Y mientras ocurría esta preciosa excursión, los segadores portugueses en Villavieja montaban una "media jornada de huelga" –para reivindicar mejores salarios–, que las autoridades cortaron de raiz. ¡Contrastes de la vida!Villavieja, Villavieja,
tienes buenos entraderos,
tienes mozas como rosas
y mozos, como luceros.
Así reza, la canción popular, que a toda orquesta y con su rico sabor charro, oía el cronista en los días felices que ha pasado en tan simpático pueblo. ¡Y cómo se retrata en ella, lector amable, lo que es Villavieja! Si tienes un poco de paciencia (que si que la necesitas), sigue leyendo esta mal hilada crónica que un incipiente en el arte te ofrece.
Era la del alba, la hora del jueves, cuando este servidor se presentaba en la estación de Salamanca y con su cara, aun soñolienta, se acercaba a la taquilla pidiendo un módico tercera (billete), que decía "Salamanca Villavieja".
Me rellené en los ricos almohadones de mi vagón, después de poner en orden mi equipaje, (lo formaba un gabán y un bastón). Después de tres horas y media de viaje, durante el cual el relente matutinal acarició mi faz con algo que se parecía a frío, llegué al punto de mi destino.
Saludo a mis cariñosos y buenos amigos con fuertes apretones de manos, y una vez que nos ponemos al tanto de nuestras respectivas familias, se comienza a preparar el programa de nuestras giras.
Como donde hay buena voluntad hay pocos obstáculos, en cinco minutos quedó hecho el reparto del tiempo, correspondiendo a Villar de Rey muestro primer asalto.
No he de reseñar la historia que de esta hermosa finca me contaron: fuera en tiempos pueblo árabe ó ibero nada nos interesa en esta reseña, y sí sólo el decir que es una señora dehesa, propiedad de nuestro buen amigo don Salustiano Galache que nos obsequiaron como a cuerpos de reyes, y en donde lo pasamos mejor que los susodichos señores. Y aquí viene lo que yo quería contarte, simpático lector, para que te formaras idea de lo encantador de aquellos paisajes que con deleite inmenso recorrió este mortal.
Pero es el caso que sólo te voy a poder decir que es hermoso, muy hermoso todo aquello: extensiones inmensas, llenas de una vegetación ideal, donde las escabrosidades del terreno se combinan con el rico colorido que da la flor silvestre del valle. Nunca olvidaré aquella preciosidad de Hemandinos, donde en los sitios denominados la Balsa y Berrocalejas, gozaba el alma viendo tanta belleza y de donde daba pena el separarse.Y al hablar de Hernandinos he de hacer mención de la distinguida Señora doña Caridad Cobaleda, que con toda solicitud obsequió a la comitiva con ricas onces.
Durante el camino, que fue hecho con toda alegría, ocurrieron las peripecias propias de esta clase de excursiones y de nuestros años: una turista que grita porque pica algún guasón la burra que monta, y ésta coge un mal trote que amenaza ponerla en tierra; otra, que cuando quiere obsequiarnos con ricas galletas Olivet, viene al suelo con la ofrenda; aquél que sale por las orejas de su rocinante, no obstante ser militar.No tengo por qué decir que se pasó a las mil maravillas, que se derrochó buen humor y que lo mismo era para nosotros la ópera que la zarzuela, el género grande que el chico, y con la misma familiaridad plagiábamos a Campoamor que al alfarero de Villavieja, Cuadrado, de todos tomábamos algo y todos nos proporcionaron lo que deseábamos: divertirnos. Durante la comida, que fue al estilo de las de su clase en Villavieja, los chascarrillos, colmos y parecidos tuvieron sus fervorosos partidarios; por cierto que hubo uno que no dejó de llamarme la atención. Preguntaba una linda morena: Diga usted, ¿por qué la gallina tiene mas de dos patas y menos de cuatro? Indecisión en toda la mesa... Pues porque tiene dos y pico. ¡Bravol
El domingo se jiró al molino de los Junarios, en cuyo sitio la naturaleza ofrece nuevos encantos. Aún me parece estar viendo aquella ribera del río Yeltes, con aquellas moles graníticas de formas caprichosísimas y que parecían querer venirse sobre nuestras cabezas. Entre las grietas de aquellas montañas, arbustos que al azar nacieron y que son digno coronamiento de la obra realizada por la madre Naturaleza.
No te extrañará pues paciente lector, que entre aquellos paisajes y las preciosidades que tenía por compañeras, la vida me sonriera. ¡Que si eran bonitas aquellas muchachas! Morenas casi todas; pero ¡qué morenas! Tal vez sus nombres te suenen, y por eso te los digo: Felisa, Loreto y María Francisca García, Jerónima y Agustina Galache, Magdalena García, Manuela Barco y Marcelina Sánchez: todo un ramillete de lo más escogidito y ante quienes tú y yo sentimos admiración.
El sexo feo no estuvo menos representado. De jóvenes (todos ellos gente de trueno), los simpáticos Pepe Fernandez Galache, Claudio Cilleros, Agustín García, Santos García, Ignacio Barco y este abogadicho.
De la gente seria, pero no menos divertida, don Dionisio García, don Pablo Moreno, don Tomás Minuesa, don José María Martín, don Andrés Romero y el nuevo doctor en Derecho Canónico don José Manuel Moro.Y aquí se acabó lo que daban.
Un millón de gracias al señor Galache y en especial a su simpática hija Jerónima, que hizo los honores de la casa tan admirablemente, que no faltó detalle alguno.
El mismo agradecimiento para la distinguida familia del señor García Alonso, por las atenciones que me prodigaron y que nunca merecí; y hasta que la suerte vuelva adepararme otro ratito en compañía de gente tan amable y simpática como la de Villavieja, se despide este cronista.
A. S. F.
7 de julio de 2012
Excursión a Villavieja
Ya hace algún tiempo publiqué en este mismo blog el relato de una gira campestre a Villavieja y que se publicó en el periódico "El Salmantino" en junio de 1912. Contento debió de quedar el viajero, porque volvió a comienzos del mes siguiente a realizar otra excursión a nuestro pueblo, desplazándose también a Villar de Rey y Hernandinos. Este es el relato, publicado también en el mismo diario el 10 de julio de 1912.