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7 de diciembre de 2011

Fiesta de la Inmaculada en 1911

Traemos hoy a este blog una crónica de como se celebró hace cien años la Fiesta de la Inmaculada en Villavieja. Una vez más, la crónica la firma D.G. que con toda probabilidad no es otro que nuestro querido y admirado médico villaviejense don Dionisio García Alonso. En esta ocasión, la reseña de los festejos la publicó "El Salmantino" el 16 de Diciembre de 1911.

Desde Villavieja
La fiesta de la Inmaculada y primera comunión de los niños.


La asociación de Hijas de María, compuesta, como es natural, de jóvenes piadosas, instruidas algún tanto y celosas del bien de sus compañeras y del pueblo todo, pensó celebrar este año la fiesta de la Inmaculada con mayor pompa que otros, haciendo venir un predicador que organizase la novena y diese con su ayuda y la del clero de aquí, a la fiesta principal, el mayor esplendor posible.
Mas tocaban con la dificultad de la falta de fondos, agotados casi en los años últimos con la adquicisión de imagen, erección de altar y compra de cera y adornos. ¿A quién acudir, pues? No dudaron. La orden religiosa que vive de la limosna y que sólo con ella y el auxilio de Dios cuenta para su sostenimiento, no había de desdeñar la pequeña ó nula que pudiera hacérsele, y habia de mandar uno de sus miembros a complacerla.
Y estas jóvenes consultaron al párroco y escribió éste a San Martin de Trebejo, y de ahí que, pisando el barro y el agua y sufriendo, con la cabeza y pies desnudos, las fuertes inclemencias atmosféricas que hemos tenido, hayamos visto aqui al padre referido desde el 28 en la noche hasta el 10, levantándose a las tres ó las cuatro, para dar comienzo a las confesiones, celebrando la misa a las seis, confesando otra vez hasta las ocho, predicando a esa hora, conferenciando a las diez con las jóvenes, ensayando discursos y cantos a las once y la una, hablando a las tres a los terciarios, predicando de nuevo a las siete y antes y después rezando el Rosario, cantando y confesando.
Así empleó aqui el padre Buenaventura todo su tiempo, y así se hizo admirar hasta por los descreídos ó indiferentes, que nunca faltan.
Es posible, oí yo decir en medio de un grupo de éstos, al verle pasar, mojado el hábito de sayal y empujado entre las piernas por la fuerte ventisca del domingo, recibiendo en ellas y en los pies las gotas semiheladas, es posible que este hombre se imponga tamaños sacrificios sin esperar en alguna parte su recompensa?
Y es que habituados como estamos a trabajar tan solo por la gloria mundana o el dinero, no acertamos a comprender la existencia de hombres que, renunciando a eso, se sacrifiquen por el bien del prójimo y por aspirar a conquistar el cielo. El cielo, si, de cuya existencia no puede dudarse, porque con nada menos podrían recompensarse actos como éstos.
La parte doctrinal correspondió, como era natural, a la externa. Con lenguaje sencillo y símiles adecuados, fue combatiendo uno por uno los vicios y defectos dominantes, y por eso el orgullo, la soberbia, la murmuración, la envidia y la venganza salieron mal paradas de la boca del padre, y enaltecidas, en cambio, hasta lo sumo, las virtudes contrarias. Nada nuevo, es verdad, porque en punto a moral cristiana no caben inventos; pero que expuesto por un hombre de mérito y corroborado por su ejemplo, cabe que nos haga mas impresión y lo tengamos en cuenta para nuestro ulterior mejoramiento.
Y no entro ya en la descripción de las fiestas, porque va resultando largo esto. Baste decir que hubo luces y flores a granel, y macetas y candelabros, cánticos variados, acompañamientos y solos de violín, por el estudiante señor Blanco, banderas y gallardetes, conducidas por niños, discursos infantiles y dialogos, ofertorio de flores, profusión de vestidos, coronas y velos blancos, reparto de dulces, suscripción para adquirirlos, concurrencias enormes en todos los actos.
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19 de abril de 2011

Estudio histórico clínico de una doble epidemia (IX)

Continuamos hoy con la publicación del capítulo IX del trabajo de investigación llevado a cabo por el médico villaviejense don Dionisio García Alonso en 1897 y que resultó premiado simultáneamente por las Academías de Medicina de Barcelona y Madrid

MARCHA DE CADA UNA DE LAS DOS ENFERMEDADES

No voy en este capítulo á decir nada del mal llamado período de incubación en las dos enfermedades. No concibiéndose la idea de enfermedad sin manifestaciones ostensibles que la delaten, queda de hecho reducida la incubación, tan necesaria para la explicación del proceso morboso en esta clase de afecciones, a un asunto de pura disquisición científica, y cuyo lógico lugar lo tendrá, por tanto, en el capítulo dedicado á esclarecer la Etiología y Patogenia de las enfermedades que nos ocupan.

Tampoco voy a enumerar uno por uno los síntomas de los demás períodos en cada una de las dos enfermedades cuando atacaron a un individuo aisladamente, ni me entretendré en describir detalladamente la marcha de las enfermedades y sucesión de sus períodos. Huelga cuanto sobre esto pudiera decirse por demasiado conocido,y además me saldría del objeto principal que me he propuesto con la publicación de este escrito, que es el poner de relieve, fijar bien las diferencias que, dada la igualdad intrínseca de afecciones, distinguieron, sin embargo, á los enfermos y epidemia reciente de sarampión y coqueluche en Villavieja, de los enfermos y epidemias de enfermedades iguales en otros tiempos y lugares.

1º. Marcha del sarampión.— Concretándome al asunto, sólo diré que el primer período del sarampión (haciendo caso omiso de la incubación) en los casos regulares, caracterizado principalmente por la fiebre de tipo irregular y fenómenos catarrales de las mucosas ocular, nasal, bucal, faríngea y laringo-bronquial, osciló en esta epidemia entre dos y cinco días; que la erupción comenzó casi siempre en la noche por la frente, mejillas y mentón, extendiéndose luego al tronco y miembros en el espacio de dos días, al cabo de los cuales palidecía en los primeros puntos, hallándose en los últimos en apogeo, para venir también á descender y casi borrarse la erupción al cuarto ó quinto día; la fiebre, que subió en varios casos á 39° y 40° al principio de la erupción, acompañó á ésta en su baja y coincidió en la desaparición, iniciándose la convalecencia desde entonces, pero siguiendo la tos de carácter catarral por varios días y una desgana, displicencia, malestar, tristeza y depresión de fuerzas, impropias de las convalecencias de la infancia, que suelen ser muy cortas y que yo no había observado en otras epidemias de sarampión; esto sucedía en los casos normales, regulares, en los que no podía verse ni sospecharse siquiera la ingerencia de ninguna otra infección, ni complicación de ningún género, casos que ascenderían á poco más de la tercera parte del número total de atacados.

Estas convalecencias lentas é insidiosas, la apatía, el abatimiento, hasta el punto de tener que disponer sacaran á muchos niños á viva fuerza del lecho, ¿tendrían tal vez por causa la mayor fuerza patógena de que viniera investido el agente morbilioso? ¿Serían quizá debidos, más bien que á la calidad, á la cantidad de gérmenes recibidos por los niños? ¿O bien influirían las condiciones exteriores, el genio epidémico de los antiguos, dentro del cual cabría, como factor, la concomitancia de la epidemia de coqueluche, á pesar de que los niños á que ahora me refiero, no se hallaban afectos de tal enfermedad? De difícil contestación estas preguntas, puédese creer lógicamente y habida cuenta del modo y forma cómo se verificó el contagio en la inmensa mayoría de los casos, según se dirá más adelante, que el segundo extremo referente á la cantidad de gérmenes, debió realizarse en casi todos, lo que no obsta para admitir que la calidad, modificada ó no por las condiciones cósmicas, debió de tener también su intervención en los resultados.

2.º Marcha de la coqueluche,— La coqueluche aislada, en casi todos los casos comenzó por fiebre ligera de tipo irregular y signos de bronquitis; al cabo de ocho ó diez días, en los que la fiebre había ya desaparecido, los accesos de tos iban tomando poco á poco la forma característica de la ferina, y á los quince casi siempre estaba ya la enfermedad en su apogeo, con su tos convulsiva, edema de la cara, vómitos alimenticios y alguna vez hemorragias nasales, estomatorragias, equimosis palpebrales y subconjuntivales y hasta espasmos de la glotis; todo esto acompañado de un regular estado general, á no ser en los pocos casos en que las hemorragias ó los vómitos fueran muy copiosos y frecuentes; al mes, próximamente, había ya expectoración de materias viscosas y saliva, mezcladas á veces con los alimentos por el vómito; después la expectoración se hacía mucosa, purulenta, espesa, color blanco-ceniciento ó verdoso; los accesos de tos iban disminuyendo en fuerza y frecuencia, y en un intervalo de tres hasta seis meses, ha terminado la enfermedad; encontrándose aun hoy varios, en que habiéndoles desaparecido por algún tiempo, ha vuelto á reproducirse por una ó varias veces, con ocasión de catarros, la tos coqueluchoide, cuya forma producida por el hábito ó tal vez por restos intraor-gánicos del agente causal primitivo ó por nuevo contagio, ha venido á ceder mucho más pronto, con abundante expectoración y después de haber ofrecido mucha menor intensidad que la causada por el germen ó agente del principio del mal. En casi todos los niños hubo, en la terminación de la enfermedad, una recrudescencia por espacio aproximado de quince días, caracterizada por síntomas febriles, análogos á los del principio por aumento de los accesos de tos en fuerza y frecuencia, con corta expectoración, que muy en breve se aumentaba para concluir con ella el mal, cuando hacía presumir á los profanos que de nuevo iba á comenzar.

