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1 de abril de 2012

Los tiempos varios


Traemos hoy nuevamente a estas páginas una poesía de Alejo Hernández. Se publicó en el semanario mirobrigense Avante el 3 de Agosto de 1912. Según nos indica el autor fue escrita durante una visita a Lumbrales efectuada a finales del mes de julio de dicho año.

Los tiempos varios

Aquel mi gran pasado esplendoroso
sólo ya en el espíritu conservo
como en urna preciada las cenizas
de un ser querido que por siempre ha muerto. 
¡Gracias, Señor, tu providencia quiso
de la Vida en el áspero sendero 
iluminarlas sombras del pasado 
con la llama viviente del recuerdo!
Yo me complazco en mis amargas horas 
en gozar mentalmente lo pretérito, 
aquellos años de feliz infancia
que para siempre de mi vida huyeron.
¡Oh casa solariega
la casa de labranza de mi abuelo,
aquel hosco señor de las llanuras,
cristiano y ganadero
que con su esfuerzo de coloso 
pudo dominar de Lumbrales hasta Olmedo! 
Escaño patriarcal de su cocina
que hoy es un trono porque fue su asiento....
¡Con qué placer te evoco
en la Vida y los versos!
Sentada en sus tablones denegridos
a mi abuela miré yo en aquel tiempo 
distribuir la espléndida «puchera» 
reparador y clásico alimento
de forzudos gañanes
y de huraños pastores y vaqueros.
Aun me parece contemplar la tosca
figura del mastín caduco y ciego 
adurmiendo sus lánguidas perezas
al amor de la lumbre en el invierno;
la rústica algazara de los hombres
que en sus cortos vagares son copleros
y al compás de tenazas y badilas
cantan las coplas de sus «buenos tiempos»
¡Oh tardes en que abrimos
un paréntesis largo en el colegio
y por valles y montes
perseguimos las cabras y moruecos, 
robamos garbanceras y membrillos, 
trepamos chopos y cogimos huevos 
de pajarillos que en las altas copas, 
llorando su dolor, cantaron luego.
¡Oh plácidas auroras
las auroras en días de herradero! 
Auroras que alumbraron la explendente 
caravana de mozos y vaqueros
que al galope tendido del caballo
al Regajal venian desde Olmedo. 
¡Felices tiempos en que yo sabía
los nombres de las vacas de mi abuelo 
y el corcel de mi padre relinchaba
al pasarle mi mano por el cuello.

II

¡Cuanto cambió ya todo
en la Vida y el tiempo!
Hoy que a mi pobre aldea
triunfalmente regreso,
todo lo hallo demudado y frío;
cambiado todo en mi lugar encuentro. 
Solo un viejo pastor queda de entonces 
que a mi llegada me salió al encuentro.... 
—¿Qué fue del tio Donís?—Yo le pregunto 
y contesta llorando el pobre viejo:
—¡No hay naide ya d'altonces!
El tio Donís s'ha muerto.
Entonces por los jóvenes demando
y a todas mis preguntas respondiendo: 
—Ese murió en el Moro—Dice el charro. 
Ese embarcó p'América en San Pedro. 
Esotro es boticario en los Madriles....» 
¡Tampoco queda nadie de mi tiempo!

III

Gentes nuevas llegaron
también con tiempos nuevos:
Ya no visten los hombres la anguarina,
ni las mujeres visten el manteo,
ni se cantan aradas soñolientas,
ni se reza el rosario en los entierros,
ni se baila la rosca en los bodorios,
ni se dejan las tierras en barbecho,
ni en la Misa-mayor cantan la epístola
los mocetones lígrimos del pueblo. 
¡Nuevas costumbres con las nuevas gentes
y nuevos ritos con los tiempos nuevos!
Con el viejo recorro las llanuras
los trigales de oro y verdes huertos
el me cuenta los cambios y las vidas
y a veces me señala con respeto
un alegre rincón mientras me dice
como un Gran-Sacerdote del Recuerdo: 
—¡Esa huebra l'aré yo pa tu padre!
¡Aquel plao tamién fue de tu agüelo!
Mientras extiende la rugosa mano
que de emoción temblando está un momento.
El siente el fanatismo del terruño;
yo también al terruño tengo apego; 
pero yo sé sentir de otra manera;
el no puede pensar como yo pienso. 
—¡Oh prados y dehesas
que fuisteis de mí padre y de mi abuelo, 
si tenéis una mano que os trabaja,
bien estáis en la mano de otro dueño!
Tornamos lentamente... 
En la entrada del pueblo;
de la moderna Higiene acaso en contra 
pero a favor de innatos sentimientos, 
adosado a la Iglesia,
tenemos en mi aldea el cementerio 
¡Aquí están mis tesoros!
¡Tan sólo aquí mi propiedad conservo! 
¡Esta no me la roban
los vivos ni los muertos!

ALEJO HERNÁNDEZ.

Lumbrales, 19 y 20 de julio de 1912

1 de febrero de 2012

Noche de Luminarias


Voy a trascribir a continuación una poesía publicada en el semanario “Avante” hace ahora cas cien años (el 23 de marzo de 1912). Se titula “Noche de Luminarias” y su autor es Alejo Hernández, un poeta y abogado natural de Ciudad Rodrigo cuya familia era descendiente de Lumbrales y Bogajo. En este blog “Tierra Charra” publiqué hace ya unos meses una extensa biografía de él.

