero y, un mes después sargento. Está encuadrado en una unidad en plena formación denominada “Voluntarios de Caballería de Ciudad Rodrigo”. Al frente de una partida de unos doce lanceros recorre el territorio salmantino cumpliendo las órdenes de la Junta acerca de la requisa de armas y caballos, además de atacar cuando la ocasión es propicia a pequeños destacamentos de tropas francesas que realizan también la misma función. Así, a finales de Enero de 1809, ya con los franceses asentados en Salamanca, actúa en la comarca de Ledesma recogiendo ocho caballos y veintinueve armas, entre fusiles y escopetas, teniendo un fuerte enfrentamiento verbal con el Alcalde Mayor de Ledesma que le impide culminar esa función en dicha villa, -don Julián se encuentra solo ya que sus hombres se han quedado en Sando. (3). Esta es la razón por la cual la Junta de Ciudad Rodrigo califica de “conducta delincuente del Alcalde Mayor de la villa de Ledesma que entregado sin reserva al gobierno francés, frustró el efecto de las diligencias de aquel [D. Julián] y los buenos deseos de los vecinos de dicha villa que tan de grado se prestaron a entregar sus armas y caballos”. (4)
Por estas tareas y otras acciones militares el 13 de febrero de 1809 fue nombrado alférez de Caballería.


LA LEGIÓN LUSITANA

Algunos oficiales ingleses, con la aprobación de las autoridades británicas (lord Castlereagh, julio 1808) y el patrocinio de ciertas personalidades portuguesas como el Obispo de Oporto organizaron en la mitad norte de Portugal una especie de ejército popular privado sobre la base del enganche voluntario. Se trataba de una fuerza que se denominó “Loyal Lusitanian Legion” (Leal Legión Lusitana) y que tras el reembarque en La Coruña del ejército inglés del general Moore fue la única fuerza de alguna entidad, junto con algunas unidades regulares portuguesas, que se podía oponer débilmente al avance de los franceses en territorio luso. Estaba formada por tres batallones de infantería ligera, una compañía de artillería y un cuerpo de caballería ligera. En total poco más de 2.500 hombres. A diferencia de las unidades militares inglesas que vestían casaca roja, la Legión Lusitana adoptó para sus uniformes la chaqueta de color verde y los pantalones blancos. Estaba al mando de esta unidad el General de Brigada Sir Robert Wilson, un oficial británico con fama de aventurero y oportunista. Es a este general, a quien la Junta Suprema española establecida en Sevilla, le encomienda la coordinación y el mando de las tropas aliadas luso españolas en esta zona. Wilson situó las tropas por delante de Ciudad Rodrigo desde Almeida (Portugal) hasta el Puerto de Baños (Béjar), siendo este último punto verdaderamente estratégico ya que impedía las comunicaciones de los franceses situados en Salamanca con los que ocupaban Extremadura.

Desde estas líneas las tropas de la Legión Lusitana, a la que desde el 10 de Enero de 1809 se ha unido el Primer Batallón de Voluntarios de Ciudad Rodrigo ejercen una constante labor de patrullaje y contención de las incursiones de la caballería francesa, atacando correos y convoyes. En Villavieja hay situado un puesto de observación. No solamente los militares se encargan de esas tareas. También los campesinos intervienen a veces activamente, como el caso de un pastor “que en la tarde del 22 de los corrientes [enero] y en la calzada de Salamanca a Zamora en cuyas inmediaciones apacentaba ganados lanares de su cargo, sorprendió y quitó la vida a un soldado francés de Caballería que conducía una carta que se pasa a manos de V.M., con la que y el caballo sin armas se presentó en el lugar de Garcirrey desde donde ha venido a esta Plaza [Ciudad Rodrigo]…” (5) La carta en cuestión era enviada por el General de Brigada de Infantería Darricau situado en Salamanca al general de División Lapisse que está en Zamora. En ella le da cuenta de las frecuentes escaramuzas con las tropas “inglesas” y del malestar de la población salmantina, indicándole al respecto que “esperamos ser atacados a cada instante” por lo que le sugiere que le vuelva a enviar un batallón de uno de sus regimientos que estaba en Toro.


(1) AHN, Estado, Legajo 16, A, 9
(2) AHN, Estado, Legajo 41, 223
(3) AHN Estado, Legajo 41, nº 221
(4) AHN Estado, Legajo 41, nº 223
(5) A.H.N. Estado, Legajo 41, 223

LAPISSE COMIENZA A MOVERSE

Durante mes y medio aproximadamente la división Lapisse ha ocupado los alrededores de Zamora y Salamanca esperando acontecimientos. Según el plan de Napoleón debería de penetrar en Portugal por la zona de Ciudad Rodrigo a fin de apoyar la invasión que desde Galicia realizase el mariscal Soult y la que debería efectuar simultáneamente el mariscal Victor desde Extremadura. El ataque desde Galicia a Portugal se lleva a cabo con bastante retraso sobre las previsiones iniciales. Además aparece un problema que para los franceses se va a volver fundamental y es la falta de comunicaciones entre los diferentes ejércitos, cortadas por los guerrilleros o los restos de las unidades del ejército regular español (general La Romana).


Esa falta de noticias sobre lo que ocurre en Portugal va a afectar a los movimientos de Lapisse en Salamanca. Ya a comienzos de Febrero el mariscal Victor, situado en Toledo le pide al rey José que le transmita al duque de Istria, el mariscal Bessieres que está en Valladolid, “la orden formal de enviar la división Lapisse y la brigada de caballería del general Maupetit a Alcántara, con el itinerario de la marcha de esas tropas y el aviso expreso de no hacer ningún cambio, así yo podría contar con ellas…” (1)

No obstante, el rey José, al que Napoleón ha entregado la corona de España, se resiste a dar esa orden esperando lo máximo posible a ver si se tienen noticias del ejército de Soult.
A finales de Febrero el general Lapisse se prepara para seguir el plan de Napoleón. En consecuencia procede a trasladar el grueso de la división hacia Salamanca. Así, según relata Villar y Macías, “el 22 del mismo mes [Febrero] entraron otros cuatrocientos infantes y al día siguiente cuatro mil, con diez y ocho cañones y el 24 otros cuatro mil”.(2)

Parte de los efectivos de la división son estacionados también en Ledesma. Así se desprende de una carta interceptada a primeros de Marzo por las partidas españolas que operan en la zona. La misiva se la envía el general de la caballería Maupetit al coronel del regimiento del mismo arma que se encuentra de guarnición en la mencionada población de Ledesma. Dice así:(3)

Salamanca, 8 de Marzo de 1809
Mi estimado coronel:
Informo a usted que está convenido con el Sr General de división Lapisse que haya en Ledesma un cuerpo permanente de dos batallones de Infantería con el regimiento de usted.
Hará salir [usted] de ese punto un reconocimiento de 40 ó 50 hombres o más, si lo creyese conveniente para procurar abrir la comunicación con el mariscal Soult y tener noticias de Portugal. Hará apoyar y acompañar usted dichos reconocimientos con 200 o 300 hombres de infantería, o más si lo creyese usted necesario a fin de no comprometer su caballería. Tendrá cuidado de hacer desarmar el país y esparcirá [las] proclamas…
El general comandante de la Caballeria
Maupetit

Como se ve por el contenido de la carta, la comunicación con el ejército francés que opera en Portugal sigue siendo la prioridad absoluta para Lapisse. Necesita saber dónde está y que hace el mariscal Soult para obrar en consecuencia., es decir, seguir o no seguir el plan de Napoleón.