9 de abril de 2011

Estudio histórico clínico de una doble epidemia (VIII)

Tras un paréntesis de algunos meses -el último artículo de este estudio apareció en este blog el día 28 de Septiembre de 2010- continuamos hoy con la publicación del capítulo VIII del trabajo de investigación llevado a cabo por el médico villaviejense don Dionisio García Alonso en 1897 y que resultó premiado simultáneamente por las Academías de Medicina de Barcelona y Madrid


HISTORIA DE LA EPIDEMIA

Como ya queda apuntado en la Introducción, la materia objeto de esta Memoria tiene que versar sobre las dos enfermedades epidémicas, sarampión y coqueluche, que ya haciendo su evolución aisladamente en cada individuo ó ya reuniéndose para desenvolverse en el mismo enfermo, dominaron la escena morbosa de esta villa durante los dos últimos meses del pasado año de 1895 y primeros del presente de 1896.

Queda dicho con esto que las dificultades que siempre existen para historiar claramente la epidemia de una sola enfermedad, han aquí de aumentarse en grado máximo, por ser esta epidemia una epidemia doble, de dos enfermedades, igualmente importantes, ambas primitivas y con orígenes, causas y síntomas más ó menos claramente diferenciados, aun en los casos, numerosísimos, de doble enfermedad; cuyas dificultades y el poco acierto en obviarlas, han de ser causa de la incorrección que ha de notarse al exponer materia tan compleja y de repeticiones en el trascurso de la descripción, que de propósito no trataré de enmendar, sacrificando las buenas formas en interés de la claridad de los conceptos, que es la divisa que me servirá de norma, después de la exactitud, en la redacción de los siguientes capítulos.

CAPÍTULO PRIMERO

ORÍGENES DE LA DOBLE EPIDEMIA

1.° Origen riel sarampión.

Entre los varios pueblos De esta provincia que durante el pasado otoño fueron más ó menos castigados por la epidemia de sarampión, parece que uno de ellos debió de ser Espino de la Orbada, del partido de la capital, al decir de las familias de mis dos primeras atacadas, niñas de nueve años, hijas de pastores de ganado trashumante, que, en unión de sus padres y familia, habían pasado unos tres meses en dicho pueblo, en el que, á la sazón de su salida, á principios de Noviembre, hacía la epidemia, al parecer, algunas víctimas. Llegaron aquí el 3 en buen estado de salud, y los días siguientes asistieron á la escuela; aunque algo acatarradas, según decían sus madres, no las permitieron quedarse en casa, sin embargo, hasta el día 12, cuando la enfermedad las rindió, con cuyo hecho está conforme el libro de matrícula de la escuela, señalando la primera falta en dicho día; el 13 fui llamado para verlas, y ya las encontré en los comienzos del período de erupción de la enfermedad, cuyo período debió empezar el día anterior, según relación de las familias, que ya en la tarde las habían visto unas manchitas de color rojo en la cara, de las que no hicieron caso. Siguió la enfermedad su evolución normal, sin más complicaciones que la frecuencia y fuerza de la tos en una de ellas, y habiendo dispuesto lo conveniente á su más pronta curación, fué mi primer cuidado el tratar de aislar completamente las enfermas, para ver de conseguir que la enfermedad no se hiciera epidémica; y, en efecto, el aislamiento por mí eficazmente recomendado en orden á los niños, fué llevado á cabo con escrupulosidad y buena fe.

Mas, como se dice vulgarmente, no había contado con la huéspeda; y la huéspeda en este caso fué que cuando yo quería tomar estas precauciones y medidas, las únicas que, en mi concepto, podían dar el resultado apetecido, tenía ya á setenta niñas, todas las que, vírgenes del sarampión, habían asistido á la escuela los días anteriores, contaminadas ó infestadas de la enfermedad en esa fase ó período misterioso y de silencio, llamado de incubación, en el que nada se observa de anormal, en el que el organismo ejerce sus funciones ordenada y metódicamente, sin que pueda, no sólo verse, pero ni siquiera sospecharse que dentro de aquel ser, sano en apariencia, va oculto el germen, virus ó veneno que muy pronto ha de estallar en violentas sacudidas y conmociones orgánicas, delatoras de los cambios de dinamismo ó modo de ser de éste ó aquél sistema, de tal ó cual aparato orgánico.

Y que esto era así, se comprueba con el hecho de que cuando las dos atacadas apenas habían podido abandonar el lecho, cuando aún no habían salido á la calle, el 23 de Noviembre, diez días después del en que, por vez primera, visité dichas niñas, me encontré con otras once; el 24 con cuarenta y tres niñas y un niño de un año; el 25 con seis y un niño de dos años, y el 26 con siete y otro niño de dos años; todos ellos en el principio del período de erupción del sarampión; período que en su cualidad de característico, ó más bien patognomónico, es el que me ha servido de guía en toda la epidemia para contar las invasiones de cada día.

Con los setenta casos referidos quedó ya de hecho constituida la epidemia; y porque parecerá extraño el hecho de contar sólo tres niños pequeños entre tantas niñas, antes de pasar adelante he de advertir que las sesenta y siete niñas, todas ellas, como matriculadas en la escuela pública, habían asistido á ella por lo menos los días 9 y 11; de los niños, el primero era hijo de la Maestra y, como tal, la mayor parte del día la pasaba en la escuela, el segundo era hermano de una de las primeras atacadas y el tercero asistía á la escuela con frecuencia también y había ido dichos días, por condescendencia de la profesora, con una niña que lo llevaba; las niñas mayores de diez años y que habían padecido el sarampión en epidemias anteriores, las que no asistieron á la escuela los referidos días, los niños de la escuela pública y los niños y niñas matriculados en la escuela particular que existe en esta villa, no dieron contingente alguno á la epidemia en su comienzo.

De lo expuesto se deduce claramente que la epidemia de sarampión desarrollada en esta villa tuvo su origen en la epidemia de Espino de la Orbada, de donde fué importada en período de incubación por las dos niñas referidas, las que á su vez en su fase inicial ó período prodrómico, transmitieron la enfermedad, mejor dicho, su causa, á cuantas niñas en estado de receptividad asistieron con ellas á la escuela pública.

2." Origen de la coqueluche [tosferina].

Enfermedad ésta también, como el sarampión, casi exclusiva de la infancia, reconocida hoy, al igual que aquél, como contagiosa, epidémica y verosímilmente infecciosa, parece haber reinado en gran escala, no sólo en esta provincia, sino en toda España, durante todo el año pasado y el presente, á los que poco agradecida ha debido quedar la niñez, castigada á diestro y siniestro por tantas y tan terribles epidemias. Sentó sus reales en este pueblo allá por el mes de Septiembre del pasado año, importada por una niña que, procedente de Vitigudino donde hubiera pasado una larga temporada, venía buscando el alivio con el cambio de localidad; como la fecha del mal era aún reciente, ni para ella se obtuvo la mejoría que buscaba su familia, y en cambio contrajo la enfermedad á los pocos días una hermana suya, mas adelante unos primos, luego unos vecinos de unos y otras, y así paulatinamente se fué extendiendo, en términos que cuando hubo de declararse constituida la epidemia morbiliosa en los días 23 y 24 de Noviembre, apenas habría veinticinco niños atacados de coqueluche, sin que hubiese ocasionado ninguna víctima por falta de complicaciones, á pesar de haber sido muy intensos y frecuentes los accesos de tos en algunos de los atacados.

Esto, en una población en la que, según los datos tomados en el Registro civil, existían quinientos cincuenta y ocho niños de diez años abajo por entonces, de los que había que suponer con aptitud para el contagio al menos las dos terceras partes, ya que la. otra padecería la enfermedad en la epidemia del año 88, casi no merecía el nombre de epidemia; y de no haber venido luego el sarampión, posible hubiera sido que se hubiese ido trasmitiendo poco á poco, como en los dos meses primeros, sin que á las madres las hubiera asustado más que por las molestias que, tanto ellas como sus hijos, tenían que padecer; pero aquí, y unida á su congénere, el sarampión, en el fin común de atormentar más y más á los pobres seres en que hicieran su presa, quiso demostrar que no es un mal tan ligero como se cree, y lo consiguió, como diré más adelante al hablar de la marcha y pronóstico de la doble epidemia, que en lo que respecta á la coqueluche, queda demostrado que fué importada de Vitigudino por la niña referida y trasmitida por ella á los demás.

15 de octubre de 2010

Reconocimiento del pueblo de Villavieja a D. Dionisio García Alonso

Publicado en 'La Regeneración médica : revista bimensual de ciencias médicas e intereses sociales' - Año III Número 51 de fecha 15 de mayo de 1897 editada por el Colegio de Médicos de Salamanca. Tal y como parece deducirse del texto, el Ayuntamiento habría encargado un documento a un experto calígrafo (pensamos que sería una especie de "Diploma") con el que agradecer al médico villaviejense su dedicación y los éxitos y prenios conseguidos con su tranajo.

Hemos tenido el placer de ver el notable trabajo caligráfico hecho por el reputado profesor D. Juan Soler, por encargo del Ayuntamiento de Villavieja, en el cual se consigna la gratitud de este pueblo á su hijo predilecto nuestro amigo y corredactor García Alonso, por el esmero con que desempeña su misión médica, así como por los lauros conquistados en las Academias de Medicina de Madrid y Barcelona.

Reciban nuestro aplauso el amigo, el profesor calígrafo, y el Ayuntamiento de Villavieja por su feliz acuerdo de honrar cual se merece su ilustrado hijo.

