15 de diciembre de 2011

Un aviador salmantino


Como casi siempre ocurre, lo que voy a transcribir a continuación fue un descubrimiento casual. Desconocía que hubiese habido un piloto salmantino (se llamaba Daniel Montero Martín y era natural de Ituero de Azaba) en los albores de la aviación y que además inventó un aparato para estabilizar automáticamente (patente nº 51519) los entonces recién nacidos y bastante incontrolables aviones. Así que la sorpresa fue grande. Dado que su nombre ha quedado relegado al más absoluto olvido, presumo que su invento no tuvo éxito "comercial", lo cual no es de extrañar tratándose de un descubrimiento español. Siempre le hemos hecho más caso a lo que viene de fuera que a lo que se crea y diseña dentro. En 1911, cuando se publicó el texto que sigue, Daniel era teniente de la Guardia Civil. Según el "Heraldo deportivo" (Noviembre de 1915) Daniel era piloto desde el 12 de Diciembre de 1913. En 1915, su invento estaba "retrasado" con respecto a otros estabilizadores como el Sperry-Curtiss. Para la construcción y fabricación del denominado "Aerostable Montero" se abrió una suscripción nacional por el Real Aero Club de España, que fue apoyada por eminentes científicos de entonces (Leonardo Torres Quevedo y Santiago Ramón y Cajal entre otros).
Aparato tipo Farman dotado con el invento de Daniel Montero (1915)

El texto que vamos a colocar a continuación se publicó en diciembre de 1911 en El Adelanto. A pesar de resultar un poco pesado, por las explicaciones más o menos técnicas que se incluyen en él, lo transcribimos en su totalidad.

EL PROGRESO DE LA AVIACIÓN
UN AVIADOR SALMANTINO
Su aeroplano.-La estabilidad.-Técnica del aparato.-Su superioridad sobre otros.-Lo que dice el aviador.-Sin protección oficial.


