CAPÍTULO III
GEOLOGÍA
Para los efectos de indagar y poner en claro, por la gran importancia que entrañan, en orden a su salubridad, las condiciones del suelo y subsuelo de esta villa, objeto especial de este capítulo, puede considerarse dividido el terreno de todo el término municipal en dos fajas: una que partiendo del SO., estrecha, se va ensanchando conforme se dirige al E., pasa casi rozando con el pueblo y va a perderse en el Yeltes, en cuya orilla abarca toda la extensión del lado E. del cuadrado que el término representa; y otra que saliendo de la parte O., ancha, se dirige hacia el pueblo, que asienta sobre ella, le traspasa un poco y toma la dirección N. para también perderse en el mismo río.
Está constituido el suelo de la primera sucesivamente y contando de O. a E. por fragmentos de cuarzo y ocres, arcillas y pizarras; y el de la segunda, más importante a nuestro objeto, puede considerarse en toda su extensión como una gran roca granítica, de la que se destacan por todas partes enormes masas en la superficie del terreno, asentadas sobre otras masas y formando en algunos puntos las combinaciones y formas más caprichosas. En varios puntos se ven también las rocas a flor de tierra; y los espacios, no cubiertos o formados por ellas materialmente, están constituidos por tierra vegetal, arenisca, silícea, formada a expensas de las rocas, por acciones químicas (terreno detrítico), o físicas (terreno aluvial).
Tan abundantes son las moles graníticas aisladas en esta zona, que ellas han sido la base de las canteras que tantos bloques han exportado para obras de construcción en los últimos años, y que han dado el nombre, desde tiempo inmemorial, de berrocal, derivado de berrueco, piedra berroqueña, a un punto muy próximo al pueblo, al SO., en donde abundaban por modo extraordinario hace unos años dichas masas, hoy ya cuarteadas, pulidas y transportadas para servir de pavimento de calles, cimiento de templos y palacios, peldaños de escalera y pilas de puentes en Salamanca, Valladolid y otras poblaciones.
Asentado todo el casco del pueblo sobre esta zona, compréndese claramente que su suelo en muchos puntos esté constituido por las mismas masas graníticas al nivel de la superficie o elevándose sobre el terreno a mayor o menor altura, y en otros, por los detritus de las rocas trasportados a mayor o menor distancia por la acción de las aguas y demás causas mecánicas que sobre ellos actúan. En las proximidades del arroyo de las Tenerías y en alguna que otra calle, cuya vertiente suave ú obstáculos opuestos a la libre corriente de las aguas llovedizas, hacen que éstas se estanquen o detengan algún tiempo, el suelo se ha convertido en una mezcla de substancias orgánicas de uno ú otro origen con los detritus graníticos, tomando la tierra una coloración más o menos obscura, en contraposición al color blanco o claro de la arena, que se vé en los demás puntos, y cuyo color obscuro, indicador de la utilidad de este terreno para la producción de hortalizas y legumbres, ha debido de servir de cebo al vecindario para dedicarlo a su cultivo, formando pequeños huertos, intercalados con las casas.
Y hete aquí otra de las causas de insalubridad; porque a más de que estos huertos son el receptáculo obligado de todas las inmundicias que, a guisa de abono agrícola, en ellos se depositan, necesitan además, para el desarrollo de las plantas, de riegos abundantes, cuyas aguas, al evaporarse, no pueden menos de transportar infinidad de gérmenes morbíficos, productos de la descomposición de las substancias orgánicas, más o menos putrefactas.
Tarea, no fácil, el alejamiento de esta causa de insalubridad, pudiera, sin embargo, intentarse el convencer a los dueños de las ventajas que, después de saneados, podrían obtener de dichos terrenos destinándolos a urbanizarse, ó, lo que sería mucho mejor, dedicándolos a las plantaciones de arboledas, que después de contribuir al embellecimiento de la población y purificación de la atmósfera, podrían con sus productos, dentro de algunos años, resarcirles con ventaja de los gastos inherentes a cambios de cultivo tan radicales.