28 de septiembre de 2010

Estudio histórico clínico de una doble epidemia (VII)



Continuamos hoy con la publicación del capítulo VII del trabajo de investigación llevado a cabo por el médico villaviejense don Dionisio García Alonso en 1897 y que resultó premiado simultáneamente por las Academías de Medicina de Barcelona y Madrid.

CAPÍTUDO VII

ENFERMEDADES DOMINANTES

Quien con un poco de atención haya leído los capítulos precedentes, si al mismo tiempo posee aunque no sean más que nociones de patología general en lo referente á etiología, puede predecir, casi con seguridad, la clase de enfermedades que más comúnmente han de observarse en la localidad.

Merece, entre todas, lugar predominante el paludismo, del cual da buena cuenta el arroyo, desecado en verano, de las Tenerías y los riegos de los huertos intraurbanos. Solo ó asociado con otras enfermedades, puede bien asegurarse que es rara la enfermedad que de Mayo á Septiembre se presente en la localidad que no reconozca como causa, ó al menos como concausa, la presencia en la sangre del hematozoario de Lavaran, el que, si casi siempre se reconoce fácilmente por sus manifestaciones más comunes, se oculta muchas veces bajo extraño ropaje, ó bien viene embozado con las manifestaciones de la enfermedad acompañante, siendo necesaria gran sagacidad y el conocimiento claro de su preponderancia como causa morbífica en el pueblo para poderle descubrir y tratar con fruto.

Las gastritis, enteritis y enterocolitis, á las que á veces siguen las disenterías agudas, las indigestiones, empachos gástricos é hiperemias hepáticas y aún hepatitis, son las enfermedades que en verano alternan con las palúdicas en frecuencia é intensidad, respondiendo á los fuertes calores, trabajos al sol y bebidas abundantes de aguas sucias ó impurificadas. Si á esto se agrega que dichas aguas, como escasas que son, se toman de cualquier parte y aún de manantiales próximos á pequeños lavaderos que en muchas fincas particulares existen, no es ilógico suponer que, contaminadas con la presencia en ellas de uno ó varios agentes morbíficos, sean la causa de la frecuencia en esta época del año y principios de otoño de afecciones tíficas, solas ó asociadas, como es lo más común, á estados gástricos y paludismo.

La instabilidad de la temperatura en todo tiempo y el predominio de los fríos en invierno y primavera, traen consigo las inflamaciones a frigore, las bronquitis y reumas de todas clases y en todas las regiones; afecciones aquí muy frecuentes, á las que contribuyen también en la población industrial los pasos repentinos del calor al frío, malas condiciones del suelo y pésima calefacción de los talleres.

La preponderancia que el linfatismo y nervosismo van tomando sobre el sistema sanguíneo, explica de un lado la facilidad con que las enfermedades se hacen crónicas, y da razón por otro de la frecuencia de los desórdenes nerviosos, constituyendo ellos solos la enfermedad (neuralgias, histerismo, jaquecas, etc.), ó bien acompañando como síntomas ó simples epifenómenos á otras enfermedades (delirio, calambres, convulsiones).

Esto mismo, unido al abuso y aún al uso del tabaco, bebidas alcohólicas, vida sedentaria, sobre todo en las mujeres, fuertes condimentos é intemperancia, son los principales agentes productores de las dispepsias crónicas, hemorroides, degeneraciones, retardos de nutrición, obesidad, aquí muy frecuente en los adultos, para transformarse en la prole en constituciones pobres ó empobrecidas, asiento predilecto de escrófulas, raquitismo, atrepsia, infartos ganglionares, erupciones, etc.

Lo que abunda poco, a pesar de encontrarse varios niños como éstos, terreno abonado para la siembra y reproducción del bacilo tuberculoso, es la tisis, acaso por la falta de gérmenes, ya que no hay enfermos que los expidan: tan sólo en el espacio de seis años he visto morir, con muy cortos intervalos, un padre y tres hijos de tuberculosis, pulmonar en el primero y extendida en los otros al peritoneo, ganglios, etc. Tampoco se observa sífilis más que en muy contados casos procedentes de otras partes, siendo lo único que en este particular aquí se vé alguna blenorragia.

En cuanto á epidemias, no deja de ofrecer un vasto campo para su desarrollo el vecindario de este pueblo, según puede deducirse de mis observaciones personales en los seis últimos años y de los escasos recuerdos de mi infancia.

Sin remontarme, pues, á épocas lejanas, cuyos datos no he buscado por creerlo innecesario á mi objeto, tengo que hacer mención de una epidemia de tifus por los años 67 y 68, cuya gravedad y extensión debió ser tal, que obligó á las autoridades á prohibir el toque de campanas en los entierros, con objeto de no asustar más á los ya atemorizados habitantes, y á mandar á los niños de la escuela, entre cuyo número me hallaba á la sazón, hacer grandes hogueras con tomillos en las principales calles y encrucijadas, con cuyos humos creeríase ahuyentar ó exterminar los gérmenes de la enfermedad.

A ésta siguióy casi enseguida, una epidemia de anginas, diftéricas según creo, tan mortífera ó más que la del tifus, por lo menos algunos días; pues que entre los indelebles recuerdos de aquella edad, conservo el de que un día se practicaron siete inhumaciones, cosa extraordinaria para la localidad.

Hacia los años 73 y 74 también la viruela hizo sus víctimas, hasta que vencidas, según, mis informes, las resistencias opuestas por la ignorancia á la revacunación, ésta consiguió la terminación de la epidemia.

También debo mencionar aquí, por su importancia para la explicación de ciertos puntos relativos á la epidemia objeto de esta Memoria, la existencia de una epidemia de sarampión en 1884 y otra de coqueluche en 1888, de las que parece fueron invadidos casi todos los niños, según las referencias recibidas.

En 1890, época de mi establecimiento como médico en esta villa, reinaba a la sazón una epidemia de difteria, de la que una larga y grave enfermedad no me permitió tomar apuntes; pero que no debió de ser de mal carácter, ya que ocasionó pocas defunciones, en comparación de los niños invadidos, que fueron muchos.

Luego sobrevino otra epidemia de viruela con cuatro defunciones por sesenta y tantos atacados, y en la cual la revacunación por mí practicada á dos tercios al menos de la población total, volvió á demostrar su eficacia é inocuidad.

Epidemias de grippe, apenas pasa un año en que en una ú otra época, sobre todo en primavera, dejen de visitar el pueblo, siendo la principal, entre las por mí observadas, la de la primavera de 1893, no sólo por el excesivo número de atacados en poco tiempo, sino también por la frecuencia de las complicaciones torácicas y abdominales y algún caso tisico, á pesar de lo cual no dio lugar á ninguna defunción.

Ha habido también, en este tiempo, epidemias de escarlatina, de no mucha extensión, por dos veces, de catarros ó bronquitis epidémica infantil, de oftalmías, varicela, la de sarampión y coqueluche que voy á describir y en la fecha actual, Julio del 96, de parótidas; siendo raro, por tanto, el lapso de tiempo de cinco á seis meses en que el pueblo se haya visto libre de enfermedades epidémicas.

Probado, como queda por lo expuesto, que Villavieja posee condiciones abonadas para que las epidemias la escojan como presa, sería muy conveniente investigar la causa ó causas eficientes de tal hecho, para poder contrarrestar su maléfica influencia. Cuestión esta compleja  y de ardua resolución, no me atrevo á abordarla de plano, y sí sólo á decir que es indudable que las condiciones especiales de la localidad ó modo de ser de los habitantes, deben prestar ayuda á las causas de las epidemias, ya para la invasión ó ya para el desarrollo.

Y se comprueba con el hecho, bien observado, de que siendo las condiciones higiénicas de las casas, del suelo, de las vías y establecimientos públicos de los pueblos inmediatos inferiores en grado sumo á los de esta villa, y siendo también mayor la miseria y suciedad, no se comportan en ellos, sin embargo, las epidemias de tan mal modo, ya en cuanto á la frecuencia y número de invasiones, como en intensidad y número de complicaciones graves. Y como las principales diferencias en contra de éste y en favor de los pueblos inmediatos, estriban, por lo relativo á este asunto, en el arroyo que pasa por el pueblo, huertos intraurbanos, fábricas de curtidos, contaminación de las aguas del arroyo con los productos inservibles de las mismas, escasez de aguas potables, ocupaciones diversas y frecuentes viajes de los moradores, es lógico suponer que en alguna ó algunas de estas circunstancias debe hallarse la clave del enigma que quisiéramos descifrar.

Pero aún queda otro: ¿Cómo se explica que siendo este pueblo frecuente asiento de epidemias, su cifra de mortalidad sea tan escasa? Pues haciendo que la higiene individual supla las deficiencias de la general; haciendo desempeñar á las buenas condiciones de las viviendas, su fácil ventilación, exquisita limpieza, pulcritud y esmero con que son atendidos los enfermos, el papel antagonista al de la causa de la infección que, si no pudieron evitar, aminoraron al menos en sus efectos, poniendo al organismo en condiciones de luchar con más ventaja contra ella, y cuyas condiciones no se realizan generalmente en otros pueblos, ni aún en éste hace una A^eintena de años (1).

(1) Omito hablar de la falta ó no presencia en este pueblo de otras enfermedades epidémicas y causas que han podido influir en su no presentación, por no hacer demasiado difusa esta parte de la Memoria; pero no me atrevo á dejar sin correctivo, por los perjuicios que pudiera irrogar, la opinión, aquí muy generalizada, de que si el cólera no ha visitado este pueblo, estando próximo algunas veces, ha sido porque las emanaciones de los curtidos son un antídoto contra aquél; y cuya explicación cabe mejor en el hecho de que siendo el suelo de esta villa impermeable y seco, y usándose solamente como bebida el agua de manantiales, no encuentra el bacilo de Koch medio adecuado para su penetración en ella y desenvolvimiento subsiguiente.

