Cuculus canorus (Cuco) - Fotografía de Gabriel Buissart. Wikimedia Commons |
Su nombre científico es "Cuculus canorus". Vamos a transcribir aquí el mencionado texto publicado por el Ministerio de Agricultura en 1948 dentro de la colección "Hojas divulgadoras" y que nos describe perfectamente las costumbres de este ave así como lo beneficiosa que resulta para los agricultores.
Descripción.
El cuco es un ave que todos conocen y muy pocos han visto. Esto a causa, probablemente, de que es ave arisca, que no se deja acercar, y de que, cuando canta, permanece quieta entre el ramaje, pasando inadvertida. A veces cruza volando a la vista de todos, pero son pocos los que lo señalan y lo nombran. No es raro que los cazadores lo confundan con el alcotán, y esto se explica porque a primera vista no deja de tener algún parecido con esa ave de rapiña, tanto por su tamaño, como por la silueta de su figura y los tonos y dibujos de su plumaje. Pero los instintos, el pico y las alas, son muy diferentes de los de un ave rapaz.
La cabeza, el cuello, dorso, alas y cola son de color gris pizarra, salpicado en la cola y en las alas con manchitas blancas. Gran parte del pecho y el vientre son blancos y están preciosamente ondeados con listas negras. Los cucos jóvenes son de color pardo rojizo, donde los adultos gris pizarra, y poseen todas las plumas ondeadas o listadas.
Nombres vulgares.
Cuco, cucú, cuclillo y cuquillo, son los nombres con que, en unas u otras regiones españolas, se designa a este ave. Nombres vulgares vascos: kuboa, kukua.
Vida y costumbres.
A fin de marzo suele volver a España, después de haber invernado en África. Recién llegado se oyen en muchas arboledas sus insistentes cu-cús, conocidos de toda persona que haya vivido en el campo, aunque a veces se confunde el canto de la abubilla con el del cuco. Raro será el pueblo donde sus primeros gritos no sean recibidos con júbilo y anunciados como buena nueva en las conversaciones hogareñas de la tarde o en las tertulias de la taberna.
Lo más extraño del cuco son sus costumbres. Muchos sabrán que el cuco no hace nido, que ni siquiera incuba los huevos y que otro pájaro se encarga de incubárselos y sacar adelante a sus polluelos. "Pone el huevo en nido ajeno y otro pájaro lo cría", dice el refrán. Siendo tan extraño su modo de criar (debiéramos decir su modo de que le críen), no lo es que hayan surgido tantos cuentos y consejas a propósito de este ave. Mucho de lo que se dice es fabuloso, pero la mejor fábula de todas es la vida del cuco misma.
En abril y mayo, y a veces en mayo y junio, épocas en que se oye sin cesar su canto, la hembra de este ave va poniendo un huevo en cada nido. Al cabo de la temporada una sola hembra llega a poner 10 ó 12 huevos. Las víctimas del cuco son, sobre todo, pájaros de tendencia insectívora, tales como collalbas, ruiseñores, zarceros, lavanderas v otros muchos. Es fácil reconocer el huevo del cuco entre los demás huevos del pájaro, por su diferente color o tamaño. Por su tamaño, el huevo del cuco es casi igual al de un ruiseñor y no mayor que el de un vencejo. Este es un hecho muy notable, porque resulta extraordinariamente pequeño, en comparación con el ave que lo pone.
El pajarillo elegido por el cuco incuba su huevo con los propios, y, cuando nacen los pollos, alimenta sin preferencias a todos. Pronto, el pollo del cuco toma perversas iniciativas, que no son otras que cargar con sus hermanastros e irlos lanzando uno tras otro fuera del nido. Así queda como único beneficiario, que traga toda la ración. Su crecimiento es rápido, y al cabo de una serie de días el hijastro llega a sobrepasar en tamaño a sus pequeños padres adoptivos, que nunca lo extrañan y continúan alimentándolo con todo celo hasta darlo por bien criado.
Cuando los jóvenes cucos se escapan de los nidos, ya han emigrado al África sus padres. Uno o dos meses más tarde emigran, solos, los hijos, y esta es otra gran maravilla de la vida de este ave.
Beneficio.
Pero falta por decir lo interesante, desde el punto de vista práctico, que es el que ha de tener en cuenta el agricultor. Bien se puede proclamar a los cuatro vientos la gran utilidad que el cuco reporta a huertos, alamedas, bosques y a todos los cultivos en general. Casi todo su alimento consiste en insectos, caracolillos y otros bichejos, la mayoría de ellos de poca confianza y muchos causantes de considerables daños. ¿Quién no conoce los efectos desastrosos que la lagarta y las procesionarias ocasionan en los encinares y pinares? Estas orugas o gusanos, como dicen muchos, están revestidos de abundantes y rígidos pelos ásperos. Las personas que han tenido que destruir los nidos de procesionarias saben muy bien qué precauciones hay que tomar para evitar que el polvillo que sueltan estas orugas no caiga sobre la piel, y menos sobre los ojos, donde causaría una peligrosa irritación. Casi ningún pájaro se atreve a comer estas orugas. El cuco es una preciosa excepción, pues no sólo las come, sino que las come con gusto.
Las orugas de todas clases, peludas o no, son la base del alimento del cuco. Allí donde aumenta el número de eilas, allí acude él a comer. En España mismo hemos podido notar cómo en años de plaga de lagarta, los encinares invadidos son visitados por mayor número de cucos que de costumbre, quienes sin duda proporcionan una importante colaboración para evitar que la plaga prospere o alcance mayores proporciones.
En los estómagos de algunos cucos se han encontrado más de 200 orugas, de distintas especies.
Alimentando a un cuco - Fotografía de Per H. Olsen. Wikimedia Commons |
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