Y si los franceses avanzan líneas, los españoles y portugueses también. La Junta de Ciudad Rodrigo, que se convertiría poco después en la Junta Superior de Castilla la Vieja, comunica a la Central establecida por entonces en Sevilla: “aquí se redobla continuamente la vigilancia y se ha colocado un Batallón de Voluntarios de Ávila en el camino de Salamanca [Sancti Spiritus] para obrar según las circunstancias y cuatro compañías, dos de este cuerpo [Voluntarios de Ávila] y dos de Voluntarios de esta plaza [Ciudad Rodrigo] en San Felices de los Gallegos con el fin de proteger aquel punto y pueblos inmediatos de la Ribera del Duero contra las excursiones que por ellos hacen los caballos franceses….(4)”

También en Villavieja se sitúa una partida avanzada, probablemente de menor importancia que los dos anteriores. En el informe de Don Miguel Ramón Modet que hemos citado anteriormente el comisionado hace especial mención del “corregidor [de Cuellar] Don Manuel Antonio Gómez, que con su hermano don Juan, capitán del tercio de Cuéllar, pasó al partido de Ledesma de donde sacó 69 mozos que, aunque perseguido por el enemigo, presentó en Ciudad Rodrigo, a más de otros quince entregados a don Carlos Garcimartín comandante de la partida avanzada de Villavieja” El mencionado comisionado había comprado dos caballos para sus desplazamientos y los de su ayudante, que posteriormente entregó “uno en Ciudad Rodrigo y el otro al citado Carlos Garcimartín”.

La carta a la que aludíamos en párrafos anteriores está fechada el día 8 de Marzo y fue interceptada por los españoles, así que lo más probable es que Maupetit tuviese que mandar un duplicado de la misma al día siguiente, con lo que podemos suponer en buena lógica que las indicaciones dadas en la carta no llegaron a Ledesma hasta el día 9 ó 10 de Marzo. Y de ahí podríamos deducir también que lo primero que hizo el coronel de las fuerzas de caballería situadas en Ledesma fue mandar ese reconocimiento hacia Portugal. Una de las posibles rutas podría ser la mostrada en la figura siguiente, si tenemos en cuenta además que en Vitigudino tenían los franceses un puesto avanzado. El itinerario ha sido dibujado sobre la base de un mapa actual pero siguiendo el trazado de los caminos y poblaciones que aparecen en el mapa del geógrafo Tomás López que era el utilizado por el ejército francés, a pesar de bien pronto descubrieron que presentaba numerosos errores. Esta expedición francesa es, casi con toda probabilidad, la que dará lugar a lo que podríamos denominar como la “acción de San Leonardo” y que relataremos en un próximo capítulo.



(1) “Memoires et correspondance politique et militaire du roi Joseph”, Paris, 1854. Tomo VI, pág. 45
(2) “Historia de Salamanca”, Villar y Macías, Tomo III, Libro IX, pág. 266
(3) Archivo Histórico Nacional, Estado, leg. 65 G, 256
(4) A.H.N., Estado, leg. 65 G, 259

LA ACCIÓN DE SAN LEONARDO

Terminábamos el capítulo anterior con el más que probable envío de un grupo de reconocimiento de caballería francés cuyo objetivo era conectar con las tropas de la misma nacionalidad al mando del mariscal Soult que operaba en Portugal y la posible ruta que siguió dicho destacamento.

Es lógico pensar que las fuerzas luso-españolas tuvieron conocimiento de ese movimiento bien por la carta, bien por los numerosos informantes o “espías” que pululaban por toda esta comarca. Sea como fuere, lo cierto es que se optó por salirle al paso y tenderle una emboscada.



Las operaciones las dirigió el coronel John Wilson a quien el general Robert Wilson comandante en jefe de la Legión Lusitana y de las tropas españolas agregadas a ella, había confiado el mando del puesto avanzado de San Felices de los Gallegos. En el informe de la acción se dice que el destacamento de caballería francés se dirigía a Lumbrales. No está muy claro, sin embargo, que ese fuera el destino de las tropas francesas. En las partidas insertadas en el libro de difuntos de la parroquia de Lumbrales aparece una nota marginal indicando que la acción se desarrolló en el lugar denominado “Chorrovío” (los lugareños lo conocen también como “Chorlovío” como tuve ocasión de comprobar en una reciente visita que hice a esa zona) perteneciente al término municipal de Hinojosa, justo a la derecha del camino que conduce desde esta población a Bermellar, muy cerca de las ruinas de un antiguo poblado denominado “San Leonardo”. Todo hace suponer pues que el destacamento francés se dirigía a Hinojosa y que probablemente se tratase de uno de los intentos por entrar en comunicación con el otro ejército francés del mariscal Soult que operaba en Portugal.

A fin de llevar a cabo la emboscada se eligió un paraje bastante favorable para este tipo de acción. Se trata de un terreno ligeramente quebrado y ondulado, en el que discurre por el fondo de un pequeño valle el camino que partiendo de Bermellar y tras atravesar el río Camaces por el puente de la Regierta conduce hasta Hinojosa. Dicho camino está flanqueado en su parte derecha por una serie de pequeñas elevaciones o tesos tras los que presumiblemente se emboscaron nuestras tropas.



Veamos cómo se da cuenta de esta acción en el parte que la Junta de Ciudad Rodrigo envía el 16 de Marzo de 1809 a la Junta Suprema radicada por aquellas fechas en la ciudad de Sevilla y que mereció ser publicado en la Gaceta del Gobierno del viernes 31 de Marzo de 1809 (eso sí, eliminando algún párrafo del mismo por el que se podía sacar la conclusión de que las cosas no fueron muy favorables a nuestro bando) (1)

Había dilatado esta Junta [de Ciudad Rodrigo] dar parte a V.M. del ataque ocurrido en la tarde del 11 del corriente [Marzo], en las inmediaciones de la villa de Lumbrales hasta recibir avisos que pudiesen dar una idea más clara del suceso, lo que ya se ha verificado.

Con noticia que tuvo el coronel Inglés Wilson, que mandaba las tropas españolas situadas en la villa de S. Felices y otros pueblos inmediatos, de que un destacamento de caballería francesa se dirigía a la de Lumbrales, distante ocho leguas de esta plaza, hizo pasar a ella estas; y dejando .allí una compañía de voluntarios de la misma, las situó con los paisanos, que de ambos pueblos se presentaron armados del modo posible llenos del mayor entusiasmo, en los puestos ventajosos que ofrecía el terreno en sus alturas y cercados. Se dejó ver a poco tiempo .una pequeña partida de caballería francesa, y los paisanos ansiosos de llegar a las manos, dejando el punto que ocupaban la persiguieron; pero luego que bajaron al llano, fueron acometidos por el destacamento, que aprovechó aquella ocasión. La resistencia, así de parte del paisanaje, como de la tropa fue propia del valor español. Por nuestra parte hubo bastantes heridos y como veinte muertos, los mas paisanos. Entre los que perecieron se cuenta D. Josef Quintanilla, teniente de la primera compañía de voluntarios de esta plaza, que habiendo dado siempre pruebas de espíritu, lo manifestó completamente en esta ocasión. Su pérdida es más sensible por dejar una mujer joven, y una madre anciana que no tenían otro apoyo. También quedaron heridos dos oficiales del batallón de Ávila, el uno gravísimamente y que acaso habrá muerto a estas horas.

La pérdida de los franceses ha sido mayor, pues, aunque solo dejaron en el campo de batalla seis hombres muertos, se sabe que al retirarse hacia el pueblo de Vitigudino, llevaban 57 caballos sin jinetes, y que desde dicho pueblo condujeron hace tres días tres carros de heridos a la villa de Ledesma. Entre los muertos se cuenta el Comandante del destacamento francés.