6 de septiembre de 2010

Estudio histórico clínico de una doble epidemia (VI)

Continuamos hoy con el sexto capítulo de este premiado trabajo de nuestro paisano y médico don Dionisio García Alonso.



CAPÍTULO   VI

HABITANTES

Sancionado como está por la experiencia que las condiciones inherentes al modo de ser físico é intelectual de los habitantes de un pueblo, constituyen un elemento, poderosamente modificador, no sólo de la salud y modo de enfermar de cada uno aisladamente, sino también de la salud pública y manera de evolucionar las epidemias ó enfermedades generales, no creo conveniente dejar de mencionar algunos datos referentes á este particular, por los que puede hacerse mucha luz sobre hechos que, sin ellos, no encontrarían satisfactoria explicación.

Cuenta la población de esta villa, según el censo oficial hecho en 31 de Diciembre de 1887 con 1.781 habitantes, de los cuales son varones 921 y hembras los 860 restantes. De entonces acá, la población ha aumentado y hoy bien puede asegurarse y aún comprobarse con los datos del movimiento demográfico, ya que ni la emigración ni inmigración han podido hacer variar sensiblemente el resultado, que el número de habitantes es, si no sobrepasa, de 2.000. No llama la atención el hecho de que supere el número de varones al de hembras, por ser ésta ley general; pero lo que sí hace parar en ello las mientes, es la mayor densidad relativa de la población infantil, ya que los niños de diez años abajo están en la proporción aproximada de 28 por cada 100 habitantes; cosa no corriente en las poblaciones mayores y que es un dato elocuentísimo que habla, además de otras muchas causas, en favor de los pueblos de corto vecindario para la crianza y desarrollo de la niñez.

El movimiento demográfico, por lo que respecta á natalidad y mortalidad en los diez últimos años, se halla contenido en el cuadro estampado á continuación, de cuyo examen se deduce que en el transcurso de esos años y sólo por el exceso de la natalidad sobre la mortalidad, ha aumentado la población en 252 habitantes; cuyo aumento explica claramente el predominio relativo de la niñez, como dijimos más arriba, y el hecho de que este aumento esté caracterizado por el mayor número de individuos que componen cada familia, ya que el número de éstas no permanece siquiera estacionario, sino que ha disminuido.


Puede explicarse la proporción algo elevada de la natalidad por el bienestar físico que, en general, se disfruta en este pueblo, en el que es muy raro el obrero que, gozando de salud, no tenga lo necesario para la satisfacción de sus más apremiantes necesidades; y la cifra un poco baja de la mortalidad con relación á la media, registrada para España de 33 por 1.000, entre otros factores más ó menos importantes, al esmero y solicitud con que generalmente asisten las familias á los enfermos, cuyo hecho difiere grandemente, sobre todo en los niños, con lo que ocurre en pueblos no muy lejanos, en donde por la índole de las ocupaciones de los padres ó por otras causas, se descuidan sus enfermedades, en términos que frecuentemente el médico es llamado por primera vez poco menos que para expedirles la certificación de defunción.

Son los habitantes, en general, fuertes y robustos; el temperamento predominante, al igual que en la mayor parte de los pueblos de esta provincia, es el sanguíneo; pero no dejan de verse ya varios linfáticos de origen hereditario, cuyas familias, al cruzarse con otros temperamentos, van dando por resultado generaciones híbridas, con predominio casi siempre al linfatismo, y al cual contribuyen con su óbolo también la perniciosa costumbre de la vida sedentaria en muchas madres, la nimiedad y excesivos cuidados con que, al igual de los grandes centros de población, tratan de rodear á los niños, afeminándolos, y las malas condiciones higiénicas de las escuelas; y cuando mayores, la errónea convicción de que, por delicados ó enfermitos, no pueden dedicarse á trabajos de campo ó al aire libre, que serían los más convenientes, condenándoles á la vida sedentaria y monótona del taller.

Otra de las causas, á mi juicio, del predominio que en este pueblo quiere ir tomando el linfatismo, radica, aunque parezca paradójico, en la esmerada asistencia que hemos dicho se prodiga en las enfermedades de los niños, y que da lugar á que seres entecos y enfermizos puedan, á fuerza de cuidados, llegar á adolescentes y aún á adultos, sin perder por eso el sello de su constitución originaria, la que seguramente han de legar con la vida á los seres que de ellos nazcan (1).

(1)   Frecuentemente he pensado que el predominio del temperamento sanguíneo en los pueblos rurales, agrícolas sobre todo, obedece, entre otras causas, en parte no pequeña, á la educación espartana que reciben los niños por igual, y que da por resultado la muerte prematura del débil ó achacoso que no puede resistir tamaña prueba, al paso que conforta y vigoriza al que era ya fuerte desde ab initio.

Hay también varios nerviosos, casi siempre ligados al linfatismo, que reconocen por causa la pésima costumbre de atiborrar la inteligencia de los niños con multitud de conocimientos, que si satisfacen la vanidad de sus padres, son quizá una de las mayores causas eficientes de futuras desdichas para ellos y los mismos niños. Las pasiones, los disgustos, las lecturas inconvenientes y otra porción de causas como estas, contribuyen también grandemente al incremento sucesivo de semejantes temperamentos, desconocidos casi por completo hace unos años, cuando las costumbres patriarcales, vida morigerada y falta de las fuertes emociones y agitación febril propia de la época en que vivimos, eran un valladar inexpugnable ante los golpes de piqueta de la falsa civilización por la que ya nos vamos dejando avasallar y la que, á trueque de placeres de oropel y comodidades satisfechas, déjanos exhaustos de la savia vivífica y saludable que caracterizaba hace algún tiempo y aun hoy predomina en las pequeñas poblaciones; pero cuyo predominio, sin ser profeta, puede augurarse concluido para una época no muy lejana.

Otro de los principales motivos de tal estado de cosas, reside en los vicios sociales, que en ésta, como en casi todas las poblaciones obreras, han ido tomando carta de naturaleza y con tendencias de aumento.

Dedicados todos los habitantes de esta villa, con muy raras excepciones, al trabajo corporal, pues que aun los que pertenecen á la clase acomodada han tomado el buen acuerdo de no sustraerse a esta ley, divididos por igual entre operarios agrícolas  y operarios industriales, obsérvase, en general, que los primeros constituyen la parte más sana y morigerada, conservando más fielmente las antiguas tradiciones y dejándose influir muy poco por las corrientes modernas; al paso que los segundos, subdivididos en las tres clases de zapateros, curtidores y canteros, con su mayor sedicente ilustración, con las ideas adquiridas en el mayor roce y comercio con las gentes, con sus frecuentes viajes en busca de trabajo ó para la expendición de sus productos, es la que camina al avance y en busca de los sueños dorados del obrero de los grandes centros. Refiérome con esto tan sólo á los obreros, los que trabajan por salario, buena parte del cual va á parar á manos de los expendedores de bebidas ó á las de la compañía arrendataria de tabacos; vicios los dos, el de beber y el de fumar, sumamente arraigados en esta clase. Y como estos salarios son insuficientes para atender á las necesidades ficticias que se han creado, entre las cuales no es la menor el lujo, sobre todo en las mujeres, de ahí el que cuando carecen de trabajo por enfermos, única causa que á ello da lugar, tengan que dedicarse á implorar la pública caridad, ó bien ser trasladados al hospital más próximo, cosa desconocida y hasta considerada denigrante para este pueblo hace unos años.

Cierto es que no alcanza este juicio á todos los individuos de esta clase, en la que, por fortuna, aún predominan los hombres chapados á la antigua, y cierto también que dando muestras de previsión, ha fundado esta clase una sociedad de socorros mutuos para enfermos é inútiles que les libra de la miseria absoluta cuando se encuentren en esas condiciones; pero sobre no responder el socorro diario á todo lo necesario, cábeme la duda de si dicha sociedad será un beneficio ó nó para cierto número de asociados que, halagados por la idea de tener el socorro cuando lo necesiten, no piensan en prevenirse con el ahorro para casos excepcionales, siendo este un motivo para dedicarse más de lleno á sus frecuentes intemperancias y francachelas.

La alimentación ordinaria en esta población, es sana y abundante; no existen grandes necesidades ni miseria, por cuanto siempre hay trabajo para el que quiere y puede trabajar, y al que no puede, la caridad pública le auxilia; su base principal la constituye el pan de trigo, carnes de cerdo, legumbres y hortalizas; no suelen faltar tampoco carnes de ternera ó de carnero que sufren en el matadero la inspección municipal, la cual no alcanza á las carnes que, muertas natural ó artificialmente, son destinadas á las casas de sus dueños, grandes ganaderos, donde se consumen.

En instrucción elemental parece este pueblo y visto sólo por fuera, uno de los más adelantados, y así es en efecto en las generaciones adultas; mas en la juventud y al paso de los vicios y adelantos de la época, va cundiendo la ignorancia, haciendo pendant con la libertad y autonomía con que pretende descartarse del dominio que Dios y la naturaleza dieron sobre ella á los padres y autoridades.

