2 de julio de 2010

El sitio de Ciudad Rodrigo en 1810 (V)

Quinta entrega del relato que acerca del asedio que sufrió Ciudad Rodrigo en 1810 escribió el General Gobernador de dicha Plaza, don Andrés Pérez de Herrasti.




Nada se figuraba todavía de baterías el día 20 en las extendidas obras de la trinchera, que ya parecía concluida y tenia completas sus comunicaciones, y muchos apostaderos y espaldoncillos a sus costados, frente y retaguardia, pero ya en este tiempo se hallaba la plaza tan estrechada por todas partes, que empezó a ser dificultosísima la salida a forrajear, y era necesario para ejecutarlo, aun al abrigo de nuestros fuegos, empeñar continuas acciones con las partidas de caballería enemiga que se situaban a impedirlo.

No obstante, el arrojo y valor de nuestros lanceros sostenía estas operaciones, y como la superioridad que habían adquirido sobre los dragones franceses era tan grande, sucedían encuentros bizarrísimos  y muy gloriosos para aquellos, llegando a verificarse que un oficial y cinco de ellos pasando por el vado de la Caridad, hicieron huir a doce que estaban apostados a la otra orilla, y les tomaron tres caballos qué tenían paciendo a su frente.

En otra ocasión una descubierta nuestra de un sargento, un cabo y ocho lanceros, puso en huida a una gran guardia de 18 dragones que la acometió, matando al oficial y a dos de los soldados, y trayéndose sus caballos.

Por el mismo término hubo otros muchos encuentros, que serian largos de referir, sin que se verificase una sola vez que dejara la ventaja de quedar por los nuestros, en los empeños que se formaban, aun siendo con fuerzas inferiores en un tercio o en la mitad; y en resolución, no hubo vez alguna que nuestras partidas de ambas armas saliesen a operación determinada, que no la realizasen completamente según el objeto a que se dirigían.

Pero ya el día 22 de junio, habiendo adelantado los enemigos sus líneas, y situado infinidad de emplazamientos y apostaderos hasta tiro de pistola de la plaza, y ceñido por todas partes el terreno, de manera que .la caballería estaba inutilizada para obrar, no podía sin mucho riesgo salir a forrajear; las subsistencias para mantenerla de otro modo, escaseaban, y veíamos que de un día a otro habían de colocar sus baterías de. brecha los enemigos, y se exponía esta apreciable fuerza a ser destruida sin fruto dentro de las murallas, cuando podía fuera de ellas ser muy útil en otro punto a la causa pública, y aun a la nuestra misma; determinó el Gobernador, de acuerdo con el propio don Julián Sánchez, y de la Junta de todos los jefes y autoridades de la plaza, a quienes reunió para proponérselo, que en la misma noche, rompiendo las líneas enemigas, fuesen todos los lanceros a incorporarse con la división volante del mando del general don Martin la Carrera, que según teníamos noticias se hallaba en la Alameda y Martiago.

Lo que ejecutaron con su acostumbrada intrepidez y resolución y habiéndose dirigido a las once de la noche por la dehesa de Marti-Hernando, sorprendieron las centinelas y puestos de: guardia de los enemigos, que forzaron en las tres líneas, y matando y arrollando cuanto se les puso por delante, completaron su operación y se pusieron en salvo, no quedando de resultas de esta arma en la plaza más que unos 30 hombres, que desmontados unos, y otros con sus caballos enfermos o inútiles para seguir con los demás, no estaban en proporción de irse con ellos, y los dejó don Julián Sánchez al mando del subteniente de la misma división don José Serrano, para que sirviesen en lo que pudiese empleárseles según su estado.

Desde el siguiente día 25 observaron nuestras vigías establecidas en la torre de la Catedral muchos movimientos en los campos enemigos y en sus trincheras, que indicaban los ataques formales que disponían; en efecto, aquella misma noche, a eso de las doce y media, luego que se puso la luna, dos fuertes columnas de infantería, sostenidas de otra de caballería por su centro, acometieron el arrabal de san Francisco por derecha e izquierda sobre los conventos de santo Domingo y santa Clara; pero como ambos puntos estaban muy de antemano bien cubiertos de tropas, y toda la guarnición se mantenía colocada hacía muchas noches en la falsa braga y recinto alto de la plaza, se les hizo por todas partes un fuego de fusilería graneado el más vivo y bien sostenido, con el que, y con el de toda la artillería de aquel frente, que jugó a metralla sobre ellos, se les rechazó completamente, e hizo retroceder y desistir de su intento.

Al mismo tiempo oímos tiroteo de fusilería de las avanzadas que teníamos en el arrabal del puente, y dieron parte éstas de que una columna enemiga, como de 300 hombres, se dirigía a atacar dicho arrabal, por lo que venían retirándose nuestras partidas, que eran solo de aviso y en poca fuerza; al momento se les dirigieron todos los fuegos de artillería, mosquetería y fusilería, que teníamos en jurisdicción sobre aquel punto en la muralla alta y el espolón de Santiago ; y aunque efectivamente entraron en el arrabal, no pudieron hacer otra cosa más que pegar fuego con apresuramiento a tres ó cuatro casas, aplicándoles los combustibles y materias incendiarias que llevaban para ello, y se retiraron con precipitación.