Aunque el poco orden del paisanaje en esta acción, ocasionó al fin algún extravío en las tropas, éstas están ya casi reunidas en el punto de San Felices y recogidas algunas armas que abandonaron en la fuga.

Como se puede deducir del relato –el último párrafo es bastante significativo al respecto- las cosas no pintaron muy bien para nuestro bando. La impaciencia de los nuestros, inexpertos en estas lides, y lo que es bastante más probable, el buen hacer de unos soldados veteranos y curtidos en “mil batallas” como eran los franceses llevaron a un desenlace funesto sobre todo entre los lugareños que se habían agregado a los soldados para realizar la emboscada. Veinte muertos dice el parte. Y en eso se aproxima bastante a la realidad. En el libro de difuntos del pueblo de Hinojosa se anotaron en días sucesivos ocho fallecimientos debidos a esta acción: cinco hombres vecinos de la misma y dos soldados y un cabo del Batallón de Voluntarios de Ávila. En los libros de San Felices de los Gallegos aparecen reflejados seis personas fallecidas a consecuencia de este ataque, uno de los cuales se enterró en Lumbrales y de esta última población hubo otros ocho. En total 22 muertos. No nos resistimos a dar a conocer sus nombres, para honrar su memoria. Son los siguientes: Juan Jerjes, Juan Pérez Potra, Ignacio Carrasco, Antonio Arroyo y Pedro Esteban Rojo de Hinojosa. De San Felices: Joseph Hervalejo, Domingo Simón Benito, Francisco López, Juan Antonio Huerta, Andrés Diosdado y Pedro Cabezas Morera. De Lumbrales: Juan Borrego Gracioso, Juan Barahona, Julián Gajate Oliva, Lorenzo Criado, Domingo Mangas, Domingo Miguel, Apolinario López y Ambrosio López. A estos hay que añadir tres soldados del 2º batallón de Voluntarios de Ávila, enterrados en Hinojosa: Francisco Mazo del Collado (Avila), Remigio González de San Esteban del Valle (Ávila) y Francisco Sánchez de Diovalvaro (Ávila)

Tras este primer encuentro con los franceses vendrían en días sucesivos otros varios. La presión francesa se acentuaba: acción de Boadilla, saqueo de Bogajo, entrada en Villavieja, toma de San Felices, …. Estos serán los temas de próximos capítulos.

(1) Archivo Histórico Nacional, Estado, legajo 65 G, número 267

EL SAQUEO DE BOGAJO

Un día antes de la acción de San Leonardo, es decir, el 10 de Marzo de 1809, los informantes (espías) españoles desplegados en la zona observan movimientos de tropas francesas en las inmediaciones de nuestro pueblo, en el que, tal y como hemos relatado en anteriores capítulos, hay destacada una partida avanzada encargada de la vigilancia de vados, puentes, caminos, … de la comarca. Precisamente ese día se encuentra en Villavieja un oficial inglés que se ha agregado a la Legión Lusitana. Se trata del mayor L’Estrange, que andando el tiempo se hará mundialmente famoso por ser el comandante de las tropas que reprimieron una manifestación de trabajadores en Manchester, en lo que se conoce como “masacre de Peterloo”.


El avistamiento de estas tropas es relatado de la siguiente manera en un parte enviado desde la Junta de Ciudad Rodrigo a la Junta Suprema en Sevilla:

El Mayor Inglés Lestrainge (sic) encargado por el Brigadier y Comandante General de la L.L.L. (Leal Legión Lusitana) Don Roberto Wilson de la dirección de las tropas avanzadas en Sancti Spiritus, avisa a esta Junta desde la villa de Villavieja con fecha de ayer [10 de marzo de 1809] a las ocho de la noche que los enemigos en número de quinientos de infantería y doscientos de caballería se habían dejado ver a una legua de dicha villa, solicitando a nombre de dicho Sr Comandante que se halla observando sus movimientos en el lugar de Traguntía, el refuerzo de ciento y cincuenta a doscientos hombres para el punto de referido pueblo de Sancti Spiritus, en cuya virtud pasan a él dos compañías del segundo Batallón de Voluntarios de dicha Plaza [Ciudad Rodrigo]

Como se ve por la comunicación, L’Estrange intuye que esa fuerza bastante numerosa puede tomar la dirección de Sancti Spiritus a través de nuestra comarca y solicita de la Junta de Ciudad Rodrigo que refuerce dicha posición. Continúa el parte de la siguiente manera:

Según los últimos avisos de los pueblos creemos al punto en que se hallan los enemigos, están llenos del mayor entusiasmo, y no se duda que al lado de las tropas españolas que allí hay harán su deber en defensa de la Religión, la Patria y el Soberano [Fernando VII].

No nos cabe la menor duda de que ese entusiasmo es el que llevó a los participantes en la acción de San Leonardo a minusvalorar la fuerza y el buen hacer de los veteranos franceses con las consecuencias que ya vimos en el capítulo anterior.

A tenor de lo que sucedió días más tarde, parece bastante probable concluir que las tropas avistadas formaban una de las columnas francesas lanzadas contra las posiciones avanzadas del ejército luso español en una especie de ensayo y tanteo de lo que realizaría la división Lapisse al completo a finales del mes de Marzo cuando se dirigió contra Ciudad Rodrigo.

La columna intentaba probablemente seguir la ruta de Vitigudino a Villavieja (14 km) por el antiguo camino que según el “Itinerario descriptivo militar de España” vadeaba la rivera de Olea (a 7 km de Vitigudino), el río Huebra (a medio kilómetro del punto anterior) y el río Yeltes (a escasos 4 km de los precedentes). El paso del vado del río Huebra es descrito como sigue: “a 7,5 km [de Vitigudino] se pasa del mismo modo este río, operación fácil en todas las estaciones excepto en la de las fuertes lluvias; entonces es preciso seguir el curso del río para cruzarlo después de su confluencia con el Yeltes, cuyo nombre lleva desde ese punto, por el puente de Yecla…” Según los escritos de la época, las condiciones meteorológicas de los meses de Marzo y Abril de 1809 fueron francamente malas, con cuantiosas lluvias, lo que obligaría a las tropas francesas a intentar pasar por el mencionado puente.


El 13 de marzo de 1809 los franceses llegan a las inmediaciones del mismo, que en nuestra zona denominamos “puente de los siete ojos” o “puente del Zancado”. Alguna de sus avanzadillas han sido “vapuleadas” por los lanceros del entonces alférez D. Julián Sánchez el “Charro” adscrito a la Legión Lusitana, que les ha hecho unos quince prisioneros. Defendiendo el puente se encuentran algunas tropas españolas (posiblemente las que formaban parte de la partida avanzada de Villavieja) al mando del mencionado oficial inglés mayor L’Estrange. El hecho lo relatan muy sucintamente los también oficiales ingleses, coronel Mayne y capitán Lillie, de la Legión Lusitana, en sus memorias publicadas bajo el título “Narración de las campañas de la Leal Legión Lusitana bajo el Brigadier General Robert Wilson con algunos relatos de las operaciones militares en España y Portugal durante los años 1809, 1810 y 1811 “. En la página 58 de dicho libro podemos leer:
El mayor L’Estrange mandaba un puesto avanzado en el puente de Ecla [Yecla] que fue atacado por una considerable fuerza enemiga que lo obligó a retirarse tras una cierta resistencia en la cual el mayor L’Estrange fue hecho prisionero

Era el segundo de este apellido que caía en poder de los franceses en la provincia de Salamanca. Apenas un mes y medio antes, su primo el teniente Edmund L’Estrange, había sido capturado en una rocambolesca acción por culpa de un caballo francés y que relataremos en otra ocasión.

