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4 de noviembre de 2012

La noche de los Santos

Acaba de pasar la fiesta de Todos los Santos. Para mi un día muy especial, pues es el día de mi cumpleaños. Pero también por los recuerdos que me traen de mi niñez, de las reuniones por la noche en casa de los abuelos, el tañido de las campanas, ... Lo relata muy bien don Saturnino Galache en este poema publicado en su libro "Charras" titulado "La noche de los Santos".


Es la fiesta de los Santos,
Descontando Navidad,
La que encierra más encantos
En toda la cristiandad.
Esas típicas vigilias,
Tienen el divino don
De reunir las familias
En el paterno rincón.


Y unidos en lazo estrecho
Por este sagrado imán,
Los cobija el mismo techo
Y los nutre el mismo pan.
¡Venerandas tradiciones
de mi tierra salmantina!
Tu recuerdo ¡Qué emociones!
Tu religión ¡Qué divina!


¡Confituras de artimañas,
el cabrito a troche moche,
y las mollares castañas
asadas en el calvoche!
Cuentos de mis lugareños
-de poéticos ensueños-
Que enamoráis tantos pechos,
Refiriendo a los pequeños
Sueños que parecen hechos.
-Hechos que parecen sueños-


¡Santo final de esas cenas
de inefable poesía
e indecible encanto llenas!
En que al cesar la alegría
Los ancianos circuidos
De hijos, sobrinos y el nieto,
Rezan por los fallecidos
Con imponente respeto!


Allí están junto al hogar
Donde se meció la cuna
De aquél grupo familiar;
Un mismo amor los aduna.
Y al terminar la oración
Oyen sin pestañear
La miedosa aparición
De un ánima al tío Gaspar.
Si el cuento se extralimita
A los ecos del din dan
Las campanas de Rollan
La atención se debilita,
Y se quedan los chiquillos
Dormidos entre los brazos,
Lo mismo que marmolillos
En los calientes regazos
De la madre diligente.


Los zagales se acostaron
Y los padres se enredaron
En el diálogo siguiente
-Hay que aprovechar un rato
Pá dir a ver el Centeno.
-Ayer lo vio Quico el chato
y ha dicho que va mi bueno,
-No va malejo, no, el pan
y aunque siempre hay cabra coja,
los cuadros de mi tío Juan
Ponen el ramo en la Hoja,
-Y al sierro, una escapatoria
Hay que echar, también, si encarta.
-Tiene un trigo que da gloria,
Y un maraojo de a cuarta,
-Que meta Juan las ovejas,
Que lo despunten un poco.
-Y las dos cotralas viejas,
Y en cuanto arrecien las troco.
-A Cia Rodrigo con ellas!
Y con tantos pareceres
Disminuyen las botellas.


Intervienen las mujeres
Y en una brisca reñida
Juegan el aceite anís
Y se le marcha en un tris
Otra horita bien cumplida.
Obligan al perdigón
A que pague a toca teja,
Desocupan la bandeja
Y ... al levantar la sesión,
Tapujadas las carinas
De los dormidos zagales
En mantones y anguarinas,
En los brazos paternales,
Para esquivar al salir,
La impresión del crudo hielo,
Se despiden del abuelo
Con el ojo a medio abrir.


Esta es la costumbre santa
Del alma charra de ahora,
La que mi pecho enamora,
La que mi peñóla canta.
Y cuando el cuerpo reclama
Lo que su dueño le niega,
Se van todos a la cama,
Después de echar la sosiega.


¡Cuán distinto es hoy, con ese "invento comercial" trasplantado desde los Estados Unidos, de la fiesta de Halloween!

 

1 de noviembre de 2010

Día de recuerdos

 Hace hoy exactamente 100 años, se publicaba en El Adelanto esta pequeña reflexión acerca del día en que nos encontramos. Lo titulaba "Día de recuerdos". Y asi es, en efecto, para la mayoría de la gente, que en este día rememora a todos sus seres queridos ya fallecidos. Y es que aun cuando mañana es oficialmente el día de los Difuntos, hoy se suele dedicar también a los mismos. Recuerdo, de pequeño, los persistentes toques de campanas durante toda la tarde-noche de tal día como hoy. Y en un día como este,.... ¡vine yo al mundo! Para mi es, por tanto, un día de alegría que viene marcado por la tristeza de no poderlo celebrar ya con parte de mi familia .... 
Día de recuerdos.

¿Por qué estos días son de recuerdos? A veces pienso que es el lento sonido de la campana el que nos hace volver la vista atrás, examinar el camino que hemos recorrido, detenernos con pesadumbre ó alegría á examinar ciertos rincones y apresurar el paso cuando llegamos cerca de otros.

Suenan majestuosamente las campanas, y á su voz hasta los más superficiales parecen detenerse y hacer examen. No es la campana solamente la que nos dice que debemos recordar lo pasado. En las esquinas de las calles, las castañeras lanzan su pregón, que recuerda la llegada de estos días, en que las gentes se congregan alrededor de la lumbre para hablar de los que fueron y ya han dejado de existir.

En los escaparates de las confiterías, los buñuelos de viento nos dicen también que llega el 1.° de Noviembre. Y por último, don Juan, el canallesco don Juan, se presenta por todas partes, diciéndonos “que un punto de contrición da á un alma salvación”

Recordemos. Recordemos como si el ruido de la campana fuera la música más apropósito para estimular el recuerdo. ¿Habrá algo que lo estimule como la música? Si ustedes no lo creyeran pretencioso, les diría en mi calidad de profano, que para mí la música es el arte del recuerdo, y que me es imposible oír música (sobre todo si es buena), sin lanzarme á recordar cosas que pasaron y á veces hasta cosas que ni siquiera conocí, y de las que sólo tengo referencias. Se celebraba el domingo el concierto que dio la Fons, en el teatro Bretón. La sala estaba llena de distinguido público, y en la sala sonaban las notas de un piano manejado por un hábil ejecutante; el concierto se sucedía entre los aplausos de la concurrencia, que á veces se mostraba exigente y a veces benévola, y yo, sentado en mi asiento, recordaba y recordaba, y recordaba como si la música no se propusiera otro objeto que el de hacerme recordar.

Y recordaba lo que yo he oído de épocas pasadas, en que los salmantinos oían óperas tan á diario como ahora vemos bailarinas, y recordaba todo lo que yo he oído de una Salamanca relativamente cercana, y que parece casi de leyenda cuando se compara con la actual.

Y, recordando todo lo que se dice de esas épocas, y viendo lo que pasa en estas prosaicas y ramplonas en que vivimos, pensaba si no sería muy útil que de tiempo en tiempo recordáramos para sacar alguna provechosa lección. Y como entonces la música con sus notas, hoy la campana con sus acentos, me hace recordar, y el recuerdo no puede ser más agradable, porque cualquiera que sea la época que se recuerde, resulta mejor que la presente. No porque "cualquier tiempo pasado fue mejor”, sino porque cualquiera Salamanca de las pasadas fue más artística que ésta, que quiere ser práctica y resulta insoportable.

Juan de Salamanca. El Adelanto, 1 de Noviembre de 1910