En la poesía se nos va relatando como transcurría en Villavieja la noche de la víspera de las Candelas. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua luminaria es una “luz que se pone en ventanas balcones, torres y calles en señal de fiesta y regocijo público” y a tenor de lo que se nos dice en los versos debía de ser una fiesta “de importancia” en nuestro pueblo. El poema está dedicado a don Ángel A. Manzanera (suponemos que la A. significa Alonso)



¡Buena noche es esta noche!
¡Noche alegre, tibia y clara!
¡Buena es siempre en Villavieja
la Noche de luminarias!
Cantan alegres los mozos,
las mozas alegres cantan,
y los viejos, mientras beben,
recuerdan viejas hazañas.
En la torre de la Iglesia,
como lenguas inflamadas,
se retuercen ondulando
las hirvientes luminarias.
La pez arde; sube el humo
en espirales diáfanas
y polícromos cohetes
siguen los ojos con ansia...
Como un astro rutilante
que la esfera azul cruzara,
de la torre cae al suelo
la primera luminaria...
Zumba el tamboril en bajo;
gallea en tiple la flauta
y los chiquillos persiguen
los cohetes cuando bajan.
Mientras la fiesta enardece
del Pueblo todo las almas,
con timidez sus amores
le reza un charro a una charra.
Quizá su amor fuera oculto
largos tiempos en su alma
y no halló, para expresarlo,
hasta esta noche, palabras
Quizá como una reliquia
su amor el charro guardaba
esperando ocasión digna
y solemne en que mostrarla.
Como estrellas desprendidas
caen ardientes luminarias,
mientras de amores dialogan
las parejas enlazadas
De Fuenteliante han venido
las mozas endomingadas
con sus mejores mandilas
y su mejor filigrana.
Que es noche de amores
esta noche de la Candelaria
y es la fiesta más alegre
que en charrería se pasa
Igual que al cielo se eleva
el fuego en las luminarias,
se eleva puro y ardiente
el amor charro en las almas.
¡Que suenen dulces canciones!
¡que repiquen las campanas!
¡que es alegre en Villavieja .
la noche de luminarias

Alejo Hernández

3 de julio de 2011

Alejo Hernández Estévez

Mi primer encuentro con la poesía de Alejo Hernández ocurrió de forma totalmente casual. En mi constante búsqueda de todo aquello que esté relacionado con nuestra tierra, “tropecé” con una hermosa poesía en la que Alejo cantaba las excelencias del “mosto” de Lumbrales. Me pareció interesante y la publiqué en este blog. Según Alejo estaba destinada a formar parte de un libro titulado “Salmantinas”. No soy experto en cuestiones literarias –lo mío es la Física, la Química y las Matemáticas- pero resulta bastante evidente el gran parecido, por lo menos en la forma de expresarse, con alguna de las composiciones del entonces poeta de moda José María Gabriel y Galán. Y con ese encuentro nació una inquietud y unas ganas de saber quién era ese Alejo Hernández. Es obvio que tenía un gran conocimiento de esta comarca, circunstancia que fue corroborada poco después con otra poesía que encontré en la que también menciona a Lumbrales y a Campilduero, esa gran dehesa que se encuentra a medio camino entre Bogajo y Cerralbo. Así pues, ¡Alejo tenía que ser de esta zona! No podía ser de otra manera. En consecuencia, me dispuse a investigar a fondo en la enorme biblioteca que es Internet. Al principio no encontré mucho, un pequeño dato acá, otro allá, … Lo más interesante era una referencia a él en la solemne investidura (19 de junio de 2009) de Enrique de la Villa Gil como doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca. En dicho acto, en el discurso del galardonado, que tituló “LA TENTACIÓN DEL DERECHO EN LOS POETAS DE SALAMANCA”, aparece en una nota a pie de página una referencia a un verso de una composición publicada por Alejo Hernández “ Poema Cayo Pompilio, edil, en Poemas libertinos (Bibliot. Italia, 1932), de Alejo Hernández Esteve (Ciudad Rodrigo, c. 1890-XX), novelista, traductor y abogado”.

Como se ve no era mucho, pero pude comenzar a tirar de los hilos para llegar a conocer algo de Alejo Hernández Estévez (que no Esteve como afirmaba el “doctorando”). Consultas por Internet de la prensa de la época, unos cuantos vistazos a los libros parroquiales, y al final las notas de mi cuaderno y mi ordenador fueron encajando cual si fuesen las piezas de un puzle. Lo que sigue es una síntesis de todas esas investigaciones, si bien con innumerables lagunas, que con el tiempo alguien podrá ir completando.


Nació Alejo en Ciudad Rodrigo el 19 de Mayo de 1889, siendo bautizado seis días más tarde en la Parroquia de San Isidoro. Suponemos que dada su ascendencia materna catalana y siguiendo la tradición de aquella zona, se le impusieron tres nombres, Alejo, por el padre, José, por el padrino –quizás también por su abuela paterna- y Pedro Celestino, que era el nombre del santo correspondiente a su fecha de su nacimiento. La cosa quedó por tanto en Alejo José Pedro Celestino Hernández Estévez.

- ¿ Y tú, eres el de Alejo?..
Y yo respondo con la voz velada:
- Yo soy hijo de Alejo, el de Lumbrales,
y fue mi santa madre Candelaria...

(Los Patriarcas, Fuenteliante, 1914)

Efectivamente, tal y como nos indica en esos versos, escritos en lo que él denominó “peregrinación de 1914”, fueron sus padres Alejo Hernández García, un conocido industrial y comerciante natural de Lumbrales y afincado en Ciudad Rodrigo, y María de las Candelas Estévez Garriga, natural de Cardona (Barcelona). Sus abuelos paternos eran Pascual Hernández, ya difunto y natural de Bogajo, y María Josefa García, natural y vecina de Lumbrales. Por parte materna sus abuelos eran Adrián Estévez de Bañobárez y Joaquina Garriga natural de Cardona.

