14 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas, 1996

VILLAVIEJA DE YELTES
FERIAS Y FIESTAS 1996
PREGÓN
JOSÉ MATEO ESTÉVEZ MATEOS


Sr. Alcalde, autoridades, familiares, vecinos, amigos y amigas:

Hubiera preferido estas ferias haberme diluido una vez más en la corriente festiva de despreocupados celebrantes, pero me habéis escogido para pregonaros algo que todos vosotros conocéis perfectamente y aquí me tenéis, de esta guisa, agobiado por la corbata, sudando bajo el traje de las ceremonias importantes, aceptando el envite humildemente y, por qué no decirlo, sintiéndome enormemente feliz y halagado con el alto honor que me dispensáis al hacerme protagonista de este acto que desearía sirviera de pórtico a las Ferias, arco de flores donde poder tejer el cordón de la amistad con las cintas de la concordia, el amor y la tolerancia.

Desde que aprendí a leer y a escribir -fue precisamente en este mismo solar que ahora nos alberga, abrigado con otras vestiduras más modestas, bien es cierto- me he sentido atraído por las palabras. Pero cuando se trata de hablar de lo que se quiere, cuando las palabras redondas y compactas -pueblo, origen, raíces, familia, fiesta- intentan afluir a la boca, a mi entrenada boca por las diarias actividades escolares, se llenan de aristas y se van entreteniendo por los vericuetos del corazón, anudándose finalmente en la garganta, negándose en ocasiones a salir rotundas e importantes.

Disculpadme pues, si las palabras que vais a escuchar en los próximos minutos, juntadas a golpes de sentimientos e incertitudes, no tienen la enjundia ni la belleza que esperabais. Pero os aseguro que estarán pronunciadas con amor, desde el corazón, con la verdad profunda del que habla de lo suyo a los suyos.

Porque... estoy aquí esta noche porque soy de aquí, soy vuestro, soy un producto de esta tierra a la que estoy profundamente apegado. En esta Villa nací, en ella viven mis padres y en su suelo están enterrados mis abuelos.

Cuando recibí el encargo de pregonar nuestras fiestas, de pregonar Villavieja en definitiva, estuve reflexionando largo tiempo qué representaba Villavieja para mí, cuáles eran las circunstancias que lo hacen diferente del resto de los pueblos. Recurrí a los libros y del Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, publicado en 1850, regogí el artículo que os resumo:

VILLAVIEJA.- Villa con ayuntamiento en la provincia de Salamanca (18 leguas), partido judicial de Vitigudino (5 l.), diócesis de Ciudad Rodrigo (8 l.)...
Situada en un llano a una legua escasa del río Yeltes: goza de clima benigno y propenso a tercianas. Tiene 250 casas de 5 a 8 varas de altura y mala distribución interior, calles malas e irregulares; una escuela de instrucción primaria; casa municipal con cárcel, iglesia parroquial, dos ermitas y un cementerio bien situado...
...Confina el término por el N, con el de Pedro Álvaro; E, el río Yeltes; S, Santidad y Hernandinos y O, Bogajo; pasa el río expresado de S a E dividiendo el término de los confines ya dichos; interrumpe su curso en el verano y queda el pueblo a la izquierda; hay además varios manantiales y charcas de cuyas aguas usan los vecinos.
El terreno participa de monte y llano, es todo de secano y poco fértil con algún arbolado de encina y roble y algunos huertos. Los caminos son locales y malos...
Producción: trigo, centeno, algarrobas y legumbres; hay ganado lanar, vacuno, cabrío y de cerda y caza menor.
Industria: hay una fábrica de curtidos y varios telares de lienzos.
Población: 289 vecinos, 1.200 almas.
Riqueza producción: 899.166 reales. Impuestos: 44.658 reales. El presupuesto municipal asciende a 10.000 reales y se cubren con el producto de los pastos y la bellota y el déficit por reparto vecinal...
El rey D. Felipe II dio a esta población el título de villa y otros privilegios.

A tenor de la farragosa enumeración anterior, el cura, boticario, médico o maestro que proporcionó los datos a D. Pascual Madoz no era natural de Villavieja. ¡Qué frialdad en la descripción! ¡Qué falta de pasión! No hay más que dos términos aparentemente positivos: la benignidad del clima matizada, eso sí, por la propensión a las fiebres tercianas y la buena situación del cementerio, supongo que por su lejanía del centro de la población. Lo demás; adjetivos negativos: malas casa, calles malas. Terreno poco fértil y escasamente arbolado. Caminos malos... Menciona, como de pasada, nuestro espléndido templo sin decir, como afirma Emilio Píriz, que es uno de los más bellos ejemplos del gótico rural salmantino. Habla de nuestro río de forma totalmente plana, sin citar la finura de sus aguas ni la excelencia de sus peces. Cita fuentes y manantiales sin alabar las graníticas estructuras de medio punto que las cobijan. En fin, pasa sobre nuestros campos sin apreciar sus valles y quebradas, sus centenarias encinas, sus nudosos robles, los chopos de las riberas, los álamos -¡ay!, ya muertos- de los regatos.