Es de suponer que los franceses tuvieran también bajas en ese encuentro, por lo que suponemos que cuando llegaron a Bogajo lo hicieron con los ánimos caldeados. Las acciones de los lanceros de D. Julián, la resistencia armada de la Legión Lusitana y la más que probable colaboración de paisanos armados, unido además al recuerdo de lo ocurrido dos días antes en San Leonardo, fueron factores que hicieron inevitable, tal y como era costumbre en aquella época ante la resistencia armada, el saqueo del pueblo. Así se recoge al comienzo de algunos libros parroquiales de Bogajo:

"Nota. Aquí principia el año de 1803, pues el libro que regía fue rasgado por las tropas francesas, como la mayor parte de los libros de las cofradías, en el cruelísimo saqueo que sufrió esta Iglesia y feligresía, de dichas tropas el día 13 de Marzo de 1809 y así no será difícil falten algunas partidas".

En algunos documentos que se encuentran en Internet relativos a Bogajo se menciona que el saqueo fue llevado a cabo por cuatro mil hombres durante cuatro horas. Algo que para el sentido común resulta bastante exagerado si tenemos en cuenta que Bogajo poseía en aquella época un centenar de casas y que ese número de soldados era más de la mitad de los efectivos totales de la división Lapisse, que sabemos a ciencia cierta que no abandonó la ciudad de Salamanca hasta el 24 de marzo por la mañana. Como se nos dice en la nota anterior, bastantes de los libros parroquiales fueron destruidos durante el saqueo, pero curiosamente, el de Difuntos que regía aquellos años no lo fue. En dicho libro se asientan únicamente dos muertes en esas fechas: una mujer que falleció el día quince de marzo (dos días después del saqueo) y una niña de corta edad (párvula) que falleció la víspera y se enterró el mismo día del saqueo, con lo que la afirmación de que varias personas fueron ejecutadas por ahorcamiento no tiene mucha probabilidad de ser cierta. Lo cierto es que hubo saqueo. Y que los habitantes del pueblo perdieron la mayor parte de sus bienes. Y si Bogajo fue saqueado el día 13 de marzo de 1809, podemos asegurar con mucha probabilidad de acertar que Villavieja se salvó del saqueo ese mismo día. Pero eso lo veremos en un próximo capítulo.

(1) Archivo Histórico Nacional, Estado, legajo 65 G, número 253

LOS FRANCESES EN VILLAVIEJA

La verdad es que tenemos muy pocos datos acerca de la llegada de las tropas francesas a nuestro pueblo. Los únicos que hasta el momento he podido encontrar se basan en los libros parroquiales. En las cuentas de fábrica de la Iglesia de Villavieja correspondientes al año ¿1808?, pero asentadas en el libro el 10 de Abril de 1809, siendo el párroco don Josef Sánchez Manibardo, se incluyen algunas partidas (anotaciones) como las siguientes: "mil reales a la Junta de Ciudad Rodrigo de orden de S.S.I.", "quinientos reales que se dieron a los franceses para evitar el saqueo", "diez fanegas de trigo que forzado di a los franceses". Las dos últimas son realmente bastante reveladoras de lo que pudo ocurrir.


Desde la administración del rey José Bonaparte y desde el mando militar francés se habían ido asignando contribuciones extraordinarias que deberían pagar las provincias y los pueblos de España con motivo de la guerra. Con la entrada de las tropas francesas en Salamanca esas directrices se plasmaron en un repartimiento entre los municipios salmantinos. Una de las primeras cosas que los franceses efectuaban al entrar en un pueblo era reclamar esa contribución. Para satisfacer esa exigencia muchos ayuntamientos tuvieron que recurrir a veces a enajenar bienes concejiles. Cerca de cien pueblos salmantinos, por lo menos, se vieron obligados a este procedimiento para pagar las enormes contribuciones exigidas por las tropas francesas y la administración del rey intruso José I . Ricardo Robledo en su Historia de Salamanca (Tomo IV, Siglo diecinueve, página 93) inserta un mapa de la provincia en el que aparecen marcados aquellos pueblos que tuvieron que recurrir a este procedimiento extraordinario para satisfacer esa contribución. En él, no figura Villavieja de Yeltes, pero sí, por ejemplo Bogajo. El hecho de que Villavieja no aparezca en esa relación no significa que se viera libre de pagar la correspondiente contribución. Posiblemente el Concejo dispusiese del suficiente dinero para efectuarla sin tener que recurrir al procedimiento extraordinario de venta de bienes concejiles. Ahora bien, ¿cuánto dinero tuvo que aportar éste como contribución? Lo ignoramos, pero quizás nos pueda servir como referencia que Lumbrales vendió propiedades por valor de 80.000 reales. Una cantidad similar, quizá ligeramente inferior sería la que le correspondería a nuestro pueblo.
Mapa de los pueblos del Oeste de la provincia de Salamanca. En color rojo los que tuvieron que vender bienes concejiles. (Modificado del publicado por Ricardo Robledo en “Historia de Salamanca”. Tomo cuarto. Siglo diecinueve).


Tras la acción del puente de Yecla en la que fue capturado el mayor L’Estrange y el posterior saqueo de Bogajo, el grueso de la columna francesa se dirigió contra el puesto avanzado de San Felices de los Gallegos al mando del coronel inglés [John] Wilson, mientras que, probablemente, un pequeño destacamento de la misma fue quien se ocupó del pueblo de Villavieja.


Si Bogajo fue saqueado el día 13 de marzo de 1809, es casi seguro que Villavieja se salvó del saqueo el mismo día. Las noticias de la entrada a saco de los franceses en Bogajo llegaron a buen seguro a la población en cuestión de pocas horas y seguramente eso de "cuando las barbas del vecino veas pelar ... ", influiría notablemente en el ánimo de nuestros antepasados y con toda probabilidad, resignados y mal de su grado, nuestras autoridades civiles negociaron la inmunidad de la villa y sus habitantes a cambio de una contribución en especie y dinero. Su decisión, basada evidentemente en el sentido común, permitió que nuestro pueblo no fuese arrasado una vez más a lo largo de su historia. Quizás nuestros regidores se acordaran del horrible saqueo y destrucción que realizaron las tropas portuguesas de nuestra villa el 8 de septiembre de 1650.
La Iglesia participó con lo que hemos indicado, quinientos reales (fue una especie de préstamo realizado al Concejo ya que éste le reintegra esa cantidad al año siguiente). Es probable también que se tuviese que recurrir a préstamos o aportaciones de particulares. Nótese también el diferente talante con que aparecen reflejadas en el libro de fábrica de la iglesia las notas: "Quinientos reales que se dieron ..." y la que después dice: "Diez fanegas de trigo que forzado di ..." lo cual parece indicar que se negoció una cosa y posteriormente los franceses exigieron más.

El primer contacto de nuestros antepasados con las tropas franceses fue capeado, por tanto, con suma destreza por nuestras autoridades. El pueblo y sus habitantes debieron quedar en una gran penuria económica, pero con sus casas y demás propiedades físicamente intactas. Otros pueblos no tuvieron esa suerte. A la luz de lo expuesto en párrafos anteriores, resultan difícilmente creíbles unos versos que alguien dedicó a la Virgen de Caballeros y que dicen:

Los franceses temerarios
intentaron profanar
tu imagen y santuario
y no pudieron lograr.

Evidentemente, si no lo hicieron fue porque no quisieron o porque alguien, como se ha dicho con anterioridad, negoció con ellos para evitar el saqueo, pero no porque los villaviejenses se opusiesen a ello por la fuerza, que es lo que "parece" interpretarse con los versos.

MAS VALE CABALLO CONOCIDO ….

