Aparte de diversos artículos sobre historia, literatura o actualidad, publicaba también la típica sección de la prensa de entonces que hoy día englobaríamos en lo que se suele conocer con el nombre de "ecos de sociedad": bodas, bautizos, fallecimientos, "idas y venidas", etc, etc. Veamos un ejemplo. Se publicaba en el nº 45 de fecha 4 de septiembre de 1923 (en esta época había pasado a ser ya semanal):
Salieron para Valladolid, nuestros buenos amigos don Felipe Rebollo, y don Santiago Domingo; para Salámanca don José Manchado y don Alberto Carballo; para Madrid, nuestro compañero de redacción don Alejo Hernández; y para Morasverdes, la esposa e hijos de don Petronilo Custodio,
Regresaron de Villavieja, doña Concepción Vasconcellos y sus hijos Asunción y Jacinto; de Figueira da Foz, don Juan Suárez, don Justo Salvador, don Nicolás Escanílla, don José G. Polanco, don Andrés L. Brusí, médico de Morasverdes, con sus distinguida familias...
Digamos de pasada que la localidad portuguesa de Figueira da Foz era entonces considerada como la "playa mirobrigense" acogiendo durante el verano a un buen número de familias de Ciudad Rodrigo.
También se escribían en el periódico cosas con humor e ironía. En concreto alguna que otra poesía -si es que puede llamarse de ese modo-. Veamos una de ellas. Se publicó en el número 3 de fecha 15 de Septiembre de 1922. Se titulaba "Caricatura del charro".
Caricatura del charro
El charro de Salamanca
es, sí bien se le examina
de alma generosa y franca
fuerte como una palanca
y duro como una encina.
Es de elevada estatura
y tiene el carácter serio;
mas por su escasa cultura
se encuentra a la misma altura
que los del Celeste Imperio.
Parece que en el calzón
con que de ordinario viste
va impresa una maldición
y que esta prenda resiste
a la civilización.
Cualquier charro presentado
con su pintoresco traje
ante un público ilustrado
parece un hombre salvaje
o un animal disfrazado.
Hace poco fue a la Corte
un charro de mi lugar
y creyeron, por su porte,
que era un antiguo ejemplar
de los bárbaros del Norte.
Os confieso imparcialmente
como persona erudita
que el charro probablemente
es directo descendiente
del huraño troglodita.
Pues en cuevas naturales,
aún habita entre canchales,
asa carne en los tizones
y se abriga con zurrones
de lanudos animales.
Cuando fatigado suda
en la brega del trabajo
bajo su corteza ruda
trasciende a cheiro de ajo
y apesta a cebolla cruda.
En las rondas de la aldea
relincha cuando jijea
y requiebra toscamente
bajo el chopo de la fuente
a su zafia Dulcinea.
El buen charro, no exagero,
acostumbra a ser tan llano
que con ademán grosero
limpia el moco con la mano
y con un canto el trasero.
EL BACHILLER
SANSÓN CARRASCO