16 de septiembre de 2012

Pregón de Fiestas 2012

Tras este paréntesis de descanso retomamos la tarea "blogística". Seguimos con la costumbre de publicar los pregones de las fiestas de Villavieja en este sitio. Aquí tenemos pues, el correspondiente a este año. He querido también hacer referencia a la placa entregada por la Corporación a los promotores de Televisión Villavieja en el mismo acto festivo. Las fotos y el texto se corresponden con lo que he publicado en el número 362 del Boletín Informativo Río Yeltes correspondiente a este mes de septiembre.
A las 22:30 horas del viernes 24 de agosto estaba previsto la solemne apertura de las Fiestas con el Pregón de Fiestas. Antes de dar comienzo éste, el Ayuntamiento recibió a los miembros de Televisión Villavieja haciéndoles entrega de una placa que los distinguía como VECINOS DEL AÑO, en reconocimiento a su labor al frente de este medio de comunicación de ámbito local.
A continuación José Benito González Báez subió al estrado para realizar el Pregón de Fiestas del presente año 2012. Por razones de espacio omitimos su reseña autobiográfica que puede ser consultada en el Programa de Festejos. Transcribimos a continuación sus palabras:

Sr. Alcalde y miembros de la Corporación,

familiares, amigos, vecinos y paisanos todos de Villavieja:

MUY BUENAS NOCHES!!

Todos cuantos me han precedido en el oficio de Pregonero, o una gran mayoría, han comenzado agradeciendo a la Corporación Municipal este nombramiento.

Y yo, lógicamente, no voy a ser menos. GRACIAS señor Alcalde; gracias señoras y señores Concejales. Verdaderamente es un honor muy grande para un hijo del pueblo ponerse aquí, ante todos vosotros, a pregonaros las fiestas, nuestras fiestas. Éste es un acto que me abruma; pero voy a tratar de hacerlo con el mayor respeto y cariño hacia todos. Agradezco enormemente esta distinción; aunque, como todos los pregoneros decimos, no somos merecedores de ello. Yo, desde luego, tampoco he hecho méritos para ser Pregonero. De ahí la extrañeza y el sobresalto mio al abrir el correo en mi ordenador, un día del pasado mes de abril, y ver uno titulado “Una propuesta del Ayuntamiento de Villavieja”, que me enviaba el Alcalde, diciéndome que su equipo de gobierno le había sugerido que yo podría ser el Pregonero de las fiestas de 2012. Esto es algo que nunca podía ni siquiera imaginar, porque por delante de mí hay muchas personas muy preparadas y con títulos académicos y otros valores de los que yo, sin duda, carezco. Mi único título, y del que estoy muy orgulloso, es el de ser villaviejense; y con él me presento ante todos vosotros esta noche para pregonaros las Ferias y Fiestas del 2012.

Es probable que, entre vosotros, haya todavía personas que no me conozcan. Es natural que así sea, puesto que desde los doce años pasé mi vida fuera del pueblo. Voy a tratar de personalizar el Pregón lo menos posible, pero considero que debo explicar algo más sobre mi vida, al margen de lo que ya pone el Programa de las Fiestas. Soy el mayor de los cuatro hijos que tuvieron Eugenia (q.e.p.d.) y Quico el ferroviario, aquí presente con sus 91 años. Mis hermanos son Juan y Angelita; la pequeña falleció a los pocos meses de nacer. Nací en la calleja del Cuco, frente a la tenería de mi tio Felipe Montero Ferreira, en una pequeña casa que ya no existe, el día de Navidad de 1946 que, por cierto, había amanecido con una gran nevada. Fui a la escuela de párvulos con Dña. Mª Francisca aquí en la plazuela. A élla, y a los maestros que tuve aquellos años, estoy muy agradecido, puesto que ellos cimentaron la base de mi formación. En las Escuelas Graduadas estuve hasta el tercer grado, dejando aquí mi formación escolar para irme interno a un colegio de religiosos. Éste era entonces el camino más fácil que teníamos muchos niños si queríamos ampliar estudios y nuestros padres carecían de medios económicos para hacerlo en otros centros. Yo no fui muy buen estudiante, y acabé haciendo lo que entonces se llamaba bachillerato laboral en la Orden de los Frailes Predicadores o, lo que es lo mismo, en los Frailes Dominicos.

