Os comentaba en uno de los post anteriores, que posiblemente Antonio Casero (1874-1936) un famoso poeta y sainetero madrileño tuviese que ver algo con Salamanca. Y efectivamente así era. Sus padres eran salmantinos. Concretamente de Salvatierra de Tormes. De ahí sus frecuentes visitas a nuestra provincia y el tema de algunas de sus composiciones. Aquí tenemos otra de ellas. En este caso publicada en El Adelanto el 11 de Enero de 1909.
Carta abierta
Para mi amigo Mariano Núñez.
En Salvatierra del Tormes,
salmantino y noble pueblo
que aun goza de la hidalguía
castellana de otros tiempos,
y aun hay charros generosos,
y aun hay charras de ojos negros,
se verificó hace días
la matanza de un mi cerdo,
que con perdón sea dicho,
¡era un animal soberbio!
Fué en casa del secretario,
mi primo, Eudoxio Casero,
que tiene á bien de cebármele
y convertírmelo luego
en sabrosas longanizas
y en lomos ricos y frescos.
A la matanza conmigo
de los madriles vinieron
Pepe Camacho, y Manolo
Sandoval, un par de médicos,
mejor dicho, mata-sanos;
Jalón, un chico gallego,
pariente del gran Besada;
y Manolo Zapatero,
hijo de esta noble villa,
salmantino de abolengo,
que á su alquería de Anguas
pronto volverá ingeniero.
Era al despuntar el día,
todo era calma y silencio;
cantó en el corral el gallo,
y soltó un gruñido el cerdo,
inocente «criatura»
que ignorando el fin funesto
que le aguarda, gruñe alegre,
y alborota el gallinero,
y aun cruza el corral con aire
de «gallardo» é «ilustre puerco!»
En la torre de la iglesia
toca á misa el campanero;
las esquilas del ganado,
se oyen tañir á lo lejos;
el sol levanta la niebla,
el rocío cubre el suelo,
van los gañanes al campo
cargados con sus aperos,
y al són de alegres charradas
recobra su vida el pueblo,
y cruza el Tormes la vega,
y el día, es un día espléndido..
Ya en la cocina las mozas
lo tienen todo dispuesto,
y cruzan con las artesas,
y cruzan con los barreños;
los mozos ríen y beben,
y, á la voz de—¡vamos presto!—
se abre del corral la puerta,
quédase el «cochino» atento,
lánzanse sobre el «cochino»
los distinguidos «galenos»
que, con la cuchilla en mano
á matarle están dispuestos,
yo les grito:—¡no seáis
con el animal sangrientos
y en lugar de puñalada y,
pues, que los dos sois médicos,
recetadle cualquier droga
y así morirá al momento!
Camacho, me mira airado;
Sandoval, me frunce el ceño;
mi primo y Jalón, se ríen;
me apostrofa Zapatero;
hunden, por fin, el cuchillo
y los distinguidos médicos
dieron fin, y no me extraña,
con el desdichado «puerco»;
y contemplando al «marrano»,
que yacía sobre el suelo,
dijimos como Pandolfo...
¡válgame Dios lo que «sernos!»
Antonio Casero.
Salvatierra del Tormes, 8 Enero, 1909.