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5 de junio de 2012

Las consecuencias de un mal golpe

A veces no le hacemos mucho caso, ni le damos importancia a los golpes que recibimos, o que damos. Sobre todo si son en la cabeza. Pero hay que tener mucho cuidado con ellos, particularmente si se produce pérdida de conocimiento.

Aldeadávila, 1911. Un lío de faldas, un garrotazo, ... Y las consecuencias al día siguiente. Veamos como lo contaba El Adelanto.

Sensible desgracia.

Días pasados ocurrió en Aldeadávila de la Ribera un suceso que ha causado enorme impresión en el vecindario. Entre el joven Saturnino Hernández y otro de aquella localidad, hace tiempo existían resentimientos por rivalidades amorosas.

Quiso la mala suerte que se encontraran ambos rivales una de las noches pasadas en una de las plazas del pueblo, y comenzaron a disputar. De las palabras pasaron a los hechos, recibiendo Saturnino un tremendo garrotazo en la cabeza, que le privó del sentido.

Repuesto del golpe, y auxiliado por unos amigos, se encaminó a su domicilio, no dando importancia a lo ocurrido. Al día siguiente se puso enfermo de gravedad, pero como los padres ignoraban lo ocurrido, no se dieron gran prisa en llamar al médico, hasta que un amigo de Saturnino lo explicó. Avisado el médico y el sacerdote, inmediatamente se encaminaron a casa del herido; pero cuando llegaron había dejado de existir el infeliz. El agresor fué detenido.

El Adelanto jueves 13 de abril de 1911

 

13 de noviembre de 2011

La mantilla de rocador


Fotografía de José Ortiz Echagüe expuesta en el Centro de Investigación del Patrimonio Etnológico del Museo del Traje, en la que podemos ver a una Charra de Aldeadávila de la Ribera ataviada con mantilla de rocador y en actitud orante (posiblemente en alguna de las celebraciones religiosas de la Semana Santa).  A este respecto, complementamos esta entrada con un pequeño texto del escritor salmantino Ventura Ruiz Aguilera:

La gente del pueblo, ataviada con sus mejores trajes, acudía también a los templos, viéndose pintorescamente confundidos con las cruces verdes y rojas de los caballeros de Calatrava, de Alcántara y de Santiago, el morrión del artillero, el tricornio del alumno de Minerva, la capucha del franciscano, el dengue de la charra, la anguarina del campesino de la provincia, y la elegante mantilla de rocador, que las artesanas usan de muchos años atrás; mantilla casi toda de terciopelo, que, ahuecándose, descansa muellemente sobre los hombros. La artesana salmantina, con su mantilla de rocador, que tan bien sienta a su cutis, por lo regular blanco y rosa; su gran pañuelo de crespón ó de percal, graciosamente atado a la cintura, con las puntas formando caídas; su vestido, con frecuencia del mismo corte y tela que los de las señoras, y guante ajustado, tiene un aire distinguido, que a veces sería difícil encontrar aún en clases más altas de otras provincias...

Ventura Ruiz Aguilera
A MORO MUERTO, GRAN LANZADA.
PROVERBIOS EJEMPLARES,

15 de septiembre de 2011

Desde Barruecopardo

Varias cosillas de Barruecopardo de 1908. Alguna agradable y alguna triste. Sobre todo la que nos indica como estaba en auge en aquellos días la emigración a América de gran parte de la población de esta comarca del Noroeste salmantino. Como se ve, la tremenda despoblación que sufrimos no es flor de un día, hace cien años ya emigraban a espuertas.... y así hemos continuado sin que nadie ni nada le ponga coto y remedio a esta sangría.

El día 5 tuvo lugar en Aldeadávila de la Ribera, la boda de su ilustrado médico, don Daniel Martín, con la bella señorita Manuela Vicente, sobrina del cardenal Herrera, siendo apadrinados por los hermanos del novio, Urbano y su discreta esposa. La asistencia, tan selecta como numerosa, fué proporcionada á la calidad de los contrayentes y á las muchas simpatías con que cuentan en la comarca. Como nota saliente y típica, cito el baile de la rosca, admirablemente bailado por la simpática hija del difunto señor Barrera, y el célebre Rondiche, el mejor bailador de la ribera del Duero. Eterna luna de miel deseamos á la joven y enamorada pareja.

Designado para esta Notaría, ha tomado posesión de la misma, el distinguido notario don Tiburcio Ávila González, cuya sencillez y discreción han producido el mejor efecto. Sea bien venido.

