HISTORIA DE LA EPIDEMIA
Como ya queda apuntado en la Introducción, la materia objeto de esta Memoria tiene que versar sobre las dos enfermedades epidémicas, sarampión y coqueluche, que ya haciendo su evolución aisladamente en cada individuo ó ya reuniéndose para desenvolverse en el mismo enfermo, dominaron la escena morbosa de esta villa durante los dos últimos meses del pasado año de 1895 y primeros del presente de 1896.
Queda dicho con esto que las dificultades que siempre existen para historiar claramente la epidemia de una sola enfermedad, han aquí de aumentarse en grado máximo, por ser esta epidemia una epidemia doble, de dos enfermedades, igualmente importantes, ambas primitivas y con orígenes, causas y síntomas más ó menos claramente diferenciados, aun en los casos, numerosísimos, de doble enfermedad; cuyas dificultades y el poco acierto en obviarlas, han de ser causa de la incorrección que ha de notarse al exponer materia tan compleja y de repeticiones en el trascurso de la descripción, que de propósito no trataré de enmendar, sacrificando las buenas formas en interés de la claridad de los conceptos, que es la divisa que me servirá de norma, después de la exactitud, en la redacción de los siguientes capítulos.
CAPÍTULO PRIMERO
ORÍGENES DE LA DOBLE EPIDEMIA
1.° Origen riel sarampión.
Entre los varios pueblos De esta provincia que durante el pasado otoño fueron más ó menos castigados por la epidemia de sarampión, parece que uno de ellos debió de ser Espino de la Orbada, del partido de la capital, al decir de las familias de mis dos primeras atacadas, niñas de nueve años, hijas de pastores de ganado trashumante, que, en unión de sus padres y familia, habían pasado unos tres meses en dicho pueblo, en el que, á la sazón de su salida, á principios de Noviembre, hacía la epidemia, al parecer, algunas víctimas. Llegaron aquí el 3 en buen estado de salud, y los días siguientes asistieron á la escuela; aunque algo acatarradas, según decían sus madres, no las permitieron quedarse en casa, sin embargo, hasta el día 12, cuando la enfermedad las rindió, con cuyo hecho está conforme el libro de matrícula de la escuela, señalando la primera falta en dicho día; el 13 fui llamado para verlas, y ya las encontré en los comienzos del período de erupción de la enfermedad, cuyo período debió empezar el día anterior, según relación de las familias, que ya en la tarde las habían visto unas manchitas de color rojo en la cara, de las que no hicieron caso. Siguió la enfermedad su evolución normal, sin más complicaciones que la frecuencia y fuerza de la tos en una de ellas, y habiendo dispuesto lo conveniente á su más pronta curación, fué mi primer cuidado el tratar de aislar completamente las enfermas, para ver de conseguir que la enfermedad no se hiciera epidémica; y, en efecto, el aislamiento por mí eficazmente recomendado en orden á los niños, fué llevado á cabo con escrupulosidad y buena fe.
Mas, como se dice vulgarmente, no había contado con la huéspeda; y la huéspeda en este caso fué que cuando yo quería tomar estas precauciones y medidas, las únicas que, en mi concepto, podían dar el resultado apetecido, tenía ya á setenta niñas, todas las que, vírgenes del sarampión, habían asistido á la escuela los días anteriores, contaminadas ó infestadas de la enfermedad en esa fase ó período misterioso y de silencio, llamado de incubación, en el que nada se observa de anormal, en el que el organismo ejerce sus funciones ordenada y metódicamente, sin que pueda, no sólo verse, pero ni siquiera sospecharse que dentro de aquel ser, sano en apariencia, va oculto el germen, virus ó veneno que muy pronto ha de estallar en violentas sacudidas y conmociones orgánicas, delatoras de los cambios de dinamismo ó modo de ser de éste ó aquél sistema, de tal ó cual aparato orgánico.
Y que esto era así, se comprueba con el hecho de que cuando las dos atacadas apenas habían podido abandonar el lecho, cuando aún no habían salido á la calle, el 23 de Noviembre, diez días después del en que, por vez primera, visité dichas niñas, me encontré con otras once; el 24 con cuarenta y tres niñas y un niño de un año; el 25 con seis y un niño de dos años, y el 26 con siete y otro niño de dos años; todos ellos en el principio del período de erupción del sarampión; período que en su cualidad de característico, ó más bien patognomónico, es el que me ha servido de guía en toda la epidemia para contar las invasiones de cada día.