También forma juego con estos pretendidos derechos al vicio y la barbarie, la indiferencia religiosa que se ha ido apoderando de los espíritus, y que aunque no es general ni mucho menos, se va siempre extendiendo, siendo impotente la corriente de reacción que en este punto se trata de imprimir para que no llegue este pueblo á desmerecer del concepto profundamente religioso en que se le tuvo hasta hace poco, y que hoy va cambiando por el de escéptico, ó cuando menos, indolente en los asuntos del alma, al paso que activo y laborioso en los del cuerpo, en cuyo punto casi traspasa la linde de la justicia, para internarse por el feo camino de la avaricia y aun por el repugnante  y sórdido del egoísmo; vicios capitales propios del siglo positivista en que vivimos, y que aquí, como en todas partes, si bien aún no imperan, se van generalizando.

24 de agosto de 2010

Estudio histórico clínico de una doble epidemia (V)

Continuamos hoy con el quinto capítulo de este premiado trabajo de nuestro paisano y médico don Dionisio García Alonso.


CAPÍTULO V

DESCRIPCIÓN DEL PUEBLO

Entendiendo por pueblo, para el objeto que me propongo, tan sólo el continente, ó sea la reunión de viviendas y edificios precisos á la colectividad social que ha de habitarlo con los espacios necesarios para su separación y comunicación de unos con otros, y dejando para el siguiente capítulo el tratar del contenido del pueblo, ó sean los habitantes, voy en éste á decir cuatro palabras sobre las vías públicas y edificios del mismo, considerados bajo su aspecto higiénico, ó sea el de su mayor ó menor salubridad.

Vías públicas. No existe plano alguno para la alineación de las calles y plazas de esta villa. Queda dicho con esto que el interés particular, sobreponiéndose al general, ha hecho de cada calle lo que ha creído conveniente. Sin embargo, de algún tiempo á esta parte, un poco de celo en las autoridades y otro poco de buen gusto en sus subordinados, ha hecho que no se traspasen notablemente las leyes eternas de lo moral y de lo justo y es este pueblo, por tanto, en este particular, una cosa superior á los limítrofes é inmediatos.

Son sus calles, en general, aproximadamente rectas, si bien no faltan rincones y algunos callejones sin salida, que sirviendo, aunque pocos, de basureros ó depósitos provisionales de inmundicias, contribuyen, después del mal efecto que causan á la vista, á la viciación del aire por sus emanaciones y dificultad en su renovación; son regularmente anchas, no tanto como la higiene demanda, pero pasables, ya que la altura de las casas no es excesiva. Existen una plaza y una plazuela y diversos ensanchamientos de calles, de forma irregular, que aunque no llevan el nombre de plazuelas, dan el efecto de éstas en la renovación del aire atmosférico.

El piso, en general, es el natural ya descrito al hablar del suelo: arena silícea en su mayor parte, rocas graníticas á su nivel y algunas rebasándolo á mayor ó menor altura, si bien de unos años acá han disminuido en mucho las desigualdades del piso originadas de esta causa, por haberse extraído las rocas para servirse de ellas como materiales de construcción, ó bien porque las autoridades han ido procurando nivelar el terreno, en evitación de los perjuicios que tal estado del piso producía. Existen muchas, sin embargo, pero ninguna de tanta superficie como la llamada Peña de las Carnazas, en el barrio del Mocril, sobre la que asientan dos casas y una porción de dependencias ó depósitos de fábricas de curtidos, dejando todavía espacio suficiente para el tendido sobre ella de centenares de arrobas de recortaduras, procedentes del adelgazamiento de las pieles, llamadas aquí carnazas, y de cuyo uso debió recibir el nombre.

Algunas calles, á trechos, están enchinarradas con fragmentos de cuarzo de forma irregular, lo que si ha impedido el arrastre de la tierra y desigualdades del piso producidas por las corrientes de las aguas, objeto principal, á mi modo de ver, del empedrado, ha aumentado, en cambio, la dificultad en la progresión por dichas calles, erizadas de asperezas y llenas de baches, producidos por la falta de guijarros, que pocas veces se cuidan de reponer. Otras cuantas también, las de mayor circulación, tienen en ciertos sitios piedras colocadas junto á las paredes de las casas, más elevadas que el centro de la calle, queriendo formar aceras de desigual nivel y anchura, y que, á pesar de su imperfección, ayudan en mucho al transeúnte, sobre todo en épocas de lluvias, en las que el agua corre siempre por el centro de la calle, formando charcos, como hemos dicho, en algunos puntos en que el declive del terreno ha sido interrumpido por construcciones nuevas ó depósitos de escombros. Son llanas en general, en relación siempre con las suaves pendientes del terreno de S. á N. para el pueblo y de E. á O. para el barrio del Mocril, lo que hace que a pesar del gran desnivel que entre los extremos del pueblo existe, no sea la subida fatigosa más que en muy contados sitios.

La limpieza pública, aunque á nadie encomendada, es regular, porque de tiempo inmemorial cada vecino tiene costumbre de barrer el trozo de calle adyacente á su casa, al menos todos los sábados, reuniendo los productos del barrido con las inmundicias dé la casa, para ser, á su tiempo, transportados fuera dé la población.

Edificios. Entre los pocos públicos existentes, el templo parroquial, construido para una población de la mitad de habitantes que la actual, no puede, en modo alguno, contener en las grandes festividades el concurso de gentes que á él acude; y lo bajo del techo del cuerpo de la iglesia, contrastando con la altura de su capilla mayor, denunciadora de un proyecto de obra no concluido, hace que en dichas ocasiones el aire se altere por la respiración de las personas y falta de renovación por sus ventanales altos y cerrados con vidrieras fijas.

Dejando aparte las dos ermitas, porque si bien adolecen de igual defecto, las reuniones en ellas son muy contadas, veremos que el cementerio, por su cercanía al pueblo, unos 200 metros, por su situación al NO., rumbo de los vientos dominantes, y hallarse situado en el mismo valle que el pueblo, sin cerros ni arboledas que se interpongan, no reúne casi ninguna buena cualidad higiénica; que el matadero al N., y también muy inmediato á las casas, posee muy pocas aguas para el lavado, donde son tan necesarias; y que las escuelas públicas [de párvulos], a pesar de su casi reciente construcción, no reúnen, ni con mucho, las condiciones de capacidad necesarias para la renovación atmosférica en armonía con la cantidad de aire necesario para la respiración del gran número de niños que á ellas tienen el derecho de asistir.

Pudiera suplir esta falta, en parte, la fundación de la escuela particular, única existente en el pueblo; pero como los rendimientos no dan al que la dirige medios sobrados para su instalación en un local á propósito, tiene por necesidad que conformarse con la primera habitación que encuentre á mano y en peores condiciones higiénicas que las de las escuelas públicas.

Las casas, si bien no pueden reunir todas las cualidades exigidas por el insaciable afán del higienista, son buenas en general. Abundan y dan carácter al pueblo las de reciente construcción, dando lugar al dicho de que debiera trocarse en nueva la palabra añadida á la principal del nombre, llamando Villanueva al pueblo de Villavieja. De dos pisos casi todas, úsase el bajo como habitación ordinaria y el principal ó alto como desvanes ó paneras y alguna que otra habitación amueblada, para casos excepcionales. Son limpias en general, encaladas, bien aireadas y con luces suficientes, excepto las antiguas, entre las que también abundan las de piso húmedo, que en las primeras siempre se ha tratado de evitar, saneando el terreno antes de la construcción.

Existen, como agregados á muchas casas, patios ó corrales para servicio de ganados y algunos huertos ó jardines que ostentan algunos árboles, por lo que pudieran creerse favorables á la salud; pero cuyo favor no resulta por quedar sus buenos efectos neutralizados por las causas que dejamos apuntadas al hablar del suelo de la población.

Como no hay que hablar de alumbrado público, tampoco de alcantarillado, ni cosa que se le parezca en pueblos como éste, redúcese su sistema excretor á la traslación de todas las inmundicias de las casas y corrales, producto de las excreciones desecadas de hombres y animales, mezcladas á las materias procedentes del barrido de las calles y las casas y restos de productos de alimentación de los últimos, como paja, hierbas, etc., por medio de carros, fuera de la población, donde se van acumulando, para en su tiempo utilizarse como excelentes abonos agrícolas. ¡Lástima que ya que no existe en éste la viciosa costumbre de otros pueblos, de conservar en los corrales adjuntos á las casas dichos productos hasta la fecha, larga siempre, en que han de incorporarse á la tierra de labor, no fueran todos sacados sin consentir en modo alguno los pequeños basureros que algunos vecinos forman en los rincones adyacentes á sus casas y que se transportaran á alguna mayor distancia que la que ahora se acostumbra!

Hemos hablado incidentalmente de las fábricas de curtidos al ocuparnos del arroyo de las Tenerías, y como éstas y la zapatería constituyen, por decirlo así, la especialidad de abolengo de este pueblo, no puedo menos en este punto de decir algo sobre los edificios á dichas industrias destinados, ya que afectan á una gran parte de habitantes.

Los locales de las primeras, después de carecer de casi todas las condiciones higiénicas que debieran reunir, por su mala construcción, por el sistema de curtición, que obliga al operario á trabajar con las piernas desnudas casi siempre, por el paso repentino del agua caliente á la fría, por las corrientes de aire á que se exponen y por la atmósfera impurificada que respiran, tienen además el gravísimo y principal inconveniente apuntado antes: el de que, y no pudiendo menos de ser consideradas por todos los higienistas como industrias insalubres las que se ocupan en estos trabajos, y cuyos locales, así como los depósitos de cueros ó pieles secas, debieran situarse lejos de los centros de población, se hallen aquí, no sólo en las inmediaciones, sino intercaladas entre las casas, vertiendo sus olores sobre la atmósfera del pueblo y sus productos inservibles, putrefactos ó corrompidos, sobre el arroyo que le atraviesa; y que-, dígase lo que se quiera por sus fervientes panegiristas, que son los que han hallado en estas fábricas sus medios de prosperidad, no pueden menos de influir desfavorablemente, primero en la salud de los operarios, cosa probada (No conozco, en efecto, un operario de estas fábricas que haya llegado á 50 años sin haber padecido, al menos, dolores reumatoideos musculares, en forma crónica, lo que no tiene nada de extraño para quien conozca los locales y modo de trabajar en ellos. Casi todos presentan también una coloración anémica especial de la piel, síntoma, á mi entender, del envenenamiento crónico de la sangre por el aire impurificado que respiran), y después en la general.