La emigración continúa in crescendo, saliendo a diario grupos de 30 y 40 personas, ante la terrible perspectiva del próximo invieruo, que será de hambre, si no empiezan pronto las distintas obras proyectadas. El labrador, hecha su sementera, si encuentra semilla para efectuarla, vivirá con la esperanza de la próxima cosecha; al obrero no le queda ni aun eso, y por lo mismo emigra.

Se nota gran movimiento en este pueblo con motivo de las próximas fiestas, esperándose un buen contingente de forasteros a presenciar la corrida del día 13, en la que será muerto a estoque un hermoso toro de la conocida ganadería de los Mellizos, de Villavieja.

El Adelanto, 12 de Septiembre de 1908

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25 de marzo de 2011

Cristobal Martin de Herrera



Cristobal Martín de Herrera nació en Aldeadávila de la Ribera el 20 de marzo de 1831 y falleció en Madrid el 10 de Abril de 1878. Estudió la carrera de Derecho, obteniendo el título de Licenciado en Jurisprudencia y consiguiendo ser investido con el grado de Doctor el 12 de Junio de 1855 por la Universidad Central de Madrid. Con motivo de esta investidura leyó el discurso titulado "El verdadero fin del Derecho Internacional".

Desde muy temprana edad se dedicó a la política, presentándose como miembro del Partido Moderado a las elecciones a Cortes Generales por la circunscripción de Salamanca, distrito de Vitigudino, que se celebraron el 31 de Octubre de 1858, consiguiendo en ellas el acta de diputado. A partir de entonces, y salvo algún periodo de tiempo (Elecciones de 1866 y las celebradas durante la Primera República) fue elegido para representar a varios distritos de la provincia salmantina (Vitigudino, Salamanca y Ciudad Rodrigo)

ELEC.  Nº
CIRCUNSCRIPCIÓN
DISTRITO
FECHA
ELECTORES
VOTANTES
VOTOS
22
Salamanca
Vitigudino
31-10-1858
334
268
174
23
Salamanca
Vitigudino
11-10-1863
198
151
151
24
Salamanca
Vitigudino
22-11-1864
419
299
299
25
Salamanca
Salamanca
01-12-1865
8140
5001
3779
26


10-03-1867



27
Salamanca
Provincia
15-01-1869
63799
51704
21765
28
Salamanca
Vitigudino
08-03-1871
9338
8111
4989
29
Salamanca
Vitigudino
02-04-1872
9255
7249
7231
30


24-08-1872



31


10-05-1873



32
Salamanca
Ciudad Rodrigo
20-01-1876
9598
7048
7036


A título de curiosidad, escribimos los nombre de las personas elegidas como Diputados a Cortes en representación de nuestra provincia en las elecciones de 1858:


Salamanca: ABECIA, JOSE DE
Ledesma: ARTEAGA, MANUEL JOSE
Ciudad Rodrigo: DIEZ TARAVILLA, CANDIDO
Salamanca: MADRAZO ARROYO, SANTIAGO DIEGO
Vitigudino: MARTIN DE HERRERA, CRISTOBAL
Peñaranda de Bracamonte: MILLAN Y CARO, FRANCISCO
Béjar: RODRIGUEZ VIDAL, NICOLAS
En el transcurso de su carrera política, desempeñó diversas carteras ministeriales:

- Regencia del General Serrano:
  • Ministro de Gracia y Justicia desde el 18 de Junio de 1869 hasta el 1 de noviembre de 1869 (Gobierno del General Prim)
- Reinado de Amadeo I:
  • Ministro de Ultramar desde el 20 de Febrero de 1872 hasta el 26 de mayo de dicho año (Gobierno de Sagasta)
- Reinado de Alfonso XII:
  • Ministro de Fomento desde el 12 de Sept de 1875 - 2 de Dic de 1975 (Gobierno Jovellar)
  • Ministro de Gracia y Justicia desde el 2 Dic 1875 - 14 ene 1877 (Gobierno Cánovas)
  • Ministro de Ultramar desde el 14 ene 1877 - 12 feb 1878 (Gobierno Cánovas)

Falleció a temprana edad, víctima de una penosa enfermedad. Desde comienzos del año 1878 sus funciones ministeriales fueron asumidas interinamente por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, mientras intentaba recuperar su maltrecha salud en las provincias de Alicante y Murcia. El día 9 de Abril de 1878 regresó a Madrid desde el balneario de Archena, falleciendo a las nueve de la mañana del día siguiente. Fue enterrado en el cementerio de San isidro de Madrid. Contaba 47 años de edad. Estaba casado con la hija mayor del entonces conocido poeta y escritor catalán Francisco Camprodón, quien le dedica el libro: “Los dos mellizos” en el año 1862.

