El Navidad es pasado, y Reyes otro que sí, mas del copla que le dí, ya le tienes olvidado. Prometido pues me había el aguinaldo, señor. Mande vuesa señoría, que la cumpla toda via con Machín su servidor |
Comienzo hoy esta entrada con unos versos de uno de los poetas más representativos del Renacimiento español. Se trata del mirobrigense Cristóbal de Castillejo, nacido en Ciudad Rodrigo en 1490, y que estuvo la mayor parte de su vida al servicio del emperador Fernando -hermano de nuestro rey Carlos I y sucesor suyo en el trono imperial de Alemania. Estos versos nos dan una idea de que la cuestión de "pedir el aguinaldo" viene ya de muy antiguo. Castillejo pone los versos anteriores en boca de un "vizcaíno" -nótese, por ejemplo, la concordancia en el primer verso, "el Navidad", denominada precisamente concordancia vizcaína- que le pide a su Señor que cumpla la promesa de darle el "aguinaldo" tras haberle cantado la correspondiente copla. No piensen ustedes en un "villancico" tradicional, pues en aquellos tiempos esas composiciones eran mas bien profanas (canciones amorosas, sátíricas, ...) y solo con el paso del tiempo comenzaron a cantarse en las iglesias y en tiempos de la Navidad y tomaron el aspecto religioso y folklórico con el que las conocemos hoy día.
"Pedir el aguinaldo" viene, por tanto, de lejos. Mesonero Romanos, escritor madrileño del siglo XIX y cuyo padre era natural de Salamanca, dice en sus "Escenas Matritenses" que con la voz aguinaldo designamos generalmente todos los presentes o regalos que se realizan "desde la víspera de Navidad hasta la Epifanía" y es que la costumbre del "aguinaldo" estaba extendidísima en todo el territorio español en los pasados siglos XIX y XX. Sobre todo en el primero de ellos. Y tan extendida estaba y tanto se practicaba que resultaba ya exagerada y "empalagosa" para mucha gente. Vean sino, como el conocido poeta, dramaturgo y periodista Manuel Bretón de los Herreros "se mete a fondo" con el aguinaldo:
Estoy frito, estoy en ascuasLa costumbre de pasar tarjetas llegó hasta la segunda mitad del pasado siglo XX. Los más antiguos recordarán, sin lugar a dudas, la tradicional felicitación navideña de los carteros y serenos -en poblaciones de mayor entidad la pasaban también barrenderos, basureros, lecheros, .....- que consistía en una pequeña tarjeta con unos versos escritos en la parte posterior. Aquí tenemos un ejemplo:
con tanto "¡Felices pascuas!"
y con tanta socaliña.
Gente rapaz é indiscreta,
basta ya de rebatiña,
o por vida de poeta
con una sátira os baldo.
¡Reniego del aguinaldo!
Pedigüeño que me dices:
"¡Felices pascuas, felices!"
¿cómo quieres que las tenga
si con tarjetas los unos,
los otros con una arenga,
no me dejais ¡importunos!
para una taza de caldo?
¡Basta, basta de aguinaldo!
.....
Del simpático CARTERO
ningun año ha de faltar
el saludo cariñoso,
y os viene a felicitar.
De puerta en puerta llamando
con mucho tino y paciencia,
va poco a poco entregando
toda la correspondencia.
Y sin hacer comentario
de su muy dura misión
entrega al destinatario
hasta el último rincón.
Despues de todo lo expuesto,
no quiero continuar;
pues mi principal objeto
les voy a manifestar.
Con alegria y contento
celebrad las NAVIDADES
y en el próximo AÑO NUEVO
las máximas prosperidades
En nuestra tierra, con el paso del tiempo, la costumbre del aguinaldo consistía principalmente en que los niños, o no tan niños, iban a visitar las casas de familiares, de amigos y de vecinos, y tras llamar a la puerta y pedir permiso para cantar el aguinaldo, interpretaban algún villancico. Tras escuchar los cánticos se les daba el aguinaldo pudiendo consistir éste en dulces navideños, embutidos,... e incluso un poco de dinero. Las interpretaciones de los villancicos eran acompañadas con algunos instrumentos típicos como las zambombas, panderetas, tambores, botellas de anís,... Terminaba la cuestión con más canciones o villancicos o con algún chascarrillo que era alusivo a la calidad y cantidad del aguinaldo recibido.