13 de julio de 2011

Invitación

Traemos hoy a nuestras páginas un bello y largo poema de don Saturnino Galache Alonso que se publicó en su libro "Charras" (Ciudad Rodrigo, 1915) y que está dedicado a su villa natal, a nuestra querida Villavieja.


INVITACIÓN

Camaradas de vida metódica
que vivís requemando el cerebro
con arduos problemas
de sabios maestros,
los que vais a las aulas docentes
con rostros enfermos,
enjambres humanos
que respiran el vaho epidémico,
que exhalan las urbes
de sus recovecos;
ciudadanos de vida cansina
que tenéis el espíritu enteco
encerrado en un cuerpo canijo
gastado y anémico;

¡Amigos del alma!
Venid a mi pueblo.
Villa charra que llámanla Vieja
con ser el más nuevo
de los cortos y humildes lugares
que figuran en el abadengo.

Veniros conmigo,
salid del estrecho
recinto murado,
donde reinan los mil embelecos
que el mundo establece
para dar disfrazado el veneno.

Volvereis con la cara morena,
que el sol lugareño
no perdona sus toques de lumbre
cuando topa a cualquier forastero,
venid acá todos:
A beber en las alas del viento
los efluvios que bajan del monte,
los aromas que suben del huerto.
A empapar en visión luminosa
la mirada en el disco de fuego
que madruga a templar con su lumbre
de la tierra los rústicos senos
a saltar en el césped tupido
de los prados tendidos y frescos,
donde crece la hierba de a vara
entre acelgas, marujas y trébo.
Gozareis el oxígeno puro
del vivir salutífero; luego
cantando tonadas
al compás de sonoros cencerros,
a buscar por las quiebras del monte,
cuando empieza a segarse el centeno,
los hilos de plata de barcéa
en penachos espléndidos
que se rizan, cuando el sol los besa,
formando sus flecos
caprichosos anillos, que vuelven
por la noche a esponjarse de nuevo.
Esta plata, que riza en las cumbres
el Sol veraniego,
es más llevadera,
y es hermosa y no cuesta dinero,
por los campos de mieses maduras,
cambroneras, matojos y brezos,
gateando entre espesos zarzales.
A buscar el vival del conejo,
y la tímida liebre en la mata,
Y la esquiva perdiz en el teso,
a caballo en potrancos cerriles
haremos encierros
de las reses que comen de gorra
en las dehesas de mis lugareños,
corriendo las vacas,
lidiando becerros,
que pagan el pato
babeando el corral de concejo.

En las casas de los montaraces,
del monte en el centro.
haremos un alto, ,
celebrando el bravo paseo
los lances extraños,
los fallos y aciertos,
trasegando con calma sabrosa
en pulida liara de cuerno,
rameada a punta de navaja
con la pájara pinta en el medio,
rica leche recien ordeñada
que tempera el cansancio del cuerpo.


Y vosotros también, españoles,
que volasteis del nido paterno
que escuchó las primeras sonrisas
cuando erais pequeños.
El rincón amado
que sabe el misterio
del intenso sufrir y las lágrimas
que corrieron por él en silencio;
que fuisteis a América,
al Brasil, a la Plata y al Méjico,
buscando fortuna,
riqueza y dinero.
Por huir el trajín de una vida
llena de lacéridos:
dejad esas tierras,
venid a mi pueblo,
que en esos emporios
del mundo moderno,
no se va en los domingos a misa
no se reza el rosario en el templo,
solo quieren gozar de la vida
sin traba, ni freno,
aunque luego al morir, los arrojen
a un barranco lo mismo que a un perro.

¡Maldita avaricia!
Malditos anhelos
de bienes caducos!
¡Malaya el dinero
que envenena la savia del alma
que consume los jugos del cuerpo!

¡Jesús de mi alma!
¡Pobritos bohemios!
Como vuelven de aquellos lugares
del negocio venal con el vértigo
aullando blasfemias
con lenguas de infierno,
de la madre patria,
del nido paterno
que le dio la vida
porque es pobre, y es chico y es viejo!

Le da pesadumbre,
le ataca los nervios
la solemne y misérrima calma
de la patria sumida en silencio!...
para así renegar de una madre,
del amado rincón solariego
vomitando baldones e injurias
y cubrir sus blasones de cieno.
Yo no quiero tener mucha plata,
yo no quiero salir de mi pueblo,
de mi pueblo, solar de Castilla
tranquilo y sereno,
manantial de ideales de gloria.
poemas de ensueño,
que se filtran con honda raigambre
en lo mas escondido del pecho,
al sentir en la frente morena
el purísimo olímpico beso.
que caldea el alma
con febril llamarada de incendio.

¡Bendito mil veces
el humilde rincón europeo!
Festivales de ramos y danzas
que dirigen los tamborileros,
Romerías de Pascua, San Marcos,
Jueves Merenderos,
Cordones y Ofrendas
antiguallas de nuestros abuelos! ,
mogigangas de la vaca prima,
novilladas del típico encierro,
que semeja el asalto de un fuerte
que se toma con bárbaro estruendo;
ruidosas y alegres
corridas del pueblo,
donde tiende Genaro la manta
en la cara del toro cuatreño
con la misma guapeza y estilo
que los mas afamados toreros.
Yo no quiero empañar la pureza
de nuestro recuerdo.
Yo no cambio la plata argentina
que embolsa el logrero,
ni el oro a millones
que ofrece el comercio,
ni coronas de joyas artísticas,
ni ricos trofeos,
homenajes, jardines, estatuas,
ni el confort de palacios espléndidos
que pisan los ricos
por la Ermita del Humilladero,
sombreada de verdes parrales,
rodeada de prados y huertos,
arrullada por la algarabía
de finos gorgeos
con que ensalzan y aclaman por Reina
a la Virgen de Caballeros
los pardales grises
y los tordos negros.
La Ermita aldeana
que culmina en la altura del cerro,
donde rezo una salve a la Virgen
que me llena de paz, de consuelo,
y al posar en la imagen bendita
la mirada, responde aquí dentro
una voz poderosa, que dulce,
sin palabras me dice, que tengo
mi destino fugaz en la tierra,
mi morada eternal en el cielo.

Caminante de eriales
que subes la cuesta brava
con sarpullos y negrales,
porque la vida te clava
los pinchos de sus zarzales
deja los picos serranos,
donde la lucha se agita.
Vente a vivir a los llanos
gozarás la paz bendita
de mis lares castellanos.

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