Recordaréis que en uno de los capítulos anteriores hablábamos del mayor L'Estrange, un oficial inglés agregado a la Legión Lusitana y que estaba al mando de las tropas destacadas en el puesto avanzado de Sancti Spíritus, que tenía además una partida avanzada en Villavieja de Yeltes. Tras estar en esta última población el día 10 de Marzo, fue hecho prisionero en la acción del puente de Yecla tres días después.



Os decía entonces que hubo otro oficial inglés de menor graduación y de la misma familia que también fue hecho prisionero a finales de Enero en la provincia de Salamanca. Se trataba del teniente Edmund L'Estrange que era primo del mayor Guy L'Estrange. Y además compañeros. Ambos estaban agregados por el estado mayor inglés a las tropas de la Legión Lusitana juntamente con el Coronel D'Urban. Su primera misión fue la de observar sobre sobre el terreno los movimientos del cuerpo de ejército francés situado en la provincia de Cáceres y transmitir dicha información al alto mando inglés en Lisboa. Tras realizar este cometido pasaron a primeros del año 1809, a la provincia de Salamanca agregándose entonces a la plana mayor de la Leal Legión Lusitana al mando del General sir Robert Wilson.

La acción que vamos a relatar ocurrió a finales del mes de enero de 1809. Disponemos de cuatro fuentes distintas que se refieren a la misma acción. Dos de las fuentes son inglesas (dos libros de relatos y memorias) y otras dos son francesas (un libro y una carta interceptada a los correos franceses por las guerrillas españolas). Resulta indudable que la fuente más fiable, en cuanto al tiempo en que ocurrió, es la de la carta. En ella se dice textualmente: "Tengo el honor de rendir cuenta que un puesto avanzado de caballería fue atacado ayer por un reconocimiento inglés ...". La carta está fechada el 22 de enero de 1809. Era enviada por el General Darricau que estaba en Salamanca al General de división Lapisse que estaba en Zamora. Por tanto, la fecha parece ser que está clara. Fue el 21 de enero de 1809, es decir, cuatro días después de que los franceses entraran en la ciudad de Salamanca. La otra fuente francesa difiere de esta fecha indicando que ocurrió "hacia el diez de febrero". Los ingleses no citan fecha alguna.

¿Dónde ocurrió? Aquí tenemos otro problema. Los franceses no dan nombre del lugar. Tan sólo el libro de memorias ("Historique du 5e Regiment de Dragons") nos indica que ocurrió a diez kilómetros de Salamanca. Los ingleses si dan el nombre, pero …, resulta proverbial y a veces curiosa la transcripción que hacen los oficiales ingleses de las poblaciones y lugares españoles. En ocasiones resultan reconocibles, en otras, no tanto. Uno de los libros de memorias ingleses dice que fue en "Labobada" (sic). El otro en "Caldevella". Teniendo en cuenta los datos que poseemos y tras una serie de posibles lugares descartados por razones que en este momento no nos interesan demasiado, nos inclinamos a pensar que la acción ocurrió en Calzadilla de la Valmuza, una pequeña alquería situada en la antigua calzada de Salamanca a Ciudad Rodrigo y precisamente a diez kilómetros de la capital.

Los franceses han llegado a Salamanca hace apenas cuatro días. Y mientras se están asentando en la ciudad, no descuidan lógicamente sus alrededores, situando diversos puestos avanzados. Uno de ellos sería el de Calzadilla de la Valmuza. En dicho lugar los franceses habrían destacado un pequeño cuerpo de caballería de unos 20 hombres al mando del subteniente Fayet, del quinto regimiento de dragones.

Los aliados (españoles, portugueses e ingleses) intentan lógicamente averiguar todo lo posible acerca de las fuerzas que se están posicionando en la región. Una partida de unos 60 jinetes de las fuerzas aliadas con casi toda su plana mayor atacan el puesto avanzado francés. Estos, a pesar de su inferioridad numérica, se defienden bastante bien, pero al final el puesto es ocupado por los ingleses que capturan a un brigada y seis soldados. El resto de la fuerza francesa logra escapar. En la refriega resultó muerto un oficial de la legión lusitana, el Capitán Picalucci, de un tiro directo al corazón. Tras la conquista del puesto el teniente L'Estrange le echa el ojo a uno de los caballos franceses capturados y decide quedárselo para su propio servicio en lugar del suyo.
Los ingleses abandonan pronto el puesto entregando los prisioneros, en un pequeño bosquecillo cercano, a un grupo de paisanos españoles a los que les proporcionan también las armas capturadas. Mas hete aquí, que los franceses que escaparon del puesto regresan, presumiblemente con refuerzos. Y dijo presumiblemente porque unos, los franceses, dicen que fueron sólo los 14 huidos los que atacan de nuevo, mientras que los otros, los ingleses, aducen que fueron fuerzas muy superiores en número y en armamento.

El teniente L'Estrange con unos pocos hombres está realizando un reconocimiento y por tanto un poco alejado del resto del destacamento aliado. De improviso aparecen los franceses y los ingleses, vista la inferioridad manifiesta en que se hallan, comienzan la retirada, a galope tendido. El oficial francés al mando ordena al corneta toque de carga. Y a los sones de esa música tan marcial, el caballo (francés) que monta el teniente L'Estrange, se vuelve ingobernable. Un ejemplo típico de reflejo condicionado. El animal, acostumbrado a efectuar la carga con el sonido de la trompeta a su lado, se dirige velozmente y a pesar de todos los esfuerzos del desdichado teniente, hacia los atacantes franceses. Pronto es rodeado. El oficial francés llega al galope, y enfurecido como estaba por el ataque al puesto, le lanzó unos cuantos mandobles con el sable que el experto inglés logra esquivar a duras penas, haciendo saber al mismo tiempo que se rendía.
Si el teniente L'Estrange hubiese seguido con su caballo no hubiese sido hecho prisionero, o por lo menos no con tanta facilidad como lo fue en esta acción. Así que, bien podríamos aplicarle eso de "Más vale caballo conocido, que bueno por conocer". El resultado para las tropas anglo-portuguesas no pudo ser más desastroso. Un oficial muerto, otro prisionero y otros cinco soldados también capturados. Los franceses además, recuperaron al suboficial y a los seis dragones que habían perdido al comienzo de la acción. Es de imaginar también lo que le pasó a los lugareños españoles que custodiaron a los soldados franceses.

No me resisto a contar el resto de la breve vida de Edmund L'Estrange. Fue mandado a Francia como prisionero de guerra. Concretamente a la ciudad de Verdún. A finales del mes de marzo se encuentra ya en esa población. Allí, la vida de los oficiales ingleses no es tan mala. Tienen libertad de movimiento dentro del recinto amurallado. Poseen buenos alojamientos y según sus relatos una vida social realmente impresionante en esa pequeña ciudad amurallada. Se suceden las fiestas y los bailes. En uno de estos, concretamente en uno de disfraces, el teniente L'Estrange apareció vestido de mujer, con tan buen parecido, que otro oficial del servicio naval británico, desconocedor del asunto, intentó “enamorarlo” a toda costa. El asunto terminó, como no podía ser menos en esa época romántica, en un duelo en el que resultó herido de consideración nuestro teniente. Como resultado del duelo, la policía y la opinión pública de la ciudad empezó a mostrar cierta animadversión por los oficiales prisioneros ingleses. Un problema con una factura que tuvo nuestro teniente con un comerciante del lugar terminó por empeorar la cuestión llegando a ser encarcelado. Luego que salió, comenzó a preparar la huida. Para ello utilizó sus buenas artes para disfrazarse, lo hizo de vendedor ambulante, de mujer, de trabajador,..., y con sus buenos conocimientos del idioma francés logró burlar todos los intentos de búsqueda y captura. En el otoño de 1810 llegó a la ciudad de Rotterdam. Allí se puso en contacto con una persona de los muelles a fin de conseguir un pasaje para Inglaterra. Pero fue traicionado y detenido por la policía.