Con los setenta casos referidos quedó ya de hecho constituida la epidemia; y porque parecerá extraño el hecho de contar sólo tres niños pequeños entre tantas niñas, antes de pasar adelante he de advertir que las sesenta y siete niñas, todas ellas, como matriculadas en la escuela pública, habían asistido á ella por lo menos los días 9 y 11; de los niños, el primero era hijo de la Maestra y, como tal, la mayor parte del día la pasaba en la escuela, el segundo era hermano de una de las primeras atacadas y el tercero asistía á la escuela con frecuencia también y había ido dichos días, por condescendencia de la profesora, con una niña que lo llevaba; las niñas mayores de diez años y que habían padecido el sarampión en epidemias anteriores, las que no asistieron á la escuela los referidos días, los niños de la escuela pública y los niños y niñas matriculados en la escuela particular que existe en esta villa, no dieron contingente alguno á la epidemia en su comienzo.
De lo expuesto se deduce claramente que la epidemia de sarampión desarrollada en esta villa tuvo su origen en la epidemia de Espino de la Orbada, de donde fué importada en período de incubación por las dos niñas referidas, las que á su vez en su fase inicial ó período prodrómico, transmitieron la enfermedad, mejor dicho, su causa, á cuantas niñas en estado de receptividad asistieron con ellas á la escuela pública.
2." Origen de la coqueluche [tosferina].
Enfermedad ésta también, como el sarampión, casi exclusiva de la infancia, reconocida hoy, al igual que aquél, como contagiosa, epidémica y verosímilmente infecciosa, parece haber reinado en gran escala, no sólo en esta provincia, sino en toda España, durante todo el año pasado y el presente, á los que poco agradecida ha debido quedar la niñez, castigada á diestro y siniestro por tantas y tan terribles epidemias. Sentó sus reales en este pueblo allá por el mes de Septiembre del pasado año, importada por una niña que, procedente de Vitigudino donde hubiera pasado una larga temporada, venía buscando el alivio con el cambio de localidad; como la fecha del mal era aún reciente, ni para ella se obtuvo la mejoría que buscaba su familia, y en cambio contrajo la enfermedad á los pocos días una hermana suya, mas adelante unos primos, luego unos vecinos de unos y otras, y así paulatinamente se fué extendiendo, en términos que cuando hubo de declararse constituida la epidemia morbiliosa en los días 23 y 24 de Noviembre, apenas habría veinticinco niños atacados de coqueluche, sin que hubiese ocasionado ninguna víctima por falta de complicaciones, á pesar de haber sido muy intensos y frecuentes los accesos de tos en algunos de los atacados.
Esto, en una población en la que, según los datos tomados en el Registro civil, existían quinientos cincuenta y ocho niños de diez años abajo por entonces, de los que había que suponer con aptitud para el contagio al menos las dos terceras partes, ya que la. otra padecería la enfermedad en la epidemia del año 88, casi no merecía el nombre de epidemia; y de no haber venido luego el sarampión, posible hubiera sido que se hubiese ido trasmitiendo poco á poco, como en los dos meses primeros, sin que á las madres las hubiera asustado más que por las molestias que, tanto ellas como sus hijos, tenían que padecer; pero aquí, y unida á su congénere, el sarampión, en el fin común de atormentar más y más á los pobres seres en que hicieran su presa, quiso demostrar que no es un mal tan ligero como se cree, y lo consiguió, como diré más adelante al hablar de la marcha y pronóstico de la doble epidemia, que en lo que respecta á la coqueluche, queda demostrado que fué importada de Vitigudino por la niña referida y trasmitida por ella á los demás.
9 de abril de 2011
Estudio histórico clínico de una doble epidemia (VIII)
Tras un paréntesis de algunos meses -el último artículo de este estudio apareció en este blog el día 28 de Septiembre de 2010- continuamos hoy con la publicación del capítulo VIII del trabajo de investigación llevado a cabo por el médico villaviejense don Dionisio García Alonso en 1897 y que resultó premiado simultáneamente por las Academías de Medicina de Barcelona y Madrid