Desgraciadamente nuestro Alejo (el poeta) no pudo conocer a su abuelo Pascual ya que éste había fallecido a la edad de 44 años en 1864. Su abuela María Josefa García casó en segundas nupcias dos años después, con Eustaquio Alfaro Torres, natural de Cervera del Río Alhama (La Rioja) y fue éste quien realizó las funciones de padre y abuelo de ambos Alejos. Es, por tanto, muy probable, que a él esté dedicada la poesía del mosto de Lumbrales:
Yo le pido al Dios del cielo
y a la su madre bendita
que vos tenga sano, agüelo,
y Vos dé vida enfinita;
pero si Dios vos la quita,
pa endulzarme algo los males...
¡Dejaime á mi esa viñita
que da el mosto de Lumbrales!

(El mosto, 1911)

Resulta evidente que Alejo le tenía gran cariño a su “abuelo adoptivo”. No obstante lo anterior, y a pesar de no haberlo conocido no se olvida de su verdadero abuelo, fallecido tiempo atrás:
¡Oh Bogajo! Yo tu suelo,
piso con dolida planta...
(El recuerdo del Abuelo
estrangula mi garganta).
|Aquí nació! ……
……………………………….
Entré en la iglesia... De hinojos
recé lleno de ternura
con lágrimas en los ojos.
«Padre Nuestro»... !Suba al cielo
el ánima de mi Abuelo
de esta oración al final!..

(En recuerdo del Abuelo, 1917)

Vivió Alejo su infancia y adolescencia en Ciudad Rodrigo pasando, dada la relativa cercanía, grandes temporadas en casa de sus abuelos en Lumbrales, de donde le viene un profundo conocimiento de las costumbres y tradiciones no solamente de esta población, sino de toda la comarca.

Aquellas puras mañanas
de aire sano y azul cielo
en que las yuntas lozanas
iban a arar Las Merchanas,
desfilando ante mi abuelo.

Y aquellas tardes triunfales
que en mis horas de Lumbrales
miré a los mozos rumbones
con los bueyes colosales
uncir rebeldes domones.

(Evocación)

Nos habla también en muchos de sus escritos de la finca de “El Regajal” situada al norte de Bañobárez, justamente en el triángulo que forman las poblaciones de Olmedo de Camaces, Fuenteliante y Bañobárez.

Solemnes y apacibles
van entrando los viejos patriarcas.
Ellos vieron las épocas triunfales
—pretéritas y claras—
en que mi abuelo al Regajal pusiera
con noble empeño las primeras vallas.
Ellos le vieron en las noches frías
mangar solemne su anguarina parda,
y en los albores claros del estío
montar su potro. y acosar las vacas

(Los Patriarcas)

Hay constancia en los libros de matrícula que he podido consultar, que Alejo comenzó sus estudios de enseñanza secundaria como alumno externo en el Colegio que existía entonces en el Seminario Diocesano de San Cayetano de Ciudad Rodrigo. Fue solamente un año, pasando posteriormente al Instituto de Salamanca. Nos surge sin embargo una pequeña duda: ¿realizó el pequeño Alejo sus estudios primarios también en Ciudad Rodrigo? Puede ser, aunque tenemos indicio, por sus versos, de que algún año asistió a la escuela de Lumbrales. ¡Posiblemente varios años! En una de sus “peregrinaciones” -curioso nombre con el que Alejo designa a las visitas que efectúa a la comarca del Abadengo- rememora con un pastor local, condiscípulo suyo, aquellos gratos momentos:

“Yo soy aquel Ricardo que contigo en Lumbrales
tantas veces jugara a la calva y la pina;
juntos fuimos a escuela y a quemar los zarzales
que formaban vallado en alguna cortina”
¡Yo también hago coplas!....?”
Inclinó la cabeza
como ruborizado por la audaz confesión,
Y, repuesto más tarde, agregó con llaneza:
— ¡Me leía las tuyas el pobre don Ramón”
¡Don Ramón, el anciano maestro que algún día
vertiera en nuestras almas la semilla ideal
mis versos de poeta ciudadano, leía
al pastor, a mi hermano, el poeta rural!
……..
(El maestro)

¡No podía ser de otra manera! Un chiquillo que no haya vivido permanentemente en un pueblo durante largas temporadas no puede escribir cosas como las que describe Alejo. Por ellas intuimos que era un gran conocedor del campo y de todas las faenas agrícolas.
También, como es lógico y natural, igual que todos los niños y adolescentes de entonces -¡y de ahora!-, realizaban sus pequeñas “trastadas”:

¡Oh, tardes en que abrimos
un paréntesis largo en el colegio
y por valles y montes
perseguimos las cabras y moruecos,
robamos garbanceras y membrillos,
trepamos chopos y cogimos huevos
de pajarillos….