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26 de enero de 2011

Embalse de Aldeadávila

DATOS DEL EMBALSE DE ALDEADÁVILA SUMINISTRADOS POR SEPREM
(Sociedad Española de Presas y Embalses)

Foto PNOA (Proyecto Nacional de Ortofotografía Aérea)


  • Municipio:
    Aldeadávila de la Ribera
  • Río:
    Duero
  • Propietario
    Iberdrola
  • Proyectista
    Martínez Artola
  • Uso
    Hidroeléctrico
  • Término de obras
    1963
  • Tipo
    Arco Gravedad, hormigón
  • Altura desde cimientos
    139,5 m
  • Longitud de coronación
    250 m
  • Cota de coronación
    333 m
  • Cota de cimentación
    193 m
  • Cota de cauce
    204 m
  • Volumen Cuerpo Presa:
    848.120 m3
  • N° de desagües: 
    1
  • Capac.desagüe: 
    334 m3/s
  • Aliviaderos:
    2
  • Capac. aliviaderos : 
    2400-9708 m3/s
  • Potencia
    Aldeadávila I  718 MW
    Aldeadávila II 421 MW
  • Capacidad
    115 hm³
  • Superficie
    364 ha

21 de octubre de 2010

Los "fayales" del Duero


Vamos a reproducir hoy un precioso relato de un par de redactores de la publicación "La Ilustración Española y Americana" -a quienes vemos en la fotografía superior acompañados de sus guías- que realizaron un viaje por las "Arribes" salmantinas a comienzos del pasado siglo XX. Les llamó especialmente la atención el secular atraso -ya entonces- de nuestras vías de comunicación. ¡Y así seguimos! Con el paso de los años se han ido mejorando paulatinamente, pero no al ritmo necesario para alcanzar el nivel que el resto de carreteras españolas presenta hoy día.

Al final del artículo, los reporteros auguraban un gran desarrollo industrial para la comarca debido a la existencia de esa gran fuente de electricidad potencial que constituían las aguas del Duero y sus afluentes. ¡Desgraciadamente se equivocaron! Creamos mucha electricidad, pero la mandamos casi toda fuera, hacia zonas lejanas, donde se montaron esas industrias que, en buena lógica, debieron haberse establecido aquí. ¡Posiblemente decisiones políticas -nunca hemos pintado nada o casi nada en esta España nuestra- y unas más que deficientes comunicaciones influyesen para ese fatídico alejamiento industrial de la provincia salmantina! Y como no hay mal que por bien no venga, como dice el refrán, nos queda el consuelo de tener un bonito parque natural que de otra forma hubiese resultado dañado o desaparecido. ¿Es suficiente ésto para revitalizar nuestra cada vez mas despoblada y envejecida comarca? ¡Ahí queda la pregunta!

¡Vayamos con el artículo! Se publicó en "La Ilustración Española y Americana" el día 8 de septiembre de 1906 e iba acompañado de una serie de imágenes gráficas alguna de las cuales ponemos también para ilustrar esta entrada. Por cierto, la palabra "fayal" que aparece en plural como título del artículo es una palabra del "leonés" -no en vano está parte del territorio salmantino es más leonesa que castellana- que significa "peñascal, precipicio, peñasco".


POR LA ESPAÑA DESCONOCIDA.

LOS “FAYALES” DEL DUERO.

De Madrid a la frontera portuguesa, donde se hallan, el viaje constituyó un verdadero retroceso histórico, en quo se puede apreciar las diferentes épocas porque ha pasado nuestra Patria. Del tren a la diligencia, de ésta al mulo, y de éste a pie. Y en el tren veis caras inteligentes, mujeres elegantes, hombres que os hablan de problemas sociales, de alta política, de literatura.....;  son  almas complejas, espíritus  modernos que  viven vida de cultura.

Y en la diligencia, una señora que no sabe más que de cocina y algo de modas (y va vestida a la de hace muchos años); su esposo, que habla de todo, increpa a los Gobiernos, trina contra sus paisanos, y, en resumen, sabe menos que la señora; dos tratantes en granos, a quienes hacen dormir los discursos del orador, y en el mulo los dos amigos que hacemos la expedición acompañados de un arriero, encontrando de trecho en trecho pueblos de cuatro casas, habitados por hombres con cuatro cuartos y cuatro ideas que heredaron de sus tatarabuelos, y procuran transmitir a sus tataranietos.

Y a pie, solos con nuestros guías, solos con la Naturaleza salvaje, en los riscos pelados do las montañas,


Donde se borra del vivir la idea,
Donde se posa la absoluta calma,
Su nido asientan los silencios grandes,
El tiempo pliega sus gigantes alas
Y el espíritu atento
Siente dotar en derredor la nada.