En aquella época, una mayoría de los que éramos monaguillos acabábamos yendo al seminario de Ciudad Rodrigo o internos en otros colegios religiosos. Así fue cómo a una temprana edad me ausenté de Villavieja para, como se decía entonces, ser el día de mañana un hombre de provecho. Estando de estudiante sólo venía una vez al año para estar con la familia; lo que hizo que, en cierta manera, perdiera el contacto con el pueblo. Al cabo de un tiempo en los frailes y metido de lleno en el revuelo e innovaciones del posconcilio, quise experimentar el salir a ganarme la vida fuera, apoyado en el movimiento de curas obreros, o frailes, que para el caso era lo mismo. El resultado fue que a los veinticinco años colgué los hábitos y decidí hacer frente a la vida por mi cuenta. A partir de entonces mi vida laboral transcurrió dentro de las Artes Gráficas, en el oficio de corrector y desempeñando otras actividades dentro del mundo de la imprenta. En este tiempo, y ya integrado en la sociedad civil, formé en Vigo una familia de la cual tengo dos hijos: Laura y Daniel, a los que dimos la formación adecuada a los tiempos que nos está tocando vivir. Ahora, desde hace dos años, mi vida se prolonga en la de Noa, mi nietecita. Hoy siento un gran orgullo de tenerlos muy cerca de mi.

Permitidme ahora que, con todo mi cariño, agradezca desde aquí la gran acogida que he tenido por parte de los Iglesias de la Puente, mi nueva familia, en especial a Toñi Iglesias, mi mujer, con quien decidí compartir mi vida. A todos ellos, sin enumerar uno a uno, agradezco cuanto me han ayudado a sentirme un miembro más entre ellos. Igualmente agradezco el apoyo que he tenido entre los que considero mi pandilla, alguno de ellos amigo desde pequeños como es el caso de Poldin, siendo los dos monaguillos. Con todos ellos ha sido más fácil mi integración en el pueblo. Gracias de todo corazón a unos y otros.

Ahora debo confesar que, a pesar de mi larga ausencia del pueblo, siempre, siempre he añorado Villavieja. De ahí que en 2003 fuchicando (esta es una palabra que usamos en Galicia, que bien podemos traducir por algo más que mezuqueando) en el ordenador, dí con la página web del pueblo en internet y ví que semanalmente se publicaba un Boletín Informativo. Esto sirvió de tentación para mí, y me ofrecí a escribir algo. Consideraba que informar cada semana de la forma que lo hacía Manolo requería una labor bastante compleja y, de alguna manera, quise arrimar el hombro sin saber a ciencia cierta en qué me metía. Fue así cómo empecé a escribir aquellos artículos que yo titulaba “Nostalgia de mi pueblo”, y que algunos de vosotros leísteis. Me costó mucho decidirme a hacerlo; y hasta llegué a pensar que, a casi nadie podía interesarle. Manolo, sin embargo, me animó a que lo hiciera. Mi sorpresa fue recibir correos desde distintos puntos de España, e incluso alguno de Suiza y Francia, agradeciéndome mis artículos pues con su lectura revivían los tiempos de nuestra infancia. De ahí, mi temor en estos momentos a que pueda repetirme en muchas cosas y os aburra soberanamente. Trataré de esforzarme, y no caer en ello.

Esta ocasión que me brinda el Ayuntamiento quiero aprovecharla para PREGONAR desde aquí, con letras mayúsculas, el amor a nuestra tierra, el amor que todos tenemos a nuestro querido pueblo. En él nacimos, y en él pasamos una infancia con muchas necesidades. Pero a pesar de ello, fuimos unos niños muy felices, que llenábamos las calles con nuestras risas y griterío, que jugábamos a casi todo en plena calle, que nos quitábamos el frio en invierno saltando en la plaza o en cualquier lugar “a la una anda la mula” o jugando a lo bruto “a la burra pare”, sin importarnos para nada que nos picaran los dichosos sabañones, tan frecuentes entonces en las orejas o las manos de cualquier niño. Jugando en la calle nos olvidábamos de todo. Por eso ahora, asomados al balcón de nuestra infancia crece más nuestro amor por este pueblo que nos vio nacer. Algo tiene Villavieja que, aún viviendo fuera de élla, su recuerdo ejerce en nosotros una atracción que, en cierto modo, nos marca. Villavieja llena todos nuestros sentidos desde que aprendimos a dar por sus calles nuestros primeros pasos. A todos, sobre todo cuando estamos fuera, se nos llena la boca cuando hablamos de Villavieja. Y es que, sin lugar a dudas, siempre fue nuestro pueblo el mejor pueblo de España!!