(Los tiempos varios)

Decíamos que en 1901 Alejo, tras un fugaz paso por el Colegio del Seminario de Ciudad Rodrigo, se marcha a continuar sus estudios a Salamanca. Coincide este traslado con un episodio bastante doloroso, traumático y amargo para toda la familia, debido a una serie de problemas jurídicos y financieros en que se vio envuelto su progenitor Alejo Hernández García. Era éste, como hemos indicado anteriormente, un conocido y emprendedor industrial, que había nacido en Lumbrales en 1856. Metido en el mundo empresarial y comercial fue uno de los pioneros en poner en marcha plantas o fábricas productoras de electricidad, vislumbrando unas enormes posibilidades de negocio en ese sector. Suya fue la primera que existió en Ciudad Rodrigo (1897), ubicándose a orillas del río Águeda en lo que hoy se conoce como la Fábrica de La Concha y que entonces se llamó “La Candelaria” en honor de su esposa. Pero no solo se limitó su actividad “eléctrica” a Ciudad Rodrigo, también lo hizo en la provincia de León, donde estableció, en unión de otros inversores, un salto en el Esla capaz de suministrar corriente eléctrica a una serie de poblaciones como Valencia de don Juan, Villamañán, San Millán, …. Una actividad tan emprendedora necesitaba, sin lugar a dudas, fuertes inversiones, que debía procurarse a través de créditos bancarios del Banco de España en Salamanca. Para obtener algunos de ellos, posiblemente apremiado por la necesidad, Alejo (padre) “falsificó” la firma de dos personajes de la alta sociedad mirobrigense (Luis Sánchez Arjona y Fernando Velasco). La oficina del Banco de España en Salamanca “tragó” el anzuelo y fue desembolsando el dinero a medida que iba presentando las letras. Cuando se descubrió el pastel (julio de 1901) Alejo había obtenido del Banco más de medio millón de pesetas. El revuelo que se armó fue extraordinario y más cuando se supo que estaba en paradero desconocido. Esto último no debía ser tanto, cuando Alejo fue detenido en Segovia apenas dos días después de darse la voz de alarma. Fue encarcelado durante algún tiempo, el necesario y suficiente para firmar un acuerdo con el Banco de España, por el que dejaba en manos de éste bastantes de sus posesiones a fin de garantizar con ellas el pago de la deuda. Una vez que el Banco aceptó el trato, Alejo fue acusado solamente de falsificación de letras de cambio y fue juzgado en abril de 1902 siendo… ¡absuelto! Entre las muchas fincas, que posteriormente el Banco sacó a subasta, citaré únicamente parte de las que se encontraban en Lumbrales (ponemos también a continuación el precio ofrecido, en pesetas, por los participantes en la puja y que fue aceptado por el Banco, excepto el primero):
  • Casa en la Plaza de la Constitución (12.800)
  • Casa en la calle Portugalete (475)
  • Casa con corral para ganado en la calle Fontanilla (3.410)
  • Panera en la calle Larga al sitio de la Barrera (700)
  • Huerta al sitio del Nido de la Cigüeña (1.800)
  • Prado al sitio de La Cibrera (7.115)
  • Cercado al sitio de las Merchanas (26.000)
La familia perdió en toda la comarca la mayor parte de sus propiedades. Cuando años después Alejo visite una vez más Lumbrales, no podrá menos de rememorar aquellos felices días en unos evocadores versos entre los que aparece la siguiente estrofa, en la que apreciamos claramente su resignación ante la traumática pérdida:

—¡Oh prados y dehesas
que fuisteis de mí padre y de mi abuelo,
si tenéis una mano que os trabaja,
bien estáis en la mano de otro dueño!

A este importantísimo quebranto patrimonial, que sin lugar a dudas afectó seriamente la vida familiar, se unió también la dolorosísima pérdida de su madre, Candelaria Estévez Garriga, ocurrida el 12 de Octubre de 1903. Unos meses antes, Alejo (padre) había vendido ya la fábrica de electricidad mirobrigense por más de cuarenta y cinco mil duros. La familia se está preparando para abandonar Ciudad Rodrigo. Los negocios del padre toman otros derroteros y Alejo continúa sus estudios de Bachiller en Salamanca, que culminará en Junio de 1906 con una calificación de sobresaliente. Parte de la familia en Lumbrales ha abandonado también dicha población. La abuela Josefa había fallecido en 1898 y el “abuelo” Eustaquio traslada también su residencia en 1903 hacia la capital charra donde fallece en 1911, tras haber contraído matrimonio por segunda vez.
A pesar de este alejamiento de la comarca, Alejo sigue realizando frecuentes visitas a la ciudad del Águeda, dada la permanencia en ésta de muchos de sus familiares directos, particularmente las hermanas de su madre, una de las cuales, Matilde, parece tomar las riendas de la educación del joven Alejo.

Tras finalizar el bachillerato, Alejo se traslada a Madrid, en cuya Universidad estudiará la carrera de Derecho, terminando ésta en 1913. 

Poco después de finalizar el Bachillerato, y con poco más de dieciséis años, ya empieza a ser conocido ya como escritor, por lo menos en su Ciudad Rodrigo natal. Sus primeros poemas empiezan a asomarse a las páginas de los semanarios mirobrigenses de la época. Por ejemplo en La Iberia, que el 22 de Septiembre de 1906 publica un breve poema titulado “Canción”, que Alejo ha escrito durante su estancia vacacional en Barbastro (Huesca) donde reside un hermano de su madre, el canónigo don Joaquín Estévez Garriga, que años más tarde ostentará también similar cargo en la catedral de Ciudad Rodrigo.