Es un delicioso descenso gradual de la vertiginosa vida moderna de la corte a la más plácida y tranquila de la provincia, a la soñolienta de los pueblos, a la mudez de la montaña.

El tren nos condujo de Madrid a Salamanca, la diligencia a Vitigudino, el mulo a los arrives del Duero, por donde caminamos a pie.

Antes de llegar a ellis hallamos cosas interesantes de las que el arriero que nos conducía nos había hablado.

—Van ustedes a ver-nos decía — el peñasco mayor del mundo.
—¡Caracoles!
—¡No vos riáis, que es mu cierto! Como que en la encimera juegan los mozus a la barra.

No nos dejó muy convencidos con la demostración, a pesar de repetirnos veinte veces lo del juego de barra, y suspendimos nuestro juicio hasta ver el monstruoso peñasco.

Al descubrirle, nuestro conductor, con aire triunfante, nos dijo:

-¿Qué vos paeci?


Efectivamente, la peña, si no es la mayor del mundo, tiene un tamaño poco común, y, sobre todo, se halla en especiales circunstancias. Sola, en medio de un campo completamente llano, sin que otro peñasco, chico ni grande, la acompañe, rompe la horizontal del terreno elevándose en forma de bollo a una altura de cincuenta metros por más de trescientos de circunferencia.

Cerca de la peña se halla el pueblo a que ella ha dado nombre y en él nos detuvimos un rato.

Si los estudiosos de la Historia se trasladaran de sus bibliotecas a uno de estos pueblecillos perdidos en la llanura castellana, seguramente habían de encontrar una gran satisfacción al ver reproducidos, no en manuscritos, sino en realidad viviente, instituciones, costumbres, modos de vivir y de vestir que se creen pasados para siempre, y que, sin embargo, allí subsisten intactos, cristalizados, como si la corriente del progreso humano no hubiera alcanzado en sus orillas a aquellos pueblos, en cuyas calles el espíritu saborea, con ese sabor intenso que da lo real, el vivir de nuestros antepasados, aquel vivir calmoso, aquella piedad entre fe y superstición nacida en ella como una parte de su ser que con ellos muere, aquel lenguaje que suena a páginas del Quijote y aquel vestir de tosco sayal hilado por ellas (operación que las ocupa la mayor parte del día), tejido en primitivos telares, construidos por ellos mismos, de donde salen el antiquísimo manteo de vuelta, el rebozo y la picota ó mandilete, que después bordan con pajarracos y ramos de vivos colores.

Parecíanos que al salir del pueblo habíamos de encontrar en el camino al señor de aquellos lugares, que volviera con sus mesnadas de algún encuentro con el moro; afortunadamente no fue así, pues si los pecheros y los siervos de la gleba aun viven, los señores son muy otros y ya no se encuentra ni rastro de ellos.

En una encrucijada se alza una sencilla cruz de piedra; se descubre nuestro guía y reza; respetamos la oración, y al terminarle preguntamos qué indica la cruz. Es una historia dramática: allí mataron a un hombre hace muchos años, él no lo conoció; pero, como todos sus paisanos, al pasar por ante la cruz se descubre y reza.

Media hora después llegamos a Masueco.

Masueco es un pueblecillo que, como todos ellos, tiene algo de qué enorgullecerse: un negrillo (que por cierto acababan de derribar), cuyo tronco mide unos dos metros de diámetro, y un salto de agua que es una maravilla. El médico, en cuya casa hallamos grata hospitalidad, nos acompañó al día siguiente a visitar la cascada. Las noticias que nos habían dado del terreno donde se hallaba, no eran de las más tranquilizadoras. El que nos las comunicó había pasado el miedo mayor de su vida en aquellos precipicios al ir persiguiendo una cabra. En ella se habían “esfayado” (despeñado) un muchacho y un hombre que guiaban un carro, cayendo al hondo juntos con la yunta y el carro.

A pesar de estos informes y a pesar de la tenaz lluvia, emprendimos el camino, llano en unos dos kilómetros, montañoso después, descendiendo áspera pendiente entre olivos hasta llegar a una ribera, que por el estrecho valle se desliza; la atravesamos y seguimos caminando por su margen derecha; al poco rato notamos que la ribera se perdía, el terreno quedaba cortado, y al fondo sólo veíamos una estrecha garganta formada por dos enormes "arrives", cuya base no lográbamos percibir.

Unos pasos más y nos encontramos al borde del precipicio.

