17 de marzo de 2011

Prestamistas

Resulta evidente que a lo largo de todos los tiempos el dinero ha estado, está y estará siempre en manos de unos pocos: los ricos. También, por tanto a finales del siglo XIX y comienzos del XX . Dicho esto quizas conveniese establecer diferencias entre "ricos en tierras" y "ricos en dinero". Los primeros poseían grandes propiedades y mucho ganado. Obviamente, producían mucho pero gastaban otro tanto en el mantenimiento de esa gran hacienda. En resumidas cuentas "lo comido por lo servido". Así pues, en muchos casos, vivían al día. Con desahogo, eso sí, pero sin poder hacer grandes alardes dinerarios. Los "ricos en dinero" vivían fundamentalmente de las rentas y de los préstamos. También aquí podríamos distinguir dos grupos los "prestamistas" de altos vuelos, que manejaban dinero en grandes cantidades y financiaban a organismos o entidades comerciales o estatales y que darían origen a los primeros bancos y los "prestamistas a semanería", de menos vuelos y que son los que atienden las necesidades más inmediatas de la gente corriente. A estos se refería un artículo publicado en "El Fomento" de Salamanca el 23 de Diciembre de 1889. Decía así:


Los prestamistas a semanería

Amaos los unos a los otros, dijo Jesucristo por boca del Apóstol.

Más adelante dice también el Evangelio: socorreos los unos a los otros, y por esto, sin dudar en el siglo xix se ha dicho por ciertos intérpretes, parodiando al divino libro: el que presta recibirá ciento.por uno.

Y, como si fueran hongos, han brotado prestamistas hasta de entre las piedras.

Los beneficios que esta respetable clase ha proporcionado a la humanidad son incalculables.

Desde el opulento banquero que acude a una operación hipotecaria para hacer pagos que salven su crédito, y el nombre de la casa, hasta el infeliz obrero que recorre al préstamo para saciar el hambre .de. la familia en.dias de paro, todos han bendecido después al que les salvó del conflicto.

Sin embargo, hoy solo me ocuparé del prestamista de menor cuantía: del prestamista popular.

No tiene rótulo ni muestra alguna, que lo denuncie al fisco, en los balcones de su casa.

No está inscrito en ningún registro y hace las operaciones de la manera más sencilla y original que pudieron idear industriales en la edad de Oro de los pueblos primitivos.

No lleva libro, ni lo necesita, por que ordinariamente no sabe escribir, ni leer; pero sí sabe contar por los dedos y multiplica, resta y divide a su manera y uunca se equivoca.

El industrioso que quiere poner un puesto para vender frutas, el que necesita unos cuantos duros para un negocio ambulante, la criada que pide anticipo para anticiparse al salario y comprar un refajo, si hace frío, ó un pañolón para darse lustre entre sus compañeras, recorren todos los prestamistas del barrio, al prestamista popular.

Todos se encaminan a la casa del prestamista bendito, especie de providencia popular, por que provee a los pobres de una docena ó media, según los casos, de pesos fuertes ó sencillos para que estos infelices necesitados se establezcan ó acudan a la mayor necesidad.

La escritura ó documento de contrato no puede ser más sencillo, mas económico y sobre todo más inocente: un canuto de caña sirve muy bien para el caso.

¿Cómo? dirán los lectores inocentes que no conozcan el procedimiento ó hayan tenido que recurrir a hipotecar fincas, alhajas ó ropas en buen uso.

Pues de la manera más sencilla: se raja el canuto hasta convertirlo en dos medios que confronten y coincidan perfectamente al unirlos y cotejarlos en las operaciones sucesivas.

Previa una navajita muy a propósito que tiene el prestatario para estos casos y por medio de señales convenidas, una cruz, por ejemplo, se graba en la "escritura" principal y en la copia que queda en poder del recurrente, el número de duros ó pesetas, pongo por caso, que es objeto del préstamo

Recibe éste la cantidad estipulada y el "talón" correapondiente, y marcha muy ufano al negocio que se ha propuesto emprender.