Los de zapatería ya se hallan en condiciones mejores cuando son anejos á casas de moderna construcción; que en las antiguas, aún se ven algunos locales cuyo techo, á la altura de dos metros, está formado por las tejas, el piso natural ó de barro, húmedos algunos hasta correr agua, escasos de luz todos y con braseros de carbón vegetal como medio de calefacción; cuyo conjunto de condiciones antihigiénicas, unido á la forzosa quietud y corta exposición al aire libre de semejantes operarios, da buena idea de cuál ha de ser su modo de reaccionar físicamente, máxime teniendo en cuenta que, considerado erróneamente este oficio como uno de los mejores, por el poco trabajo material que exige, suelen ser destinados á él precisamente los que no manifiestan, por su constitución más delicada, aptitud para otros oficios ú ocupaciones de más monta.

22 de agosto de 2010

Estudio histórico clínico de una doble epidemia (IV)

Continuamos hoy con el cuarto capítulo de este premiado trabajo de nuestro paisano y médico don Dionisio García Alonso.

CAPÍTULO IV

ATMÓSFERA Y SUS ACCIDENTES

Bien poco podré decir de los elementos atmosféricos que, como modificadores de la pública salud, obran sobre los habitantes de esta villa, por la carencia de datos concretos que sólo pueden ser suministrados en los grandes centros de población, dotados de establecimientos ad hoc, y provistos del instrumental y personal indispensables.

Limitándome, por tanto, á mis propias impresiones, sacadas, por decirlo así, del natural y sin ningún auxilio de instrumentos, consignaré que, al igual de lo que ocurre en casi todas las poblaciones de no muy numeroso vecindario, el aire, en general, debe ser puro en lo que respecta á su composición química, en lo cual ha de tener no poca parte la existencia de los montes que, si no muy inmediatos, circundan el pueblo por todas partes, excepto por el O.

Si alguna alteración sensible en él se nota, más que á sus elementos componentes, débese á la presencia en la atmósfera del pueblo, de polvos y restos minerales u orgánicos que la vista percibe y gases producidos por la descomposición de substancias orgánicas, aguas estancadas, productos de elaboración y primeras materias de las fábricas de curtidos, de que el olfato se encarga de dar cuenta, sobre todo en las inmediaciones de las mismas. Es lógico suponer también la existencia en la atmósfera, sobre todo en algunas épocas, de infinidad de seres microscópicos, agentes de muchas enfermedades infecciosas, que aunque no manifiestos á la percepción de los sentidos, vénse claramente en sus efectos, tomando una buena parte en la cifra total de la morbosidad local.

La temperatura media de esta villa, ha de ser la correspondiente á su situación geográfica; pero se observan en todo tiempo variaciones extremas. En medio de un crudo invierno, suelen venir días primaverales; los fríos intensos, hielos y nevadas propios de aquél, suelen prolongarse á veces hasta Mayo, excepto en años tan excepcionales como el actual; vienen luego calores excesivos en Junio, pero inestables; de modo que á un día de calor que no se resiste impunemente al aire libre, sucede otro de frío intenso, en que el abrigo cuidadoso es necesario; dominan, por fin, los calores, sin faltar alguno que otro día fresco en Julio; Agosto, con su primera quincena de calores, suele después dar la razón al adagio vulgar de Agosto, frío en rostro. Llega Septiembre con altas temperaturas y en sus fines las primeras lluvias vuelven á refrescar la atmósfera, trayendo el otoño, estación la más suave y apacible, que lentamente y sin transición sensible viene á descansar en el invierno, que se inicia antes de su fecha astronómica á principios de Diciembre, con noches de heladas fuertes y días de sol espléndido y agradable temperatura.

La humedad atmosférica en esta villa, está generalmente en relación con las lluvias y vientos dominantes. Los días de niebla son escasos. En cuanto á lluvias, existe la creencia, entre el vulgo, de que el agua llovida en la localidad, es la misma todos los años, siquiera varíen mucho las épocas en que llueve, creencia errónea, en mi concepto, en su primera parte. Las épocas de lluvias más generales, suelen ser el principio del otoño, principios de invierno, casi todo él y primera mitad de la primavera, escaseando desde entonces hasta Septiempre. Las pocas lluvias que en ese intermedio se presentan, casi siempre lo hacen con grandes aparatos de tormentas, constituyendo á veces fuertes granizadas ó enormes chubascos y aguaceros.

En cuanto á los vientos como precursores ó portadores de los fríos y de las aguas, obsérvase que el S. y SO., y más éste que aquél, suelen preceder á las primeras lluvias, y que el más seco es el E. El N. y NO. en todo tiempo y el E. en el invierno, son los portadores de bajas temperaturas, siendo el NO. el que parece reinar en mayor escala en la localidad, cuyo hecho da la clave para la explicación de los fríos que se sienten en cualquiera estación, y más teniendo en cuenta que este viento y el N. son los que por la falta de cerros próximos al pueblo y orientación del terreno, vienen á herir más de plano la superficie de él en toda su extensión.

De donde resulta que la humedad atmosférica es escasa, porque reconociendo como fuente principal la evaporación de las aguas llovedizas, esta evaporación se halla dificultada por la impermeabilidad y declive del suelo, que impiden su absorción y estancamiento, y la poca cantidad que sobre el terreno queda para convertirse en vapor es muy pronto transportada por los vientos dominantes, ávidos de humedad.

16 de agosto de 2010

Estudio histórico-clínico de una doble epidemia (III)

Continuamos hoy con el tercer capítulo de este premiado trabajo de nuestro paisano y médico don Dionisio García Alonso.
 

CAPÍTULO   III

GEOLOGÍA

Para los efectos de indagar y poner en claro, por la gran importancia que entrañan, en orden a su salubridad, las condiciones del suelo y subsuelo de esta villa, objeto especial de este capítulo, puede considerarse dividido el terreno de todo el término municipal en dos fajas: una que partiendo del SO., estrecha, se va ensanchando conforme se dirige al E., pasa casi rozando con el pueblo y va a perderse en el Yeltes, en cuya orilla abarca toda la extensión del lado E. del cuadrado que el término representa; y otra que saliendo de la parte O., ancha, se dirige hacia el pueblo, que asienta sobre ella, le traspasa un poco y toma la dirección N. para también perderse en el mismo río.

Está constituido el suelo de la primera sucesivamente y contando de O. a E. por fragmentos de cuarzo y ocres, arcillas y pizarras; y el de la segunda, más importante a nuestro objeto, puede considerarse en toda su extensión como una gran roca granítica, de la que se destacan por todas partes enormes masas en la superficie del terreno, asentadas sobre otras masas y formando en algunos puntos las combinaciones y formas más caprichosas. En varios puntos se ven también las rocas a flor de tierra; y los espacios, no cubiertos o formados por ellas materialmente, están constituidos por tierra vegetal, arenisca, silícea, formada a expensas de las rocas, por acciones químicas (terreno detrítico), o físicas (terreno aluvial).

Tan abundantes son las moles graníticas aisladas en esta zona, que ellas han sido la base de las canteras que tantos bloques han exportado para obras de construcción en los últimos años, y que han dado el nombre, desde tiempo inmemorial, de berrocal, derivado de berrueco, piedra berroqueña, a un punto muy próximo al pueblo, al SO., en donde abundaban por modo extraordinario hace unos años dichas masas, hoy ya cuarteadas, pulidas y transportadas para servir de pavimento de calles, cimiento de templos y palacios, peldaños de escalera y pilas de puentes en Salamanca, Valladolid y otras poblaciones.

Asentado todo el casco del pueblo sobre esta zona, compréndese claramente que su suelo en muchos puntos esté constituido por las mismas masas graníticas al nivel de la superficie o elevándose sobre el terreno a mayor o menor altura, y en otros, por los detritus de las rocas trasportados a mayor o menor distancia por la acción de las aguas y demás causas mecánicas que sobre ellos actúan. En las proximidades del arroyo de las Tenerías y en alguna que otra calle, cuya vertiente suave ú obstáculos opuestos a la libre corriente de las aguas llovedizas, hacen que éstas se estanquen o detengan algún tiempo, el suelo se ha convertido en una mezcla de substancias orgánicas de uno ú otro origen con los detritus graníticos, tomando la tierra una coloración más o menos obscura, en contraposición al color blanco o claro de la arena, que se vé en los demás puntos, y cuyo color obscuro, indicador de la utilidad de este terreno para la producción de hortalizas y legumbres, ha debido de servir de cebo al vecindario para dedicarlo a su cultivo, formando pequeños huertos, intercalados con las casas.

Y hete aquí otra de las causas de insalubridad; porque a más de que estos huertos son el receptáculo obligado de todas las inmundicias que, a guisa de abono agrícola, en ellos se depositan, necesitan además, para el desarrollo de las plantas, de riegos abundantes, cuyas aguas, al evaporarse, no pueden menos de transportar infinidad de gérmenes morbíficos, productos de la descomposición de las substancias orgánicas, más o menos putrefactas.