En esta ocasión, fue trasladado a la ciudadeda de Bitche, en la frontera alemana, donde fue metido en un calabozo. Estuvo enfermo y convaleciente por espacio de seis meses durante los cuales su familia y amigos en Inglaterra intentaron por todos los medios realizar un intercambio. Con el transcurso del tiempo llegó a intimar con un oficial, que a pesar de ser francés, le ayudó a preparar la huida de la fortaleza. Lo hizo vestido de oficial francés y acompañado de otro prisionero, un joven guardiamarina inglés. Camino de Verdún su compañero de fuga fue capturado y él pudo entrar en la ciudad oculto en un carro de heno. Era junio de 1811. En Verdún permaneció escondido en casa de otro oficial británico, también prisionero, Sir Stephen May, hasta que abandonó la ciudad en abril de 1812 con un pasaporte falsificado y vestido con el uniforme de oficial francés. Tras pasar por París se dirigió a Burdeos donde con la ayuda de una familia amiga compró un barco de pesca y se hizo a la mar. Fue perseguido por los guardacostas, siendo al final recogido por la armada británica en el golfo de Vizcaya y trasladado al puerto de Plymouth en Inglaterra. Poco tiempo después se incorporó al ejército en Portugal, como ayudante de campo del General Sir Dennis Park, entonces al mando de una brigada en el ejército de Wellington. Resultó herido en la batalla de Vitoria participando también en la batalla de Toulouse. En el año 1815, ya con el grado de mayor, participó como ayudante de campo de Sir Dennis en la batalla de Waterloo. En el trascurso de la misma una bala de cañón mató a su caballo y le destrozó la pierna izquierda, por lo que le tuvo que ser amputada. Como resultado del shock y de la pérdida de sangre, falleció prontamente. Tenía entonces 27 años y once años de servicio en el ejército.

M.S. Calderero Sánchez


Fuentes utilizadas para escribir este artículo:
“Recollections” Sir George B. L’Estrange, Londres, 1874
“A narrative of the campaigns of the Loyal Lusitanian Legion, under Brigadier General Sir Robert Wilson, with some accounts of the military operations in Spain and Portugal during the years 1809, 1810 & 1811” Mayne and Lillie. London, 1812.
“Historique du 5e regiment de Dragons”. V. de Saint Just. Paris, 1891.
Archivo Histórico Nacional, Estado, 41 E, 220

TANTEANDO LAS FUERZAS ….

Tras la acción del puente de Yecla, el saqueo de Bogajo y el no saqueo de Villavieja, la columna francesa se dirigió contra San Felices de los Gallegos, otro de los puestos avanzados de la Legión Lusitana que estaba al mando del teniente Coronel Wilson. Simultáneamente otra columna francesa avanza por la calzada de Salamanca a Ciudad Rodrigo. Es avistada la altura de Boadilla por un destacamento de patrulla de caballería luso-española. Estos avances simultáneos del ejército francés son una especie de ensayo general y tanteo de lo que será a finales del mes de marzo el acercamiento a Ciudad Rodrigo. El día 15 de marzo de 1809 se producen ambas acciones.



San Felices de los Gallegos es atacado y tomado por los franceses. Ante el empuje de estas tropas, la Legión Lusitana y las compañías pertenecientes a los Batallones de Voluntarios de Ávila y Ciudad Rodrigo se repliegan hacia la orilla izquierda del río Águeda y hacia Ciudad Rodrigo. En la acción de San Felices de los Gallegos mueren varios vecinos de dicha villa. Son los siguientes: Sebastián Hernández, Francisco Holgado García, Juan Marcelino López, José Simal, Agustín Cabezas, Julián Calvo, José Méndez, Joaquín Ferreira, Ventura Cardoso. Fallece también un soldado del primer Batallón de Voluntarios de Ciudad Rodrigo de nombre Clemente Rodríguez, que es hijo de Don Bernardo Rodríguez, cirujano titular de Villar de Ciervo.

En la comunicación que la Junta de Ciudad Rodrigo enviaba a la Central radicada en Sevilla y en la que daba cuenta de la acción de San Leonardo, comunicaba también lo siguiente:

Ayer se avanzó hasta el lugar de Boadilla un cuerpo de 200 caballos franceses, que habían salido de Salamanca con 2000 hombres de infantería. En aquel punto había 80 caballos nuestros, que los rechazaron tres veces; pero, habiéndose aquellos reforzado con infantería, tuvieron nuestros caballos que retirarse con celeridad, replegándose hacia el lugar de Sancti Spiritus, donde se hallaba el brigadier general Wilson con dos cañones y la infantería portuguesa y española

Los franceses persiguieron a nuestra caballería: una legua de dicho lugar, desde donde, viendo que nuestra caballería se había abierto y empezándoles de nuevo a hacer fuego, temerosos de la infantería y artillería ya cercana retrocedieron hasta el lugar de Martin del Rio, distante una legua, de dicho sitio.

El brigadier general Wilson habiendo dejado adelantar toda la caballería avanzada en las inmediaciones de Sancti Spiritus y [colocado] sobre su puente un canon, se ha situado con otro y la infantería en unas alturas distantes legua y media de esta ciudad, que ofrecen puestos muy ventajosos.

Sin embargo de que el número de enemigos, [y] el saber no traían artillería alguna, daba motivo a pensar con fundamento no sería su ánimo acercarse a esta plaza, con todo se ha redoblado la vigilancia y tomado todas las medidas oportunas de precaución.

La Junta tiene la satisfacción de manifestar a vuestra merced que en medio de saberse que las tropas francesas se hallaban a menos de cuatro leguas de esta plaza, así las tropas de su guarnición como los habitantes han mantenido una serenidad propia de su valor y entusiasmo, y precursora de la victoria en el caso de ser atacada.

En este día han conducido a esta plaza tres soldados dispersos y un- capitán de la guardia imperial que hicieron prisioneros en las inmediaciones de Salamanca con su caballo; y en el misma han traído también un dragón francés con caballo y armas dos vecinos de la villa de San Muñoz, el cual cogieron ayer en las cercanías del lugar de Boadilla de. una partida de seis que de dicho pueblo salió en descubierta, la que persiguieron cinco paisanos; reunidos, quedando los tres restantes en seguimiento de los demás..

La Junta ha acordado conforme, a las órdenes de V. M. entregar a los aprehensores los caballos y armas y la gratificación que le corresponda, y ha dirigido el capitán a la plaza de Alcántara acordando se haga lo mismo con el dragón luego que se cure de una herida que recibió en el acto de su prisión.

Manuel S. Calderero Sánchez


LAPISSE INTIMA LA RENDICIÓN DE CIUDAD RODRIGO

Tras estos ensayos y tanteos previos, Lapisse comienza, no muy convencido, la maniobra que Napoleón había previsto en sus directrices iniciales, allá por el mes de enero. Entrada en Portugal por Ciudad Rodrigo y Almeida hasta Abrantes para apoyar al mariscal Soult que debía de haber tomado Oporto y descender luego hacia Lisboa.