Durante sus estudios universitarios en Madrid, Alejo continúa visitando regularmente Ciudad Rodrigo al tiempo que sigue colaborando con diversas publicaciones de dicha ciudad que acogen con deleite y admiración sus poemas. Es el caso de la citada “Iberia”, así como también “Avante”, “La Ciudad”, “A.C.”, …. Aunque no todo fueron elogios. También tiene sus detractores. Así lo deja entrever en una nota publicada al final del poema “El Alboroque” publicado en “A.C.” el 16 de Abril de 1914: “Aunque se molesten los improvisados críticos que atacan sañudamente a los que escribimos en lenguaje popular, seguiremos publicando nuestras poesías ‘Salmantinas’ porque si ellos nos atacan encubiertos, otros nos felicitan y alientan

Yo soy el fuerte, el denegrido
hijo de pardos trigales llanos
que canta el mundo donde ha nacido
entre poetas y entre aldeanos…”

A pesar de terminar la carrera de Derecho, no parece que ejerciese mucho de abogado, por lo menos en una primera época. Su gran pasión fue la poesía y un modo óptimo de poder cultivarla fue dedicarse al periodismo. Sus aportaciones a la prensa escrita en forma de poemas fueron constantes a lo largo de los años comprendidos entre 1906 y 1932. Muchas de ellas se publicaron en los ya reseñados semanarios mirobrigenses y en otros de nueva aparición como “El Eco del Águeda” y “La nueva Iberia”. También datan de esos primeros años sus traducciones de algunas obras de poetas alemanes como Uhland y Heine.

En 1918 se instala durante algunos meses en Ciudad Rodrigo, con el que ya entonces era su gran amigo el diseñador gráfico y pintor Mario Rivadulla. Lo sabemos porque un anuncio publicado en “Avante” nos indica que Alejo Hernández se dedicaba por aquellos días a “comprar cuadros, libros viejos, colchas, ….” ¿Con qué motivo? Lo ignoramos. Durante ese tiempo reciben la visita de otro amigo Miguel Argiz, que publica en Avante un pequeño artículo titulado “Notas de Arte”:
Pocas, pero agradables, han sido las horas que pasé en Ciudad Rodrigo. Las suficientes para ver las tallas del coro Catedral y visitar el estudio de mis amigos Mario Rivadulla y Alejo Hernández. Del coro pienso ocuparme con mayor detenimiento; del estudio de mis amigos solo puedo encarecer el rico arsenal de antigüedades con que lo adornan y un retrato del poeta charro, vistiendo el traje regional donde Mario Rivadulla ha derrochado el “tesoro de color” que le profetizaba nuestro común maestro Muñoz Degrain cuando empezó su brillante carrera vistiendo aun el pantalón corto de los niños…

Además de ser un buen poeta, Alejo es también un excelente prosista. Resulta maravilloso su artículo titulado El Viejo Tamborilero, publicado ya en nuestro blog. No menos interesante resulta un pequeño cuento "La faneguita" ambientado también en nuestra comarca (Lumbrales y Bermellar) y publicado también en Avante, precisamente en esa época en que Rivadulla y Alejo han montado un estudio con vistas a la vega del río Águeda en la Puerta De Santiago de la villa mirobrigense.

Más o menos hasta el comienzo de la República, Alejo es redactor o colaborador de diversos periódicos como "El Orzán" de La Coruña, la Revista Popular de Córdoba, la Correspondencia Militar, el Heraldo de Madrid, ….

En la Correspondencia Militar se ocupa, por ejemplo, de escribir en verso una sección diaria publicada en primera página y titulada Sonatinas de Ocasión, que trata, a veces en forma humorística, cuestiones de actualidad o de cualquier otra índole, como por ejemplo la que dedicó en 1927 a “ La mamá política”:.

………….
¡Veladas!... ¡Dulces veladas
cambiando el naipe sencillo
entre buenos camaradas!
Dulces, sí; pero amargadas
por la suegra en el pasillo
Fino sabueso, conoce
vuestra silueta en la sombra
y os da el ¡alerta! a las doce
de la noche, al oír el roce
de vuestros pies en la alfombra.
Y en la primera ocasión
(día siguiente, al comer)
se da el bárbaro placer
de decir con distracción:
"¿A qué hora viniste ayer?"
………….

Más no siempre asoma el buen humor a esa columna diaria. En ocasiones sus versos nos muestran también penas y tristezas, como la dedicada al tío Donís, cuyo hijo murió luchando en las guerras de Marruecos:

El tío Donis tenía un hijo
que en el pueblo era un güen mozo
un año le cayó en quintas
y fue a la guerra del Moro.

¡El pobre del tío Donis!...
Ahora que está viejo y solo
tie que agarrar la mancera
dimpués de uñir los gües rojos.
.......

En el Heraldo de Madrid escribe algunos grandes reportajes, que cubrirían las dos páginas centrales del rotativo. Destacan, por ejemplo, “La nacionalización de la ópera y la ópera española” (Dic 1929) y “Nuestro patrimonio artístico y el arte de los entalladores” (Oct. 1929). Precisamente este último lo apoya con un poema dedicado al maestro Rodrigo Alemán, autor de la majestuosa sillería del coro de la catedral civitatense:
¡Maestro portentoso, buen Rodrigo Alemán,
padre mío en el Arte, consejero y amigo!
Tus tallas peregrinas, placer y honra me dan,
pues yo, lo mismo que ellas, nací en Ciudad Rodrigo.

Como habréis adivinado en el artículo se habla entre otras cosas de ese maravilloso coro de la catedral mirobrigense.

En mi búsqueda a través de internet encontré un libro suyo titulado “Poemas Libertinos”. El libro estaba publicado en 1932. Tenía dos opciones para hacerme con él. Una, solicitar a la Biblioteca Nacional la reproducción mediante fotocopias –se puede hacer siempre que el libro no esté en el mercado- y dos, comprarlo a la librería francesa que lo ponía a la venta. Al final me decanté por esta última, que fue la más rápida y la más económica y que me permitió hacerme con el original del libro. Y todo ello en ¡un par de días! (¡Maravilloso Internet para aquellos que vivimos en estos apartados rincones de la Tierra Charra!)