Es difícil, es casi imposible explicar lo que en presencia de aquel soberbio espectáculo se siente. Mezcla de terror y de ansias de arrojarse al abismo, percepción clara de nuestra insignificancia y admiración de aquellos colosos de piedra que se hunden en las negruras del fondo; y, aturdiéndonos con su sonido ensordecedor, el agua haciendo espumarajos, dando saltos locos de la cumbre a una cuenca peñascosa, colocada quince metros por bajo de aquélla, y en la cuenca empujándose, bullendo, pareciendo que le falta tiempo para buscar la salida, que halla por entre una hendedura, desde donde se despeña, cayendo a unos cincuenta metros en forma de cola de caballo, blanca y rizada. Al chocar con el agua de abajo forma una neblina, que es la que ha dado origen al nombre que lleva la cascada: Pozo de los Humos. El descenso a él fue la parte más peligrosa de la excursión. La lluvia hacía resbaladizos los carriles, que no tenían dos-palmos de anchos, y nuestras piernas, poco acostumbradas a aquel ejercicio, y nuestro calzado de andar por la ciudad, nos ponían a cada paso en serio peligro de resbalar y caer para no volver a levantarnos; aumentaba este riesgo el vértigo, que cada vez que se nos ocurría mirar hacia abajo, se apoderaba de nosotros.

En cambio, el médico y el hombre que nos acompañaban, corrían por allí, como si no se hubieran enterado de que un mal paso era firmar su sentencia de muerte.

Eran ya las seis de la tarde cuando emprendimos la marcha hacia Aldeadávila de la Ribera, último pueblo de España por aquella parte. Desde el camino vimos hacia el horizonte varios pueblecillos de Portugal.

Cuando entramos en el pueblo anochecía; en la esquina de una calle, una joven tocaba una campanilla y rezaba Padrenuestros por las almas de los difuntos, los vecinos la acompañaban en el rezo; no sé si fue la hora o el respeto que inspiran esas viejas costumbres, lo cierto es que aquella escena nos emocionó. Pero mayor fue la emoción que nos causaron cuando después de cenar nos hallábamos conversando tranquilamente en la posada. Varios disparos y unos aullidos nos hicieron saltar en nuestros asientos, mientras los contertulios se quedaban tan tranquilos riéndose de nosotros.

—Ustedes no están acostumbrados a esto y por eso les extraña -nos dijeron; son los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen todas las noches: es costumbre.

A pesar de la falta de tabaco, ninguno de los dos nos atrevimos a salir a la calle por respeto a la costumbre, mucho más respetable que la que anteriormente habíamos presenciado. No fue preciso que a la mañana siguiente nos despertaran. Aun no había llegado el día cuando di yo un salto en la cama. Entre dormido y despierto palpaba el lecho tratando de cerciorarme si era peñasco o no donde me hallaba, y a la verdad que en un buen rato no salí de la duda.

Aquella noche soñé que me había “esfayado” en el Pozo de los Humo; que una joven tocaba una esquila, rezando un Padrenuestro por mi alma, y que varios mozalbetes disparaban tiros sobre mi cadáver. Los tiros me despertaron, y de que cataba vivo pude cerciorarme, pero de que no había caído sobre un peñasco tardé en convencerme; tal era la dureza de la cama donde habíamos dormido.

Poco tardaron Perico el Feo y el Roto, dos simpáticos contrabandistas conocedores de aquellos andurriales, como yo de los rincones de mi casa, en venir a buscarnos para irá visitar los “fayales”.

Abrigábamos el temor de que habiendo visto el día anterior los arrives del Pozo de los Humos, poco más emocionante podíamos hallar, y, en efecto, el terreno que divisamos, no muy accidentado, prometía guardar pocas bellezas. Afortunadamente, el temor se desvaneció pronto.

A media legua de Aldeadávila, y después de escalar unos peñascos, el panorama que descubrimos fue de los inolvidables. De Sur a Norte una garganta de cientos de metros de profundidad, con oquedades medrosas, con sombras azuladas en los “fayales” españoles, con brillos pizarrosos en los portugueses, y así, en una extensión enorme, con fantásticas rocas colgadas sobre el abismo, con águilas cerniéndose sobre aquellos picachos, y abajo el Duero, rugiente, como protestando de aquella estrechez a que se le condenaba, y nosotros no ya insignificantes, sino atómicos ante la inmensa grandiosidad de que la Naturaleza hacía gala.

Caminar por tales laderas sólo pueden hacerlo los que tengan nuestra curiosidad o la práctica de nuestros guías, que saltan como cabras y trepan como gatos.

