1 de noviembre de 2010

Día de recuerdos

 Hace hoy exactamente 100 años, se publicaba en El Adelanto esta pequeña reflexión acerca del día en que nos encontramos. Lo titulaba "Día de recuerdos". Y asi es, en efecto, para la mayoría de la gente, que en este día rememora a todos sus seres queridos ya fallecidos. Y es que aun cuando mañana es oficialmente el día de los Difuntos, hoy se suele dedicar también a los mismos. Recuerdo, de pequeño, los persistentes toques de campanas durante toda la tarde-noche de tal día como hoy. Y en un día como este,.... ¡vine yo al mundo! Para mi es, por tanto, un día de alegría que viene marcado por la tristeza de no poderlo celebrar ya con parte de mi familia .... 
Día de recuerdos.

¿Por qué estos días son de recuerdos? A veces pienso que es el lento sonido de la campana el que nos hace volver la vista atrás, examinar el camino que hemos recorrido, detenernos con pesadumbre ó alegría á examinar ciertos rincones y apresurar el paso cuando llegamos cerca de otros.

Suenan majestuosamente las campanas, y á su voz hasta los más superficiales parecen detenerse y hacer examen. No es la campana solamente la que nos dice que debemos recordar lo pasado. En las esquinas de las calles, las castañeras lanzan su pregón, que recuerda la llegada de estos días, en que las gentes se congregan alrededor de la lumbre para hablar de los que fueron y ya han dejado de existir.

En los escaparates de las confiterías, los buñuelos de viento nos dicen también que llega el 1.° de Noviembre. Y por último, don Juan, el canallesco don Juan, se presenta por todas partes, diciéndonos “que un punto de contrición da á un alma salvación”

Recordemos. Recordemos como si el ruido de la campana fuera la música más apropósito para estimular el recuerdo. ¿Habrá algo que lo estimule como la música? Si ustedes no lo creyeran pretencioso, les diría en mi calidad de profano, que para mí la música es el arte del recuerdo, y que me es imposible oír música (sobre todo si es buena), sin lanzarme á recordar cosas que pasaron y á veces hasta cosas que ni siquiera conocí, y de las que sólo tengo referencias. Se celebraba el domingo el concierto que dio la Fons, en el teatro Bretón. La sala estaba llena de distinguido público, y en la sala sonaban las notas de un piano manejado por un hábil ejecutante; el concierto se sucedía entre los aplausos de la concurrencia, que á veces se mostraba exigente y a veces benévola, y yo, sentado en mi asiento, recordaba y recordaba, y recordaba como si la música no se propusiera otro objeto que el de hacerme recordar.

Y recordaba lo que yo he oído de épocas pasadas, en que los salmantinos oían óperas tan á diario como ahora vemos bailarinas, y recordaba todo lo que yo he oído de una Salamanca relativamente cercana, y que parece casi de leyenda cuando se compara con la actual.

Y, recordando todo lo que se dice de esas épocas, y viendo lo que pasa en estas prosaicas y ramplonas en que vivimos, pensaba si no sería muy útil que de tiempo en tiempo recordáramos para sacar alguna provechosa lección. Y como entonces la música con sus notas, hoy la campana con sus acentos, me hace recordar, y el recuerdo no puede ser más agradable, porque cualquiera que sea la época que se recuerde, resulta mejor que la presente. No porque "cualquier tiempo pasado fue mejor”, sino porque cualquiera Salamanca de las pasadas fue más artística que ésta, que quiere ser práctica y resulta insoportable.

Juan de Salamanca. El Adelanto, 1 de Noviembre de 1910