En fin, vamos a transcribir el artículo, en el que echo en falta siquiera una mención a las agricultores y las faenas agrícolas, que en aquellos días debían estar en pleno apogeo....
El Salmantino, 19 de Junio de 1912
Gira a Villavieja.
¡Retornamos a la ciudad! ¡Estamos de vuelta! Ha sido Villavieja, el pueblo hospitalario que con cariño nos recibía y con sentimiento nos despidió.
No resisto, pues, a la tentación de verter en estas cuartillas algo de esa impresión que en mi existe y que ha sido producida ante la contemplación de aquella rica campiña que con deleite he recorrido y por aquel cariñoso y sincero trato de los que saben guardar la tradición de lo que siempre fue nuestro carácter charro.
Tierra charra; ¡cuánto de ti se habla y qué poco se te conoce! Yo mismo no había gustado tu modo de ser, aunque como eres te había soñado; para saborearte a mi placer, he tenido que encerrarme en tus frondosos montes, entre aquellas hermosas selvas que rodean y guardan en Villavieja al charro castizo, al honrado lugareño, todo corazón o hidalguía.
No es la tierra charra ni forma su carácter este vivir y ser de nuestra capital, ni siquiera muchos de los pueblos que la rodean; no: la tierra charra, con sus encantos, buscadla en el corazón de nuestra provincia, que a mi se me hace sea Villavieja, y allí encontraréis lo que sirve de orgullo a nuestra Salamanca.
Pero, basta de preámbulo, y a cumplir con mi obligación, algo pesada, como de cronista que soy. Atenta invitación del ilustrado médico de Villavieja, muy conocido en Salamanca y en el mundo de las ciencias médicas por sus obras premiadas en certámenes y congresos médicos, don Dionisio García Alonso, nos puso en camino el sábado, 15, en el tren de la madrugada.
Llegamos a Villavieja a las ocho y media de la mañana, después de haber admirado el rico paisaje que el camino ofrece. Después de descansar unas horas, que vinieron de perilla a nuestros soñolientos cuerpos, montamos a caballo con dirección a la rica propiedad denominada "Santidad", de los señores Torres y García.
La caravana formada por aquellas gentiles señoritas charras, cuyas bellezas corren parangón con su discreción y virtud, ofrecía entre aquellos matorrales un aspecto de vista digno de ser contemplado por los que vienen a nuestra ciudad a estudiar caracteres y costumbres charras.
La formaban: Felisa, Loreto y Paquita García, Jerónima Galache, Magdalena García, Consuelo Rodriguez, Esperanza Fernández y la señora de Blázquez Castro, para quienes este cronista improvisado siente rendida admiración. De ellos, estaban los simpáticos jóvenes Pepe Fernández de Gata, Francisco Antonio Rodríguez, Andrés García, Santos García, Manuel García, Manuel Miguel del Corral, Martin Ferrero, don Filemón Blázquez y servidor.
Después de recorrer la preciosa finca en cuyo trayecto se derrochó buen humor y alegría, echamos pie a tierra en la "Fuente de Caballero" en donde suculenta merienda, que recordaba las célebres bodas de Camacho, nos invitaba a recobrar las fuerzas perdidas durante la expedición.
Y así, si el cronista fuera poeta, bien podría describir al amable lector lo que la naturaleza ponía ante nosotros. La vegetación exuberante; el arroyuelo que, serpenteando, lamía nuestros pies; el dulce y armonioso cántico del ruiseñor; las lucidas vacadas, con la ruda figura del pastor al frente, etcétera, etc.; todo esto se podría decir; pero quédese para los afortunados que son leídos en el arte. Allí estuvimos gozando de la deliciosa temperatura hasta las nueve de la noche, que volvimos sobre nuestros alazanes camino del pueblo, contentos y satisfechos por nuestra buena suerte. Nunca con mayor razón que el sábado gritaba el cronista aquel "Se vive", que tanto le caracteriza.
Días antes había habido otra excursión a Hernandinos, propiedad de don Salustiano Galache, y en donde se obsequió a los excursionistas con el fino trato que caracteriza a los dueños. En proyecto quedan otras: a Villar del Rey y Fuenlabrada propiedades también del señor Galache, y que no tardando mucho se llevarán a efecto.
En fin, que se pasó muy bien, y sobre todo, que hemos aprendido a distinguir quién hermana lo típico de nuestro país, y en dónde se encuentra lo bueno y bonito de nuestra tierra.
Termino dando las gracias a mi querido amigo el señor García Alonso, como a su distinguida señora a quienes todas las atenciones le parecieron pocas para nosotros, y hago votos por volverme a ver pronto entre tan cariñosos como buenos amigos y gustar del sabroso trato de mis lindas charritas.
A. S. P.