Por este motivo quiero seguir mi Pregón hablando de nuestro pueblo porque, pregonando nuestras fiestas, es el mejor momento para hablar sólo de él. Y al exagerar antes afirmando que es el mejor pueblo de España, dejadme que intente demostrarlo apoyándome en aquellos preciosos versos que escribiera uno de los hijos del pueblo que más lo ha querido: nuestro J.Ignacio. Hablo de esa poesía que él llamó “Guía de Villavieja”. La escuché por primera vez, recitada con gran maestría por Mateo Estévez, bellamente adornada con su sonora voz, incluída con gran acierto al final de uno de los CDs del Grupo Baleo. Y en estos días la he vuelto a oír en la proyección de “Espejos en la niebla” y en el vídeo de “homenaje a J. Ignacio” que forma parte del valioso archivo fotográfico de A. Moro, que constantemente nos deleita con numerosas grabaciones de la vida de Villavieja. Dice así la poesía:



VILLAVIEJA, tierra mía,

“de Yeltes” apellidada,

río que sereno envía

al Duero sus claras aguas;

en el que los profundos mares

tienen ya depositadas

las arenas de los valles

de estas tierras castellanas.


Con el nombre de VILLAVIEJA todos sabemos que a lo largo de la geografía española hay aproximadamente nueve poblaciones: en las provincias de Castellón, de Madrid, de Orense, de Burgos, de Valladolid, de Guadalajara, de León, de Cuenca y la nuestra de Salamanca. Y he contado hasta catorce pueblos “de Yeltes” apellidados, como el nuestro. El rio Yeltes nace en La Barranca, junto a la Peña de Francia, en el municipio de El Cabaco; y recorre ciento dieciseis kilómetros y medio pasando por Nava de Yeltes, Puebla de Yeltes, Aldehuela de Yeltes, Alba de Yeltes, Castraz de Yeltes, Pedraza de Yeltes, Sepúlveda de Yeltes, Castillejo de Yeltes, Collado de Yeltes, Martín de Yeltes, Santa Olalla de Yeltes, Villares de Yeltes, Villavieja de Yeltes y Yecla de Yeltes. Digamos, pues, que Villavieja tiene trece pueblos hermanos. No era mi intención con esto dar ninguna lección de geografía, pero otro dato curioso es que en la ciudad de Salamanca hay cuarenta y tres calles con nombre de ríos, entre las que está la calle Rio Yeltes, precisamente donde vivió su infancia el seleccionador nacional Vicente del Bosque. Y existe calle Villavieja, a secas, en Madrid, Valencia, Castellón y Alicante.



Sigo con los versos de Juan Ignacio:



VILLAVIEJA, la que siente

en el fondo de su alma

una devoción ardiente

a María Inmaculada,

patrona de nuestro pueblo,

“de Caballeros” llamada,

que fue hace ya mucho tiempo

en Santidad rescatada.



Dicen que fue por el año 1600 cuando unos cazadores de Salamanca encontraron la imagen de la Virgen oculta entre piedras, en la dehesa de Santidad. No tenemos el privilegio de tener una Virgen “aparecida”; la Virgen de Caballeros no se nos apareció, no vino Ella a nosotros. Quiso que la buscáramos, que fuéramos nosotros a Ella, que la encontráramos en la dehesa de Santidad. Por eso nos llena tanto ahora acompañarla, encontrarla siempre que queremos en su ermita, donde la tenemos escondida pero con la puerta abierta para entrar a saludarla a cualquier hora del día. Ella es la mejor vecina que tenemos en el pueblo, y no es exclusiva de nadie; la queremos todos los villaviejenses, sin excepción, porque nuestra Virgen es bandera y símbolo de nuestro pueblo. Nos enorgullece comprobar que, desde que la encontraron aquellos cazadores, la devoción a la Virgen de Caballeros se ha conservado y acrecentado, pasando de generación en generación hasta nuestros días; y todavía hoy, en el año 2012, sigamos pregonando sus fiestas patronales.



