Ante los continuados y escandalosos robos de bellotas que se notan en la comarca extremeña, se hallan recorriéndola tropas de Badajoz y Cáceres, para impedir que continúen los robos
(El Adelanto,3 de Noviembre de 1908)
Muchas de las recolectadas de manera fraudulenta o de manera legal, se dedicaban a la venta para comida .... ¡de personas! Hoy día nos parecería algo impensable, pero ... Así lo decía "El Noticiero Salmantino" el 12 de enero de 1903.
También la bellota constituye un verdadero alimento, del cual se aprovechan en algunas regiones las personas que no tienen recursos para proporcionarse otros manjares más sabrosos y nutritivos. En la capital de España pronto empezará á pregonarse por los vendedores ambulantes la bellota de Extremadura que despachan en pequeñas cantidades con ventaja para el que las vende y con gusto para el que las compra...
En fin, ....aquí tenemos un ejemplo de uno de esos frecuentísimos hurtos en nuestra comarca. La noticia se publicó en "La Clave: diario ilustrado" el 9 de noviembre de 1897. Se nos habla de once detenidos, y aunque no se nos dice la razón del hurto, la cosa parece demasiado obvia.
La guardia civil de Villavieja ha detenido entregándolos al juzgado correspondiente, a once individuos vecinos de Pozo de Hinojo, por haberles encontrado cogiendo bellotas en una finca particular sin estar autorizados por el dueño de aquella.
La mayor parte de las veces esos pequeños hurtos se realizaban por pura necesidad. Ya en aquella época había quien denunciaba la cuestión de que se ponía más empeño en perseguir este tipo de delitos que otros de más "enjundia". Vean, como se explicaba un redactor de " El Independiente" en el ejemplar editado el 6 de abril de 1902.
Aquí solo se persigue el delito chico y al pequeño delincuente: un hurto de bellota se descubre siempre, y siempre sufre la pena el infeliz que las hurtó, sin reparar si al sustraerlas fue impulsado por la necesidad. En cambio el autor de una irregularidad de veinte mil duros tiene siempre tiempo para largarse a puerto seguro, sin que nadie le importune ni moleste. Después, cuando esté en salvo, eso sí, se extremarán las órdenes, y saldrán de muchos labios las frases do yo pensé, yo quise, la verdad es que ha sído una lástima, etc.. etc.
En fin, lo de siempre. ¡También eso ha llegado hasta nuestros días!
Por cierto, el periodista de El Independiente aludía con esas palabras a un desfalco en la Secretaría de la Universidad que según algunos superaba las ciento setenta mil pesetas de 1902. ¡Casi nada!