Y ante la lectura de esta reseña, escrita sin duda desde la razón geográfico estadística, se me rebeló el corazón. Cerré el libro del insigne D. Pascual y acudió a mi mente la copla de Ginés, el pastor casi anónimo que, a golpe de gaita y tamboril cantaba:
"Villavieja, Villavieja
Qué mal nombre te pusieron;
los edificios que tienes
dispuestos a lo moderno..."
Y de pronto, ¡la luz se me hizo! Las señas de identidad que había estado buscando se me aparecieron en toda su claridad.

Porque...


"Villavieja es CANTAR, en cualquier sitio y a cualquier hora", según la definición de un chico joven que teniendo una íntima relación con la villa, nos contempla un poco desde fuera.

En efecto, pensé, en lugar de contaros Villavieja, voy a CANTÁROSLA. No, no temáis, no voy a cantar en sentido estricto; voy a recordaros las letras de nuestros romances y cantares, nuestras tradiciones -algunas de ellas desgraciadamente perdidas para siempre- transmitidas por vía oral de generación en generación y que constituyen la base sólida en la que se asienta la cultura popular que, al decir de Antonio Machado, desdoblado en Juan de Mairena, "es la cultura viva y creadora de un pueblo de quien hay mucho que aprender, para poder luego enseñar bien a las clases adineradas".

Recordaba antes la copla de Ginés y lo denominaba casi anónimo autor. Sucede que hoy, cuando cantamos ésta u otras coplas, no nos acordamos de quién o quiénes las han escrito, porque decía también Machado en boca de su criatura literaria que "la verdadera poesía la hace el pueblo. Entendámonos; la hace alguien que no sabemos quien es o que, en último término, podemos ignorar quien sea, sin el menor detrimento de la poesía"

Aquí, en Villavieja, además del ya citado Ginés, recordamos a José el de Peralejos.
"...que es el que trae los cacharros
y nos sacó los cantares
de la vaca Mandilona
'pa' matarla en carnavales..."
A D. Saturnino Galache, que siendo un autor culto como lo demuestran algunas de sus composiciones, "reniega" (entre comillas) de su formación académica y dirigiéndose en Ciudad Rodrigo a sus:
"Camaradas de vida metódica
que vivís requemando el cerebro
con arduas problemas
de sabios maestros...
los llama, casi los insulta:
"...Ciudadanos de vida cansina
que tenéis el espíritu enteco
encerrado en un cuerpo canijo
gastado y anémico..."
y los invita:
"Venid a mi pueblo.
Villa charra que llámanla vieja
con ser el más nuevo
de los cortos y humildes lugares
que figuran en el Abadengo..."
Después de cantar las excelencias de la vida pueblerina, bucólicas imágenes pastoriles, amaneceres y ocasos encendidos, lances de caza menor, encierros de reses bravas en el campo, meriendas salutíferas de leche recién ordeñada y tras reconvenir duramente a aquellos que, en busca de placeres mundanos y de los bienes terrenales, reniegan de su terruño y sus orígenes, afirma con rotundidad:
"Yo no quiero ganar mucha plata,
yo no quiero salir de mi pueblo.
De mi pueblo, solar de Castilla,
tranquilo y sereno..."

Está también, afortunadamente todavía entre nosotros, Juan Ignacio Barco, memoria viva de la tradición, voz templada e ingenio despierto de cuya facundia versificadora han salido joyas tan brillantes y conocidas como el Himno de Villavieja", ese "Villavieja de mi amor..." que mañana, con una sola voz y con el corazón pugnando por salir con las palabras, cantaremos todos ante la Virgen. O esa otra "Guía de Villavieja" que mi padre sabe de memoria y que tantas veces ha recitado con pasión desde que la estrenara en aquel lejano año del 42. Se trata de 96 apretados y apasionados octosílabos que quisiera contraponer a las frías palabras de Madoz.

Donde éste dice: "Calles malas e irregulares.."
Juan Ignacio pregona:
"Villavieja, la de calles
limpias y bien aceradas..."
o bien:
"Villavieja, que ha nacido
en tu corazón su plaza.
Que es la mejor del partido
La más bonita, más amplia..."
Cuando Madoz nombra simplemente el río, J. Ignacio lo adjetiva:
"...río que sereno envía
al Duero sus claras aguas..."
El terreno poco fértil y con poco arbolado se convierte en:
"Villavieja, forestal
con sus dehesas y cañadas;
tres hojas para labrar
y las tres con arbolada.
De encina y roble es el monte
que todo el término abraza;
chopos y álamos se esconden
en las más hondas quebradas..."
Los anodinos datos sobre producción se plasman en los versos:
"Villavieja, labradora
la de las costumbres sanas
Industrial y ganadera
Orgullo de Salamanca.
Por tus toros eres grande
Por tu industria renombrada..."
Y más adelante:
"La que elaboras el queso,
la que produces la lana..."
Y en otra estrofa:
"Villavieja de la piedra
que a Salamanca la manda
para sus largas aceras,
cimientos, gradas y plazas..."
Madoz ha contado los vecinos y las almas; Juan Ignacio nos muestra el alma de los vecinos:
"Villavieja, la que encierra
una juventud bizarra
la que alegra en estas tierras
todas las fiestas cercanas.
¿Y qué decir de tus mozas?
¿Y cómo poder nombrarlas?
Son sencillas, hacendosas
y mujeres de su casa."
Finalmente Madoz nos cuenta que Felipe II le otorgó el título de villa lo que da pie a nuestro poeta para femeneizar la descripción:
"...pero aún todavía me falta
decir que eres la más grande,
la más noble, la más charra
de todos estos lugares
del suelo de Salamanca."

