MANOS DE JARDINERA
Te avergüenzas de ellas
y ellas mismas no saben esconderse,
como esa muchacha que en el baile
procura no ser vista y evitar
con ello, y evitarse, un desengaño.
Prímulas y petunias, primaveras,
verbenas y jazmines,
y sobre todo rosas, toda clase
de rosas, amarillas, rojas, blancas,
rosas rosas, de porcelana y seda,
perfumadas y graves, se cobraron
en ellas su tributo: ya no son
manos de señorita. Cuando nos dejes
y vayas a reunirte con las raíces,
te reconocerán en esa poca
tierra que te quedaba entre las uñas
y que nunca se iba, por más que las lavabas,
volviéndote más tímida y misántropa.
Qué fiesta van a hacerte, coronando
tu frente con guirnaldas,
ciñendo tu cintura con las mejores flores
y en los labios besándote con menta.
Andrés Trapiello
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