Pero para Lapisse todo son dudas. No sabe si el mariscal Soult ha tomado Oporto. Tampoco sabe qué es lo que tiene enfrente. La presencia de oficiales ingleses al mando de tropas le induce a pensar que se encuentra frente a un ejército más numeroso de lo que en realidad era. De todas formas decide pasar a la acción. A finales del mes de marzo de 1809 comienza a moverse ya definitivamente. En una carta capturada a los correos franceses y que se transcribe en los despachos del mariscal Wellington (Despachos Suplementarios y Memoranda del mariscal de campo Arthur duque de Wellington, Volumen VI, pág. 232), el General de división Solignac, convaleciente de heridas de guerra en Salamanca, escribe a su hermano Michel en Madrid lo siguiente:

"Cuartel General de Salamanca,
23 de marzo de 1809.
Salimos mañana por la mañana con una división (Lapisse) que debe penetrar por Abrantes en Portugal. Espero reunirme con el cuartel General del duque de Dalmacia [Soult] en ocho o diez días; y como el estado de mi herida me obliga a marchar al cuidado de Barége, tendré el placer de abrazarte en Madrid en el mes de mayo próximo. Os ruego me dirijáis vuestras cartas a Lisboa".

Como se deduce claramente del documento, Lapisse tenía intención de entrar en Portugal y llegar hasta la localidad de Abrantes. Pero en su camino se encuentran las ciudades fortificadas de Ciudad Rodrigo y Almeida. Penetrar en Portugal, dejando atrás estas fortalezas bien guarnecidas no es militarmente aconsejable. Por tanto, se decide a ir contra Ciudad Rodrigo, a ver qué pasa. Por otro lado, ya desde el mes de febrero el mariscal Victor que está en Extremadura le está reclamando constantemente al rey José que le envíe la división Lapisse, cosa a la que este accederá cuando los franceses toman conciencia de que Ciudad Rodrigo no se va a rendir por las buenas.



El avance, según describen algunos periódicos de la época (GACETA DEL GOBIERNO, 1 de mayo de 1809) se hace en tres columnas.

"Copia de una carta de Almeida de 29 de marzo de 1809. El día 26 del corriente llegaron nuestros enemigos en número de 6000 hombres de infantería y 500 de caballería, en tres columnas a Ciudad Rodrigo en donde los españoles y la legión lusitana los entretuvieron todo aquel día y noche, haciéndoles algún fuego …".

Teniendo en cuenta los movimientos exploratorios y de tanteo, y también lo que hizo después, podemos suponer que las columnas avanzaron siguiendo un esquema similar al utilizado a mediados de marzo. Una de las columnas seguiría la ruta Vitigudino, puente de Yecla, San Felices de los Gallegos y descendería después por la orilla derecha del río Águeda. Una segunda columna siguió probablemente la calzada de Ciudad Rodrigo a Salamanca a través de Aldehuela de la Bóveda, Boadilla, Martin de Yeltes y Sancti Spíritus. Y la tercera columna, probablemente siguió la ruta de la calzada de Villavieja a Ciudad Rodrigo a través de Paradinas, Sierra de Campanero, Valdecarros. Entre las columnas habría por tanto una separación razonable que podría ser explorada convenientemente por la caballería. Las tropas francesas llevan consigo también la artillería, lo cual le indica a las avanzadillas españolas que la acción se dirige indudablemente contra Ciudad Rodrigo, por lo que se repliegan convenientemente a esta ciudad.

Las intensas lluvias caídas hacen intransitables los caminos, hasta el punto de entorpecer enormemente la marcha de las columnas francesas y muy especialmente las piezas y bagaje de artillería que llevan consigo. El avance se produce lentamente, pero no obstante, las tropas llegan a la vista de ciudad Rodrigo tres días después. Las avanzadas de la legión lusitana y de los voluntarios de Ciudad Rodrigo y Ávila se han replegado al abrigo de los muros de la ciudad.

La primera cosa que hace Lapisse es mandar un emisario la ciudad con bandera blanca y con una carta dirigida al gobernador en la que le solicita la rendición de la misma.

El General de división Lapisse, barón de Santa Elena, Comandante de la legión de honor, caballero de la corona de Hierro, Comandante en jefe de las tropas francesas delante de ciudad Rodrigo, al Sr. General español, gobernador de la misma.

Señor General, ya las armas francesas han conquistado la mayor parte de la península, Zaragoza ha caído. Tres cuerpos de ejército están en marcha para la Andalucía. Su excelencia del Sr. Mariscal del imperio, duque de Dalmacia, han entrado en Portugal con un ejército formidable. Su majestad católica deseando conservar la sangre y propiedades del pueblo sobre el que debe reinar, me envía delante de vuestros muros para deciros en su nombre le abráis las puertas de la ciudad que gobernáis. Conocéis, Sr. General, los males horribles que una defensa obstinada, pero inútil, acarrearía en adelante. Una ciudad tomada por asalto o, viene a ser propiedad del soldado, furioso de venganza por lo que se ha expuesto, no respetar absolutamente nada; y el General no es dueño de evitar sus excesos, ni de calmar su furor. Los jefes militares que abusan de su poder hasta el punto de comprometer una multitud de jóvenes sin experiencia a sacrificarse, oponiendo una vana resistencia a fuerzas victoriosas y formidables, serán culpables a los ojos del mundo entero y personalmente responsables de la sangre que hayan hecho correr.

Su majestad católica recompensará por el contrario, de una manera digna de él, a los que escuchando la voz de la razón, conserven la sangre de su pueblo, y preserven su Pais de los horrores de la guerra. Toda las propiedades serán respetadas, los ministros de la augusta religión que profesamos, serán tratados con miramientos debidos a su sublime ministerio, las autoridades civiles y militares conservarán sus empleos hasta la nueva organización, en que serán colocados según la bondad de su majestad; los paisanos dejarán las armas y se retirarán a disfrutar en el seno de la tranquilidad el fruto de sus trabajos y Ciudad Rodrigo con sus inmediaciones, se verán libres de las desgracias que les amenazan.

Me lisonjeo, Sr. General, que imitaréis el ejemplo que os han dado los generales españoles, comandantes de el Ferrol y la Coruña, que a la cabeza de vuestras mejores tropas y con más considerables medios de defensa, no han rehusado poner en manos de su majestad católica las plazas de su mando, ni de dar a su nuevo soberano una prueba de lealtad, que hará la felicidad de su país. Espero vuestras respuestas, en la persuasión que tomaréis el partido que vuestra experiencia y el amor de vuestro país os deben sugerir, pero si tardáis en hacerlo, ya nos en el dueño de ofreceros condiciones tan ventajosas. Cuartel General delante de Ciudad Rodrigo, 27 de marzo de 1809. Lapisse


Mientras el emisario espera respuesta, las tropas francesas, haciendo caso omiso de las leyes de la guerra, continúan acercándose cada vez más a las murallas de la ciudad hasta que los cañones de la misma comienzan a disparar en señal de aviso, deteniendo entonces los franceses su avance. La contestación del Excelentísimo Señor Capitán General y Gobernador de Ciudad Rodrigo no puede ser más explícita:

He leído con el mayor desprecio la carta de vuestra excelencia de esta fecha, en que me propone entregue esta plaza por no exponerla a un asalto y a los excesos que comete una tropa vencedora, manifestándome para persuadirme a ello, conservaré mi empleo y honores, y que tome el ejemplo de los generales de la Coruña y Ferrol. A todo esto respondo, que prefiero perecer bajo ruinas, que cometer semejante vileza. Soy verdadero español, y defenderé la plaza hasta morir; y así excuse vuestra excelencia semejantes sugestiones, pues no respondo de la persona que vuelva con ellas. Ataque vuestra excelencia la plaza, que hallará valerosos españoles que la defiendan. Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.
Ciudad Rodrigo 27 de marzo de 1809.
Juan Miguel de Vives.