Pero en Villavieja se cantan y se recitan más cosas, o mejor, se cantaban. Algunas siguen vivas en la memoria individual y colectiva del pueblo y cíclicamente, en determinadas celebraciones reaparecen con fuerza renovada. Otras, ya desaparecidas están siendo felizmente recuperadas por un grupo de personas entusiastas a quienes habéis tenido ocasión de escuchar recientemente y que incluso han grabado un disco con villancicos populares. No me puedo sustraer a la tentación de citar entre estas personas al Alcalde, por la importancia que tiene el que las instituciones se impliquen activamente en la recuperación de la cultura popular y, naturalmente, a mis padres, por el cariño que les profeso y por todo lo que me han enseñado de cuanto os estoy contando.

Pero retomemos el hilo. Vamos a remontarnos, a caballo entre los siglos pasado y presente, a un mes de octubre de cualquier año. Los mozos labriegos han gozado de unas merecidas fiestas en periodo de cierta holganza; Francia en Fuenteliante; El Cristo en Bañobárez; La Ofrenda de Villares. Algunos, los más ricos, se han alargado hasta Salamanca y pagado cuatro pesetas por ver a Mazzantini y a Guerrita estoquear seis toros del Duque de Veragua. Entre fiesta y fiesta, la quema de los rastrojos y el estercado de los campos conducen ineludiblemente a la gran faena de otoño: la sementera y con ella la arada. de esta faena surge uno de los cantos más charrunos y de más arraigo por estas tierras. Era raro el gañán que no cantaba a pulmón suelto mientras estaba arando. Y lo hacían en una cuerdo muy alta, según explica D. Dámaso Ledesma en su "Cancionero Salmantino", llegando a adquirir fama de buen cantor "el que más levanta voz y hace más caídas o floreos" El carácter de estas bellísimas canciones es melancólico. Su cadencia guarda perfecta armonía con el paso cansino y perezoso de los bueyes:
"Al compás de los bueyes
van los gañanes.
¡Mira qué paso llevan,
los holgazanes!"
Las letras siempre hacen referencia a los animales y a sus aparejos:
"Esquilones de plata,
bueyes rumbones,
¡esas sí que son señas
de labradores!
O su variante que se cantaba también en la acarrea:
"Esquilones de plata,
los bueyes rojos,
los que sacan el carro
de los rastrojos"
Se alude, del mismo modo a los instrumentos y herramientas:
"Creí que era de oro
la tu mancera.
Creí que era de oro
y es de madera"
Por otra parte, los gañanes charros tenían a gala echar la pardala que consistía, en palabras de D. Saturnino Galache, en "unir una tierra ya arada con la siguiente mediante un surco recto, atrochando el labrantío" El mismo autor recoge una tonadilla amorosa que hace referencia a esta costumbre:
"Voy a señalar el suelo
con una linda pardala
que en lo derecho se iguala
a la raya de tu pelo"
Y probablemente relacionado con esto encontramos ese alarde y condición de buen labrador que la moza exige a su pretendiente para acceder al casorio:
"Si echas el surco derecho
a mi ventana,
labrador de mis padres
serás mañana..."

Acabada la sementera, las labores en el campo eran escasas y la gente se aprestaba a pasar el crudo invierno.

Pero en Villavieja, en la época de que hablamos, no sólo existen mozos labriegos, hay también otro grupo importante de producción como son los curtidores y zapateros. El 25 de octubre se celebraba el primero de los "Santiños de gorra": San Crispín, patrono de los zapateros. Los curtidores festejaban a San Tirso el 28 de enero. Con el correr de los tiempos ambas fechas se unificaron en la primera. No conozco específicamente ninguna canción relacionada con San Crispín y su patronazgo, lo que si recuerdo es una imagen del mismo en la ermita del Santo -de San Sebastián- portando en la mano derecha un corvillo o tranchete, especie de cuchillo curvo que utilizaban zapateros y curtidores para cortar el cuero.

Es de suponer que, a lo largo de este día festivo, los celebrantes, todos hombres, marcharían por bares y tabernas y allí entonarían los cantos y tonadas que no se podían cantar en publico y que podemos calificar como pícaras o tabernarias. Porque no todo es romanticismo y amores bucólicos en la poesía popular. Encontramos una coplilla en la que el mozo solicita favores de la moza en los términos siguientes:
"Por un beso que te di
lloraba tu madre un día,
ahora dame tu a mí veinte
a ver si llora la mía."
Y en la idea de que los besos son inofensivos para las mujeres y sin embargo aplacan la sed de los hombres, encontramos otra que dice:
"Por un beso ni por dos,
ni por veinte ni por ciento,
la mujer no pierde nada
y el hombre queda contento."
Hay, no obstante, autores populares que van mucho más allá y juegan con las palabras, con el doble sentido de las mismas y la ambigüedad y los malentendidos producen risa en el auditorio. Así, por ejemplo, encontramos una copla:
"Todas las mujeres tienen
en la barriga un lunar
y un poquito más abajo
la raya de Portugal"
O aquella otra:
"Ahora sí que estamos bien
Tu preñada y yo en la cárcel
Tu no tienes quien te meta
Yo no tengo quien me saque"
Y esta un poquito más atrevida:
"Qué polvo tiene el camino,
qué polvo la carretera,
qué polvo tiene el molino...
podéis imaginar el verso que sigue...