Cualquiera que repare solamente en el título del libro, podría pensar …, pero veamos lo que nos dice el propio Alejo en la Introducción:

Antes de dar este libro a la estampa, hemos pensado mucho sobre la conveniencia e inconveniencia de ello. No se nos ocupa que algunos españoles han de recibirlo con indignados aspavientos, encastillados en una tradición pseudomoral con no escasos rebozos de hipocresía, pero no es menos cierto que también muchos españoles más cultos, más libres de prejuicios y con un sentido más helénico del Arte y de la vida, lo recibirán con regocijo, no por el valor intrínseco de la obra (que es bien escaso) sino por la nueva orientación noble y libre que señala, por el paganismo que reverdece,….


En la primera composición que aparece en el libro y que titula “Yo” nos va mostrando, grosso modo, su forma de ser y actuar:
…..
Leo todas las noches un trozo del Quijote;
sé cincelar el verso lo mismo que la prosa
y desprecio al torero igual que al sacerdote.
…..
Amo los voladores corceles, el buen vino,
los naipes y el encanto de las bellas mujeres,…

En los dos últimos versos de este poema nos indica que ha sido “padre de un ángel”. ¡Esto me descolocó un poquillo en mis investigaciones!, porque en la partida de bautismo de Alejo existía una nota marginal en la que constaba que se había casado canónicamente en la parroquia de San Juan de la Cruz de Madrid con Marta Rivadulla Méndez en febrero de 1957. Y este libro había sido publicado en 1932. Así que, podría estar hablando en forma metafórica o podría haber tenido el hijo con otra mujer anterior. La sorpresa llegó en forma de nuevos hallazgos en los que descubrí que esa referencia podría apuntar a uno de sus hijos que aún vive y que se llama Virgilio Hernández Rivadulla –un famoso periodista de “Marca", ya jubilado- , nacido en 1921, lo cual nos indicaría que Alejo y Marta (posiblemente familia de su amigo Mario Rivadulla) llevaban conviviendo más de treinta años antes de contraer matrimonio “canónico”.¡Una situación bastante "avanzadilla" para aquella época!

Tras la Guerra Civil desaparece prácticamente de los periódicos. No se vuelve a encontrar ninguna publicación suya en la prensa escrita, o por lo menos yo no la he encontrado. Parece haber sido tragado por la Tierra como si hubiese sido condenado al ostracismo y la marginación. ¿Sus ideas políticas? ¿Sus escritos no eran del gusto de los censores? En una de las primeras páginas del libro “Poemas libertinos” aparece una relación de sus obras publicadas hasta esa fecha, que transcribo a continuación:
NOVELAS:
• Lulú, personal y ambigua
• La novicia amó al torero… y a la miss
• Gozadoras del dolor
• El Chulo del Kholonial
• La República Imposible


EN VERSO
• Poemas libertinos
• Farsa de estudiantina (Poema de la clásica vida escolar española)


TRADUCCIONES
• Poesías alemanas de Ludwig Uhland
• La lágrima de Guerra Junqueiro
• Luz de Oriente de Alejo Komiakoff


PRÓXIMAS A PUBLICARSE
• Baladas de Castilla (Poesías)
• Canciones rurales (Poesías)
• Canciones de burguesía (Poesías)

¡Cualquier censor de la época franquista no necesitaría más que leer el título de algunas de los libros para ponerle la “crucecita” y relegar al autor y a sus composiciones al olvido y a la desaparición! Eso llevó, probablemente, a que nos quedásemos sin poder ver editadas esas obras “próximas a publicarse” aunque también cabe la posibilidad de que esa retirada fuese totalmente voluntaria. Desgraciadamente no se pudo cumplir lo que auguraba el crítico de “El Sol” el 3 de Septiembre de 1932:
“En Poemas Libertinos, alienta un alto poeta. Basta la lectura de sus páginas, …., para convercernos prontamente. En otros empeños, la musa de Alejo Hernández, acreditará y ratificará sus admirables realidades.”
Con toda probabilidad y tras su “defenestración periodística” Alejo se dedicó a su profesión de abogado. Sabemos que entre sus clientes se contaban los herederos de Gustavo Adolfo Bécquer. Quizás esta relación cercana con la familia del poeta sevillano y su conocimiento de la obra de Heine, parte de la cual llegó a publicar en el semanario “Avante” de Ciudad Rodrigo, le llevó a escribir un ensayo publicado en 1946 y titulado “Becquer y Heine” cuya referencia podéis encontrar en el blog de Celestino Miguel de Lumbrales titulado “El cuento que no es cuento”.

Falleció Alejo el 18 de Junio de 1972. Así recogía la “Hoja del Lunes” la noticia de su muerte:
Tras penosa enfermedad, llevada con resignación cristiana, ha fallecido ayer en la Ciudad Sanitaria Francisco Franco, don Alejo Hernández Estévez, abogado y periodista, a los ochenta y tres años de edad. Era padre de nuestro entrañable compañero en las tareas informativas del diario "Marca" don Virgilio Hernández Rivadulla, a quien testimoniamos nuestro sentido pésame, así como a su hermano Astolfo….
Seis años antes había fallecido Marta Rivadulla Méndez., su esposa.

¡Vaya desde estas páginas nuestro reconocimiento personal para un hombre de esta comarca que sintió y amó profundamente nuestra Tierra Charra, sus gentes y sus costumbres! Es posible que su obra no tenga la calidad necesaria para entrar en la élite de los poetas contemporáneos, pero para todos los que amamos esta tierra tiene un incalculable valor. Bueno sería que desde instancias superiores –estoy pensando en los Ayuntamientos de Lumbrales y Ciudad Rodrigo, la Diputación de Salamanca,... - se impulsase una labor de recogida y catalogación de sus poemas para publicarlos y darlos a conocer al gran público. ¡Sería realmente maravilloso!.


