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Ruta Hispano-Lusa de Castros y Verracos: Caminamos hasta Las Merchanas en Lumbrales
Al igual que Andalucía tiene la ’Ruta de los pueblos blancos’, aquí en los senderos de nuestra provincia la de los castros para deleitarnos en las maravillas culturales, arquitectónicas, históricas y naturales de nuestra tierra. Hoy nos acercamos al Castro de Las Merchanas en Lumbrales
La Ruta de Castros y Verracos en la provincia de Salamanca es una ruta larga para realizarla en un solo día, por ello cada fin de semana viajamos a un castro del oeste salmantino -Las Merchanas, Yecla la Vieja, El Castillo de Saldeana y Bermellar-, porque cada uno es historia y tiene características suficientes propias y a su alrededor un enorme caudal para disfrutar de la naturaleza.
Llegamos a Lumbrales por la CL-517 que parte de Salamanca y finaliza en La Fregeneda, tras recorrer cerca de 96 kilómetros. Llegados al municipio, nos desviamos a la derecha para coger la carretera a Bermellar. A escasos 3,5 kilómetros, un amplio cartel nos indica otro desvio a la derecha para avanzar por una pista de tierra, en buenas condiciones de 2,5 kilómetros, hasta una explanada donde dejaremos el coche y, allí mismo, nos informaremos de la ruta que nos llevará a este castro, situado sobre un promontorio granítico en la confluencia del regato de Vallitorredondo con el río Camaces. Un panel nos sitúa en la Ruta hispano-portuguesa de Castros y Verracos, y la reproducción de una estela romana permite asomarnos a los ejes temáticos del sendero como son la arquitectura tradicional, la geología, el clima, la vegetación, la energía del agua y el mundo de los vetones -habitantes de este lugar-.
El sendero, la inclinada calleja de Malpica, hasta el castro es toda una admiración de naturaleza y construcciones ganaderas como chozos que indican la vida y la historia de los habitantes de este lugar. Además, la naturaleza, según se desciende hasta el Camaces, se hace más exuberante, variada y rica en especies. Llegamos al primer mirador, que sube por un pequeño sendero hasta el denominado Mirador del Castro, una estación interpretativa y multimedia sobre los vetones y sobre la historia geológica de este paisaje. Desde aquí avistamos el castro y sus detalles al telescopio.
El molino del Tío Justo
Volvemos sobre nuestros pasos y, nuevamente, en la calleja de Malpica, avanzamos por esta senda de lanchas hasta el molino del Tío Justo. Una auténtica maravilla a la orilla del Camaces recuperada del abandono por el Ayuntamiento y Adezos.
Si tenemos suerte, porque casi nunca hay nadie para abrirnos, podremos visitarlo íntegramente. Esta construcción tradicional está totalmente restaurada y se trata de un molino movido por el agua desviada del río Camaces. El interior dispone de una única sala donde la acción del agua consigue mover una gran piedra que se dedicaba a moler el poco cereal que se cultivaba en la zona. El tío Justo, a cambio de una comisión que se llamaba maquila, molía día y noche para aprovechar la temporada de crecida del río, porque la utilización del agua era solamente posible durante una pequeña época del año.
Pasamos la presa hasta el otro lado del río y nos situamos en la puerta del castro. Para acceder al mismo lo hacemos a través del Sendero Musealizado del Castro de las Merchanas y entramos por la puerta Sur, donde se puede hacer un recorrido hacia la puerta principal, ver las piedras hincadas y visitar parte de la muralla. Se trata de uno de los castros más importantes y mejor estudiados de la provincia de Salamanca. Posee una gruesa muralla, la cual en algunas zonas llega hasta los 6 metros de anchura, salvo en el cerro del Oeste, donde la topografía del terreno la hace innecesaria ya que hay un acantilado sobre el río Camaces. Enfrente de la entrada principal posee una zona de piedras hincadas, típicas de los castros, que completaban las defensas.
Este castro fue declarado Bien de Interés Cultural en 1931 y se trata de una fortificación defensiva de los antiguos pobladores de la zona, los vetones, que fueron unos grandes luchadores y guerreros, que hermanaban con sus parientes bretones del norte de Francia, corresponde en el tiempo con la Segunda Edad de Hierro.
El poblado está construido en un lugar estratégico y de fácil defensa entre los barrancos que forma el cauce del río Camaces. Históricamente la fortaleza obedece a las necesidades defensivas de la población local ante el avance del nuevo tiempo que ocupaba el empuje del mundo romano, estos poblados no eran muy numerosos, se estima que el pueblo que albergaba el castro no superaba las 150 personas pero su trabajo en pro de la defensa colectiva era muy notable y durante muchos años contuvo la invasión hasta caer en manos de los romanos.
Datos del castro
El castro tiene una superficie de 8,5 hectáreas, dispone de un perímetro de 50 metros en torno a la muralla, la construcción del castro obedece a un buen estudio arquitectónico sobre las necesidades defensivas de la zona, consiste en el apilamiento de grandes lajas de piedras creando unos inmensos muros y murallas de mas de 6 metros de anchura que impiden el acercamiento enemigo por tierra y sobre caballos, una vez vencida esta primera línea disponen otra segunda donde se encuentran las viviendas y la necrópolis, una variante defensiva de este castro es una tercera línea consistente en la creación de un campo de una hectárea de piedras hincadas sobre el terreno creando una especie de campo minado que hace imposible el acercamiento de un ejercito estructurado y menos el transito de caballos.
La muralla, construida directamente sobre la roca superficial sin apenas cimentación, se adapta perfectamente a la morfología del terreno. Mientras la altura es de unos 2 m, en algunos tramos puede llegar a los 3, el ancho varía desde el metro y medio hasta los 6 m. según las necesidades defensivas. Está realizada con mampostería en seco y la técnica constructiva es la de dos paramentos, el externo en talud de 15-20º y el espacio interior relleno de piedras menudas.
El castro tiene dos puertas defendidas por bastiones circulares, formando un embudo, – una al Este, la entrada principal, y la otra al Sur –, las cuales permiten acceder al interior del recinto fortificado. En la puerta principal existe una zona de piedras hincadas que servían para impedir el acercamiento de los enemigos a caballo y así hacer más difícil su ataque.
El origen del castro es prerromano, y se sabe que ya estaba habitado desde el siglo III a. d. C. por los vetones, que ocuparon el suroeste de la Meseta Norte en la II Edad de Hierro (siglos V-II a. d. C), pueblo celta que desarrolló en la Península la Cultura de Cogotas II o Culturas de los Verracos. Los primeros vestigios de romanización que tiene el castro datan de comienzos del siglo I d. d. C, y se sabe que estuvo ocupado hasta la segunda mitad del siglo V que fue cuando se abandonó, quizá durante las contiendas entre suevos y visigodos.
Si continuamos la ruta por estos parajes visitaremos el mirador del Pozito Manzano donde contemplaremos los bellos paisajes tipicamente arribeños. La ruta se complementa al caminar entre robles, quejigos, encinas, chopos y surcando regatos o arroyos con la vigilancia de las rapaces en el cielo, el cántico de los pequeños pájaros y algún que otro mamífero o reptil que huye a nuestro paso.