Y hablando de molineras. En toda la poesía popular, en el propio romancero español, encontramos bastantes ejemplos de cómo estas mujeres son consideradas ligeras o fáciles de abordar. Un poco pendones, vaya. Esto quizás sea debido a su contacto con los hombres en lugares solitarios y alejados de las poblaciones mientras sus maridos o sus padres no estaban presentes. En cualquier caso encontramos bastantes tonadas y cantares relacionados con molineras. Por ejemplo, aquella que dice:
"Vengo de moler, morena
de los molinos de arriba..."
y sigue:
"...de los molinos de abajo"
y continúa:
"...de los molinos del medio"
y termina:
"...de los molinos azules"
y en todos los casos el individuo corteja a las molineras y éstas no le cobran la maquila, el trabajo, duermen con él ante la total ignorancia de los molineros. Es de suponer que el cantar generaliza y que todas las molineras no serían iguales. Llega hasta tal punto la fama de las molineras que cuando una moza quiere reivindicar su pureza, su forma de actuar distinta de la de ellas, establece una comparación en términos negativos:
"Yo no soy molinera, no
yo no soy cadena de amor".
Además de la fama de ligeras y descocadas, las molineras arrastran también otro baldón: son ladronas y déspotas. Recordamos:
"Gasta la molinera
ricos pendientes
de la harina que roba
a los clientes"
¡Y cómo trata a su marido!:
"Gasta la molinera
ricos zapatos
y al pobre molinero
lo trae descalzo"

Pero no podemos asegurar y menos pretender que fueran sólo curtidores y zapateros quienes cantaran estas canciones en sus noches de ronda o en sus días festivos. Es de suponer que todos los demás mozos -lo que no hace el vino la hacen las bellotas- lo hicieran y no solamente de este tipo sino que hay otro grupo de canciones que denominamos coplas de escarnio que critican y satirizan deslices, conflictos, desamores, casorios de viejos con mozas, crímenes pasionales, etc. En este tipo de coplas las mujeres no salen muy bien paradas y es curioso porque si hacemos caso a D. Saturnino Galache en el poema "Las Garroberas", las más mordaces, las lenguas más afiladas en la crítica eran, precisamente, otras mujeres quienes, cuando regresaban de coger algarrobas:
"Enlazadas del brazo, en cuadrilla
con pie tardo y la faz reidora"
iban:
"Voceando ladinos cantares,
que censuran, de aquellos lugares
los escándalos de última hora"
De estas implacables y satíricas mujeres dice el cura rimador para prevenir a quien osare meterse con ellas:
"Te diré, porque el ímpetu ablandes
que ellas fueron los críticos duros
que lanzaron los dardos agudos
a la infiel "Montaraza de Grandes"
Las que lanzan el reto a la cara
y rimaron con estrofa candente
la toná del Torrino en la Fuente
La del tío Vicente
La Martina, Cachucha y la Clara"
Recordamos alguno de estos dardos afilados:
"Anda Pelayona
eres una golfa
en todo Boadilla
como tú no hay otra"
y volvemos con el anda:
"Anda Torrina
mala mujer
por culpa tuya
me eché a perder"
Hay un elemento común a todas ellas: ese "anda" acusador que lo volvemos a encontrar en:
"Anda, Saturnina
anda, mala charra
que desacreditas
al pueblo de Boada"

Tampoco están muy bien vistos los matrimonios entre viejos viudos y mozas jóvenes. Así, encontramos la copla que critica:
"¿De qué le sirve a Martín
haber comprao los pregones,
si a la entrada del lugar
le tocan los esquilones?
La pobre Florencia
cómo había de dar
que en un burro viejo
la iban a montar."
Las madres de las mozas que han de casar o que son requeridas por viudos, aunque éstos sean ricos, temen las críticas populares como apreciamos en la siguiente. Dice la madre:
"Pero temo y el qué dirán
que una madre de tal fachenda
ponga su prenda
en viejo vasal"

Otro de los temas preferidos de los autores populares es el de las madres solteras, mozas que, si hacemos caso de las coplas, eran bastante volubles en asuntos de amores, De esta forma casi nunca conocemos al padre de la criatura:
"Unos dicen que es del amo
otros que del mayoral
y el vaquerito les dice:
¡Sabe dios de quién será!
O esta otra:
La Lola de Barbadillo
tiene un chiquillo
¿de quién será?
-No es del cura, ni del fraile
que es del alcalde
de Quejigal.
¡Con la Iglesia hemos topado! ¡Y con la autoridad municipal! Porque las coplas de sátira no sólo van dirigidas a las mozas, sino también a todo el vecindario, y ¡cómo no!, al alcalde y al cura, máximas autoridades en el pueblo. Las coplas de peor intención van, generalmente, dedicadas a los curas y en ellas se pone en entredicho su castidad:
"El cura le dice al ama:
¡échate a los pies, cordera!
El ama se equivocó
y se echó a la cabecera."
La pretendida rijosidad de los eclesiásticos queda patente en la siguiente copla:
"A la lumbre y al fraile
no hay que hurgarle
porque la lumbre se apaga
y el fraile arde."
También se ponen en tela de juicio las amas de los curas:
"¿Para qué quiere el cura
perra de caza
si la liebre que pilla
la tiene en casa?"
Asimismo son objeto de las críticas populares los conflictos de pareja ocasionados por relaciones o matrimonios no consentidos por las familias de los novios:
"Montejo y la Esperabé
pudiendo dormir en cuna
han tenido que dormir
en una cuadra con pulgas."
A veces se recrimina a una moza el no querer a un pretendiente aceptado o elegido por la familia:
"María Antonia, tú estás loca
tú no sabes lo que has hecho,
despreciar a un primo hermano
por querer a un forastero."
Y si ha habido un desliz, hay que pagarlo:
"Sindo le dice a su madre:
madre me voy a casar,
de cuatro novias que tengo
tres están 'embarazás'..."
En el grupo de coplas satíricas, finalmente podemos incluir aquellas que relatan crímenes, generalmente pasionales. Recuerdo especialmente dos:
"La poca vergüenza
de la Montaraza
que mató al marido
con la 'porricacha'."
y:



"A la salida del baile
me la tienes que pagar
Te he de cortar la cabeza
y la mano principal."

Estoy seguro de que todos vosotros conocéis muchas más coplas de esta índole y no es mi pretensión -tampoco es el momento ni el lugar- el establecer un catálogo general de las mismas.

Dejemos a los mozos y "garroberas" con sus cantares y sigamos avanzando en el tiempo.

Llega la Navidad. Una tierra que canta como la nuestra no podía prescindir de los villancicos:
"Madre, a la puerta hay un niño
más hermoso que el sol bello
Pobrecito, tiene frío
el pobrecito está en cueros
Pues dile que entre, se calentará
porque en este mundo ya no hay caridad"
Y concluye el autor con una rima poco halagüeña para el género humano:
"ni nunca la ha habido
ni nunca la habrá."

El rigor invernal de nuestros campos ha producido una especialidad chacinera navideña que ha trascendido ya los límites de nuestro humilde ámbito:
" 'Hacimos' la matanza,
se va curando sin novedad,
Ya del techo se alcanzan
'charafallos' 'pa' poder asar"


Por estas fechas la fecundidad creativa de Juan Ignacio nos deleitaba igualmente con los cantares de los quintos. Todos los que habéis celebrado la función, recordaréis seguramente con nostalgia aquel cantar que os era propio y que en el contexto de la celebración del rito os hacía traspasar el umbral de la madurez. Yo quiero glosar solamente dos: aquel, imborrable en la memoria colectiva que dice:
"Nochevieja en Villavieja
tiene fama en la región
donde todos los quintos dejan
bien grabada su canción."
y, naturalmente, el mío. No porque lo sea sino porque me parece ilustrativo de la preocupación de su autor por reflejar el acontecer histórico del momento. En 1973 se produjo en el mundo uno de los hechos económicos que más lo convulsionaron: la crisis del petróleo. Pues bien, Juan Ignacio lo recoge en sus versos de la forma siguiente:
"Este año los quintos
contentos de gozo
el día de los mozos
a Villares van
Tienen gasolina,
allí hay mozas finas
cual Oriente Medio
las conquistarán.
Como ha coincidido
este año los quintos
con ese conflicto
internacional,
tenemos que pedir
'pal' petróleo, paz."
¿Se puede decir más claro?

Lo de la "mili" ya no se lleva, no "mola" como dicen los jóvenes. Incluso aseguran que se va a terminar - ¡y con ella la fiesta de los quintos!- A finales del siglo pasado no era el servicio militar lo que preocupaba a los habitantes de este lugar sino algo infinitamente peor: la guerra. D. Saturnino recoge esta preocupación por las levas de los quintos en una composición que titula "nubes pardas" de la que entresaco los versos:
"Son las palabras, saetas
son las canciones, lamentos
expresión de sentimientos
y remembranzas secretas.
Copiando voy los cantares
de esa guapa castellana
que despidió ayer mañana
al novio, llorando a mares.
y estas canciones que copia D. Saturnino las reconoceréis casi todos:
"Ya se van los quintos, madre,
ya se va mi corazón
ya se va el que me tiraba
chinitas por el balcón."
Inmediatamente se produce una confrontación en los grados del dolor ¿A quién le duele más, a las novias o a las madres? La copla nos saca de dudas:
"Las madres son las que lloran
que las mozas no lo sienten
Le quedan cuatro chavales
y con ellos se divierten."

Pero dejemos los asuntos tristes. Se estrena el año con enero. En la dehesas se celebran herraderos y tientas -algunas de ellas tan populares como las de Don Rogelio-. Los curtidores andan entre noques y rendidor. Los zapateros a sus zapatos. Los canteros cortando y abujardando piedra. Las mujerucas arrebujadas a la lumbre cuidando el puchero o haciendo calceta. Las mozas a por agua y amores a las fuentes, los mozos a sus escasas faenas en el labrantío y con el ganado y también a las fuentes a por amores...

Y todos esperando la primera fiesta. Amanece el 20 de enero: San Sebastián. Los hombres aprestan sus capas de paño bejarano y sus sombreros de fieltro. Las mujeres se ponen sus galas y acompañando al cura, acuden a la iglesia precedidos por el tamborilero que ataca los sones de una alborada.