Continúo con la poesía:



VILLAVIEJA, la que dio

a su diócesis amada

buenos ministros de Dios,

celadores de las almas;

y, hasta más, hijo de un hijo

de esta villa noble y charra

fuera consagrado obispo

de la diócesis de Avila.



El obispo fue monseñor Santos Moro Briz, que fue obispo de Avila durante treinta y tres años. Estaba emparentado con varias de las familias Moro de Villavieja, este pueblo que dio buenos ministros de Dios celadores de las almas... Muchos fueron los curas nacidos en Villavieja. Y muchos los seminaristas que marcharon al seminario de Ciudad Rodrigo, y otros a colegios de frailes y religiosos. Sin olvidar las monjas, que también las hubo y las hay en la actualidad. Siempre fue un pueblo-vivero de vocaciones religiosas. Recuerdo siendo monaguillo el grupo tan numeroso que había de seminaristas de todas las edades, y viví de cerca la ordenación y primera misa de algunos de ellos. Buen trabajo semanal tenía entonces el Sr. José Vicente, yendo y viniendo a Ciudad Rodrigo con los fardeles de ropa para los seminaristas y demás estudiantes del pueblo.



Seguimos con la poesía:



VILLAVIEJA labradora

la de las costumbres sanas

industrial y ganadera,

orgullo de Salamanca.

Por tus toros eres grande;

por tu industria, renombrada;

por tus fiestas y tus bailes

te llaman “la villa charra”.



Aquí Juan Ignacio quería abarcar toda la actividad de aquella Villavieja, que tantas veces recordamos ahora en nuestros comentarios: labradora, industrial y ganadera, y todo lo que conllevaba el desarrollo de estas actividades. Como recuerdo de aquel tiempo me voy a parar en una industria bastante común en nuestro pueblo, como es la panadería. Ahora tenemos dos panaderías, pero en los años cincuenta había por lo menos media docena. Nuestros panaderos siempre, además del pan, fabricaron dulces, perronillas, repelaos, mantecados, etc., sin olvidar el hornazo, protagonista gastronómico del “jueves merendero”. Pero había entonces, en este gremio, un establecimiento que no hacía pan, sólo se dedicaba a elaborar dulces, bizcochos, pasteles y caramelos: la Dulcería, llamada “Selección” del Sr. Agapito Martín y la Sra. Cándida “la Dulcera” como era conocida. Todos la recordamos despachando limpísima, con un delantal blanco con su correspondiente puntilla todo alrededor, siempre sonriente, mostrando sin querer su diente de oro y luciendo unos grandes pendientes charros. Cuántos niños no habremos rebañado aquellos papeles de estraza, que contenían huellas y, en algún caso, restos de bizcochos salidos del horno, y que élla amablemente nos regalaba. Elaboraban artesanalmente caramelos muy ricos, y algunos llevaban una leyenda en el interior de su envoltorio. Mi padre me ha recordado algunos de aquellos textos, que al desenvolver el caramelo, con curiosidad, todos leíamos. Como, por ejemplo, éste que hacía propaganda del establecimiento: “Villavieja está en un bajo, y en bonita situación; de la Plaza a treinta pasos, la famosa Selección”. O esta otra leyenda: “Toma, niño, un caramelo; y dile a esa mujer que vuelva la cara atrás, que la quiero conocer”. Buenos ratos pasábamos asomados a la ventana-escaparate de la Dulcería de la Sra. Cándida.



Continúo con la Guía:



VILLAVIEJA, que ha nacido

en tu corazón la Plaza,

que es la mejor del Partido,

la más bonita, la más amplia,

la que preside las bodas,

los bautizos y algazaras,

y hasta la última hora

cuando doblan las campanas.



Qué bien queda plasmada en este verso lo que es para nosotros la Plaza. ¡Cuántos recuerdos tenemos todos en ella! Si nos paráramos, por un momento, a pensar recordaríamos tantas cosas vividas y tantos ratos de charla, siempre cruzándola en nuestras idas y venidas. Y muchas veces haciendo el gesto de mirar la hora en el reloj del campanario que, todavía, sigue marcando el horario de nuestra vida en el pueblo; y, hora tras hora, oímos sus campanadas, con repetición, con ese inalterable sonido de tantos años. Sonido que, sin lugar a dudas, podemos considerarlo ya como patrimonio nuestro. Cuando venimos de fuera, se nos hace familiar, y es lo que más nos recuerda y nos confirma que estamos en Villavieja. Posiblemente sea esto una de las cosas que no han cambiado en la vida del pueblo. Nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos oyeron siempre este mismo sonido de campana. El campanario preside la Plaza, y su esbelta figura acompaña a todos los villaviejenses como dijo Juan Ignacio, hasta la última hora, cuando doblan las campanas…



Sigo con su Guía:



VILLAVIEJA, forestal

con sus dehesas y cañadas,

tres hojas para labrar

y las tres con arbolada;

de encina y roble es el monte

que todo el término abraza,

fresnos y álamos esconde

en las más bajas quebradas.