Ni hay más finca ni más alhaja ni nada que lo valga en fianza del dinero que sacó de su bolsillo el industrial generoso que describo.

Ni tiene aquel necesidad de pasar a devolverlo ni siquiera el rédito estipulado: la cosa no puede ser más cómoda y barata.

Verdad es que en esto se demuestra que el prestamista es persona de buena nariz, porque solo en la cara conoce al que puede darle algo sin riesgo para su capital, y no a todos presta de modo tan fácil y generoso. .... Eso sí, y para colmo de hidalguía sale semanalmente de su casa provisto de dos talegos, de tela cayada uno y de cáñamo natural el otro, con el objeto de cobrar los réditos que son semanales también.

En el talego mayor, ó de rayadillo, se hallan ensartados a modo de rosario los medios canutos, ó séase escritura talonaría, y con ellos comienza el corrido de puestos, casas, almacenes y demás parajes en donde viven los deudores, para hacerles la visita de cumplido semanal y percibir el rédito, previa la confrontación del medio canuto respectivo: esta visita de atención es de alta trascendencia social y prueba la buena educación y los mejores deseos del prestamista en favor de sus conocidos.

En el talego de cáñamo se deposita a modo de ofrenda "voluntaria" el tanto por ciento semanal ó de semanería, que dicen los que están afectos al régimen original de esta clase de negocios y se hacen las anotaciones de marras en los medios canutos, como si dijéramos, en la media naranja del indivíduo.

El tanto por ciento semanal es módico, cual cumple a industriales populares como el que describo, y que solo tienen contratos con gente pobre de recursos y no muy sobrada de inteligencia: generalmente oscila entre uno y dos reales por duro y por semana: una bagatela, como habrán ustedes comprendido al punto.

Es lo que me decía el otro día mi criada que es un alma de Dios; señorito, si no me llevan más de cinco reales por tres duros, a la semana: iUna friolera! digo yo.

R. M. F.


Y uno se queda de piedra ante tales intereses. Si mis cálculos no me fallan, la cosa oscilaría entre un 5 y un 10% pero ¡SEMANAL! No es extraño que acumulasen grandes riquezas y que suscitasen entre los amigos de lo ajeno unas ganas locas de echarle el guante. Y como entonces las cajas fuertes brillaban por su ausencia…, los ladrones parecían tenerlo bastante fácil. Y digo parecían, porque los prestamistas lo guardaban en los más variados sitios a fin de que si caía un escondite podían salvar el resto. ¡Seguro que habéis pensado ya en la baldosa, el colchón, ….! Pero había muchos más: un baúl, un armario, en el desván, en un doble techo de tablas, en cajas, en arcas, en un mechinal, en una pared, en un sobre, en un libro, en una cuba con vino o aceite (caso de monedas de oro), etc, etc. Había quien lo repartía tanto que necesitaba un libro, ¡escrito en clave, claro!, en el que anotaba cantidad y lugar donde estaba escondido...

Y ya que hablamos de robos, pongamos a continuación lo que publicaba el Adelanto del 27 de Noviembre de 1897, de uno de ellos, cometido en Miranda del Castañar. Todo parece indicar que la víctima era un prestamista que, en este caso, sí hacía recibos en papel.

En Miranda del Castañar se ha cometido, del 11 al 12 del corriente, un robo en la casa de don Ambrosio Hernández García, consistente en en tres mil reales en plata, un billete de 50 pesetas y distintas ropas y alhajas, a más de 5.000 pesetas en recibos de préstamo.

Para efectuarlo, descerrajaron los ladrones dos arcas, valiéndose de un asador.

Como presuntos autores del robo han sido detenidos por la guardia civil Antonio y Sebastián Gascón Guinaldo, al primero de los que, se ha probado que pertenecía el asador.

El Juzgado de instrucción de Sequeros entiende en el asunto.

No deja de asombrarnos también la diligencia y buen acierto del benemérito cuerpo de la Guardia Civil que atrapó a los ladrones en escaso tiempo.



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