Perico nos entretiene contándonos las hazañas de “el Dientes”, un cabrero de aquellas montañas para el que no existía la palabra inaccesible, que quitaba la presa a las águilas en sus nidos, atando el pico a los aguiluchos, sosteniendo a veces luchas con las aves de rapiña en medio metro de terreno, pasando en aquellas grietas noches enteras y haciendo milagros de equilibrio, que sólo al ver los sitios donde los hacía se erizaban los cabellos. El pobre Dientes murió de un tiro que le disparó un jovenzuelo,

Después Perico nos refirió su vida de contrabandista. Habíamos llegado a un sitio que, mirando hacia abajo, daba horror, y, volviendo la vista hacia arriba, sentíase espanto; abajo, el río había socavado el enorme “fayal”, formando una cueva; en medio del Duero un peñasco pretendía atajar el agua, y ésta saltaba con verdadera furia, produciendo un ruido que repercutía, como en una caja de resonancia, en aquellas oquedades; arriba, los bloques de piedra parecían venirse sobre nosotros.

- Por aquí -nos dijo Perico- pasamos una noche doce veces el río y metimos mil majuelos de contrabando.

- ¿Y cuánto cuesta de entrada cada majuelo?

- Una peseta.

- Buena noche entonces, ¿eh?
- Sí, señor; ganamos cinco pesetas para los dos (!!!!)

Si el andar por aquellos lugares, no ya de noche, sino a pleno sol, supone profunda indiferencia por la vida, pasar el río, no una, sino doce veces, de noche, y por el procedimiento de la “guindaleta”, que ellos emplean, demuestra que para aquella gente el pellejo tiene menos valor que una colilla.

El procedimiento de la guindaleta es muy curioso: sobre el río, y atados los extremos en dos peñascos de las orillas, tienden una gruesa maroma, de la que cuelga y por la que resbala una argolla ó barzón; del barzón se suspende el que va á pasar, atándose por el cuerpo. Una cuerda más delgada, cuyo medio se ata al barzón y cuyos extremos cogen uno en la parte de España y otro en la de Portugal, sirve para hacer la tracción, porque el contrabandista, al colgarse de la maroma en una orilla, recorre, resbalando por su propio peso, medio camino, pero al llegar a la mitad del río, la maroma forma una V y es preciso tirar de la guindaleta para que llegue a la orilla opuesta.

Naturalmente, ocurre con frecuencia que la maroma se rompe y el hombre va al río, que, por fortuna, en aquellos sitios es vado (70 metros de profundidad.)

Con estas entretenidas noticias llegaba a olvidársenos a veces hasta el dolor de piernas que habíamos adquirido a fuerza de ejercitar los músculos para ir guardando el equilibrio, porque el camino que habíamos andado todo había sido bajando y endemoniado.

- Lo que nos falta -nos decían-  es andadero, puede decirse que llano. ¡Diantre! ¡A que cosa llaman aquellas gentes llano y andadero! Al poco rato de decirnos esto, y después de saltar entre canchales, la vereda se corta para dejar paso a un regato que desciende y por el que, según nuestros cálculos, es imposible saltar. Miramos a el Feo, luego a el Roto, como preguntando: “¿Y ahora?” Ellos se ríen; Perico apoya los pies en un peñasco de la orilla, se deja caer sobre otro de la margen opuesta, y nos dice: “¡A pasar!” La verdad es que el tendido del puente ha sido rápido, económico, y el piso es blando. A nosotros nos duele más pisar sobre él que a él sufrir nuestro peso.

Algo más allá, una enorme piedra convexa nos vuelve a detener, Pero se tumba nuevamente formando un escalón con su cuerpo y vuelve a resolver en un momento otro problema de Ingeniería.

Este era el camino “llano y andadero” que une, mejor dicho, que desune Montealgarrobo, de donde habíamos partido, a La Verde, adonde llegábamos. La Verde es una hermosa finca que perteneció a los frailes trapenses, cuyo convento se halla hoy en ruina; atravesando un hermoso bosque de hojaranzos, se llega a ella, y allí el espíritu descansa de tanta emoción como ha sentido; la vista se recrea en la contemplación de aquellos tonos verdes de los naranjos y limoneros salpicados de dorado fruto, y el oído deja de escuchar el gruñido constante del Duero, que en aquella parte se ensancha y calla.

En el trozo que habíamos recorrido, y hasta algo más abajo, la industria moderna, que todo transforma, ha encontrado una riquísima fuente de energías que pronto se explotarán.

Según los cálculos de los ingenieros, el Duero, convenientemente encauzado, producirá una fuerza de 53.000 caballos hidro-eléctricos.

Para la producción de esta fuerza es preciso derivar del caudal del Duero 24.000 litros de agua por segundo, tremenda derivación que exige la construcción de grandes obras, como son ocho túneles, varios viaductos y trincheras, todo lo cual, con casa, máquinas, presa, etc., está calculado en 12 millones de pesetas de gasto.