Manuel S. Calderero Sánchez
Villavieja de Yeltes, 2 de Julio de 2011.

15 de junio de 2011

El viejo tamborilero

Traemos hoy a estas páginas un precioso artículo dedicado a un famoso y querido tamborilero de Lumbrales: el tío Donís. El documento lo hemos extraido del Semanario Independiente "El Avante" de Ciudad Rodrigo y fue publicado el 4 de Octubre de 1913. Su autor: Alejo Hernández. Efectivamente, el mismo de las dos poesías que ya hemos publicado en estas páginas y que hacen referencia también a Lumbrales. Y es que Alejo, aunque nacido en Ciudad Rodrigo, descendía de Bogajo y Lumbrales. Eso está ya confirmado. En fechas próximas, -ahora estoy bastante atareado con el final de curso- intentaré terminar un largo artículo sobre este, hasta ahora, practicamente desconocido y olvidado escritor salmantino. Pero vamos con el artículo:


EL VIEJO TAMBORILERO

El tío Donís, menos conocido que Wagner y Beethoven, pero más músico que ellos, nació en Bogajo, porque su padre era guarda de El Regajal... Creció como casi todos los charros han crecido: Durmiendo a campo raso, robando garbanzeras y bellotas, cazando guirris y oropéndolas y guardando toros bramadores, negros, corpulentos, corniprietos y forzudos...
Músico por instinto, para distraer sus holganzas de vaquero, envidiando los rabeles y eucarinas de sus convecinos, cortó una gaja de sahuco, extrajo su médula y con genial acierto logró con siete “avuracos” una escala musical a la que pacientemente y sin otro maestro que su peregrino ingenio charro, sacó las más dulces tonadas populares. Su afición le llevó, cuando tuvo “posibles”, a comprar un rabel brillante por el uso con lengüeta de metal y embocadura de hueso... Allí fue donde su genio plasmó sus más bellos sentires, su amor y sus tristezas; allí cantó (¡charro Dionisios!) los acoplamientos sublimes de los toros padres con toda la fuerza, con toda la intensidad que la Naturaleza vertió en su caramillo, filtrándose antes por su alma de poeta.

En su rabel cantó el dulce equilibrio de la vida labriega, la serena majestad de los trillos resbalinos y los arados desgarrantes; cantó el amor hondo y sincero, casto y hogareño de los charros patriarcales, labradores, sencillos, ganaderos. Y como su genio musical no pudo estar oculto mucho tiempo, bien pronto se dio a conocer de todos los pastores y vaqueros convecinos; y después en las gañanías donde le buscaban para los bodorios como tañedor de flauta y al fin, cuando murió el viejo tamborilero de Lumbrales, el tío Galindo, le sucedió él en el puesto benemérito para tocar charradas en el baile de la Plaza, cobrando por cuenta del Ayuntamiento tres fanegas de trigo anuales y dos jarros de vino por sesión...

Aquello fue su consagración definitiva, el ideal supremo conquistado cuando aun no tenía veinte primaveras. Y alucinado con el éxito, se esforzó en perfeccionarse y lo alcanzó, llegando a ser el mejor tamborilero y flautista de la Charrería: en bodas y herraderos, en rondas y francachelas, la flauta del tío Donís, serena y melancólica, se dejaba escuchar adormeciendo el alma con plácidos equilibrios de dulzuras idílicas o haciéndola saltar de gozo con sus notas alegres, bullidoras como nerviosos cabritillos, con silencios intermitentes y tonos agudos que terminaban al fin en un sostenido lánguido de la última nota, como fatigadas del retozo, hasta perderse en la lejanía del llano...

Y todos los domingos y fiestas de guardar, el tío Donís congregaba con el insinuante zumbido de su tamboril, la gente moza para el baile. Las mozas con sus peludas sayaguesas y los mozos con sus tapabocas de colorines hechados por el cuello se entregaban a la danza, danza natural, uno frente a otro, separados, con los brazos en cruz y las manos péndulas, trenzando con los pies líneas cruzadas; él con los ojos en ella y ella con la vista humillada en tierra... jDanza sagrada, evocadora de helénicos danzares!

Y para mozas y mozos tuvo siempre el tío Donís una frase amistosa y halagüeña y en un silencio de flauta, tiempo para dar consejo a un charro sobre la variación del pié o la duración de una vuelta...

Por eso todos lo estimaron de joven como de viejo. El conocía al pueblo todo en sus íntimos secretos amatorios, porque sabía sorprender las miradas de las parejas y conocía el lenguaje sin palabras de los enamorados; sabía la nota punzante y evocadora del amor, conocía y calculaba matemáticamente el silencio de flauta en que las miradas convergían y asomaban los rubores.

Hasta los últimos días de su larga vida, el tío Donís, amenizó con su arte insuperable los bailes charros de la Plaza, porque a compás de su peregrina inspiración latían juveniles corazones; y también algunas veces, alegrados y rejuvenecidos por sus notas milagreras, sesudos y cavilosos viejos, sentían retozar la sangre moza y mirando a las fornidas muchachuelas del lugar avispaban, campesinamente perversos, las traviesas intenciones de los chicos, con la frase de ritual:
—¡Arremangaylas, muchachitos: arremangaylas!