Don Daniel Montero, teniente de la Guardia civil que presta sus servicios en Madrid, y natural de Ituero de Azaba (Ciudad Rodrigo), consagra sus afanes y su actividad e inteligencia, que son grandes, a la noble empresa de perfeccionar los aparatos de aviación conocidos, creando un nuevo modelo, en el que la estabilidad -el problema por resolver de las máquinas aéreas- sea perfecta y automática.
El señor Montero habla de la estabilidad en los aparatos, diciendo que es automática en casi todos ellos, puesto que el manejo es igual al que precisa una sencilla bicicleta.
No puede ser el piloto aviador un perfecto autómata, ínterin no se sustraiga de todas sus afecciones de cariño y, principalmente, de la conservación de su propia vida.
En tal caso, el estado fisiológico del aviador le permitirá obedecer férreamente.
Los movimientos de desequilibrio del aeroplano se dirá que, precisamente, son los reflejos del peligro de la vida del aviador y que instintivamente se corrigen.
Pero -dice el señor Montero- ¿puede el piloto, por sí sólo, precisar la magnitud de la fuerza que ha de mandar sobre el punto debilitado para restablecer el equilibrio? ¿Puede también precisar, sin equivocación, el extremo a que debe mandarla y los efectos que debe producir, y sustraer su organismo de las perturbaciones que el medio en que se mueve puede originar sobre sí mismo?
¿Puede asegurar alguien que hoy, tal y como se manejan los aeroplanos, el piloto no puede distraerse y cuando trate de restablecer el equilibrio no encuentre medio disponible para poderlo conseguir?
¿A qué se debe el considerable número de víctimas ocurridas hasta hoy por los aeroplanos?
¿No se han podido sustraer los aviadores de sus nervios anatómicos ó estos han influido en las catástrofes?
Bien es verdad que las máquinas hasta ahora construidas son perfectas. En su estado normal son tripuladas fácilmente. Pero ¡ay! que llega un momento en que producen la desgracia. ¿Es la culpa del aparato ó del que lo tripula?
La práctica auxilia esta teoría: si han podido volar normalmente los aeroplanos, contra un viento de 15 metros por segundo, y descender, planeando, después de cortar el alumaje, ¿cómo han ocurrido tantas desgracias en el descenso con un viento de menos velocidad?
Un triste ejemplo de esto fue la trágica muerte del aviador Chaves.
Esta muerte confirmó mis teorías, y ella ha contribuido, poderosamente, a que hoy pueda decir; sin que el aeroplano disponga de nervios independientes de los del aviador, no será posible el vuelo mecánico.
No es la mejor, a mi juicio, la teoría que actualmente sostienen algunas casas constructoras relativa a que los cables que parten de la palanca de gobierno y se articulan en los respectivos planos auxiliares, vienen a ser la continuación del recorrido de los nervios del piloto.
Por otro lado, ¿no influyen de una manera poderosa sobre el calculador y por consiguiente en el rendimiento útil del motor las transformaciones ó cambios del medio locomotor? Pues del mismo modo entiendo dichas causas influyen en la carburación de nuestro organismo.
Siempre he creído que para que la estabilidad sea perfecta, es necesario disponer de medios auxiliares que por sí solos puedan contrarrestar el desequilibrio producido por el aire ofensivo y que además estén sujetos a las perturbaciones del medio ambiente, a la de los planos cortantes y demás órganos de propulsión y sustentación del aparato, es decir: que la energía para su equilibrio sea independiente de la suministrada por la explosión del motor. Casi se conocen los elementos perturbadores que influyen sobre el motor, pero no los que actúan sobre el aviador, de los cuales no puede sustraerse, y por lo tanto, corregir momentáneamente.
Por todo esto, entiendo—dice el señor Montero—que si los dos motores que en la actualidad suministran energía para la propulsión y gobierno de los aeroplanos, no disponen de una alimentación análoga ó que los cambios atmosféricos influyan desigualmente, ya por razón del lugar, ya por la altura, ó por el clima, el gobierno y, por lo tanto, la estabilidad, será imperfecta.
Creo yo que esto último está resuelto aplicando un tercer motor aerodinámico, pues alimentándose este del mismo manantial ó generador que la sustentación y enemigo del aeroplano, no hace falta más que disponerlos órganos de este último motor en condiciones que su rendimiento útil sea suficiente para que el aparato pueda luchar contra el aire ofensivo en igualdad de condiciones respecto a fuerza, superficie y peso.
Los dispositivos por el señor Montero ideados, pueden llenar este hueco; vienen a constituir el motor aerodinámico antes expuesto, pues por la disposición de los mismos, permiten asegurar que cuando el viento ofensivo inicia su obra perjudicial, inicia también su obra útil, y como son dos fuerzas iguales paralelas y contrarias, su resultante da el equilibrio, y por lo tanto, la estabilidad automática del aeroplano.
Todo esto que ha aclarado y sostenido el señor Montero, y que ha sido ratificado por la práctica, con su propio modelo de aparato, que sólo mide tres metros de longitud (no habiendo podido realizar hasta ahora las pruebas con el modelo del tamaño necesario por falta de medios en el señor Montero), carece hasta hoy ¡de protección oficial!
A pesar de sus trabajos no la ha logrado el señor Montero, y bien merece que por nuestros representantes en Cortes, por la Prensa y por otros organismos, se trabaje hasta conseguir para el aviador salmantino la subvención del Estado a que tiene derecho por su cultura y por sus trabajos que honran a esta tierra y a España entera.
No es lógico que el señor Montero carezca de medios para realizar su empresa.
Posteriormente -según nuestro colega Avante, de Ciudad Rodrigo, que se ocupa de este asunto- otro aviador más afortunado que el señor Montero, monsieur Doubre, ha tenido la satisfacción de ver aplicado con éxito este procedimiento en un biplano Farman, cuyas pruebas oficiales tuvieron lugar en Villaconblay el 27 de Julio último, según la información hecha por la revista técnica L'Aerophile, de 15 de Agosto último.
También en la revista técnica Aviación, de Barcelona, del mes pasado, manifiesta que los hermanos Wright han descubierto el vuelo planeado, empleando también un dispositivo colocado en la parte inferior del aparato, el cual accionando como péndulo, hace mover las aletas de los extremos alares, es decir, que aseguran la estabilidad lateral.
No puede permanecer indiferente por falta de medios el señor Montero, máxime enterado de estas dos pruebas que confirman sus trabajos.
Una labor de cuatro años, de un hombre estudioso, como lo es nuestro paisano, sobre esta teoría, le permitirá siempre por lo menos hacer constar que tal vez la casualidad haya hecho que tanto Doubre como los hermanos Wright, hayan coincidido con su idea, pero él puede asegurar con testimonios de los señores Echegaray, Torres Quevedo, capitán de ingenieros señor Doitre y el mecánico aviador monsieur Muovais, que sobre su modelo estaban montados antes del mes de Mayo los dispositivos que permiten asegurar la estabilidad automática de los aeroplanos, cuyo principio se basa en el motor aerodinámico de que hemos hablado.
¿Oirán al señor Montero los que deben oírle?
Juan DE LOS AIRES.


A pesar del apoyo de la comunidad científica de entonces, el proyecto de Daniel Montero se vió relegado al olvido, influyendo en este hecho su prematura muerte, ocurrida el 27 de Junio de 1919 en Madrid, cuando contaba poco más de cuarenta años de edad.

Ayer falleció en Madrid el distinguido capitán de la Guardia Civil y piloto aviador don Daniel Montero Martín, que ha prestado grandes servicios al instituto a que pertenecía y como piloto aviador había conseguido señalados triunfos.
Ha muerto el conocido oficial sin lograr su aspiración de descubrir la estabilidad de los aeroplanos, estudio al que venía dedicado desde largos años y cuyo problema tenía ya casi resuelto.
La Época, sabado 28 de Junio de 1919