Así titulaba el diario El Adelanto una crónica de su corresponsal en Yecla fechada el 2 de julio de 1914 en la que daba cuenta de una preciosa tradición y de una inoportuna tormenta que en la noche del 29 de junio dio al traste con lo planeado por los mozos del pueblo.
DESDE YECLA
Ramos y tormentas
La noche de San Pedro es de alegría y jolgorio para los mozos del pueblo, que, siguiendo la tradición, la pasan cantando junto a la reja de la su moza, donde, movido por el viento, oscila un ramo cargado de frutas y dulces que el mozo ha puesto como ofrenda al su querer. Apenas empieza a clarear el día, las mozas salen a sus ventanas deseosas de saber si aquel que en la era al soltar la pareja y en la cocina al poner el sol, les decía palabras de franco cariño, se había pasado guardando el ramo de San Pedro. Allí estaba, y llenas de alegría corren a sus padres, hermanos y vecinos, para que prueben del ramo, reservándose el último caramelo envuelto en papel blanco, donde se ve el nombre del mozo. En medio de la plaza ponen un palo muy alto, llevando en el extremo superior el ramo que los mozos ofrecen a todas las mozas del pueblo. Los que oscilan en las ventanas, son ofrendas a un solo querer; el de la plaza, representa el querer de todos, que cantan una tonada alrededor de su ramo. Este año se oyen las voces de los que ponen el ramo común, pero sus voces se apagan poco a poco, siendo reemplazadas por los truenos. Una tormenta imponente se desencadena en el pueblo convirtiéndose la noche de alegría en noche de temor. Los jóvenes vuelven a sus casas y junto a sus padres, reemplazan el ramo por el rosario. Ha sido una tormenta como ninguno del pueblo la ha visto. Al amanecer se llenan las calles de gente, no por ver los ramos como otros años, sino porque se oyen voces de que en el comercio una chispa ha tirado el tejado, ha desquiciado una puerta y la criada que se hallaba en la habitación se ha puesto enferma de gravedad; en otra casa la chispa saliendo de la llave de la luz, ha atravesado el tabique y surcado toda la pared; en otra ha roto el espejo y estropeado la pared; en otra a un decímetro de la cabecera de la cama en que dormía un joven estudiante atravesó la pared, desprendiendo cal que lanzó por toda la habitación... Así cuentan tantos y tantos casos al mismo tiempo que van enseñando los desperfectos causados, no quedando más que algunas casas que se libraran de la tormenta. Casi todo el pueblo está viendo el comercio por ser el más castigado, y allí cerca se levanta el único ramo que pudieron poner, el ramo común, que ha deshojado el agua y el aire, no está adornado, las frutas y dulces están en el suelo y el ramo se ve desnudo, dirigiendo su cuerpo a las nubes, sin adornos, sin nada que lo desfigure, como si quisiera pintar el querer de estos charros, limpio, rudo y franco.
El corresponsal.