Tarea, no fácil, el alejamiento de esta causa de insalubridad, pudiera, sin embargo, intentarse el convencer a los dueños de las ventajas que, después de saneados, podrían obtener de dichos terrenos destinándolos a urbanizarse, ó, lo que sería mucho mejor, dedicándolos a las plantaciones de arboledas, que después de contribuir al embellecimiento de la población y purificación de la atmósfera, podrían con sus productos, dentro de algunos años, resarcirles con ventaja de los gastos inherentes a cambios de cultivo tan radicales.

Y habiendo descrito el suelo, queda ya también hecha la descripción del subsuelo. Las mismas rocas graníticas, las mismas masas que hemos visto en la superficie del terreno, se encuentran también en la profundidad; tendrán más o menos consistencia y coloración más o menos obscura; pero en cualquier punto del casco de la villa en que se pretenda abrir una calicata, practicar una escavación o construir un pozo, siempre é irremisiblemente han de encontrarse y a muy poca profundidad, las capas, o mejor dicho, masas de granito, y tanto más duras en general, cuanto más profundas (hablando días papados con obreros que trabajaban en la construcción de un pozo, me aseguraron que, habiendo ya construido muchos en el perímetro de esta villa, no habían encontrado un punto en el que, a menos de un metro de profundidad, no hubiesen hallado ya la roca dura, que hiciera indispensable, para profundizar más, el uso de la pólvora o dinamita por medio de barrenos). Lo mismo que las que se ven en la superficie del terreno, no adoptan en su superposición ni en su figura forma alguna determinada y regular, estando separadas por vetas o hendiduras, aveces imperceptibles, por las que circulan las aguas que, o procedentes del exterior son recogidas y absorbidas hacia las profundidades, o bien, por el desnivel de las mismas, salen al exterior para constituir lo que se llaman manantiales. Resulta de tal disposición, que siendo lo mismo el suelo que el subsuelo del casco de la villa, impermeables en grado sumo, las aguas en él no debieran estancarse, si no hubiera obstáculos que se opusieran a su libre corriente, y que, debidos principalmente a la mano del hombre, son fáciles de evitar, ya que el declive natural del terreno contribuye poderosamente al buen desagüe.

Y  así ocurre, en efecto. En contraposición a lo que pasa en cualquiera de los pueblos comarcanos, vése en éste, aun en épocas de grandes lluvias, el piso de las calles formado por arenas naturales, seco completamente a las pocas horas de la última llovida; y si en algún punto se forman lodazales, débese a la incuria de los vecinos y autoridades, que han depositado o consentido depositar en medio de la vía pública materiales procedentes del derribo de casas viejas, constituidos en su casi totalidad por arcillas de las que se usan como barro en las construcciones, sin colocar encima una buena capa de granito partido o desmenuzado, que tanto abunda por doquiera, y material el más económico y adecuado en la situación de este pueblo, para nivelar las faltas que las corrientes de las aguas y otras causas dejan en el piso de las calles.

Dedúcese también teóricamente, que no siendo la capa impermeable del subsuelo estratificada, sino más bien formada por conglomerados graníticos de formas y dimensiones variables al infinito, las corrientes pluviales subterráneas no deben tener igual nivel; antes al contrario, han de variar grandemente aun en espacios pequeños, ya que han de estar subordinadas a las grietas o hendiduras de dichos conglomerados y a su mayor o menor inclinación y dimensiones.

Y  así se vé en la práctica. Al paso que una escavación de uno o dos metros da por resultado el hallazgo de una regular cantidad de agua, otra escavación practicada a pocos metros de distancia de la primera, necesita a veces profundizar el doble o triple para quedar en seco o encontrar un caudal mucho menos abundante que aquél. Así se explica también que en distintas habitaciones de una casa de igual nivel, y aún en una misma habitación cuyo piso está constituido por una mezcla de cal, barro y arena, se encuentren puntos en que la suela del calzado se adhiera al piso, al paso que en otros, para conseguir abrir una brecha, se necesitan esfuerzos y aún el uso de herramientas de cantero.

1 de agosto de 2010

Estudio histórico clínico de una doble epidemia (II)

Continuamos hoy con el segundo capítulo de este premiado trabajo de nuestro paisano y médico don Dionisio García Alonso.

ESTUDIO HISTÓRICO-CLÍNICO DE LA DOBLE EPIDEMIA DE SARAMPIÓN Y COQUELUCHE OCURRIDA EN VILLAVIEJA (SALAMANCA) EN EL AÑO DE 1895-96 por Don Dionisio García Alonso, Médico-cirujano titular de Villavieja, Socio del Colegio de Médicos de Salamanca, Redactor de La Regeneración Médica, Académico correspondiente de la Real de Medicina y Cirugía de Barcelona.

OBRA LAUREADA CON EL PREMIO CALVO MARTÍN POR LA REAL ACADEMIA  DE MEDICINA DE MADRID Y CON EL  PREMIO SALVÁ POR LA  REAL ACADEMIA DE MEDICINA Y CIRUGÍA DE BARCELONA

PRÓLOGO DEL DR. D. JOSÉ LÓPEZ ALONSO, Catedrático de Clínica médica en la Universidad de Salamanca, Médico del Hospital de la Santísima Trinidad, etc;

SALAMANCA, IMPRENTA DE CALATRAVA, a cargo de L. Rodríguez, 1897


CAPÍTULO SEGUNDO


HIDROGRAFÍA

No he de hablar en este sitio, por ajeno á mi objeto, de nada referente á las aguas del Yeltes, pues que en poco ó nada influyen en las condiciones higiénicas de esta villa por la gran distancia que las separa, por los cerros que se interponen y por su álveo profundo en la parte N. donde aquéllos faltan, pero en la que en cambio abundan las encinas, no utilizándose sus aguas más que para la molienda de cereales y lavado de las ropas en verano; tampoco hablaré de los arroyos, de escaso caudal todos, nacidos en el término, de manantiales más ó menos permanentes y que corren lejos del pueblo, concretándome tan sólo á hacerlo del arroyo de las Tenerías que, por correr por el pueblo mismo, influye mucho en su salubridad, y de las aguas de manantiales que se utilizan para bebida y demás usos domésticos.

El mencionado arroyo debe su formación al agua de cuatro ó cinco manantiales cercanos entre si y distantes del pueblo como de 400 á 500 metros, faldea su lado E., encauzado entre paredes de piedra, divisorias de huertas y prados naturales, separa un poco más abajo el barrio del Mocril, como ya hemos dicho, del resto del pueblo y sigue en la misma forma, encauzado, hasta que, lamiendo los cimientos de la última casa del pueblo, se separa de él siguiendo la dirección de S. á N., que tomó desde su origen.

En todo este trayecto, su cauce es tortuoso y estrecho, y las yedras, plantas acuáticas, zarzas y renuevos de árboles de las fincas colindantes que atraviesan las vetustas paredes, forman á trechos un valladar infranqueable, especie de filtro que en las grandes avenidas detiene ó aprisiona infinidad de materias, sobre todo vegetales, que al quedar en seco en las épocas de calores sufren la natural descomposición, cuyos productos no pueden menos de influir grandemente en la salud general. Agregúese a esto que su caudal de aguas es muy pobre; que apenas llegado Junio, el cauce del arroyo se convierte en pequeños estanques de fondo sucio; que antes de separarse del pueblo, ha recibido en su seno tres cuartas partes al menos de las aguas llovedizas de todo él; que las trece fábricas de curtidos que en esta villa existen, se hallan á sus orillas, empezando la primera en el punto casi de origen del arroyo y siguiendo las demás intercaladas con las casas; que todas ellas vierten sus productos inservibles en el cauce del arroyo y utilizan sus aguas, para el lavado de las pieles, mientras duran; que cuando éstas van escaseando y antes de echar mano de las aguas de los pozos en todas existentes, algunos operarios de las fábricas interceptan el arroyo para detener el agua y servirse de ella, formando entonces el fondo de los charcos un légamo pegajoso de color moreno ó negro, mezcla de los productos vegetales y animales, que traen en suspensión ó disolución las aguas, con las cales, productos tánicos, pelos, etc., procedentes de las fábricas; y con todos estos datos, fácil es deducir que una de las principales causas de insalubridad de esta villa, ha de radicar en las emanaciones ó evaporación del agua del arroyo de las Tenerías.

No he podido, sin embargo, notar predisposición más marcada en los obreros de estas fábricas ó habitantes de las casas más cercanas para contraer enfermedades infecciosas de uno ú otro género que en el resto de los habitantes. Quizá sea efecto del hábito; tal vez, como aquí se piensa, los principios curtientes de las fábricas, sirvan de antídoto á los principios tóxicos contenidos en las aguas [No puedo menos de hacer notar en este sitio, que habiendo, años atrás, caído un niño de dos años, en uno de esos especie de pantanos semilíquidos, y habiendo sufrido un principio de asfixia mixta por sumersión y sofocación, reaccionó prontamente, merced á los medios empleados; pero conservó, acaso por tres meses, después de algunos síntomas de empacho gástrico, una gran demacración con coloración amarillo-obscura de la piel, denunciadora de un trastorno hepático, sobrevenido como resultado del envenenamiento por los principios tóxicos que el análisis, sin duda, encontraría en semejante bazofia.]; pero lo que no cabe dudar es que la vista de esos, aunque pequeños, inmundos lodazales, debe impresionar fuertemente a personas no habituadas á contemplar estas cosas, aquí tan ordinarias.