Mas no fue solo en el baile de la Plaza donde el tío Donís dejó recuerdo imperecedero: También en la Iglesia el día del Corpus, al Sanctus, dejábase escuchar el prodigio de su flauta como una angélica melodía que no llegaba del coro, sino de lejos, de muy lejos, de una nube azul y remota hasta esfumarse en las azules nubes del incienso.

Mas todo su fin tiene y, por ende, el tío Donís lo tuvo un día. Un día triste y grisáceo fue su entierro; un día en que las mozas y los mozos seguimos tristemente el fúnebre cortejo... No hubo baile ni nadie pensó en él. En las andas de pobres iba el cuerpo inerte que albergó aquel espíritu romántico y sentimental, capaz de todas las nostalgias y todas las dulzuras de las coplas salmantinas... Aquel espíritu que aromó con su genio poderoso las vidas laboriosas y fecundas de tres generaciones y que, valiendo más que Wagner y Beethoven, se enterró humilde y silenciosamente en una tarde gris, entre las lágrimas sinceras de un pueblo que “lo sentía”.

Alejo Hernández

29 de abril de 2011

El pastor

Hace un par de días publicamos unos versos del poeta mirobrigense Alejo Hernández Estévez dedicados al "mosto" de Lumbrales. Hoy traemos otra poesía de dicho escritor y también menciona a Lumbrales y además a Campilduero, con lo que uno empieza a sospechar que don Alejo tenía que tener bastante relación con esa población y con esta comarca. El poema estaba destinado también al libro "SALMANTINAS". Se publicó en el Semanario Avante de Ciudad Rodrigo a finales del mes de Julio de 1911.

El pastor

Yo lo he visto en la llanura,
en los secos rastrojales,
al volver de Extremadura
para invernar en Lumbrales:
Rostro enjuto, piel morena,
de mirada honda y serena,
con soñadoras pupilas,
como adurmiendo una pena
al rumor de cien esquilas.
De la noble estirpe charra
el arquetipo ideal,
es de apostura bizarra;
viste áspera zamarra,
calza medias de peal..
Tiene el alma soñadora
ébrio el cuerpo de salud
V en cuerpo y en alma adora
á una moza labradora,
llena de gracia y virtud.
Tiene un tesoro escondido
en el hueco de una encina:
un rabel que, bien tañido,
el cielo evoca al sentido
con música salmantina.
Lo trajo un martes de ituero
comprado al tamborilero
que ya no puede tocar
¡Dulce rabel milagrero,
alma del. Charro cantar!

En las tardes invernales
sonará dulce en el chozo
y los tiernos recentales
en las eras de Lumbrales
saltarán ébrios de gozo.
Y esa virgen campesina
que por él muere de amor,
en la hora vespertina,
oirá su copla divina
de poeta y de pastor.
; ¡Oh enamorado cabrero
de tu moza y tu rabel!
¡Feliz tu, si, en Campilduero
tu rabel es el primero
y tu moza no es infiel!
¡Feliz tu entre los cantares
que el rabel á tu alma arranca!
¡Feliz tu que oyes sonares
de las coplas populares
en tierras de Salamanca!

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27 de abril de 2011

El mosto de Lumbrales

Traemos hoy a estas páginas unos versos del poeta, novelista traductor y abogado mirobrigense Alejo Hernández Estévez que publicó en el semanario "Avante" de Ciudad Rodrigo en julio de 1911. La poesía estaba destinada a formar parte de un libro titulado "Salmantinas" y que desconocemos si llegó o no a publicarse (he consultado el catálogo de la Biblioteca Nacional y no he encontrado nada de este autor con ese título). También desconozco las fechas de nacimiento y muerte. Es famoso por su ensayo titulado "Bécquer y Heine" publicado en 1946. Vamos con los versos:


El mosto
(Para el libro "SALMANTINAS")

¡Agüelo, llenái la bota
que rezuma la tinaja
y pinga ya gota á gota
de la espita por la raja!
¡Mirái que somero baja,
como miel de los panales..!
¡Llenaime, agüelo, la bota
con el mosto de Lumbrales!

¡Qué dulce y qué rico, agüelo!
Este no tié compostura
y, al beberlo, dice el cura
qu'el mesmo Dios con gran celo
le da cúdios celestiales...
¡Qué güeno es el Dios, agüelo,
que mos da el mosto en Lumbrales!

Como es leído, el tio Paco
dice que es zumo divino,
poi que con él un endino
se hizo dios y llamó Baco.
De Anacreonte á Monaco,
al artista trujo el vino
siempre creaciones geniales...
¡Verdá qu'es zumo divino
este mosto de Lumbrales!

Echáime en la bota vieja
hasta el brocal chirupía,
porque la zuidá mos deja
cuasin con gustos de tia...
Es tan dulce esta bebía
que, en las noches invernales,
me sabe la chirupía
como el vino de Lumbrales.

Tenis, agüelo, un afán
que á locura cuasin llega
y es dejarle al sacristán
aperarvos la bodega:
Cuando hay intierro, congrega
los cantores funerales
y Camilo y sacristán
- ¡Que no haiga puente! -dirán-
- ¡Venga mosto de Lumbrales!

Yo le pido al Dios del cielo
y á la su madre bendita
que vos tenga sano, agüelo,
y Vos dé vida enfinita;
pero si Dios vos la quita,
pa endulzarme algo los males...
¡Dejaime á mi esa viñita
que da el mosto de Lumbrales!

Alejo Hernández
Monasterio del Pueyo, 1911.
Ignoro si aún se sigue "cosechando" tan afamado mosto, pero si tan bueno era,... ¡merecería la pena conservarse! ¡Me refiero a las viñas, no al vino!
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