La Compañía para la explotación está ya formada, y de esperar es que se comiencen pronto los trabajos que han de variar por completo el aspecto de aquel olvidado terreno, así como el de toda la ribera, hoy aislada y pobre, a pesar de la riqueza que encierra su suelo, pues aunque la mayor parte del fluido se consumirá en Portugal (una Compañía de Oporto tiene pedidos 20.000 caballos), aun queda para desarrollar en los pueblos ribereños grandes industrias, que seguramente han de nacer con la generación de tan enorme cantidad de fuido.

L. Alonso.

5 de octubre de 2010

D. José Martín de Herrera y de la Iglesia

Fotografía publicada en "La Ilustración Española y Americana", 1897

Nació en Aldeadávila de la Ribera, en la provincia de Salamanca, el 26 de Agosto de 1835. Cursó en su pueblo natal los primeros estudios, continuándolos posteriormente en Salamanca al ingresar a la edad de trece años en el Seminario Conciliar de San Carlos de dicha ciudad y después de los estudios eclesiásticos de Sagrada Teología y Derecho Canónico, realizados con brillantez, cantó su primera misa el primero de Octubre del año 1859. 

Hizo oposiciones a varios cargos (canonjía magistral de Salamanca y Santiago) y fue sucesivamente abad de la colegiata de Logroño (1865), deán de León (1871) y auditor del Tribunal de la Rota (1875). Aún no había tomado posesión de este cargo cuando fue preconizado arzobispo de Santiago de Cuba el 5 de Julio de 1875, siendo consagrado arzobispo el día 3 de Octubre de dicho año en la Iglesia de San Isidro de Madrid, por el cardenal Juan Ignacio Moreno Maisanove, arzobispo de Toledo, auxiliado por Monseñor Francisco de Paula Benavides Navarrete, entonces Patriarca de las Indias Occidentales, y por Monseñor Francisco Crespo Bautista, obispo de la diócesis de Mondoñedo (Lugo).

Marchó a ocupar su sede, donde realizó una labor merecedora de los elogios, que le tributó la prensa cubana contemporánea, especialmente por la reedificación de templos y el establecimiento de comunidades de misioneros. Vino a España como senador en 1878, 1884 y 1889, pronunciando en la Alta Cámara discursos muy celebrados, primero en defensa del poder temporal del Papa y luego haciendo elogio del matrimonio canónico, al discutirse el Código Civil.


Preconizado arzobispo de Santiago de Compostela el 14 de Febrero de 1889, ocupó la silla en Abril del mismo año.  En 19 de Abril de 1897 fué promovido por León XIII al cardenalato con el título de "Santa María in Traspontina". Participó en los cónclaves de 1903 (Pio X) y 1914 (Benedicto XV). No pudo participar en el de 1922 (Pio XI) pues ya entonces su edad y sus achaques le impidieron hacer el viaje.

Murió el 8 de diciembre de 1922 en Santiago de Compostela. Llevaba, pues 33 años y ocho meses al frente de esa diócesis.


Con motivo de su ochenta cumpleaños, la diocesis compostelana le rindió un homenaje popular colocando una placa en la catedral con su busto, obra del escultor Mariano Benlliure.


Fotografías de "La Ilustración artística", 1916
Homenaje de la ciudad de Santiago de Compostela al cardenal arzobispo MARTÍN DE HERRERA organizador celoso e infatigable de las peregrinaciones a esta Santa Apostólica y Metropolitana Basílica.
Diciembre, XXXI de MCMXV

18 de septiembre de 2010

Aldeadávila en 1845

Copiamos a continuación la descripción que se hace de Aldeadávila de la Ribera en el DICCIONARIO GEOGRAFICO ESTADÍSTICO HISTÓRICO DE ESPAÑA Y SUS POSESIONES DE ULTRAMAR escrito por Pascual Madoz. Aparece en el TOMO I, pág.: 488, MADRID, 1845.
Para una mejor compresión del texto se han completado muchas de las palabras que habitualmente en este tipo de diccionarios enciclopédicos suelen aparecer en abreviaturas.