Conocimos luego que esta era una llamada de distracción ó ataque falso, y que su verdadero objeto en la noche era sin duda por otra parte. Efectivamente, cuasi en el mismo instante avisaron las escuchas del convento de santa Cruz, que tres numerosas columnas enemigas de infantería se dirigían a atacar aquel punto, lo que incesantemente verificaron cercándolo por todos lados, escalando las tapias de su frente, incendiando la puerta principal de la entrada con barriles de pólvora que le aplicaron, introduciéndose con el mayor arrojo en la iglesia, a que pegaron fuego con camisas embreadas por varias partes y tratando en seguida de asaltar el edificio en donde estaba nuestra tropa; pero ésta, que constaba de 100 hombres del regimiento de voluntarios de infantería de Ávila, al mando de los dos capitanes y ocho subalternos del mismo don Ildefonso Prieto, don Ángel Castellanos, don Gregorio Martin, don Gabriel Olgado, don José Mela, don Ignacio Llanderas, don Miguel Moreno, don Gregorio del Pozo, don Fabián de la Lastra y don Ricardo Reynoso, no solo resistió y rechazó los diferentes asaltos que le dieron, usando con oportunidad de las granadas de mano y de su fusilería bien colocada, sino que habiendo formado a prevención antecedentemente una cortadura en la escalera de subida que tenían cubierta con tablones, quitaron éstos al mismo tiempo que iban a pasar por ella varios granaderos franceses, conducidos por un oficial que con el mayor denuedo los guiaba con el sable en una mano, y una hacha de viento en la otra, y todos cayeron precipitados abajo por la expresada cortadura, y fueron muertos por los fuegos de los defensores; quienes rodeados de llamas por todas partes, ardiendo ya enteramente la iglesia que estaba contigua con la mayor voracidad, continuaron firmes en el puesto sin cesar de hacer fuego sobre los enemigos que por todo el rededor los tenían cercados y repetían sus tentativas continuamente; hasta que después de dos horas y media de acción, sin haber podido penetrarles, rendirles, ni forzar el puesto en que estaban, situados, habiendo perdido multitud de gente en dichos repetidos y obstinados ataques (no solo por el vivo fuego de los. defensores, sino por el que durante todo el tiempo les estuvo haciendo la plaza a metralla menuda con la mejor dirección, y toda la fusilería del regimiento de infantería de Mallorca, que guarnecía la falsa braga de aquel frente, bajo cuyo alcance estaban) desistieron del empeño, y se retiraron a eso de las dos y media, llevándose multitud de cadáveres, y dejando todo el campo lleno de charcos y regueros de sangre, según se reconoció luego que hubo amanecido. Por nuestra parte tuvimos 5 soldados y un sargento muertos, y 4 oficiales, y 18 soldados heridos, y luego que fue de día volvieron a tomar las tropas sus posiciones anteriores de que se habían replegado al convento durante el ataque, en confirmación de haber mantenido la posesión del puesto, y cubiértose de gloria en ella, y en su valerosísima defensa, que fue una de las más célebres acciones que hubo de infantería durante el sitio.

Por la parte del arrabal de san Francisco se encontraron en el frente de los ataques diferentes efectos, que indicaban, así el intento de los enemigos en ellos, como el castigo que habían recibido, pues se recogieron luego que amaneció, y condujeron a la plaza dos grandes sacos de pólvora de peso de nueve arrobas, una grande porción de mixtos, de mechas, y de camisas embreadas, que sin duda llevaban para incendiar los edificios principales, y abandonaron en la consternación de la huida, así como una porción de gorros, una caja de guerra, y veinte y siete fusiles que probablemente pertenecían a los muertos en el rechazo, y nos dieron una clara prueba de lo vigoroso de éste, y de la costa que les tuvo.

Por todo el referido conjunto de acciones, la noche fue de la mayor gloria para nosotros, y pagaron bien cara en ella la única y bárbara satisfacción que lograron de incendiar los edificios referidos del arrabal del puente y convento de santa Cruz, sin que consiguiesen la posesión de ningún terreno de los que atacaron, y no sacrificando menos en los tres puntos a que se dirigieron que de 300 a 400 hombres, según todas las señales y probabilidad, pues estuvieron en los tres ataques sufriendo un fuego incesante de nuestra fusilería y artillería, que la primera les tiró en la noche más de 120 mil tiros, y la segunda sobre 2 mil de todas clases, principalmente a metralla.

La actividad y movimientos que desde el, expresado día observamos en los enemigos, nos indican claramente que iban a establecer las baterías de brecha en los puntos que se señalaban en las trincheras, con disposición a situarlas; pero todavía no descubríamos enteramente su construcción, ni veíamos por ninguna parte la artillería gruesa,: porque uno y otro nos lo procuraron ocultar cuidadosamente, hasta que después de varios avisos que dieron nuestras avanzadas en las noches del mismo y del 24, de que se oían muchos ruidos de conducciones hacia el teso de san Francisco, vimos manifiestamente luego que amaneció el día 25, siete haterías descubiertas con 46 cañones, morteros y obuses que corrían en línea desde el referido teso hasta el jardín de Samaniego, y apenas aclaró un poco, rompieron el fuego de todas ellas contra la plaza, empezando desde luego a arrojar bombas, balas y granadas sobre los recintos y edificios de la ciudad, con tanta furia, que en las seis horas primeras contamos sobre 800 tiros de escopeta, y más de 3 mil de bala rasa de todos calibres.

Granada de carga hueca (se rellenaba de pólvora, balines, y en ocasiones brea para provocar incendios). Ejemplar que se encontraba en uno de los laboratorios del Seminario Diocesano de Ciudad Rodrigo. Coloqué las llaves al lado para tener una referencia de su gran tamaño.