Ya dentro de la iglesia entonan el canto, mitad himno guerrero, mitad plegaria, dedicado al centurión asaeteado. Recuerdo vagamente una enorme estatua -o al menos, desde mi pequeñez de monaguillo, a mí me lo parecía- cuyos ojos, suplicantes y moribundos contemplaba, no sin desasosiego, cuando, ayudando a Don Ramón, acudía a la ermita del Santo -¿por qué la vendieron?- para algún oficio. Allí estaba, sin peana, a ras del suelo, atado al árbol seco y acribillado a flechazos, impotente, el fuerte guerrero derrotado.

Quizás por eso el pueblo lo ha rehabilitado poniéndose bajo su protección y concediéndole todos los poderes imaginables, con estos versos:
"Pues tanto poder te dan
allá, en la región celeste,
protégenos de la peste
glorioso San Sebastián."
Y luego el agradecimiento por los favores recibidos:

"Siempre nos has protegido
con tu auxilio generoso
y este pueblo fervoroso
te amó siempre agradecido
y hoy, a tus plantas rendido,
te venera con afán;
presérvanos de la peste,
glorioso San Sebastián."

En el pórtico de febrero tienen lugar las fiestas de "febrerillo el loco" llamado así porque el campesino suele ver los primeros días de este mes como pregoneros climatológicos del año que comienza. En el pasado se utilizaban para hacer conjuros y ensalmos tendentes a obtener buenas cosechas e incrementar la fecundidad de los animales y de las personas:
"Los disantos de febrero:
el primero brigidero
el segundo candelero
y el tercero gargantero"

Estas fechas vienen marcadas por el inminente cambio de las estaciones. Su comportamiento climático indicará si el invierno sigue instalado en sus reales o si, por el contrario, se acerca la primavera con sus días más largos y sus temperaturas más soportables. Todo esto, que ha de incidir en las buenas o malas cosechas, queda reflejado en el refranero:
"Si hiela por San Blas,
hiela otros treinta días más"
"Por San Blas, cigüeña verás.
Si la vieres, año de bienes,
si no la vieres, año de nieves."
Otros dicen:
"si no la vieres, mal año tuvieres"
"Si la Candelaria plora (chora)
invierno fora"
Es decir, si llueve por la Candelaria, se acabó el invierno.

En Villavieja sólo se celebraban la Candelaria y San Blas, este último como el tercero de los "Santiños de gorra" de los que ya hemos hablado, y patrón de los canteros.

Las Candelas, o La Candelaria, tienen un origen mucho más antiguo. Algunos investigadores sostienen que se trata de la cristianización de las fiestas paganas de exaltación a la luz celebradas en la antigua Roma: La Lupercalia. El Papa Gelasio el año 496 sustituyó esta fiesta por otra dedicada a la celebración de la purificación de la Virgen María, pasado el ciclo de cuarenta días después del parto como prescribía la ley de Moisés. Se llama el día de las Candelas porque las mozas iban con velas a la iglesia, de ahí su identificación con la fiesta romana de la luz.

Según mandaba la ley del Señor se ofrecían dos palomas o tórtolas, una vela y un pan o torta, mientras las otras mozas entonaban estrofas que no suelen variar mucho de unos pueblos a otros.

En Villavieja se cantan aún, con una cadencia pausada, charruna:
"Día de la candelaria
el segundo de febrero
salió a misa de parida
María, madre del Verbo.
...
María, para ir a misa
dos palomitas llevó,
que se usaba en aquel tiempo
ofrecerlas al Señor.
...
Humíllate, sacerdote
como se humilló María,
con el niñito en los brazos
y una candela encendida."

Aún recuerdo en mi infancia cómo las palomas remontaban el vuelo y buscaban su libertad queriendo salir a través de las góticas ventanas de nuestra Capilla Mayor.

Entre febrero y marzo se celebran los carnavales. No voy a hablar aquí de su significación pagana ni de su posterior cristianización. Solamente recordar la copla que, de pequeño, oía por todas partes y que me producía un cierto estremecimiento, por aquello de lo prohibido, del misterio oculto tras la máscara:
"...Pero en cambio, el que sea soso y aburrido
a la calle no se debe presentar
porque viene un mascarulo decidido
le mete miedo y lo hace escapar..."
Luego, las coplas incitan a la bebida y a la juerga:
"...viva la jarra, viva la pinta
que es cosa linda el empinar.
Bebiendo suena más la guitarra
y así la orquesta podrá aguantar."
Aguantar ¿para qué? Pues para que mozos y mozas puedan bailar hasta altas horas en los salones de baile de la localidad, como regoge Ginés, el pastor:
"...Cuatro cafés a la moda
y tres salones de baile
entre ellos el de Pirolo
que bien lo conocerán
donde bailaban los mozos
los días de carnaval."

La llegada de San Juan implicaba para el hombre del campo el cambio de las faenas agrícolas. Pasados San Juan y San Pedro, entra de lleno el verano y los campesinos se preparaban para él. En estas fechas se contrataban segadores, criados y fundamentalmente pastores, por el periodo de un año. Al cambiar de amo lo denominaban "hacer San Pedro". No sé si es casualidad, tiene que ver con el ciclo o, sencillamente viene forzado por la rima, pero encontramos una copla que dice:
"Las ovejas son blancas
y el perro negro
y el pastor que las guarda
se llama Pedro."