Y habiendo descrito el suelo, queda ya también hecha la descripción del subsuelo. Las mismas rocas graníticas, las mismas masas que hemos visto en la superficie del terreno, se encuentran también en la profundidad; tendrán más o menos consistencia y coloración más o menos obscura; pero en cualquier punto del casco de la villa en que se pretenda abrir una calicata, practicar una escavación o construir un pozo, siempre é irremisiblemente han de encontrarse y a muy poca profundidad, las capas, o mejor dicho, masas de granito, y tanto más duras en general, cuanto más profundas (hablando días papados con obreros que trabajaban en la construcción de un pozo, me aseguraron que, habiendo ya construido muchos en el perímetro de esta villa, no habían encontrado un punto en el que, a menos de un metro de profundidad, no hubiesen hallado ya la roca dura, que hiciera indispensable, para profundizar más, el uso de la pólvora o dinamita por medio de barrenos). Lo mismo que las que se ven en la superficie del terreno, no adoptan en su superposición ni en su figura forma alguna determinada y regular, estando separadas por vetas o hendiduras, aveces imperceptibles, por las que circulan las aguas que, o procedentes del exterior son recogidas y absorbidas hacia las profundidades, o bien, por el desnivel de las mismas, salen al exterior para constituir lo que se llaman manantiales. Resulta de tal disposición, que siendo lo mismo el suelo que el subsuelo del casco de la villa, impermeables en grado sumo, las aguas en él no debieran estancarse, si no hubiera obstáculos que se opusieran a su libre corriente, y que, debidos principalmente a la mano del hombre, son fáciles de evitar, ya que el declive natural del terreno contribuye poderosamente al buen desagüe.
Y así ocurre, en efecto. En contraposición a lo que pasa en cualquiera de los pueblos comarcanos, vése en éste, aun en épocas de grandes lluvias, el piso de las calles formado por arenas naturales, seco completamente a las pocas horas de la última llovida; y si en algún punto se forman lodazales, débese a la incuria de los vecinos y autoridades, que han depositado o consentido depositar en medio de la vía pública materiales procedentes del derribo de casas viejas, constituidos en su casi totalidad por arcillas de las que se usan como barro en las construcciones, sin colocar encima una buena capa de granito partido o desmenuzado, que tanto abunda por doquiera, y material el más económico y adecuado en la situación de este pueblo, para nivelar las faltas que las corrientes de las aguas y otras causas dejan en el piso de las calles.
Dedúcese también teóricamente, que no siendo la capa impermeable del subsuelo estratificada, sino más bien formada por conglomerados graníticos de formas y dimensiones variables al infinito, las corrientes pluviales subterráneas no deben tener igual nivel; antes al contrario, han de variar grandemente aun en espacios pequeños, ya que han de estar subordinadas a las grietas o hendiduras de dichos conglomerados y a su mayor o menor inclinación y dimensiones.
Y así se vé en la práctica. Al paso que una escavación de uno o dos metros da por resultado el hallazgo de una regular cantidad de agua, otra escavación practicada a pocos metros de distancia de la primera, necesita a veces profundizar el doble o triple para quedar en seco o encontrar un caudal mucho menos abundante que aquél. Así se explica también que en distintas habitaciones de una casa de igual nivel, y aún en una misma habitación cuyo piso está constituido por una mezcla de cal, barro y arena, se encuentren puntos en que la suela del calzado se adhiera al piso, al paso que en otros, para conseguir abrir una brecha, se necesitan esfuerzos y aún el uso de herramientas de cantero.
16 de agosto de 2010
Estudio histórico-clínico de una doble epidemia (III)
Continuamos hoy con el tercer capítulo de este premiado trabajo de nuestro paisano y médico don Dionisio García Alonso.