Una segunda carta intimando a la rendición fue enviada al gobernador de Ciudad Rodrigo prometiéndoles a la guarnición y a los habitantes los favores del rey José si abrían las puertas de la ciudad. En esta ocasión la respuesta fue verbal. Se le comunicó al emisario que la respuesta propia a esa intimidación a la rendición llegaría desde la boca de los cañones y era la que el enemigo recibiría si elegían seguir avanzando. Tras la retirada del emisario, “desde la ciudad continuó el fuego de los cañones hasta la entrada de la noche, en que los enemigos se retiraron un tanto. Hicieron más de mil hogueras, y al amanecer el otro día ya se habían retirado las dos terceras partes, viendo nosotros después retirarse los restantes, protegidos de su caballería a varios pueblos distantes de ésta de 4 a 6 leguas. Dejaron en el sitio que ocuparon, colchones, sábanas, almohadas, ropas de todas clases, breviarios rotos, jamones, tocino, ollas y otros muchos efectos. Han saqueado y asolado los pueblos por donde han pasado, incendiando a varios de ellos, y fusilando a muchas personas indefensas, que en nada les ofendían.” (Diario de Mallorca, nº 132, Viernes, 12 de Mayo de 1809)

Los franceses, debido la intensa lluvia, buscaron cualquier refugio. Los pueblos de la socampana de Ciudad Rodrigo sufrieron las consecuencias. Pedrotoro fue saqueado produciéndose en dicha acción dos muertes, que han quedado registradas en los libros de difuntos de dicha parroquia:

En el lugar de Pedro de Toro a los 27 días del mes de marzo del año de 1809, falleció a manos del bárbaro, cruel e inhumano ejército francés, enemigo nuestro, Francisco Pérez marido de Ana Marcos, vecina de dicho lugar y aunque tenía el difunto ordenado su testamento, con motivo del saqueo se extravió y no ha parecido por lo que su mujer dispuso que por el ánima de su difunto marido se hiciesen los sufragios siguientes: Primeramente, que su cuerpo sea amortajado en el hábito de San Francisco y se entierre (por haber quedado la iglesia parroquial inservible, a causa de haberla hecho el enemigo cuadras de caballos) en la iglesia del convento de religiosos dominicos extramuros de Ciudad Rodrigo, diciendo en dicha iglesia la misa de entierro y honras con sus dos oficios cantados......

En el dicho lugar de Pedro de Toro, en dicho día, mes, y año, sufrió la misma suerte, ... Ramón Calzada, viudo de Clara Sánchez, …



Vistas las importantes defensas de la ciudad, el General Lapisse se retira hacia la línea San Felices de los Gallegos-San Muñoz. Es muy probable por tanto, que el pueblo de Villavieja volviese a acoger a las tropas francesas. En esta situación Lapisse comunica al rey José sus dificultades. En las "Memorias y correspondencia política y militar del rey José" se hace referencia (libro quinto, pág. 147), a una carta enviada por José a su hermano Napoleón. La misiva está fechada el dos de abril de 1809: " la división Lapisse ha encontrado a Ciudad Rodrigo en estado de defensa; le he ordenado que se reúna en Mérida y Badajoz con el mariscal Victor, que con este refuerzo, se encuentra en estado de entrar en Sevilla".

Al emperador no le hace ninguna gracia la orden dada por su hermano, a pesar de que coincidía básicamente con sus directrices iniciales. Le hace saber que lo conveniente hubiese sido enviar la división Lapisse al norte para tratar de contactar con el sexto cuerpo de ejército del mariscal Ney que se encuentra en Galicia y con el segundo cuerpo de ejército del mariscal Soult que se encuentran el norte de Portugal y que se encuentran ambos incomunicados.

Los asuntos en España van mal, ¿cómo es posible que hayas permanecido tanto tiempo sin noticias del duque de Elchingen [Ney] y que a pesar de los movimientos del [general español] La Romana entre Galicia y Castilla, combinados con la insurrección de Asturias, hayas hecho marchar la división Lapisse al sur en lugar de emplearla en el norte? (Carta de Napoleón a su Hermano José. París, dos de abril de 1809)

Pero a lo hecho pecho. El 9 de abril de 1809 José I le contesta su hermano Napoleón: " Sire, la división Lapisse está a punto de llegar al primer cuerpo. Le será muy útil. Era demasiado tarde para dar contraorden". A pesar de lo afirmado por José, la división apenas lleva un par de días de camino hacia Alcántara. No ha iniciado la marcha hasta el 7 de Abril. Hasta esa fecha ha tenido que soportar alguna acción de castigo por parte de los luso españoles. En las cercanías de Villoria de Buenamadre ocurre un mortal encuentro para varios habitantes de la comarca. Sabemos de él, por los libros de difuntos de la parroquia de Boada, en el que se recogen seis fallecidos de dicho pueblo (Manuel Hernández, Domingo García, José Herrero, Manuel Pérez, Domingo Alonso y Pedro Marcos).

Pero la acción bélica más importante en esas fechas es la denominada “acción de Barba de Puerco” (actualmente Puerto Seguro) ocurrida entre los días uno y cuatro de Abril, en la que toman parte varios batallones por ambas partes. La acción tuvo como consecuencia que las fuerzas francesas atravesasen el río Águeda por San Felices y amenazasen al ejército luso-español situado en la margen izquierda de dicho río. Esa incursión motivó que la mayor parte de las fuerzas hispanoportuguesas dejasen desguarnecidos los pasos hacia Extremadura, al intentar taponar la brecha. La circunstancia la aprovechó el general francés para replegar rápidamente las fuerzas que habían atravesado el río e iniciar desde su cuartel general en San Muñoz y Aldehuela de la Bóveda una marcha rápida, que pilló por sorpresa y fuera de lugar a todas las fuerzas aliadas, y que tras flanquear Ciudad Rodrigo pasó a Extremadura por el puerto de Perales.



Pero no fue desde luego una marcha triunfal. Veamos como se cuenta en el libro “Historique du 5e regiment de dragons” de V. Saint Just, página 257, basado en un informe enviado por el propio Lapisse a sus superiores:

El 25 de este mes, marzo, se presentó delante de Ciudad Rodrigo. Las intimaciones a la rendición que hizo al gobernador de esta ciudad han quedado sin resultado. Se queda en observación en Sanminos [San Muñoz] hasta el siete de abril. Recibe entonces la orden del rey José de marchar hacia Alcántara para reunirse al primer cuerpo.

El siete abril de 1809 la división Lapisse en la cual ha estado siempre encuadrada la brigada Maupetit se dirige desde Aldehuela de la Bóveda a Alcántara.

He tenido que luchar durante toda la marcha, cuenta al General Lapisse, contra enormes obstáculos que he desesperado varias veces de superar, bien sean torrentes rápidos y ríos profundos sobre los que no había ningún puente y que forzaban a mi infantería a meterse en el agua hasta la cintura ocho días veces al día; hemos tenido que cruzar montes en los que los caminos no son más que senderos por los que un hombre a duras penas puede pasar y que oponían a mi artillería barreras que no hubiese podido franquear sir el celo que animaba a los soldados que, varias veces, han estado obligados de transportarlos a mano durante un trayecto considerable. Después de haber sobrepasado Ciudad Rodrigo, mi retaguardia fue seguida hasta Alcántara por una partida de 2000 hombres, sin poderles hacer caer en una emboscada.

Termina así este primer episodio de la Guerra de la Independencia en nuestra comarca, pero la cosa no había hecho más que comenzar. Vendrían, después, cuatro largos años en los que la población de nuestra provincia tuvo que soportar la presencia de tropas francesas, inglesas y españolas, que hicieron de esa época una de las más negras de toda nuestra historia.


Manuel S. Calderero Sánchez