17 de octubre de 2011

La Feria de mozos


Con ese nombre era como tradicionalmente se conocía en Salamanca la feria anual que se celebraba el 24 de Junio, festividad de San Juan, y en la que se contrataban los mozos y mozas para realizar principalmente las tareas agrícolas de la recolección. Se ubicaba entre las puertas de Villamayor y San Bernardo. En el resto de poblaciones salmantinas ocurría algo similar, si bien generalmente en la señalada fecha del 29 de Junio fiesta de San Pedro.

Un redactor de "El Adelanto" la describía en estos términos (año 1906):

El cuadro es de una variedad extraordinaria. Gallegos con el aspecto de resignación y de mansedumbre que parece hereditario en los pobres de Galicia. Charros de pantalón de pana, blusa de tela y enormes garrotas. Serranos desarrapados, luciendo forzudos miembros y con algo de bohemios que les despega de los tipos charrunos. Gitanos de los tan conocidos de pañuelo de puntas al cuello y vara en la mano. Muchachos que miran a los amos que los ajustan como queriendo averiguar por la facha si serán peores que aquellos a quien llaman padres. Mozas forzudas, de amplias caderas, seno abultado y cara terrosa. De vez en cuando un viejo vestido de charro o de señor que siempre descubre el charro, ya sea por su cara totalmente afeitada o por un bigote cerdoso que se ha afeitado mucho tiempo. Todos hablan despacio con lentitud desesperante y frase concisa....

Tres años más tarde, la misma publicación relataba también alguna que otra escena de esta tradicional -y en la prensa madrileña, vilipendiada- feria de mozos y mozas:
....
A las diez de la mañana di una vueltecita por la feria, que ayer, como todos los años se celebraba en la puerta de Villamayor.
En el paseo habría hasta media docena de temporeros: en la carretera dos ó tres charros, con el ganado que pensaban vender, y al lado del convento de las Carmelitas, dos o tres corros de gallegos, con dos otres burros y una mísera muleta, también de venta.
Acercándose al grupo de temporeros, se les oía hablar de la feria, pero como si fuera de cosa pasada, no como si la estuvieran esperando.
- ¿De dónde vi nes tú?
- De aquí siete leguas.
- ¿Montas en el tren?
- Los mis pies que las andan. Y en tá puedo andar otro poco. E l año pasao me cogí pa bien lejos de aquí y no me dió miedo dir No soy como otros que no saben salir de la puerta Zamora.

Un charro de pantalón, viejo y socarronete como un demonio, está ajustando una burra a un gallego que habla maravillosamente el castellano y que, sin dejarse achicar por la socarronería del charro, pondera su rumbo y su esplendidez.
- ¿Cuánto quieres por la borrica?
- ¿Cuánto piensa usted dar?
- Cuatro duros.
- Me sobra a mí alma para coger una navaja y matarla ahora mismo. Usted ¿qué cree que son cuatro duros?
- Hombre, pa lo que tú me has pedido, me parece que te he mandao bastante. ¿Cuánto quieres tú?
- Veinticinco duros.
El charro hace con que se asusta, y con que se marcha. Se separa unos metros, y después vuelve y ajusta la muleta, echando por delante lo de que es burreña, y que no hay una que no sea falsa. El trato se eterniza. A pesar de que el gallego se encalabrina a cada palabra del charro, éste sigue hablando y riéndose, sin hacerle caso. Parece que ha venido a la feria a divertirse.

Ahí los tienen ustedes; la gracia, la animación, el jaleo. Llegan los gitanos montados en sus caballos: ahora puede decirse que hay feria, por lo menos de ganado. Entran en el ferial como dueños y señores, reúnen las "bestias", las atan a las vectanas del convento, y ya no descansan hasta que se vayan para casa. ¿Que hay un charro que se acerca a ver un borriquilio de los que ellos tienen a la venta? En seguida hay un gitano que saca al animal a la carretera y le hace pasear con mil monerías. Después se va donde está el charro.
- ¿Me va a comprar el borrico? Fíjate en la pieza que es; mejores patas no entran en Salamanca.
- Es muy chico.
- Bien chicas son las monedas de cinco duros, y tienen mucho mérito.
El charro se muestra poco decidido, pero los gitanos empiezan a darle coba hasta que lo marean.

En el ferial hay mucha gente, pero muy poca animación. Los amos parecen no tener prisa, y los temporeros parecen darse cuenta de que no deben tenerla. Aún queda el día de San Pedro, y después el de Santa Isabel. Los mozos grandes piden 1.800 reales por el año; les mandan 1.200, y se están dos horas regateando. Por la temporada piden 28 duros, y les mandan 24. Los trilliques están baratos; por regla general á cinco duros. Esto es lo que por allí se oía. ¿Qué resultaba? No es fácil saberlo. Ayer, al contrario de otros años, nadie hablaba con prisa, y todos los amos parecía que estaban ajustando criados, no para este año, sino para el venidero. La verdad es que no parece que estamos en época de recolección.

El Adelanto, 25 de Junio de 1909