23 de julio de 2012

La Humanitaria

A finales del siglo XIX y comienzos del XX proliferaban en nuestra comrca las denominadas sociedades de socorros mutuos y de fomento de la cultura. En Villavieja se formaron dos de estas asociaciones, una de ellas que daba cobijo y asistencia a los pequeños industriales, agricultores y otros trabajadores autónomos y otra de corte más izquierdista, apoyada en la Agrupación socialista de la localidad. La primera de ellas se fundó en el último cuarto del siglo XIX y la segunda justo en el comienzo del XX.

En nuestra comarca, el pueblo de La Fuente de San Esteban constituyó en 1912 una sociedad titulada La Humanitaria cuyos objetivos eran fundamentalmente benéficos e instructivos. Asi lo contaba El Adelanto el 3 de Mayo de 1912.

Desde Fuentes de San Esteban.

Nueva institución benéfica e instructiva La Humanitaria

Con este nombre acaba de organizarse en este pueblo una sociedad de socorros mutuos y de fomento de cultura entre los socios. El día señalado para la inauguración fue el domingo último, habiendo sido invitado al acto el distinguido catedrático y conocido publicista de Salamanca don Hipólito R. Pinilla, quien con este motivo dio una conferencia, cuyo principal tema fue: Modos de resolver la cuestión social. Como esta conferencia estaba anunciada convenientemente por medio de hojas tiradas a este objeto por la sociedad, y como el conferenciante es persona querida en este pueblo, donde cuenta con muchos amigos, había gran expectación por oírle. Llegó el domingo, y con el día, una lluvia torrencial que disgustó a los organizadores de este acto, que tenían interés en verlo concurrido. Pero no obstante esto, socios y amigos del señor Pinilla acudieron presurosos a recibirle a la hora del tren rápido que lo condujo a esta villa.

La llegada. Eran las doce cuarenta cuando la locomotora anunciaba su triunfal entrada, y segundos después descendía el señor Pinilla del convoy, cruzando saludos y produciendo señales de regocijo en cuantos presenciamos su llegada. Encaminámonos al pueblo por la mal llamada carretera, que más parece un fangal, y dejando al conferenciante el tiempo necesario para su reposo y reposición de fuerzas, esperamos que llegara la hora de la reunión, que era la de las cuatro de la tarde.