Pero lo más importante que he encontrado en la poesía popular villaviejense relacionado con el ciclo de San Juan tiene que ver con dos aspectos muy ritualizados y que, desafortunadamente, se han perdido del todo. El primero es el de la tradición del ramo de San Juan. En esta noche, después de las hogueras, los mozos colocaban el ramo a las ventanas de sus novias, como señal de amores, como aviso para todos de que esa moza "está ocupada". Por los años 40, Juan Ignacio escribió una zarzuela llamada precisamente "El Ramo de San Juan" y que empieza con estos versos:
"La víspera de San Juan
los mocitos de esta villa
se dedican a cortar
hermosos ramos de guindas.
Hay que rondar
y a la reja (de) la novia
hay que irle a cantar."
Las novias conocen la tradición y la esperan con ilusión y alegría. Así cuando vienen acompañadas de la fuente por sus pretendientes, les piden que se vayan pronto porque tienen que madrugar:
"...par ver los hermosos ramos
que vuestras manos nos colocarán..."
Los que ponían los ramos se pasaban la noche entera vigilando para que no se los quitaran otros mozos. Así, ellas advierten:
"Mucho 'cuidao' con los mozos
porque, envidiosos, os quitarán
vuestros ramos de claveles
y de laureles, que cambiarán
por magarza y 'cañajeja'
que un olor deja
que trastornará."
Porque a las mozas que no estaban bien vistas en el pueblo, las feas, desgarbadas o antipáticas, se les ponía ramos de plantas o hierbas de olor y aspecto desagradable.
Ellos, seguros de su fuerza, les responden:
"A eso no hay quien se atreva
en toda juventud
y no habrá quien se mueva
ni a romper una luz"

Con las enramadas era inevitable la noche de ronda. Los mozos, en cuadrillas, recorrían el lugar cantando viejas canciones de entrañable sabor charro u otras compuestas por algún mozo poeta que solían ser de sátira, burla o ingenio. Recordamos "El telefonema", "Si seis perras traes..." y tantas otras. De la misma forma que era inevitable la ronda, también lo eran los enfrentamientos entre cuadrillas. Los mozos, al acabar de cantar, emitían un grito particular, semisalvaje, que llamaban el "jijeo" y que es una especie de reto del galán a sus rivales. Estos jijeos daban lugar con frecuencia a escenas violentas.
Los mozos de la zarzuela citada se despiden de sus novias:
"Adiós, muy buenas noches
tranquilas podéis marchar
que a esta cuadrilla de mozos
no habrá quien le diga 'na'.
Y si esos cuatro chavales
que suelen 'ajijear'
si a nuestro paso nos salen
a la cama correrán."

El segundo de los aspectos del ciclo de San Juan al que me refería antes, es el de la virtud salutífera que tiene el agua recogida esa noche para curar dolencias y sobre todo para embellecer las caras de las mozas. Hay varias canciones que aluden a esta cuestión pero resumiremos. En la citada composición zarzuelera se canta:
"...si venís solas o acompañadas
de la fuente de buscar
agua cristalina y pura
clara cual la luz del sol
al sereno, con la luna
y cogida con amor.
Agua que las penas quita
en medio de esta canción
vuelve las caras bonitas
y alegra hasta el corazón."
Otro cantar muy popular en Villavieja y que todavía suele oírse en los bares cuando los más que mozos -porque los mozos de hoy no cantan- vamos un poquito alegres:
"Dime, ¿dónde vas morena
a las tres de la mañana?
-Voy a la fuente del prado
a beber un vaso de agua
que me han dicho que es muy buena
beberla por la mañana..."
Porque, ya lo he dicho antes, los noviazgos y los amores se iban a buscar a las fuentes. Numerosos son los ejemplos. Mañana mismo cantaremos:
"En las tardes de verano
al toque de la oración
suben las mozas cantando
a por agua al Albercón.
Y los mozos, que del campo
a la Villa vuelven ya
dejan ir solo el ganado
cuando las oyen cantar."
O aquella otra:
"A orillas de una fuente
una zagala vi..."
Cuando las mozas tenían algún problema dejaban de acudir a los corrillos en torno a caños, lavaderos y fuentes:
"Ya no va la Sinda
a por agua a la fuente
ya no va la Sinda
ya no se divierte"
Aunque también se hacían las bodas de otras maneras:
"Apañando aceitunas
se hacen las bodas
la que no va a aceitunas
no se enamora."

Y hablando de bodas. No hay casorio charro que se precie en el que no se cnte "el Presente". Se trata, como su nombre indica, de un regalo en forma de cantar que los invitados hacían a los novios y a sus familias ensalzando la belleza de la novia y las buenas condiciones físicas y morales del novio. Después de solicitar licencia, que tienen que otorgar los padres de los contrayentes, los cantores, de pie, frente a la mesa principal y en el momento de los postres, proclamaban entre otras estrofas:
"La madrina es una rosa
el padrino es un clavel
la novia es una azucena
y el novio la va a coger."
En clara alusión a la pureza de la novia que ese día va a entregarse a su esposo.

Desgranadas en la canción las excelencias de los padres, padrinos, invitados, etc. el coro actuante solicita los regalos de la madrina para las mujeres y el puro para los hombres:
"Al descubrir el presente
del cestillo, no lo dudo
la madrina nos obsequie
y el padrino nos dé el puro."