En cuanto á las aguas usadas para bebida y demás usos domésticos, desde luego puede sentarse la premisa de que son, aunque buenas, escasísimas, sobre todo en verano, cuando más se necesitan. Cinco son los manantiales públicos que, por su mayor proximidad al pueblo ó caudal más abundante, se utilizan para ese uso. Situados uno al N., dos al S. y dos al O., suministran entre todos en invierno y primavera, si no cantidad sobrada, al menos la indispensable para las necesidades del vecindario. Pero cuando las lluvias escasean en la época de verano, su caudal disminuye considerablemente, no alcanzando á suplir esta falta la adición, para el consumo público, de las aguas de una multitud de pozos y fuentes particulares que la generosidad de sus dueños cede gratuitamente al vecindario; viéndose obligados varios vecinos, aquellos que por su posición pueden hacerlo, a hacerse traer el agua, siquiera para bebida, de otros manantiales abundantes y buenos, particulares ó públicos, pero situados á distancias algunos de dos o tres kilómetros.

Como todos estos manantiales son explotados en el punto mismo de su emergencia, no hay tuberías, conducción de aguas,ni, por consiguiente, filtración artificial,que, si innecesaria en invierno, porque la abundancia de las aguas, rebasando los depósitos, da cantidad sobrada para alimentar en cada fuente un lavadero público, sería de todo punto imprescindible en verano, época en que por su escasez y la mala construcción de los depósitos, se impurifican dichas aguas, no sólo con infinidad de substancias flotantes en la atmósfera, sino hasta con seres animales, dotados, por tanto, de vida y movimientos, pertenecientes probablemente á la clase de insectos, orden tisanuros, y de los que á simple vista se descubren algunas temporadas á razón de un centenar próximamente por litro de agua.

La mala construcción de los depósitos, obedece principalmente al defectuoso sistema empleado, que, sin duda, debe ser el primitivo; redúcese á, después de haber encontrado el manantial, abrir un hoyo más ó menos profundo, darle la forma de un cuadrado, revestirle interiormente de piedra de cantería, rellenar sus junturas con cemento de cal y cubrirle luego con la misma piedra hasta la altura de un metro ó metro y medio; pero quedando uno de los lados descubierto, para que por él puedan llenarse las vasijas, que por necesidad tienen que zambullirse en el agua, dejando en ella las impurezas que en su exterior, no siempre muy limpio, contengan, así como las de las manos de las personas que las llenen.

Dedúcese de lo dicho, que las aguas que se hallan en condiciones de servir de bebida al vecindario de este pueblo, son buenas en calidad, pero escasas en cantidad é impuras en cuanto escasas; resultando de aquí, clara y patente,  otra de las principales causas de insalubridad de esta villa, que al igual de la apuntada más arriba con respecto al arroyo, podrían obviarse fácilmente; la una, limpiando el lecho del mismo, quitando y no consintiendo las presas que se oponen á la corriente de  sus aguas, descuajando las orillas de las plantas y raíces que en ellas crecen y obligando á los dueños de los predios colindantes á dejar libre, para cauce del arroyo, todo el terreno que de hecho y de derecho le corresponde; y la otra, llevando á cabo el laudable pensamiento que bulle de largo tiempo en la mente de la mayor parte de los habitantes de esta villa, sobre conducción al centro de la misma ó sus inmediaciones de abundantes aguas potables, cuyos puntos de partida podrían ser algunos de los manantiales hoy utilizados, ó quizá otros que, si más distantes, acaso llenaran mejor el objeto del proyecto y con menores sacrificios pecuniarios; cuya circunstancia y acaso un poco de pasividad en las personas llamadas á dar impulso al pensamiento, han sido la causa de su no realización hasta la fecha. Existen además en el término municipal dos fuentes ó manantiales de los llamados minerales ó minero-medicinales: uno sulfuroso y otro ferruginoso. Emergen ambos en las inmediaciones del río, uno al N. y otro al E.; y por su distancia, fría temperatura y caudal escaso, sobre todo el sulfuroso, apenas se utilizan más que para el riego de hortalizas y, en alguno que otro caso, como bebida.

30 de julio de 2010

Estudio histórico clínico de una doble epidemia

Comenzamos hoy la publicación de un pequeño trabajo de investigación llevado a cabo por el médico villaviejense don Dionisio García Alonso en 1897 y que resultó premiado simultáneamente por las Academías de Medicina de Barcelona y Madrid.


ESTUDIO HISTÓRICO-CLÍNICO DE LA DOBLE EPIDEMIA DE SARAMPIÓN Y COQUELUCHE OCURRIDA EN VILLAVIEJA (SALAMANCA) EN EL AÑO DE 1895-96 por Don Dionisio García Alonso, Médico-cirujano titular de Villavieja, Socio del Colegio de Médicos de Salamanca, Redactor de La Regeneración Médica, Académico correspondiente de la Real de Medicina y Cirugía de Barcelona.

OBRA LAUREADA CON EL PEEMIO CALVO MARTIN POR LA REAL ACADEMIA  DE MEDICINA DE MADRID Y CON EL  PREMIO SALVA POR LA  REAL ACADEMIA DE MEDICINA Y CIRUGÍA DE BARCELONA

PRÓLOGO DEL DR. D. JOSÉ LÓPEZ ALONSO, Catedrático de Clínica médica en la Universidad de Salamanca, Médico del Hospital de la Santísima Trinidad, etc;

SALAMANCA, IMPRENTA DE CALATRAVA, a cargo de L. Rodríguez, 1897


CAPÍTULO PRIMERO

GEOGRAFÍA

Villavieja es un pueblo, antigua villa, perteneciente al partido judicial de Vitigudino, provincia de Salamanca, de cuya capital dista unos 66 kilómetros por vía recta y 78 por vía férrea, poseyendo estación de cuarta clase en el ramal de Boadilla á Barca de Alba, sección de los ferrocarriles de Salamanca á la frontera de Portugal, de cuya nación dista 55 kilómetros por vía. férrea y un poco menos por vía recta.

Encuéntrase, aproximadamente, á unos 700 metros sobre el nivel del mar y á los 40", 57', 39" de latitud N., y unos 2º de longitud O. del meridiano de Madrid (No considerando indispensable para el objeto de esta Memoria una exactitud matemática en estos datos, no me he detenido en la resolución de éstos, no muy difíciles, problemas geográficos. Las cifras que consigno las he sacado tomando como término comparativo la situación de Salamanca, que se halla á 814 metros sobre el nivel del mar, y teniendo en cuenta el suave declive que, con ligeras ondulaciones, presenta el terreno desde dicha capital. En cuanto á latitud, consigno la misma, por hallarse probablemente en el mismo paralelo, y la longitud O. del meridiano de Madrid, que para Salamanca es de 1º, 58', 48', la aumento para este pueblo, atendiendo á su situación al O. de aquélla. y la distancia que le separa.).
Su término municipal forma casi un cuadrado, cuyo lado del S. linda con el de dos alquerías, pobladas de monte de encina y roble; el del O. con el de un pueblo descuajado de monte por esta parte; y los lados E. y N. están formados por el río Yeltes, afluente del Duero, que le separa de los términos de otros dos pueblos, cuajados de abundante monte de añosas y corpulentas encinas.

El Yeltes, cuya menor distancia del pueblo al N. es al menos de dos kilómetros, es un río de escaso caudal de agua; tanto, que es muy raro haya un verano en que los doce molinos harineros que en él radican dentro del término no queden inservibles por falta de agua en un espacio de dos ó tres meses, suspendiéndose por este tiempo la corriente y formando el agua verdaderos charcos.

Todo el término está dedicado á la producción de cereales, excepto una décima parte al N., destinada á pastos, y algunas pequeñas porciones de terreno en los sitios bajos destinadas también á pastos ó producción de legumbres y hortalizas.

El arbolado es escaso en todo el término; desprovisto de él por completo en casi toda su extensión, sólo conserva como restos de lo mucho que debió de existir en otro tiempo unos pocos centenares de robustas encinas intercaladas con alguno que otro roble en su parte E., N. y NE. y algunas pequeñas alamedas.

Como la parte S. y SO. del término forma la línea divisoria de las cuencas del Yeltes y Camaces, puede comprenderse fácilmente que el terreno en dicho punto tiene que hallarse á una gran elevación, que descendiendo por vertientes no muy acentuadas y formando valles surcados por arroyos de escaso caudal, vuelve á ascender y descender hasta que, en declive más ó menos pronunciado, viene á morir el término en el río.

En uno de esos valles ú hondonadas, el de más extensión y declive más suave de todo el término, en el punto central del cuadrado que éste representa, rodeado de cerros de mediana altura, excepto por su parte N., por la que el valle se prolonga descendiendo suavemente para de pronto precipitarse en el lecho pedregoso y áspero del río, pasado el cual, y en término de Pedro-Alvaro, se levantan cerros de nuevo á bastante altura, se encuentra el pueblo, orientado de S. á N. y formando un cuadrilátero, á cuyo lado mayor del E. se hubiese añadido en su parte central un cuadrado, formado por el barrio del Mocril, orientado de E. á O. y separado del resto del pueblo por la divisoria natural del arroyo de las Tenerías. Debe tener próximamente un kilómetro de extensión de S. á N. y otro tanto de E. á O., incluyendo en esta medida el antedicho barrio del Mocril.

Efecto de la situación apuntada, compréndese claramente que por cualquiera de los caminos que dan acceso al pueblo, la vista no pueda descubrir sus edificios hasta que ya se están casi tocando; y sólo por el N. y desde los cerros de allende el río, á unos tres kilómetros de distancia, se alcancen á ver en perspectiva las casas y edificios de la parte SO., que es la más alta.