El acto. Verificóse en el gran salón del café Ortega, y contra lo que hacía temer el temporal, con una concurrencia inusitada, pues no bajarían de trescientas personas, entre las cuales también tenía representación el bello sexo, los que se aprestaron a escuchar la docta palabra del conferenciante. Hizo la presentación del mismo el presidente de la comisión organizadora don José Tapia, quien indica en breves frases el objeto de la reunión y los fines de la sociedad, que no son otros que proteger al necesitado y divulgar la cultura en este pueblo, a cuyo fin se inaugura esta serie de conferencias. Hace constar que el compañero Domingo Martínez no ha podido acudir a la reunión, pero que ha mandado una carta de adhesión que se leerá en el acto. Dedica frases de elogio al señor Pinilla y termina dando las gracias a los asistentes al acto, por haber correspondido así al llamamiento de la nueva sociedad. Las palabras del culto farmacéutico señor Tapia fueron aplaudidas, y seguidamente el joven Teófilo Martínez, da lectura a la carta de su señor hermano el conocido mecánico de Salamanca don Domingo, en la que después de saludar a sus paisanos, lamenta no poder tomar parte personal en este acto, señala con mano maestra las causas que motivaron la separación de el y sus amigos de la antigua sociedad obrera, donde trabajaron con fe y desinterés, y recomienda a la nueva sociedad trabaje por el bien general de todos, poniendo especial interés en divulgar la cultura entre los jóvenes en cuyas manos están depositados los destinos de los pueblos y termina felicitando a los organizadores de este movimiento, alentándoles en su obra. Una salva de aplausos corona la lectura de la carta. Seguidamente hace uso de la palabra el señor Pinilla. Empieza por agradecer la invitación con que le honran, intentando así marcar con una fiesta de cultura la fundación de una sociedad que si aparentemente sólo aspira al socorro mutuo, podrá más adelante abarcar otros fines humanos tan legítimos como ese. En una síntesis rápida, traza la historia de las sociedades de cooperación y mutualistas, explicando lo que representan en esa aspiración de los hombres civilizados hacia la solidaridad más completa, y dice que para demostrar bien a qué desarrollo puede llegar esa cooperación y solidaridad entre los hombres, hará una breve historia de las doctrinas con que se intenta por los sabios y propagandistas resolver el problema social, doctrinas todas que tienen el lazo común de la comunidad de intereses que ligan a los seres humanos. Este problema social—añade— es mucho más importante que el problema político, que sustancialmente está resuelto en nuestra querida Patria y es obra realizada por el siglo XIX. Tenemos, en efecto, sistema representativo y régimen constitucional, derechos individuales, sufragio universal y todas aquellas libertades inherentes a la personalidad humana, que son como condición de vida, salvo, naturalmente, los breves eclipses a que está sujeto el derecho en un pueblo como el nuestro, donde la libertad es cosa tan moderna. En el orden político, apenas si falta otra cosa que conquistar que la amabilidad de los poderes, convirtiendo en república la monarquía, pero ¡todo se andará! La tarea del siglo XX consiste en resolver el problema social. La libertad no es real ni efectiva si no se llega a la igualdad, y no a la igualdad ante la ley, sino a la igualdad económica que da a todos y a cada uno los necesarios medios de vida, o por lo menos todas aquellas facilidades que son precisas para adquirir esos medios. Para realizar esta igualdad económica—continúa—se han propuesto y se proponen multitud de teorías. El problema o la cuestión social tiene tantas soluciones, que es difícil distinguir, no ya cual es la más verdadera, sino cual es la más práctica. En resumen pueden concretarse a tres. La que pide que el Estado se apodere e incaute de todos los medios de producción; minas, ferrocarriles, fábricas, terrenos y el capital mismo (es lo que se llama colectivismo). La que pide que todos los bienes sean de todos, la que prescinde del Estado, lo suprime v organiza la sociedad por grupos, falanges o municipios, es el comunismo. Y, por último, la que propone que sea la tierra declarada propiedad del Estado, los propietarios sean considerados como meramente poseedores y que el poder público ejerza sus funciones de protección y asistencia social proveyéndose de recursos mediante el impuesto único, que habría de gravitar sobre la tierra solamente, cobrándolo a manera de renta. Esta teoría puede denominarse el georgismo por haber sido Henry George su principal y primitivo expositor. Hoy por hoy esta última tendencia, escuela ó sistema, es la que presenta mayores ventajas y medios más prácticos y sencillos para llegar a establecer la igualdad entre los hombres, dejando abiertas a todos y a cada uno las oportunidades naturales para el trabajo, es decir, dando facilidades al trabajador para que pueda laborar y poseer la tierra. Este sistema se funda en la idea religiosa y filosófica de que la tierra, como el aire y la luz, es obra de Dios, y no siendo de nadie en particular, debe ser de todos. De aquí que la tierra pase a ser propiedad del Estado, es lo que se llama nacionalización de la tierra. El georgismo no quiere el reparto de la tierra en trozos más o menos iguales, cosa que resultaría inútil y pueril; no quiere que sea trabajada en común para aprovecharse luego también en común de sus frutos, porque esto sería dar los mismos derechos al holgazán que al laborioso. Pretende, en cambio, hacer que siga trabajando la tierra el que actualmente la trabaje, pagando por ella un impuesto moderado al Estado y suprimiendo, por tanto, la renta y el propietario. De esta manera el Estado renunciaría a todos los demás impuestos y el trabajo se vería libre de las enormes cargas que sobre el pesan. Estas ideas van cundiendo por todo el mundo; en Inglaterra han comenzado va a aplicarse desde el Gobierno. Hay que llegar a la nacionalización de la tierra, porque esta es la solución más sencilla y práctica de la cuestión social y mediante ella se establecería de hecho la igualdad entre los hombres. El distinguido catedrático hizo luego una crítica de los males del régimen actual, entre otros del parasitismo social, y concluyó con una brillante metáfora sobre la forma y motivo de su peroración y el alcance de su contenido. Estrepitosos aplausos que habían interrumpido varias veces al conferenciante, demostráronle al final el agrado con que había sido escuchada su erudita disertación.

Los socios. Leído inmediatamente después el reglamento de la Humanitaria, inscribiéronse unas cien adhesiones, que será quizás la tercera parte de los que constituirán definitivamente.

 

El Adelanto, 3 de Mayo de 1912