ALDEADAVILA DE DUERO o DE LA RIBERA: villa con ayuntamiento de la provincia y diócesis de Salamanca (16 leg.), partido judicial de Vitigudino, audiencia territorial y capitanía general de Valladotid (33), con aduana terrestre de segunda clase.
Situada en una hondonada a la inmediación del Duero que divide a España y Portugal por esta parte, y dominada por la altura de Santiago, en la que existió una ermita; solo está expuesta a los aires del N., y las enfermedades que ordinariamente se padecen son tercianas y cuartanas. Tiene 400 casas de 7 á 9 varas de altura, formando cuerpo de población, varias calles por lo general irregulares, mal empedradas, y algunas poco limpias; una plaza pequeña, casa para la municipalidad, cárcel, pósito de centeno con 100 fanegas y 13,000 reales en metálico; escuela de primera enseñanza para ambos sexos, dotada de los fondos del común con 1,500 rs. anuales, y ademas una corta retribución de los niños que concurren a ella en número de 150; iglesia parroquial dedicada a San Salvador, cuyo beneficio, de término, está considerado como de los primeros del obispado, servida por un ecónomo, un teniente nombrado por aquel con aprobación del ordinario, dos capellanes, un sacristán secular, un organista y cuatro monacillos nombrados por el párroco ; un convento de monjas; y tres cañerías de agua saludable, pero escasa por falta de cuidado, con otros tantos lavaderos uno a cada entrada de la población. En las afueras se encuentran ademas cuatro fuentes abundantes, pero descuidadas también, tres lagunas para abrevadero de los ganados, tres ermitas sin renta alguna, con la advocación de la Vera-Cruz, Concepcion y San Sebastian, propiedad de las hermandades de los mismos nombres; contiguo a la última está el cementerio, y en lo mas escabroso del término el edificio del suprimido convento de franciscos de la orden de San Miguel, en el que se da culto a Nuestra Señora de la Zarza.
Confina por Norte con el Duero (1 1/2 leg.), sobre el cual hay una barca, Este con su anejo Corporarío (1/8), Sur y Osete con los términos de Zarza y Mieza (1)
El terreno participa de llano y montuoso; de manera, que por la orilla del Duero solo pueden transitar cabras; hay algunos valles con roble para el uso del vecindario, algunos prados de secano, y un baldío llamado de la Jara, siendo el total de fanegas de tierra 2.448; de las cuales 2,435 están en cultivo, y las 13 restantes son de monte y pasto. La trilla se hace en un egido de cabida de 6 fanegas.
El arroyo llamado Remolino que recoge las aguas sobrantes del pueblo, aunque en el verano apenas lleva corriente, cuando no se seca del todo, ha dado movimiento a varios molinos harineros, de los cuales solo existe uno; tiene un pequeño puente de un ojo, y cria en sus orillas bastantes negrillos, de cuya madera se sirven los naturales para hacer arcos de cubas.
Los caminos son comunales, casi todos de herradura, en mal estado: un cartero lleva y recoge la correspondencia en Vitigudino.
Industrias: la agrícola, ganadería, algunos telares de buen lienzo, y seis molinos de aceite. Su comercio se reduce a tres tiendas de quincalla, y el que se hace los domingos en el mercado, donde se vende pan, granos, quincalla, frutos del pais, y ganado de cerda. También se celebra una feria el 24 de agosto, de poca concurrencia y las especulaciones consisten principalmente en ganado mular.
Productos: vino, centeno, patatas, aceite, limones, naranjas y otras frutas, algún trigo tremesino, ganado lanar, cabrio, vacuno; caza menor, lobos y zorras. Se importa el trigo de los mercados de Ledesma y Vitigudino; y se exporta vino para los pueblos inmediatos.
Población: 408 vecinos, 1.400 habitantes. Riqueza Territorial Productiva: 735.700 reales. Impositiva: 86.785 rs.. Valor de los puestos públicos: 22.212 reales. El presupuesto municipal ordinario asciende a 11.000 reales, y se cubre por reparto vecinal. Los propios de la villa consisten en el producto del arriendo de la Barca del Duero, en un pequeño monte de encina, y en algunas tierras de pan llevar, cuya renta asciende cada tercer año á 80 fanegas de centeno. Se ignora la época de la fundación de esta villa que en otro tiempo se llamó Aldea. Solo se sabe por tradición que la torre de la iglesia es obra de moros, de cuya época hay dos sepulcros. Se gloria de ser patria de tres ministros de Estado, hijos de una misma familia, y perteneció al señorio del duque de Alburquerque, quien cobraba las alcabalas y un noveno del acervo común de diezmos.
El adjunto estado demuestra la exportación al extranjero que ha habido en esta aduana en los años 1843 y 1844; pero como se ha formado con la presencia de los parciales de la misma, en los que se echan de menos algunos meses, no nos ha sido posible llenar los claros que aparecen en él.

Aldeadávila de la Ribera

  • Distancia a la Capital: 100 Km.
  • Altitud:  679 m.
  • Superficie:  46,18 km2
  • Cod. Postal:  37250
  • Fiestas Locales:  25 y 26 de Agosto
  • Partido Judicial:  Vitigudino
  • Mancomunidad:    CENTRO DUERO
  • Población (2009):  1395 - Varones:  721;  Mujeres:  674