VILLAVIEJA, la del teso

de la Brezosa llamada,

la que elabora el queso,

la que produce la lana

que la joven con sus manos

y la vieja con su calma

hacen de noche al serano,

jersey, media y bufanda.



La naturaleza que rodea el pueblo también llena nuestros sentidos. Oír el silencio del campo, escuchar con respeto esa orquesta sinfónica de toda clase de pájaros, o sentir sencillamente el movimiento de hojarascas al paso cauteloso de un lagarto... todo eso nos llena. Y ahora, más que nunca, disfrutamos paseando por ese laberinto de los caminos de alrededor del pueblo. Desde que empieza la primavera es frecuente ver caminantes solitarios o grupos reducidos de “paseantes” disfrutando en amena tertulia, gozando del paisaje de encinas y robles, de fresnos y álamos; y observando las enormes peñas multiformes. Largos y breves paseos, que alimentan aún más este amor nuestro por el pueblo y todo lo que él significa en nuestra vida. Haciendo estos recorridos por sus alrededores he ido conociendo esa Villavieja forestal con sus dehesas y cañadas, aprendiendo nombres que antes no conocía: Las Rades, Valdeburras, Quebrada Honda, etc...



Seguimos con la Guía:



VILLAVIEJA, la que cría

rica y abundante caza,

que es deporte y alegría

del chaval joven que salta

de peña en peña buscando

la perdiz o la gazapa,

o el conejo que arrastrando

se le oculta entre las zarzas.



VILLAVIEJA, de la piedra

que a Salamanca le manda

para sus largas aceras,

cimientos, gradas y plazas.

Piedra que se ha repartido

tan bien hecha y tan labrada

para cruces de caídos

a varios pueblos de España.



Ya en Villavieja no hay esa rica y abundante caza, que decía Juan Ignacio. O, por lo menos, no vemos los conejos que antes veíamos con solo asomarnos al zarceral y a la dehesa... Tampoco tenemos ya los canteros que artesanalmente labraban las piedras salidas de nuestras peñas y se exportaban a Salamanca y otros lugares. Con su arte y profesionalidad dieron renombre a nuestro pueblo. Considero que es un acierto de la Corporación Municipal el perpetuar su memoria en el monumento que se ha erigido en la Plazuela. En el pueblo nos quedan muchas muestras de su buen hacer, largas aceras de nuestras calles, testigos mudos de horas y horas del monótono repiqueteo de punteros y cinceles, sonido inconfundible del trabajo artesano de aquellos profesionales de la piedra de Villavieja.



Continuamos con la Guia:



VILLAVIEJA, la de calles

limpias y bien aceradas,

la de los típicos bailes

de tamboril en la Plaza,

que el mundo entero hoy admira

cuando en el cine se baila

“el cordón” que es alegría

de esta Villa noble y charra.



VILLAVIEJA, la que encierra

una juventud bizarra,

la que alegra en estas tierras

todas las fiestas cercanas.

Y, ¿qué he de decir de tus mozas?

y ¿cómo podré nombrarlas?

Son humildes y hacendosas,

y mujeres de su casa...