Y al terminar el banquete un charro y una charra de los que bailaban "de soleta" se colocaban en torno a una mesa sobre la que reposaba una rosca. Empezando por la Escuadra, siguiendo con el Charro y terminando con el apoteosis del Fandango o vals, en el que el hombre parece que va queriendo coger bailando a la mujer, trenzaban los pasos, ante la admiración y algo de envidia de los invitados, del baile de la Rosca, el más celebrado por estas tierras.

Son innumerables los canteres relacionados con las faenas del verano; cantos de siega, de trilla, de acarrea. También encontramos muchos que ensalzan los trabajos realizados por las mujeres: riego de los linares, cernido de la harina,
"Cuando cierne mi madre
yo me enharino
'pa' que digan los mozos
que ya he cernido."
espadar el lino, vianderas, espigadoras, etc. etc...

Porque ya es tarde y tenemos que acabar, sintetizo ambos grupos en una composición de Juan Ignacio llamada "el Muelo" que reivindica, con un feminismo adelantado a su tiempo, las faenas que las mozas labradoras llevaban a cabo:
"Aprieta bien al desatar
la henchida boca del largo costal
que las zagalas, desencañando,
le desatan la cuerda
de un modo especial.
Son como hormigas
llevando espigas
demostrando que saben
ir a trabajar..."

Dejemos que los ecos de los cantares profanos se vayan apagando en calles y besanas y acerquémonos, poquito a poco, a la ermita de la Virgen de Caballeros. Todavía revolotean entre flores y velas las notas y versos que hoy, lunes, le habéis dedicado a la Madre:
"Debajo de tu manto
repara y verás
a esos hijos tuyos
que a tu lado están."
Y le habéis ofrecido, humildemente, lo que sabéis hacer: cantar. Cantos que, como dicen los versos, aunque valgan poco, salen de lo más profundo del alma y se renuevan, día tras día, a lo largo del novenario.

Mañana un grupo de chicas le ofrecerá sus mejores galas charras y los pasos cruzados de esa danza ancestral permanentemente renovada mientras el pueblo, vosotros, cantaréis a coro el ramo a la Virgen milagrosa que salvó al niño caído del alto balcón.

Dejad que yo también pague mi insignificante tributo de gratitud y, con cariño, dedique estos versos a la Perla Divina:
VÍSPERAS
¡Ya sale la Virgen!
y se eleva del pueblo el cantar
ya se oyen tañer las campanas,
pregones de bronce
que van a encontrar,
entre varas y velas los sueños
de una gente que empieza a rezar.
¡Ya baja la Virgen!
y la gaita se pone a sonar
y el compás del tambor la acompaña,
plegarias al viento
que van a buscar,
entre nubes de polvo y de voces,
a otra gente que empieza a esperar.
¡Ya llega la Virgen!
la espera y los sueños se van a encontrar
y se oye el batir de las palmas,
pregones alados
lo van a anunciar
confundiendo los llantos con risas,
a la gente que no pudo estar.
¡Ya está aquí la Virgen!
y el silencio se empieza a notar.
Ya las charras inician sus cruces,
plegarias de cintas,
que quieren trenzar
un cordón que nos ate bien fuerte
en torno a la Madre, reina del lugar.


Fijaos bien a vuestro alrededor. Los decorados donde se van a celebrar los distintos actos están plantados. la función a punto de empezar. El guión lo escribiréis vosotros: LA FERIA, rito mágico de participación y comunión colectiva permanentemente reiniciado y nunca concluido, aglutinando a los miembros de un pueblo más allá de todo diferencia personal e individual, en torno a su cultura, sus tradiciones, sus costumbres, su folklore en el más amplio sentido de la palabra. Procurad que la introducción sea brillante, el nudo gozoso y el desenlace feliz.

Permitidme una vez más y la última, que, siguiendo el consejo de D. Antonio Machado cuando dijo: "Si vais para poetas, cuidad vuestro folklore" me atreva a cumplir con el oficio que me habéis encomendado con estas palabras rimadas a la manera popular:
Queridos paisanos
declaro iniciado el estado de fiesta
desde esta tribuna que me cede el pueblo
¡Cantad a al Virgen!
¡Corred el encierro!
Que no se apague la copla
que no se mueran los versos
que no se pudran los aires
que vienen cargados de tomillo y brezo.
Que la mañana se rompa
al son del tamborilero
Gigantes y Cabezudos
asustando al muchacheo.
Y a la una de la tarde
al sonar el reloj suelto,
sujetad miedos y ayes
y a l corazón en el pecho
cuando pase la manada
arropada por cabestros.
Jugad a la calva,
aplaudid toreros,
bailad en la plaza,
reíd con los vuestros.
Oíd cómo choca en el muro
la tosca pelota de cuero
que vuela veloz como el rayo
golpeada por manos de hierro.
Bajad a la feria,
tomad un refresco,
montad en los coches,
comprad en los puestos.
Cantad, cantad por las calles
poned música al silencio
pero, ¡no alteréis la paz!
¡Alimentad el respeto!
Y el veintisiete de agosto
poneos el traje nuevo
y acompañad a la Madre,
Virgen de los Caballeros.
Paisanos, gritad conmigo,
os lo pide el pregonero:
¡Viva la Villa del Yeltes!
¡Viva nuestro charro pueblo!

José Mateo Estévez Mateos
Villavieja, agosto de 1996.