La mayor parte de la gente conoce a este poeta del XVIII por el nombre de uno de los Institutos de Enseñanza de Secundaria de Ciudad Rodrigo. Y es que efectivamente, Fray Diego era natural de esta ciudad y como tal, hace 100 años el semanario "A.C." le dedicó una reseña en su sección titulada "Guía de mirobrigenses ilustres". Lo que sigue es lo que publicó dicho semanario que estaba sacado del prólogo de una edición de sus obras.
El maestro Fray Diego Tadeo González, tuvo por patria a Ciudad Rodrigo y por padres a don Diego Antonio González y a doña Tomasa de Avila García y Varela, de ilustre linaje y acrisoladas virtudes. Desde muy corta edad gustó el maestro González las mieles del amor y el encanto de los poetas clásicos. A los 18 años tomó el hábito de San Agustín y profesó, en el convento de San Felipe el Real, de Madrid, el 25 de Octubre de 1751.
Hizo sus estudios con gran esmero, pero dedicando principal afición a la Poesía y encariñándose, particularmente con Horacio y Fray Luis de León, sus padres espirituales. Fué honorable escolástico, aunque aborrecía el ergotismo de la época. Era buen orador, y en Salamanca, predicando un sermón del Santísimo Sacramento, arrebató de tal modo al auditorio, que uno de los oyentes prorrumpió en aquella oda que empieza: Tal de la boca de oro, etc, una de las mejores del maestro. Fue de condición pacífica, amable y transigente, y cariñoso, prudente y justo con todos.
Desempeñó los cargos de Secretario de la Visita de Andalucía, Prior de los Conventos de Salamanca, Pamplona y Madrid, Secretario provincial de Castilla y Rector del Colegio de doña María de Aragón. El maestro González, no era de aquellos espíritus melancólicos que desconocen lo amable de la Virtud y las maravillas del Creador, con tal que se halle empleado en el sexo femenil, y así, amó cuanto creyó amable y bueno. Dos nombres de mujer figuran principalmente en sus versos: Melisa y Mirta, señoras que en 1817 aún vivían en Cádiz y Sevilla. Tenía una extraordinaria desconfianza de sí mismo, en medio de los aplausos que se le tributaban. Por esta razón, era reservado en el hablar, pero, cuando lo hacía sazonaba su charla de una sal ática que en todos ponía admiración.
Sus poesías revelan un genio dulcísimo, un alma penetrada del amor, un talento claro, despejado y decidido, un lenguaje puro y castizo, una versificación dulce y armoniosa. Recibió los Santos Sacramentos y descansó en el Señor el día 10 de Septiembre de 1794 dejando a sus amigos llenos de dolor, y a todos grandes ejemplos de conformidad, fervor y magnanimidad.
Sus poesías mas celebradas son: «El llanto de Delio y Profecía del Manzanares», su oda «A las Bellas Artes», la invectiva contra «El murciélago alevoso», el poema, sin terminar, «Las edades», y multitud de Canciones, Sonetos, Eglogas, Epístolas, y traduciones de Psalmos.
(Notas sacadas del prólogo a sus obras en la edición de
Ildefonso Mompié. Valencis, 1817.)