Siempre en Villavieja la juventud estuvo en primera fila, participando de cualquier festejo o llenando sus calles de alegría. Pero siempre estuvieron respaldados y empujados por los mayores, que marcaban día a día la tradición del pueblo. El buen entendimiento entre unos y otros ha hecho que no se fueran perdiendo muchas costumbres, como los típicos bailes de tamboril y nuestro emblemático baile del cordón. Creo que, ante los que nos han precedido, tenemos la responsabilidad de conservar la tradición que recibimos de ellos. Y todas las corporaciones municipales, la actual y las venideras, deberían poner todo el empeño en que Villavieja no pierda su esencia charra. Todos somos responsables de pasar a nuestros hijos el amor y las tradiciones de este pueblo. ¡Que no se acabe nunca el baile del cordón, y todos los bailes charros de nuestro pueblo! ¡Que no se acabe nunca el Jueves Merendero; ni la tradicional fiesta de san Sebastián; ni la hermosa procesión y misa de La Candelaria; ni la Navidad y los cantos del aguinaldo; ni la fiesta de los Quintos y la matanza en la Plaza; ni la tradicional asistencia a las procesiones de la Semana Santa, aquella Carrera masiva del Jueves Santo que llenaba las calles en su largo recorrido; ni la vaca prima en los carnavales y la merienda del hornazo en la dehesa el día de la Pascua! ¡Que no se acabe nunca la Romería a Santidad, ni la veladura a nuestra Patrona como prólogo de la Fiesta de la Perla; ni olvidemos nunca la cita que tenemos los villaviejenses en la Plaza todos los veintisiete de agosto! NADA de todo esto debemos perder. Porque aunque, desgraciadamente, el censo de habitantes vaya a menos, el amor por nuestro pueblo tiene que ir a más. Y digo esto, recordando el último verso de La Guía:



VILLAVIEJA, tierra mía,

tú eres mi pequeña patria,

termino ya con tu Guía;

pero aún todavía

me queda decirte

que eres la más grande,

la más noble, la más charra,

de todos estos lugares

del suelo de Salamanca...



Hasta aquí la hermosa poesía de J. Ignacio, conocida como “La Guía de Villavieja”. He querido servirme de ella, desgranando verso a verso y disfrutando entre sus líneas el amor a Villavieja. Esto es lo que, a mi manera, quería hoy dejar flotando en el ambiente de mi Pregón: amar Villavieja, querer Villavieja, sentir Villavieja. Y lo manifestaremos un año más, al oscurecer del día veintisiete, al igual que lo hicieran antes ese gran pueblo de villaviejenses que hemos perdido en el camino; y que en estas fechas, de una manera especial, recordamos. Estaremos todos, ellos y nosotros, llenando la Plaza hasta el campanario para saludar a nuestra Virgen de Caballeros. Esa noche, más que nunca, la Plaza volverá a ser el corazón del pueblo. Volverá a ser lo que ha sido todos los veintisiete de agosto: una multitud enfervorizada, ocupando todos los huecos de la Plaza, para recibir a su Patrona. Es un momento éste que a todos llena de emoción y mucho fervor (entre paréntesis quiero decir que la palabra fervor viene del gallego ferver, que significa hervir) y es que la Plaza en esos momentos hierve, es un hervidero de gente aclamando a su Virgen cuando, al entrar en ella, estalla en un fervoroso aplauso que a nadie deja indiferente. Todo un año esperando ese momento en que, el pueblo entero reunido en la Plaza, esperamos la llegada de la más villaviejense, nuestra Patrona la Virgen de Caballeros. Allí la aplaudimos, la saludamos, y le cantamos y bailamos alegres el cordón, finalizando ese encuentro cantando, con un nudo en la garganta, la Salve y nuestro



VILLAVIEJA, de mi amor

villa charra sin igual,

lo digo de corazón

que no te puedo olvidar;

que no te puedo olvidar

porque desde que nací

la Virgen de Caballeros

está velando por mí..



Termino ya:



En este final de Agosto es costumbre inmemorial, entre los vecinos de esta honrada Villa, celebrar las Ferias y Fiestas de su Patrona con espectáculos públicos de gran diversión y entretenimiento, que sirven para descanso y olvido de los trabajos que a cada cual ocupan y desvelan a lo largo del año. Es por eso que, con la moderación y respeto que la ocasión lo requiere, celebremos sin excesos nuestras fiestas patronales. Que nadie se quede en casa, que asistamos a todos los actos públicos, religiosos, culturales y de diversión. Que se llenen la Plaza y las calles de gente, y las Peñas nos alegren con sus camisetas multicolor.





Sr. Alcalde, con su permiso!!



Si pregonar es proclamar en voz alta algo que conviene que todos sepan, quiero que todos sepáis que LAS FIESTAS HAN COMENZADO...



¡¡VIVA LA VIRGEN DE CABALLEROS!!



¡¡VIVA VILLAVIEJA DE YELTES!!